martes, 10 de mayo de 2016

UNA HISTORIA DE FANTASMAS

Estela funeraria (T. Piquet)


- ¿Hay alguien? - pregunta con precaución Prisca, asomando apenas la cara bajo el mantón con el que se cubre casi de cabeza a pies.
- Pasa, Prisca. Tranquila: esta tarde estamos solas -
- ¡Menos mal! - suspira - ¡Ay, hija! ¡qué de quebraderos de cabeza llevo desde el otro día!,... ¿quién me mandaría a mí meterme por medio? ¿qué diosa enredadora de los hados me empujaría a mí a querer cubrir a aquella pobre difunta? -
- Pues no se. Lo que sí tengo claro es que tú no necesitas que nadie te empuje para entrometerte en cualquier asunto que te llame la atención -
- Anda, bonita, ponme un chocolate calentito,... ¡qué brebaje! ¡es mejor que la tila!,... y unos picatostes también, que almorcé a la carrera y muy temprano, y voy teniendo apetito -
Me sonrío y voy a la cocina a prepararle una buena merienda.
- Ayer tuve visita de los que tú llamas pechos de lata - le digo, levantando la voz para que me oiga desde el comedor, donde se ha sentado a la mesa.
- ¿Ayer? ¿con el mal tiempo que hacía? -
- Pues tú has venido hoy, que ha estado el día peor -
- Sí, ¡qué me vas a contar!, si allí casi no se pueden cruzar las calles sin levantarse la ropa por encima de las pantorrillas,... ¡qué risa!, ver a tanto colonial con ínfulas no saber qué hacer para no mojarse la toga. Yo he esperado a que hubiera una clarita. En cuanto ha escampado, me he echado el mantón por la cabeza y me he venido corriendo -
- Te podías haber encontrado con alguno de ellos,... -
- Suponía que, con lo que pasó ayer noche, estarían demasiado ocupados para preocuparse por esta pobre abuela -
- Pues precisamente ayer me preguntaron por ti. Querían saber si te había visto y si habías venido por aquí últimamente -
- ¿Y por qué será? -
- ¡Prisca!, que ya nos vamos conociendo,... ¿Por qué iba a ser?. El encargado de la investigación del crimen de las Floralia está muy enfadado contigo, por cierto-
- ¿Conmigo? - Prisca se empeña en tratar de disimular.
- Sí, contigo. Dijo que habías mentido al contarle tu versión de los hechos -
- ¿Qué hechos? -
- No te hagas la tonta, por favor, que se te da fatal. Por lo visto, a ellos les contaste una cosa, y a mí, otra... A mí, lo recuerdo perfectamente, me dijiste que lo habías visto todo. Y a ellos, ¿qué les dijiste? -
- Pues, ¿qué les iba a decir?, que, cuando yo llegué, la pobre mujer ya estaba más que muerta en la acera,... y que seguro que ha sido el marido -
- Esa acusación es muy grave, sobre todo, si no lo viste matarla -
- No me hace falta haberlo visto. Se que fue él, aunque echara lágrimas a cientos -
- ¿Cómo lo sabes? -
- Ya veo que tú tampoco me crees -
- ¿Quién más no te cree? ¿ellos? -
- ¿Quién si no? Fueron muy groseros conmigo. Yo sólo quería ayudar -
- Ellos dicen que estás perjudicando la investigación -
- ¡Bah! ¡tonterías! -
- Y que divulgas cosas que ellos no querían que fueran públicas tan pronto,... como que se trataba de un crimen -
- ¡Ay, niña! ¡ya me conoces! ¡si no lo cuento,...! -
- ¡Reviento! -
Nos reímos y compartimos el chocolate y unos picatostes que he improvisado. Fuera, hace un buen rato que ha dejado de llover a cántaros, aunque los nubarrones auguran otra noche metida en aguas.
- Te estás convirtiendo en una especialista en despistarles. ¿Cómo lo haces? -
- No tiene ciencia, bonita. Tengo muchas amigas y conocidas en la ciudad, en el suburbio y en las fincas de los alrededores; así que, ahora visito a una, luego a otra,... Incluso me vengo al Futuro a merendar contigo, ji, ji. Discreción y gasto de suelas de zapatos. Y aprovecho para llevar noticias de unas a otras. Que "siembro rumores y recojo chismes",... eso se dignó decirme ese patricio de fina estampa el otro día,... ¿te lo puedes creer, hijita? -
Disimulo una sonrisa, mientras apuro mi chocolate. Ella juguetea con un picatoste, lo moja en el chocolate, lo saca de la taza y observa cómo el espeso líquido gotea desde el bastoncillo de pan, mirándome a hurtadillas, esperando mi respuesta.
- ¡Bien! - exclama. Prisca no tiene mucho aguante - ¿A qué estás esperando para preguntarme por lo que pasó anoche? No me puedo creer que no sientas curiosidad,... -
Sonrío.
- ¡Eres peor que ese inquisidor larguirucho! - protesta, casi dando brincos en la silla.
- Anda, no te enfades - la tranquilizo - Cuéntame qué pasó anoche -
Como si mis palabras fueran una fórmula mágica, Prisca se calma y me cuenta, contentísima por tener un chisme tan bueno que relatar:
- Anoche, la propia difunta dijo a todos los que la velaban que el que la había matado era su marido -
- ¿Cómo? -
- Sí, bonita, tal como te lo cuento. El lemur de la muerta apareció anoche en su casa para acusar a su marido -
- Pero si todavía está de cuerpo presente,... -
- Sí, pero su espíritu se tuvo que separar del cuerpo del porrazo que la pobre pegó en la acera; y, como todos los espíritus de los asesinados, se va a quedar por allí hasta que el crimen tenga su castigo
-
- ¡Vaya! Menudo susto se debieron llevar los del velatorio -
- Eso no tiene nombre, bonita. Todos salieron corriendo de la casa, con tantas prisas y tanto susto en el cuerpo que más de uno se olvidó de echarse el agua lustral, y va a tener que haber purificaciones por todo el vecindario -

Una nota para nuestros lectores y lectoras: cuando alguien moría, se consideraba que su domicilio, sus familiares y cualquier otra persona que asistiera al duelo, o pasara a dar el pésame, quedaba contaminado e impuro, pues ésta era una de las características de la muerte. Transcurrido el duelo, la casa se sometía a rituales de purificación, así como la familia del difunto/a. Para los visitantes, se disponía de una jofaina (o contenedor de líquidos similar) con agua lustral, para que pudieran realizar un gesto purificador al salir. El asistir a un velatorio o ir a dar las condolencias a una casa donde hubiera muerto alguien, y salir de ella sin purificarse con el agua, significaba contaminar a todas las personas y cosas con las que se tuviera contacto y los lugares por donde se pasara después.

La imagen que ilustra hoy nuestra entrada es una estela funeraria, utilizada para reconstruir la fuente que ya nos ha acompañado en otras ocasiones. Esa reutilización nos dice a las claras que la obra fue muy posterior a la época romana, porque entonces nadie hubiera utilizado una lápida para arreglar una fuente. Por el respeto debido a los muertos, para no contaminar el agua,... y para evitar que el fantasma, perdón, lemur, correspondiente les persiguiera por los siglos de los siglos.
Por otra parte, al ponerla en la obra, no sabemos si con esa intención, se salvó a esta pieza arqueológica de acabar en el mercado negro de antigüedades.

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