jueves, 31 de marzo de 2016

SIN AGUA,... PATOS

Mosaico con aves, marisco y peces
- ¡Niña! - me dice Prisca, saliendo de mi cocina como si fuera la suya - ¿Tú sabes que tienes unos patos colgados de las perchitas donde pones los paños? -
- Sí, Prisca - Creo que son el resultado de una cacería por parte de los que tú llamas "muchachetes de la quincalla reluciente en el pecho"  - le contesto, recordando lo que el narrador me contó en la entrada de ayer.

Y es que, queridos lectoras y lectores, mis personajes, una vez que han aprendido el camino desde el Pasado, ya ni siquiera esperan a que los convoque, sino que van y vienen a su antojo. Esto me recuerda algo que Mario Vargas Llosa dijo en su discurso de recepción del Nobel, que tituló "Elogio de la Lectura y la Ficción":
"(...) Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, (...)" (Vargas Llosa, 2010, página 33).
¡Ay, don Mario!, que el caso es que los míos ya se han desmandado. Hoy, sin que me diera cuenta, alguno de ellos ha venido y me ha dejado unos patos muertos en la cocina.

- Patos muertos, patos muertos,... ¿qué manera es ésa de hablar, niña? Menudo regalo que te han hecho: grandes, gordos, de plumaje reluciente y recién cazados,... Maduran un poquito y ¡a la cazuela! -
- Pero habrá que limpiarlos y vaciarlos, ¿no? -
- Pues claro, y antes hay que desplumarlos,... ¡ay! que ya se: a ti lo que te pasa es que nunca has limpiado y sacado los entresijos a un pájaro - se ríe - Tú vas a la pollería y los compras ya listos para echar a la cazuela -
- Despiezados incluso, Prisca -
- Sí, como los cocineros finos, que sólo compran alitas o pechugas; o hacen que sus pinches las despiecen y les echen el resto del pollo a los perros de la casa - dice, burlona.
- ¿Quiéres tú los patos? -
- ¿Dices que me lleve yo esas hermosuras a mi casa? Y que me vea el guapo que te los ha regalado y me organice un escándalo,... Noooo,... A propósito: ¿quién ha sido? - añade, guiñando un ojo - ¿Está soltero? ¿o es un casado sin vergüenza que anda buscando líos? -
- Sólo se que es muy aficionado a la cacería - miento, para evitar que Prisca vaya chismorreando por ahí - Y no pasa nada. Si te dicen algo, les contestas que te los he regalado yo -
- Aficionado a la cacería,... ¡ehem!,... No te preocupes, hijita, que ya me enteraré quién te pretende, y si es buen partido -
- No, Prisca, no te molestes -
- ¿Molestia? Si no es nada; si lo hago encantada -
Queridos lectoras y lectores, no me cabe la menor duda. Y menos aún cuando la veo echarse el mantoncillo sobre la cabeza y salir corriendo hacia el Pasado, dispuesta a ponerse a enredar en el asunto.
- ¡Prisca! Que te dejas los patos,... -

La imagen que ilustra esta entrada es un fragmento de un bellísimo mosaico encontrado en la antigua ciudad de Pompeya (Nápoles, Italia), en el que se puede ver una pareja de ánades (la hembra sujeta un capullo de loto en el pico), cuatro tordos, algo de marisco (almejas, vieiras, múrices, mejillones, navajas) y varios peces. Todas estas criaturas formaban parte de la dieta habitual en la época de nuestras novelas (finales del siglo I antes de Cristo). Las aves de corral, y de cacería, como las de este mosaico, eran las proveedoras más habituales de carne, para los menús cotidianos de lo que podríamos considerar la familia media romana. Otro aporte de proteínas muy importante era el pescado, que se consumía tanto de agua dulce como de agua salada; fresco, si se residía en la costa o en las proximidades de un río o lago; o bien en salazón, o conservado en aceite o escabeche. El marisco, que gustaba mucho, sólo se consumía, debido a lo delicado de su conservación, en las localidades costeras o muy cercanas a un puerto de mar.

miércoles, 30 de marzo de 2016

HOUND DOG

Lebreles haciendo presa en un jabalí (Museo de Nápoles, Italia)

Canis venaticus
Perro de caza, como el hound dog de la canción que hiciera famosísima Elvis Prestley en los años 60 del siglo XX. Pues bien, XXI siglos hacia atrás en el tiempo, nuestros antepasados ya tenían buenos perros entrenados para la cacería. En realidad, ésta era una de las dos funciones principales de los perros en la época en la que transcurren nuestras novelas. La otra, de la que ya comentamos algo en una entrada anterior (Cave canem) era la guardia y custodia.

Tanto las fuentes históricas como la iconografía nos permiten reconocer a los antepasados de algunas de las razas caninas que, todavía hoy, acompañan y auxilian a los cazadore. En mosaicos, pinturas al fresco y esculturas, se representan perros dedicados al rastreo, la muestra y el acoso de las presas para sus dueños, y también a otros, cazándolas directamente. Como en la imagen que os traigo hoy, queridos lectoras y lectores, que es un ejemplo de caza mayor con lebreles. En este pequeño grupo escultórico, de bronce, vemos como dos de esos perros tratan de reducir a un jabalí. Las figuras, muy realistas, nos permiten reconocer en los canes las características físicas del que, probablemente, sería el antecesor de los actuales galgos (o lebreles): buena alzada, patas largas y fuertes de gran corredor, amplio y marcado costillar, vientre recogido, lomo largo, cabeza y hocico estrechos y alargados, orejas "en rosa", cola fina y larga, terminada en una airosa curva con la punta hacia arriba, y el pelo muy corto.

- Hermosas bestias -
- Bienvenido, estimado amigo -
- Ave, Flaquilla -
 - Esta tarde nos acompaña el personaje narrador de nuestras novelas, que resulta ser muy aficionado a la caza... -
- Cierto-
- Entonces ¿te gusta esta escultura? -
- Sí -
- Tu fama de ser hombre de pocas palabras te precede,... y parece que con razón -
- Cierto -
- Menos mal que lo de escribir es otro cantar -
- No se si lo que dices tiene que ver con el canto, o bien se trata de una frase hecha moderna -
- Nada de canciones,... Quiero decir que, si escribiendo fueras tan parco en palabras como hablando, nuestros lectores y lectoras se quedarían sin nada que leer -
Esboza una leve sonrisa y no añade nada. Tendremos que cambiar de tercio.
- Así que eres el más aficionado a la caza de entre vosotros, ¿no? -
- No exactamente. Ni soy el único, ni el más aficionado -
- ¿Y quién te gana a cazador empedernido? -
- El que está hoy también lavando a los perros - responde con una sonrisa.
- ¿Otra cacería particular con los auxiliares caninos? -
- Sí,... y tuvo que ser buena, porque volvieron todos, desde el cazador a los perros, pasando por el caballo, embarrados,... y he visto, de pasada, unos hermosos patos madurando en la cocina -
- ¿Tú no fuiste con él? -
- No -
- ¿Prefieres la caza mayor? -
- Es que estaba de guardia. Si no, quizás le hubiera acompañado. Me gusta cazar de todo: volatería, liebres, ciervos, jabalíes,... Cada tipo de caza, cada lance, tiene su atractivo: la acechanza, la persecución, el acoso,..., aunque, reconozco, prefiero a los puercos, sobre todo a los que dan mucha guerra -
- Por tu expresión, parece que eres feliz cuando cazas -
- Podría decirse que sí - medita unos momentos - Un caballo, un par de perros, una lanza y unas jabalinas, y todo el monte por delante, sin pensar más que en seguir la pista de tu presa -
- Y cobrarla, como se dice entre los cazadores, ¿no? -
- Para mí, la verdad, eso es lo de menos. Si lo necesito para comer, o alguien me lo encarga y espera la carne, no fallo; pero si sólo salgo a cazar, la mayoría de las veces acabo dejando ir a las presas,... para otro día -
Sonríe y calla de nuevo. Contempla la fotografía con gusto y ojo experto.
- Buenos canes - dice, al cabo de un largo momento.
- Hoy en día todavía existen perros como ésos. Los llamamos galgos o lebreles, porque, históricamente, se han empleado siempre para cazar liebres -
- En nuestros tiempos se usaban para cazar de todo - sonríe, evocando seguramente cacerías pasadas - Puercos, como aquí, porque son muy buenos trabajando en jauría; ciervos, porque son muy veloces y no se cansan de correr tras ellos; y también aves, porque tienen un olfato y una vista excelentes; y liebres, porque su rapidez y agilidad les permite aventajarlas, a pesar de que son escurridizas y corren haciendo quiebros,... En realidad, hay muchos que quieren a estos perros sólo para cazar liebres, porque es la mejor manera de atraparlas con éxito, y porque da gusto verlos metidos en faena, ¡qué carreras!,... y qué buenas apuestas - añade, con un guiño - Los buenos perros lebreros pueden llegar a valer mucho dinero, y sus amos los tienen en muy alta estima,... lo mismo que a cualquier otro perro que cace bien, sobre todo si tiene un buen olfato, porque los canes leen en el viento con sus narices lo mismo que nosotros en el papiro con los ojos -

El grupo escultórico de la imagen fue hallado en las excavaciones arqueológicas de la antigua ciudad de Pompeya (Nápoles, Italia).
Esta entrada, la segunda sobre canis familiaris (nombre científico del perro), está dedicada a todos los lectores y lectoras amantes de nuestros mejores amigos de cuatro patas; especialmente a Marcela, Yolanda y Davinia, en cuyos grandes corazones hay cariño de sobra para todos los perros del mundo.


sábado, 26 de marzo de 2016

LA FALTA DE ÁRBOLES NO NOS DEJA VER EL BOSQUE

Bosque y arroyo (foto de Brian Matiash)
Hace unos días, coincidiendo con el equinoccio primaveral, se celebró el Día Mundial de los bosques. Algunas de las notas sobre el estado de los bosques en España, que incluía la página de Fundación Biodiversidad en Facebook, indicaban que apenas aproximadamente el 30% de su superficie se encuentra arbolada en la actualidad.

No he filtrado este dato a nuestros personajes, porque les habría dado un disgusto mayúsculo; y seguramente la mayoría habría corrido a hacer desagravios a los dioses, se habrían puesto de luto, y me hubiera costado mucho hacerlos regresar de buena gana.
La Península Ibérica en la que ellos vivieron tenía un aspecto muy diferente al de hoy día. Según los datos de los geógrafos antiguos, abundaban, como en el resto de Europa, bosques de toda especie; algunos tan extensos, densos y frondosos que, de su denominación latina, silva, viene la palabra selva, con la que hoy, desafortunadamente, sólo podemos nombrar ya a las últimas grandes masas arbóreas que todavía persisten en las regiones tropicales del planeta. Se que muchos de vosotros, queridos lectoras y lectores, estaréis ahora mismo levantando una ceja con incredulidad, puesto que, los paisajes abiertos, y con sólo algunos árboles dispersos, de la actualidad no os recuerdan, ni remotamente, a un bosque. Y nuestras ciudades y pueblos, atacados por la tendencia arboricida tan extendida entre nosotros hoy en día, cada vez tienen menos parques y jardines; y sus calles y plazas han sido despojadas de la benéfica sombra de los árboles.
En los tiempos de nuestras novelas, los antepasados convivían estrechamente con los bosques, y su relación con ellos tenía dos vertientes, una práctica, ya que eran muchos los aprovechamientos y beneficios que de ellos se obtenían; y otra espiritual, pues estaba profundamente arraigada entre sus creencias que los divino y los árboles eran inseparables. Los campos de cultivo podían ocupar grandes extensiones de terreno en las comarcas y regiones donde el suelo era más fértil, pero no por ello se despoblaba éste de sus árboles. Las zonas boscosas alternaban con las praderas para pastos y con las parcelas cultivadas, cuyos límites estaban marcados muy a menudo por setos arbóreos. Y los ríos y arroyos que cruzaban las llanuras lo hacían siempre acompañados de sus sotos y bosques galería. Incluso en las zonas de mayor explotación agraria, las más próximas al Mediterráneo, los árboles y arbustos cultivados suplían a los silvestres, de forma que los olivares eran auténticos bosques, y los huertos daban sus cosechas de verduras, legumbres y hortalizas a la sombra de bosquetes de frutales y vides emparradas, maridadas con árboles, cuyos troncos y ramas sostenían en alto los sarmientos. En las tierras menos feraces, por su suelo o su ubicación montañosa, los bosques alimentaban al ganado tanto como los pastizales, y, a la par, el ganado los mantenía limpios de maleza, reduciendo el riesgo y los daños de los incendios.
Los árboles que poblaban cada bosque variaban, dependiendo del suelo y el clima de cada lugar, y, con ellos, variaban las divinidades que los cuidaban o que, incluso, residían en ellos. Todos estaban poblados por los espíritus de la Naturaleza de los que ya hemos hablado en ocasiones anteriores, así que, por principio, todos los bosques eran sagrados. No obstante, había dioses y diosas que sentían predilección por determinadas selvas o bosques, y se consideraba que tenían allí su residencia, por lo que el lugar era un templo natural. Estas arboledas sacrosantas recibían todo tipo de cuidados, eran escrupulosamente respetadas y sus terrenos se consideraban un santuario, vinculado a la divinidad residente o protectora de sus plantas. A éstas, en algunos lugares, se les construían templos y se les erigían altares, en las márgenes del bosque, o en algún claro a propósito en su interior. Estos santuarios silvestres eran muy populares y los devotos los visitaban a menudo, realizando peregrinaciones hasta allí desde lugares alejados y celebrando de manera multitudinaria las fechas señaladas del calendario religioso, que estuvieran relacionadas con la divinidad titular.
Esto nos refleja una vida rural estrechamente vinculada a los bosques, y podría parecer que la vida urbana era diferente, pero nada más lejos de la realidad. La gente que vivía en las ciudades quería a los bosques en la vecindad. De forma que, al interior de las murallas urbanas, se extendían bosques y bosquecillos, algunos de extensión considerable, a modo de templos naturales de alguna divinidad. Y compartían espacio con parcelas dedicadas a huertos y jardines, donde los árboles frutales y los arbustos de flor hacían las veces de bosque doméstico; por no decir que casi todo el que podía permitirse una casa con espacio para jardín, o patio trasero grandecito, lo llenaba de árboles y lo convertía en su huerto particular, al igual que se ajardinaban los patios centrales, o atrios, lo suficientemente amplios...

- Lo he encontrado, tribuno -
- ¡Ah!,... Dámelo, hijo.... Ya veo, y es mucho peor de lo que imaginábamos -
- ¡Buenas tardes! ¡Qué distraída debo estar! No he oído el zafarrancho que organiza habitualmente vuestra escolta -
Mis personajes no responden de inmediato a mi saludo, concentrados en varios números de la National Geographic. Sus caras reflejan una mezcla de estupor y tristeza.
- ¿A qué esperabas para decírnoslo? - el tribuno echa sobre la mesa una de las revistas, abierta por una página donde unas fotos muestran, en toda su crudeza, el avance de la deforestación en las zonas tropicales del sureste asiático.
Su acompañante, el personaje narrador de nuestras novelas, hace lo propio con otro número de la revista, donde se ve la maquinaria de una compañía maderera extrayendo árboles de algún lugar de la selva amazónica.
- No pensaba hacerlo - reconozco. A lo hecho, pecho.
- Insultas nuestra inteligencia, y dejas la tuya en mal lugar - me dice el tribuno - Debiste suponer que nos acabaríamos por dar cuenta. De hecho, las sospechas que abrigaba, a partir de algunos datos que había encontrado en el atlas, nos han hecho venir hoy de incógnito para buscar pruebas,... las fotografías no son válidas como imágenes de la divinidad para nosotros, pero sí como reflejos de la realidad en tus tiempos. Y aquí está esa horrenda realidad - añade, señalando con un índice acusador a las revistas y volviendo el rostro en un teatral gesto de reproche.
- Vuestros "atlas" son compendios de mapas, y nosotros sabemos mucho de mapas, Flaquilla.... Habías escondido eso debajo de libros modernos de jardinería, pensando que no se nos ocurriría buscar horrores entre las flores,... así que he mirado ahí primero - me dice el narrador.
- Le he traído conmigo porque sabía que él daría con las pruebas de la barbarie, que tú nos escamoteabas. Ninguno mejor que él para algo así -
- Sí, tribuno, pero recuerda que no voy a servirte de mucho si se dan cuenta de que has salido sin escolta -
- Ya se que, si no volvemos pronto, me espera un buen berrinche y tener que aguantar que nuestros hombretones me culpen de tenerlos con las carnes abiertas, como si fueran mis madres -
- A ti, un berrinche; pero a mí, una bronca homérica, por seguirte la corriente y dejarte salir extramuros sin más compaña que yo, abandonando mis obligaciones -
- Tranquilo, hijo. Si se dan cuenta de nuestra ausencia, antes de que empiecen los reproches, les contamos lo que hemos descubierto con todo lujo de horrendos detalles. Confío en que entre el estupor, la incredulidad y las ganas de desagravio de los más píos, se olviden de nuestra excursión -
- Sabes tan bien como yo que, aunque todos corrieran en estampida a preparar desagravios para los dioses por los bosques arrasados, hay un cascarrabias pelicano que no se movería hasta que no le diéramos explicaciones. Aunque ardieran a la vez todos los árboles del mundo, el señor-primero-el-reglamento nos abroncaría antes de correr a por el hacha -
- ¡¡¡Qué habéis hecho, descendientes!!! - clama el tribuno, cambiando de tema. Pero, al momento, deja el tono trágico y pregunta: - ¿Es así en todas partes? ¿Qué sucede en nuestras tierras? -
- En nuestras tierras ya casi no quedan bosques. Y los que todavía siguen en pie, están muy mermados. Los incendios forestales consumen miles de árboles cada año - les cuento.
- ¿Tan terribles son las tormentas? -
- Lamentablemente no se trata sólo de tormentas: hay descuidos, accidentes;... y, desafortunadamente, incendiarios de todo tipo: unos, porque están desequilibrados, y otros, porque les mueven intereses económicos -
Los dos cabecean con pesar.
- Pero la deforestación no es sólo algo actual,... viene de lejos -
- No trates de disculpar a tus contemporáneos, dejando la responsabilidad sobre los hombros de antepasados vuestros, que ya no pueden defenderse - me regaña el tribuno, muy serio - Hijo, toma nota. Tenemos que intervenir: cuando volvamos al pasado, voy a ordenar poner en marcha una campaña de plantación de árboles. Primero me entrevistaré con los magistrados de la colonia, para convencerles de que una divinidad,... bueno, ya se me ocurrirá a quién podemos atribuirle la inspiración,... Sigue, que una divinidad me ha transmitido su voluntad,... aquí deja otro hueco, que ya pensaremos en una forma efectiva, pero que no sea demasiado impactante, porque correríamos el riesgo de que no nos crea nadie. Tú, por supuesto, serás testigo del suceso. Es una orden... A ver, sí, eso, que me ha transmitido que para que la colonia prospere será necesario que haya un bosque dedicado a su culto en exclusiva, así que habrá que plantarlo ex profeso, ya que es la única forma de evitar conflictos con divinidades y espíritus residentes. ¿Lo has anotado todo? Bien, pues lo siguiente: una vez les haya convencido, nos pondré a todos al servicio de la colonia para las tareas forestales, y, a la par, exigiré, diplomáticamente, que el personal civil coopere en todos aquellos trabajos que se consideren oportunos y necesarios, que no hace falta que te diga, ni que escribas, querido, que serán la mayoría, que nosotros tenemos cosas más importantes que atender. He dicho. Cuando lleguemos, lo pasas a limpio y me lo pones a la firma -
- ¿La divinidad inspiradora? ¿el momento de inspiración? -
- Creo que voy a necesitar algún consejo en la materia: ¿quién es el mayor abraza-altares que conoces? -
- Unojo -
- ¡Ehem! Excelente como fuente de información religiosa, pero hueso duro de roer. Me costará convencerle -
- ¿Quiéres que hable yo con él? -
- Gracias por el ofrecimiento, hijo, pero esto debe ser cosa mía. Tú sólo serás testigo de lo que yo te ordene, en su momento -
- Disculpad que os interrumpa, pero ¿de verdad creéis que sirvió de algo que plantarais muchos árboles en vuestro tiempo? -
- Pues tendremos que leerlo en los libros de Historia que se escribieron después - dice el tribuno.
- Lo que sí es seguro es que dimos mucho trabajo a los leñadores - sonríe el narrador, guardando las notas que había ido tomando al dictado.
- Para compensar - les enseño otro número de la National Geographic, dedicado a los bosques de secuoyas norteamericanas - Mirad qué maravilla de árboles gigantes había en el Nuevo Mundo, que vosotros no llegasteis a conocer. Y todavía quedan -
Los dos admiran las fotografías y leen el artículo a toda velocidad. Cuando abren el desplegable, sonríen con arrobo al contemplar la inmensidad de los árboles.
- Algunos de esos gigantes ya vivían cuando vosotros estabais en este mundo - les digo.
Ambos se emocionan. Lo disimulan bravamente, pero yo soy una mujer, y esas cosas no se nos escapan a las féminas, así que añado un detalle más que se que puede gustarles.
- Aquí, en lo que fueron vuestras Hispanias hay algunos olivos muy viejos que, según algunas personas, ya existían cuando vuestro querido Julio César estuvo aquí -
- ¡¿Dónde?! Hijo, toma nota: tenemos que averiguar dónde están esos árboles e ir a rendirles honores, que lo que sí es un milagro divino es que, entre tanto arboricida suelto, sigan resistiendo todavía -



La fotografía que ilustra nuestra entrada es obra de Brian Matiash, que la tituló "Fingerlings", por los llamativos "dedos verdes" que cuelgan de las ramas (Es cortesía de Google, que, junto a una amplia galería de imágenes, la pone a disposición de sus usuarios para utilizarla como fondo de pantalla o como tema para sus perfiles en Google+).

jueves, 24 de marzo de 2016

PRIMAVERA,... Y ALGUNOS ENREDOS DIVINOS

Portada de revista (M.Brunnelleschi, 1922)
Recién pasado el equinoccio, ya estamos en Primavera. Este año, por lo de la fiesta móvil, a nosotros nos ha cogido en plena Semana Santa. Para nuestros antepasados, hubiera coincidido con los días del Quinquatrus, cuyas celebraciones terminaban el 24 de Marzo.

Aunque, lo cierto es que, como hemos visto en entradas anteriores, ellos estaban dedicados a festejos, llamémosles primaverales, desde mediados del mes. Había fiestas dedicadas a Marte, en su genuinamente itálica advocación agrícola y silvícola; y a Minerva, ya que ambos compartían el patronazgo de la guerra. El que podríamos denominar "año bélico" tenía su comienzo en Primavera, cuando se iniciaban las campañas militares; o se retomaban, después del obligado parón invernal, impuesto por el mal tiempo.

Las celebraciones en Roma incluían, como ya vimos, ofrendas en los altares y los templos, la parte más activa del festival religioso de los Salios, eventos deportivos (carreras de caballos y otros juegos circenses) e incluso la festiva comida campestre a orillas del Tíber, en honor a Anna Perenna. Ésta era una antigua diosa romana, cuyo origen, ya en la época de nuestras novelas, se había perdido en la noche de los tiempos, y se explicaba mediante diversas leyendas. Unas eran trágicas y poéticas, como la que la ligaba al drama vivido entre Dido y Eneas, situándola entre la realeza mítica. Y otras, jocosas y plebeyas, como la que la hacía anciana pobre y generosa, divinizada a petición popular, que, ya entre los inmortales, protagonizaba un divertido "pasillo de comedias" como casamentera y burladora de Marte, cuando éste, a despecho de Venus, intentaba seducir a Minerva.

- Y entonces, - me cuenta Prisca -, después de tener a Marte en ascuas, dándole muchas largas, le dijo que había conseguido que Minerva consintiera. Pero, claro, como la diva era muy casta, para acostarse con ella no había más remedio que simular una noche de bodas como mandan los cánones, así que prepararon una cámara y un lecho nupcial por todo lo alto. Y allí que estaba el dios, encantado y prometiéndose un revolcón de lo más feliz con la buena divina moza de sus ardores,... Y entonces entró la novia, tapadita de la cabeza a los pies con un gran y carísimo velo teñido de azafrán del mejor, que para algo estaban entre inmortales,... Y cuando se levanta el velo: ¡sorpresa! ¡era la vieja Anna!, ja, ja, ja,... Así que, imagínate, hijita, la cola que llevó aquello: Marte burlado, Venus vengada, Anna partiéndose de risa por lo bien que le había salido el enredo,... y Minerva, probablemente, con la cabeza en las nubes, estudiando el vuelo de los pájaros, y sin enterarse de nada, porque, para algunas cosas es muy lista, pero para otras,... ahí está Anna Perenna -

A Anna Perenna también se la identificaba con otros personajes mitológicos, como la nodriza de Júpiter, o la Luna; o relacionados con el paso del tiempo, como la madre de las Horas, o una especie de diosa romana de los años, ya que su celebración se situaba hacia el antiguo año nuevo, en Marzo, y la principal petición que le hacían los romanos era la de seguir acumulando cumpleaños, festejando en la comida campestre que habían vivido uno más; y bebiendo devotamente cuantas copas de vino les fuera posible, en una  alegre petición a la divinidad de canjear años por copas.

Para esta entrada, os traigo, queridos lectoras y lectores, la ilustración de la que iba a ser la primera portada de una nueva revista femenina de los "felices 20", el siglo pasado. La revista Nuevo Mundo publicaba un anuncio con ella, en uno de sus últimos números de 1922, informando a las lectoras interesadas la pronta aparición en el mercado de la revista Elegancias. La portada era un bonito trabajo del ilustrador francés, con apellido italiano, N. Brunnelleschi, y representaba a una joven mirándose en un espejo de mano. No sabemos si el ilustrador pretendía hacer un homenaje a la diosa latina Flora, en consonancia con el público al que iba dirigida la nueva revista, "la mujer latina"; pero el caso es que podemos ver en su obra una serie de detalles "sospechosos". Por una parte, de inspiración en la Antigüedad para las piezas suntuarias: el espejo de mano, redondo, y la sortija, con piedra preciosa ovalada y no tallada. Y, por otra, el vestido, cuyo estampado lo hace parecer literalmente cubierto de flores; y el tocado, de pámpanos de vid y racimos de uvas, que serían una referencia directa a Flora, eternamente joven, y, por tanto, "primaveral", diosa de los jardines, los huertos y las viñas. Hoy nos quedamos con la impresión primaveral que transmite al primer golpe de vista; de Flora ya hablaremos dentro de poco, cuando sean las fechas de sus celebraciones romanas.

martes, 22 de marzo de 2016

LAS TORRIJAS ROMANAS

Torrijas (postre y fotografía de Yolanda Henares)
O EL PAN FRITO DULCE DE PRISCA

La obra culinaria de Apicio (De re coquinaria) contiene una receta, entre las dedicadas a los dulces, que nos permite remontar nuestras conocidas y queridas torrijas hasta mediados del siglo I después de Cristo, casi un siglo después de la época en la que transcurre la acción de nuestras novelas.

No obstante, el uso del pan asentado para confeccionar este dulce indica que se trataba de una adaptación, a la alta cocina, de un postre de la cocina tradicional romana, que debía llevar mucho más tiempo por los hogares de la Urbe, y del Lacio en general. Desde la introducción del pan en la dieta ordinaria de los latinos, las matronas, auténticas artífices de la cocina popular, se las ingeniaban para no desperdiciar el que se quedaba duro; y freírlo, además de utilizarlo para sopas, fue una de las soluciones que le dieron al problema.

El pan era ya alimento básico generalizado en la Península Itálica a finales del siglo I antes de Cristo, así que las soluciones para aprovecharlo, cuando se asentaba o endurecía, también debían ser algo corriente en los años en los que vivieron nuestros personajes. Cuando ayer recurrí al que será el principal participante en las entradas de la sección de cocina, que sigue haciendo reformas de toda especie en la mía, me dijo:
- Criatura, ¿es que me ves tú a mí cara de panadero? -
Insistí, refiriéndome a que él aprendería de su madre los rudimentos de la cocina.
- Mira, niña: yo he aprendido a guisar por mi cuenta, que cuando salí de mi casa para alistarme, apenas había cambiado los dientes de leche,... y a esa edad, ayudaba a mi padre en la carnicería; no andaba detrás de las faldas de mi madre, rondando por la cocina... Y ahora, sal de aquí, que me distraes a éstos, y a este paso no acabamos de arreglar tu cocina hasta las próximas Saturnales -
- Sólo una pregunta más: ¿qué haces con el pan que se os queda duro? -
- ¿Duro? - se ríe - Con lo que comen mis fieras, apenas quedan migajas -
- Pero si se diera el caso,... que algunas vez se dará, digo yo -
- Sí, mujer - me dice, condescendiente - Alguna vez me queda algo de pan duro en las talegas,... y entonces, si no hago sopas, se lo echamos a los cerdos -

Ya que el elemento masculino no parece muy inclinado a la repostería, decido recurrir, siguiendo mi intuición, al elemento femenino, y, conociendo sus habilidades, he pedido a Prisca que viniera hoy por aquí. Es una vieja matrona que ha cocinado siempre para su familia, y que aprendió, como era tradicional, de su madre.
- Y de mi abuela, que vivió más de cien años, y que, hasta su último suspiro, estuvo siempre en la cocina. Friendo huevos se murió la pobrecita - añade con un suspiro - Nos dimos cuenta porque nos llegó el olor a aceite requemado,... y, allí se había quedado, como dormida, sentada en la silla que se ponía entre el fogón y la mesa de la cocina para no tener que andar mucho, que ya le costaba un tanto -
Para que se le disipe la pena por el recuerdo de su abuela, le hablo a Prisca de las torrijas.
- ¡Pan frito! - se ríe, dándose una palmada en la rodilla - El otro día, "picatostes", y hoy, "torrijas",... pero si sólo es pan frito. ¡Cómo os gusta a los del futuro darle vueltas a las cosas! -
Le hablo de Apicio y le enseño su receta.
- ¡Ay, picarón! - se ríe - Éste cogió la receta de la merienda que le preparaba su abuela, cuando se les quedaba el pan duro; y la puso elegante echándole por encima canela para parar un carro -

Teniendo en cuenta la fortuna que sus contemporáneos atribuían a Apicio, no creo que ninguna de sus abuelas se acercara mucho por la cocina de su casa; y la merienda de los niños quedaría en manos del personal de servicio, abundante en las familias adineradas de su época. Pero sí nos vale la opinión de Prisca: un dulce de la cocina tradicional, a base de pan duro frito, se transformaba en un postre digno de las mejores mesas de la Roma imperial, por medio del recurso a las especias. Éstas, en particular la canela y la pimienta, eran productos exóticos llegados de tierras muy lejanas, y, por tanto, muy caras. Su uso servía para hacer alarde de riqueza y lujo.
- Caras, no, carísimas, hijita, que los condimentos que venían de por allá lejos en Oriente sólo eran cosa de ricos... Aunque, en ocasiones especiales, siempre se podía comprar un palito de canela o unos granitos de pimienta, apurando mucho la bolsa -

Queridos lectoras y lectores, con el tiempo, las especias de Oriente fueron abaratándose, a medida que se ampliaban las rutas comerciales; pero todavía hoy en día nos encontramos con una de aquéllas que nunca ha visto bajar su precio, el azafrán (a pesar, incluso, de haberse aclimatado su cultivo en el entorno del Mediterráneo en la Edad Media). De éste bien pueden comprarse algunas hebras, casi a precio de oro, como en los tiempos de Prisca; o bien, cosas de la industria alimentaria moderna, puede recurrirse a los colorantes. Mejor que a éstos, yo os recomiendo el recurso a otra especia, la cúrcuma, también conocida en época romana, pero mucho más cara entonces que en la actualidad, por venir, como la canela y la pimienta, de las zonas tropicales del Extremo Oriente. Su sabor no es el del azafrán, pero, aparte de ser muy saludable, dará buen aroma y color a vuestros platos.
- ¿Quiéres ver mi armarito de las especias? - ofrezco a Prisca, abriendo la puerta del armario de cocina donde guardo los condimentos.
Ella mira pasmada los tarros y tarritos de cristal con especias que, en su época, tenían un precio prohibitivo para el común de los mortales; y me pregunta por otras que no llegaron a Europa hasta mucho más tarde. La dejo que disfrute, abriendo los tarros para oler el contenido. Un par de siglos después de que ella viviera, esa maravillosa característica, el aroma de las especias, haría que fueran conocidas de manera general como aromata. Para Prisca y sus contemporáneos, eran, junto con los propios del Mediterráneo (perejil, yerbabuena/menta, comino, tomillo, orégano, anís,...), sólo condimentos.

- ¡Ea!, pues ahora te voy a preparar un pan frito, en dulce; unas "torrijas", como tú las llamas,... ¿dónde tienes una buena sartén? -
Saco el pan para torrijas, que hace reír a Prisca, por eso de que las panaderías y pastelerías lo preparen y lo dejen asentarse ex profeso para estas fechas. Ahora, normalmente, son un dulce que se toma de manera estacional, sobre todo en Semana Santa, y otras "fiestas de guardar", como se decía antes; aunque hay sitios donde se pueden encontrar todo el año. Para nuestros antepasados, era una merienda o postre habitual.
- Y no sólo era para meriendas o postres, que también se le daba a las mujeres recién paridas, a los convalecientes, o a los ancianos y los niños inapetentes, porque tienen mucho alimento. Pan, leche y miel, qué más se puede querer - añade, canturreando, mientras corta el pan.
No tengo ni que deciros que me ha hecho sentarme en la mesa de la cocina, a mirar, pero sin tocar, lo que ella va haciendo.
- Pero, por lo menos, me dejarás contarlo a nuestros lectores y lectoras, ¿no? -
- Eso, sí. Tú cuéntales lo que quieras,... ¡y saca el dedo de la miel! - agrega, dándome un manotazo.

Pues bien, queridos lectoras y lectores, aquí va la receta de las torrijas a la romana. Se corta el pan asentado o duro, en rebanadas, pero sin quitarle la corteza, para que no se deshaga. Se remoja en leche; ni mucho, ni poco, lo suficiente para que se ablande. Se escurren las rebanadas en un plato,...
- Nada de chorreones de leche cayendo del pan a la sartén, que hay que freírlo, no hacerlo en salsa; ni dejar que se nos deshagan las rebanadas en las manos o al darles la vuelta - gruñe Prisca.
Seguimos. Se fríe el pan en aceite de oliva (olvidaos de otras grasas vegetales, que son "invenciones" muy modernas) y se deja enfriar un poco. Después se le echa por encima miel al gusto y ¡a comer!.
Ésta, por supuesto, era la receta casera tradicional. La receta gourmet era la que, además de la miel, incorporaba, en cantidad dependiente del poder adquisitivo del anfitrión, un decorativo y perfumado espolvoreo de canela molida, tal como quedó recogido en el recetario de Apicio.

Con el paso del tiempo, se añadió el pasar el pan por huevo batido antes de freírlo, y, ya en recetarios medievales, encontramos también el uso del almíbar (en lugar de miel pura) o del azúcar para el toque final, dando lugar a las dos variantes de torrijas más conocidas en la actualidad en España. Pero las variantes son muchas, dado que, por una parte, cada abuela o madre, le da su toque personal, añadiendo esto o aquello (limón, vino, más canela), o bien haciendo esto antes que lo otro. Y por otra, los reposteros y chefs que practican la cocina de autor también ponen el suyo, realizando innovaciones, preparando apetitosas presentaciones, que van más allá de la modesta rebanada de pan; y proponiendo "acompañantes" diversos (nata, cremas o salsas dulces, licores,...).
- Sí, hijita, sí, que la gente nunca para de inventar,... pero, lo que yo digo, que sólo es pan frito -

La fotografía que ilustra esta dulce entrada es de nuestra querida lectora Yolanda; y las torrijas a la miel que la protagonizan, también, pues ella tiene una mano incomparable para la repostería, ya sea tradicional, como en este caso, o de lo más imaginativa, como en otras de sus creaciones.


sábado, 19 de marzo de 2016

Y EL DIOS DE LA GUERRA ES ELLA

La diosa Minerva (Jerez de la Frontera, Cádiz, España)
Quinquatrus
En el mes de Marte se celebraban varios días de fiesta en honor de otra divinidad relacionada tradicionalmente con la guerra, Minerva.
Esta diosa, que se representa siempre armada con lanza y escudo, con coraza o cota de malla sobre las vestiduras y tocada con un casco, era hija del gran dios Júpiter; y junto a él y a su esposa, la diosa Juno, formaba la llamada triada o trinidad capitolina, puesto que se les veneraba juntos en un templo situado en la colina romana llamada Monte Capitolio.
Minerva, como otras divinidades, se ocupaba de diferentes asuntos relativos a los mortales; así que, además de sus ocupaciones bélicas, también era considerada la patrona de las artes y la artesanía; y de la Filosofía, con todas sus disciplinas relacionadas, dado que era la diosa de la inteligencia y el conocimiento, por haber nacido directamente de la cabeza de Júpiter.
- El Quinquatrus es el día del dolor de cabeza - nos dijo ayer uno de nuestros caballeros, de los menos píos - Porque imagínate lo que tuvo que ser aquello, si fue como dice la leyenda, que la diva salió de la cabeza de Júpiter ya crecidita y armada de la cabeza a los pies. Porque Júpiter será todopoderoso, óptimo y máximo, y todo lo que sigue, pero es que tuvo que pedir que le abrieran la cabeza de un hachazo para que la niña pudiera salir con lanza y todo -
-¿Eso te dijo? ¡Impío!, ¡ateazo! - gruñe Prisca, tomando asiento. Le cuesta recolocar los vuelos de las muchas capas de buen paño de su vestimenta de los días de fiesta.
- Tranquilízate, madre, o después necesitarás un cubo de tila para poder dormir - le dice Mariola, sentándose a su lado, también ataviada con sus ropajes de fiesta.
- Eso lo dijo porque es un hombre, y, en el fondo, le molesta que en el mes de Marte, sea casi tanto, o más, celebrada nuestra señora Minerva - añade Matidia, que hoy estrena una vistosa palla, a modo de mantilla, con un ancho galón de flores primorosamente bordadas.
- Es que hoy es el aniversario de la diosa Minerva - explica Gabinia, también muy arreglada - Y empiezan las fiestas del quinquatrus. Nosotras venimos de dejar en su altar unas coronas de flores, unos panecillos bien blancos y algo de sal -
- ¡Y qué caras nos han salido las flores!,... porque con eso de que es fiesta, los floristas se aprovechan - se queja Cintia, colocando también con cuidado los pliegues de su mejor estola - Tu marido debería hacer algo al respecto,... si sale elegido, Matidia -
- Lo hará, queridas. Tened por seguro que lo hará - afirma ella, muy en su papel de esposa del candidato.

Queridos lectores y lectoras, hoy me he sumado a la costumbre de nuestras antepasadas de invitar a cenar a las matronas amigas entre los días 19 y 23 de marzo, y ellas han aceptado encantadas, máxime cuando estamos en el día del aniversario de la diosa. Ésta, por su patronazgo de la artesanía también es protectora directa de nuestra amiga Prisca y su hija Mariola, que, como ya comentamos, regentan un pequeño negocio de tejidos, en el que desarrollan sus habilidades como hilanderas, tejedoras y bordadoras.
- Y de todas las mujeres, porque, por tradición, todas las romanas tejemos en casa - dice Matidia.
- Pero la tradición ya está muy perdida, hijita - me dice Prisca - Por eso mi hija y yo podemos vivir de lo nuestro... Para agradecer tu invitación, y para que veas lo bien que lo hacemos, te hemos traído este pañuelito - me alarga un pañuelo de lino, de bolsillo, en el que hay bordada una greca y unas pequeñas y bonitas florecillas campestres.
- ¡Qué bonito! ¡Muchas gracias! -
- Todo hecho por nosotras, desde el hilado del lino hasta la última puntada de la greca - me dice Prisca, orgullosa de su buen oficio.
- Nosotras tres, para corresponder también a tu invitación, y como sabemos que tú no podrás aceptar las nuestras en el pasado, te hemos traído unos pastelillos y pan con pasas - me dice Matidia, levantando el paño que cubre una cestita de mimbre que han puesto sobre la mesa.

Hoy van a cenar conmigo, y el resto de los días festivos, con familiares y otras amigas y conocidas de la colonia.
- Entonces las jornadas del quinquatrus son días de celebraciones familiares y femeninas - les digo, para reanudar la conversación, después de agradecer efusivamente el fragante y apetitoso contenido de la cesta - Quiero decir, que los caballeros y resto de los hombres siguen con sus quehaceres ordinarios -
- ¡Anda ya!, pero si Minerva es patrona de todos, desde los militares hasta los zapateros - dice Prisca - Los chavalines de la quincalla en el pecho, por mucho que digan que ellos son ahijados de Marte, llevan hoy desde antes de que cantaran los gallos honrando a Minerva, con banda de música y todo. Y ese tribuno relamido tampoco se ha dejado caer hoy por el futuro porque él la reverencia por partida triple: como militar, como filósofo y como médico -
- Sí, ¡qué hombre más bien aprovechado! - dice Gabinia, disimulando un suspiro de admiración.
- ¡Ay, tontina! ¿No me irás a decir que te gusta ese patricio de canilla fina? - Prisca se lanza a ver si puede hincarle el diente a la cuestión.
- ¡Pero si es más bajo que tú! - dice Matidia - ¡Y está mucho más alto en el orden social! -
- Y, siendo patricio, seguramente tiene esposa de familia de relumbrón, y unos pocos de hijos en Roma - añade Cintia.
- Pues a mí me parece que si a nuestra Gabinuela le hiciera un guiño ese tribuno, le faltaba tiempo para dejar a su marido - ríe Mariola, haciendo un guiño cómplice a su amiga, que también deja escapar una risita pícara.
- Sí, ya sabemos que aquí nuestra Gabinia está siempre buscando oportunidades para darle esquinazo a ese penco que tiene por marido,... como en las Saturnales pasadas,... -
- ¡Prisca, por todos los dioses! - Gabinia se pone roja - ¿No quedamos en que no volveríamos a hablar de ese tema? -
- Hija, qué quieres que le haga, si es que yo voy al revés. ¿No se dice que a todas las viejas les falla la memoria?, pues yo, conforme mayor soy, mejor me acuerdo de todas, todas, todas las cosas - dice Prisca con un brillo travieso en la mirada.
El Sileno, que también sabe a qué secretillo se refiere Prisca con sus indirectas, se ríe en su pared.

- Bueno, bueno, amigas - reconduzco la conversación - ¿Por qué no les decimos a nuestros lectores y lectoras quienes celebran hoy el día de su patrona, Minerva? -
- Pues, por una parte, los artesanos: cordeleros, bataneros, peleteros, curtidores, zapateros, hilanderos, tejedores, bordadores,... -
- Nosotras, nosotras - interrumpe Prisca a su hija.
- Que sí , mamá, que ya todos saben a qué nos dedicamos nosotras -
- También Minerva es la patrona de los pintores y los escultores - añade Matidia.
- Y de los médicos y los maestros, que se ponen muy contentos, porque es su época de cobro - dice Cintia - Y estos días son de vacaciones para los niños en las escuelas. De primeras parece muy bonito, con los niños y los maestros llevando flores a la diosa, para agradecer lo bien que les ha ido el curso hasta ahora, y para pedir buena influencia hasta junio,... pero luego hay que aguantarlos los cinco días en casa,... - se queja - ¡Cinco días seguidos sin escuela! -
- No te quejes, que más largas son las vacaciones de verano, desde Junio hasta que vuelve a empezar el curso en Octubre - le dice Gabinia.
- Sí, pero en verano pueden pasar muy buenos ratos jugando en la calle,... que en estas fechas, como el tiempo esté lluvioso,... niños dando guerra dentro de casa de la mañana a la noche - le replica Cintia, poniendo cara de agotamiento - Juguetes por todas partes, peleas entre ellos,... -
- Pues mano dura - le gruñe Prisca - Que lo que pasa con tus hijos es que los tienes muy mimados -
- Pues, lo que es a mí, me gusta que tengan estos días sin clase, porque así yo puedo preparar las fiestas tranquilamente, sin tener que preocuparme de si llegan o no tarde a la escuela, o si se me echa encima la hora de que vuelvan... ¡Cómo no tengo yo nada que cocinar en estos días! - dice Matidia.
- Sí, hija, que tú tienes tanta parentela por aquí,... - dice Gabinia - Y como quieres quedar bien con todos, pues te pasas el santo día en la cocina -
- Sí, y así, con los niños en casa, me organizo como mejor me place, y siempre puedo mandar a los mayores a hacerme los recados del desavío. Aunque este año, como me quiero lucir, para tenerlos a todos contentos y bien dispuestos para que apoyen la candidatura de mi marido, voy a alquilar la ayuda de una fámula. Me han hablado de una muy bien dispuesta, que sirve en casa de un comerciante muy adinerado, y que, como su señor tiene tantos siervos, pues ella tiene mucho tiempo libre y se alquila para echar una mano por horas y ganarse así un buen dinerillo -
- ¿Y guisa bien? - pregunta Prisca.
- Eso me han dicho - responde Matidia.
- Pues ya me pasaré por tu casa a dejarte unas recetas, y le echo un ojo a lo que haga en la cocina - dice Prisca.
- Ésta - ríe Gabinia - con que le metas a los niños en cintura, se conforma - 
- Sí - ríe también Matidia - Que es verla aparecer por la puerta y meterse debajo de las camas -

Os dejamos por hoy, queridos lectores y lectoras, que tengo que servir la cena a mis invitadas. Les prometí que comeríamos pescado de mar fresco, que ellas, aunque les gustaba muchísimo, no podían conseguir en su época al estar su ciudad lejos de la costa. Y como también querían probar cosas desconocidas aquí en la Antigüedad, lo acompañaremos de hortalizas llegadas del Nuevo Mundo, como patatas y tomates; y tomaremos postre de frutas tropicales. A ver qué les parecen los kiwis.

La imagen que ilustra esta entrada es, como no podía ser de otra manera, una de la diosa Minerva. Se trata de un mosaico que se guarda en el Museo Arqueológico de Jerez de la Frontera (Cádiz, España), que ya os he recomendado en otras ocasiones. Es muy posterior a la época de nuestras novelas, ya que está datado en el siglo IV (después de Cristo; o sea, unos cuatrocientos años después de la época en la que vivieron nuestras amigas), pero me resultó tan simpático, con ese aire naïf y provinciano, que lo he preferido, por original, a los conocidísimos modelos griegos clásicos de belleza ultraterrena.
Esta entrada está dedicada a la más joven de nuestras lectoras, devoradora de libros, que se llama como la antigua diosa, Minerva.


jueves, 17 de marzo de 2016

SATÍRICAMENTE

Sileno danzante (Pompeya, Italia)
GLOSARIO
¿Sileno, Sátiro o Fauno?

Al enviar por correo electrónico el retrato de nuestra mascota a una de nuestras más fieles lectoras, Yolanda, ella nos preguntaba si se trataba de un sátiro. Nuestro encantador Sileno se enfurruñó y amenazó con volverse al bosque, por que él no es un sátiro. Lo tranquilicé y le expliqué que, hoy en día, cuando la existencia de todos los personajes mitológicos de nuestros antepasados ha caído en el olvido, no hay que extrañarse de que se confunda a unos con otros, sino que hay que alegrarse de haya quién, aunque confundiéndolos, les recuerde.

A nuestra buena amiga Yolanda ya se lo aclaramos por correo, y, dado el interés que creo que tiene este asunto, - al menos para nuestra mascota -, hoy dedicamos esta entrada del Glosario a tres tipos de seres mitológicos parecidos y relacionados: silenos, faunos y sátiros.
En principio, los tres tipos son criaturas de los bosques, hijos de la Naturaleza no humanizada y vinculados, por tanto, con todo lo salvaje y silvestre. Son de carácter benéfico, aunque amantes de las travesuras y de fustigar con bromas y trastadas a los humanos, cuyo mal comportamiento podían castigar con saña. Se decía de ellos que tenían capacidad profética, y había gente que se adentraba en los bosques para oír los mensajes y vaticinios que sus voces susurraban entre el follaje. Por otra parte, dada la relación del desarrollo animal y vegetal con la fertilidad de la Naturaleza, se les consideraba protectores del ganado y de los cultivos; y también particularmente libidinosos, por lo que solía representárseles en persecución festiva de los espíritus femeninos - o incluso en plenas relaciones sexuales -.
También se les asociaba al cortejo del dios Baco/Dionysos, y como éste fuera el dios "inventor" del vino, se les consideraba alegres borrachines, juerguistas incansables y locos por la música y el baile. De ahí que nuestra mascota esté siempre riendo y bailoteando en su pared.

Y, a estas alturas de la entrada, nuestros lectores y lectoras dirán que dónde está la diferencia entre estas criaturas. Pues sí que la hay. Por una parte están los de origen itálico y por otra, los de origen griego, adoptados por los latinos. Esto hacía que, en los tiempos de nuestras novelas, hubiera ya quién los confundiera. Vamos, que las confusiones no son tan modernas, y sátiros (griegos) y faunos (latinos) se fueron asimilando con el tiempo, pues eran muy parecidos. Ambos compartían una característica sólo propia de ellos: eran híbridos y, al igual que los centauros, combinaban partes anatómicas humanas y animales. En concreto, sátiros y faunos eran seres de aspecto humano, pero con patas, cuernecillos, orejas, barba y cola de cabra.
Los silenos estaban mucho más humanizados y sólo conservaban algunos vestigios de un supuesto estado híbrido anterior, ya que a veces se les representaba con cola de caballo y orejas apuntadas, en algunos casos, parecidas a las de los equinos. Siempre llevaban barba, pero no de chivo como la de sátiros y faunos, sino muy de hombres; bien salvaje y descuidada, bien peinada a la moda del momento. Sus cabellos eran también muy humanos, tanto que, en ocasiones, se les representaba algo maduros y con lustrosas calvas.
Otra diferencia entre estos tres tipos de traviesos espíritus radicaba en los lugares en los que preferían habitar. Sátiros y faunos gustaban de campos y zonas boscosas en espacios agrestes o montañosos, - muy propios de su mitad caprina, dirán nuestros lectores y lectoras -; mientras que los silenos se encontraban más a su gusto en los bosques umbrosos y las arboledas de las riberas de lagos, ríos y arroyos, o en el entorno de fuentes y manantiales.

El arte de nuestros antepasados, tanto griego como romano, les presenta de diferentes edades, desde casi niños hasta venerables - y beodos - ancianos; pero lo cierto es que estas criaturas, como espíritus que eran, no tenían edad; o tenían toda la edad del mundo, como prefiráis.
Nuestra mascota, el Sileno, no puede colocarse en ningún grupo de edad concreto - y mejor que no lo intentemos, no vaya a ser que le siente mal que le pongamos años -. Su pelo y su barba, rebeldes y crespos sólo dejan ver sus ojuelos traviesos, su sonrisa pícara y sus orejas ligeramente apuntadas, que nos advierten que es ahijado de los dioses de la Naturaleza. Y su paso de baile, en cueros, como mandan los cánones para los espíritus, deja ver que es macho, y oculta, maliciosamente, que quizás al final de su espalda haya una sorprendente y mitológica cola de caballo.

miércoles, 16 de marzo de 2016

LA SUEGRA

Escultura de anciana (Pompeya, Italia)
SOCRUS
(La suegra)

La amiga Prisca es la suegra de uno de los personajes masculinos de nuestras novelas. Es el martirio de su yerno, y de todos los yernos; lenguaraz, cotilla, aguda como un estilete y en esa edad en la que, como la mayoría de las personas que llegan a ella, se pone por montera las convenciones sociales. Al ser una de las mujeres de más edad de la colonia, ejerce de consejera familiar, maestra de cocina, casamentera, acompañante de partos y plañidera vocacional, de forma que está en todos los hogares,... y en toda boda, nacimiento y entierro. También regenta, junto a su hija, un pequeño negocio de tejido y bordado, por donde, por un motivo o por otro, pasa casi toda mujer de la ciudad, de forma que Prisca siempre está enterada de cuanto sucede a su alrededor.

Como ella misma nos contó no hace mucho, nació en el campo del Lacio y, como otros en su época, se mudó a Roma con su marido, en busca de una existencia más cómoda que la vida rural de aquellos tiempos. Se podría considerar que es una buena representante de la matrona de la plebe romana: mujer de carácter, al quedarse viuda con varios niños pequeños, no se hundió, ni regresó al campo con su familia, sino que se quedó en la Urbe y sacó ella sola adelante a sus hijos, trabajando como tejedora por cuenta propia. Ese coraje impidió también que se rompiera cuando las enfermedades infantiles, primero, y la guerra, después, se fueron llevando a casi toda su prole por delante. Sólo le quedó su hija Mariola, a la que sigue defendiendo con uñas y dientes, aunque ésta no lo necesite; hasta el punto de hacer el equipaje, dejarlo todo atrás y marcharse con ella al otro lado del mundo conocido, cuando fue a instalarse en las Hispanias siguiendo a su marido. Éste es el blanco favorito de los dardos envenenados de la lengua feroz de Prisca, y, aunque ella no para de quejarse por todo lo que dejó en Roma, en la colonia ha encontrado un campo excelente y bien abonado donde ejercer  sus aficiones favoritas.
En la primera de las novelas, al igual que el resto del grupo de honestas matronas que ya conocéis, aparece como personaje "sin frase". Pero esta astuta ancianita maneja con arte el miedo supersticioso de muchos de sus convecinos, y su capacidad para influir en ellos hará que tenga un papel más destacado a partir de la segunda de las novelas. Como ya la vais conociendo, queridos lectores y lectoras, os ruego que no dejéis que se entere todavía, porque, en caso contrario, no va a haber quién la baje de la parra.

Para ilustrar esta entrada, os traigo la fotografía de una escultura funeraria femenina. Se trata de una mujer de edad avanzada, que muy bien pudo ser contemporánea de nuestra Prisca, y que se descubrió en las excavaciones de una de las necrópolis de Pompeya (Nápoles, Italia). El rostro es un retrato naturalista de la fallecida, muy del gusto republicano, cuando se buscaba que la escultura fuera un fiel reflejo de la persona, y no, como se pretendía posteriormente, que ésta quedara favorecida. Viste, como ya vimos en una entrada anterior, conforme a la moda de las matronas del siglo I antes de Cristo: túnica, estola y calzado cerrado, y se cubre la cabeza con otra prenda femenina muy común, la palla. Ésta era un manto, que se utilizaba como mantón o mantilla sobre la cabeza y los hombros, llegando habitualmente hasta la cintura. En el caso de esta vieja matrona, después de cubrir la cabeza, cae ligeramente sobre los hombros; y las puntas, primorosamente plegadas en tres partes sobre sí mismas, se disponen a lo largo del torso, después de cruzarse una sobre otra en el cuello. Por su rostro enérgico y mirada astuta, y por la época en la que se esculpió, bien pudo haber sido el retrato funerario de nuestra Prisca... pero no, porque ella no vivió nunca en Pompeya y terminó su larga vida en nuestras Hispanias, después de dar muchos dolores de cabeza a su yerno, y a muchos otros personajes de nuestras novelas.

martes, 15 de marzo de 2016

IDUS DE MARZO

En los idus de Marzo del año 44 antes de Cristo, fallecía, víctima de un atentado, el entonces magistrado supremo de la República de Roma, Cayo Julio César. El complot, urdido contra él por sus enemigos políticos, acabó con su vida cuando se dirigía a asistir a una sesión del Senado.

El magnicidio no sólo eliminó al magistrado, cuyo cargo al morir era el de dictator, sino también al hábil diplomático, al gran orador, al astuto político, al inteligente estratega, al reformador, al escritor, al lector cultivado e incluso al deportista, pues muchas eran las facetas de su personalidad y las actividades a las que se dedicó.

Su muerte no solucionó todo aquello que sus enemigos políticos planteaban en los argumentos que utilizaron para justificar el atentado. Al contrario, volvió a abrir la caja de los truenos en que se había convertido la República; y Roma se rompió de nuevo por los cuatro costados, iniciándose otro período de acusada inestabilidad política y guerras civiles que duró más de una década.

Nuestros personajes son "cesarianos hasta la médula", así que me piden que los disculpe, porque hoy es día de conmemoraciones.

- ¡Ayyy! ¡Qué pena más grande! ¡Ayyy, qué dolor! -
- ¿Prisca? -
- La misma, hijita - responde, sonándose la nariz ruidosamente.
- Creí que todos estabais recordando a César -
- Los de los actos son los chavalines de la quincalla en el pecho -
- Pero tú vienes de luto,... -
- Pues claro que sí - vuelve a sonarse - Que hoy hace años que nos lo mataron -
- Hablas como si fuera pariente tuyo -
- Pariente, no; patrono. Para toda la plebe de Roma era como si fuera nuestro patrono,... fíjate que hasta nos dejó dinero en su testamento, ¡ayyy, qué bueno era!, ¡qué pena más grande! - se echa a llorar.
Como su pañuelo está empapado, le ofrezco una caja de pañuelitos de papel. La curiosidad es más poderosa que su duelo, así que deja de llorar de golpe y estudia mi oferta.
- Son pañuelos de usar y tirar - le explico.
- ¡Qué tontería! ¡y qué despilfarro!,... ¿qué tejido es éste? -
- No es tejido, es papel. Está hecho a partir de la celulosa, una sustancia que se obtiene de las plantas -
- ¿Cómo la madera? -
- Sí, la celulosa se extrae de la madera -
- ¡Qué prodigios hacéis los más modernos! Sale de la madera y es fino y suave como si fuera gasa,... Esto no hay que tirarlo -
- Es que es imposible lavar un pañuelo de papel -
- ¿Por qué? - se extraña y levanta una ceja, sospechando que se debe más a lo que ella considera la poca afición de los modernos al lavado de las cosas.
- Porque se estropea y no puede volver a utilizarse -
No me cree y se va a la cocina, para comprobarlo en el fregadero. Vuelve al cabo de unos minutos.
- ¿Y bien? -
- Tenías razón. No se pueden lavar estos pañuelitos... He tirado al cubo de la basura el amasijo que se ha formado cuando los he puesto a remojo -
- Querida Prisca: acabas de convertirte en "moderna" -
- ¡Quia! Yo seguiré antigua por los siglos de los siglos -
- Dime: ¿llegaste a conocer a Julio César? -
- Sí, hijita. Y más de una vez fui a escucharle hablar al pueblo en el Foro. ¡Qué hombre! ¡Qué porte, qué energía! Hay que ver lo que sabía y lo listo que era, el jodío...Y qué labia,... Ya no quedan políticos como ése,... -
- ¿En tus tiempos o en los míos? -
- En ningún tiempo. Un hombre como ése sale una vez y nada más,... - vuelve a hacer pucheros.
- Pero parece que, en vuestros tiempos, César Octaviano no lo estaba haciendo tan mal, ¿no? -
- Pues la verdad es que no. Avispado es, y aunque está muy preparado y muy leído, es la mar de campechano, que eso nos gusta mucho a la plebe... pero nuestro César era nuestro César, qué quieres que te diga, hija, y como él, ninguno,... ¡ayyy, qué pena! -

lunes, 14 de marzo de 2016

MARZO VIENE DE MARTE

Marte de Todi (escultura etrusca)

La denominación del mes de Marzo proviene directamente del nombre del dios de la guerra, Marte (Mars en latín), y para hablar de las festividades y celebraciones relacionadas con su culto, hoy nos acompaña un selecto grupo de caballeros; a igual que el otro día nos visitaron unas honestas matronas para tratar sobre las festividades de origen agrario...
- ¡Hem! -
- ¿Sí? -
- Que somos todos caballeros menos aquí, el matasanos, que es patricio por los cuatro costados -
- Un poquito más de respeto en público para vuestro tribuno, pediría yo - protesta el aludido.
- Si hasta se ha puesto su mejor toga para venir por aquí - bromea otro de los caballeros.
- No se cómo os aguanto - resopla el tribuno.
- Pues porque en el fondo nos quieres como si fuéramos tus hijos -
- Sí, quizás tengas razón, querido: algunas veces os comportáis como una pandilla de niñatos talluditos -
- Es que nos alistamos muy jóvenes, y no nos dio tiempo a desfogar - ríe otro de los caballeros.
- Encantada de teneros por aquí -
Todos devuelven el saludo.
- Prometimos a nuestros lectores y lectoras que vendríais para hablarles sobre las fiestas consagradas a Marte,...-
- Divino patrono, cuida de nosotros. Divino patrono, extiende tu mano sobre nosotros. Divino patrono, acompáñanos en la carga. Divino patrono, diezma a nuestros enemigos. Divino patrono, comparte nuestra victoria. Divino patrono,... -
- ¿Reza? - les pregunto, al ver que uno de ellos se cubre la cabeza con la capucha de su capa, y murmura lo que parece una oración.
- Sí. Es el más pío de nosotros. Por eso le hemos traído -
- ¿Qué sucede, que los demás no sois religiosos? -
- ¡Oh, no! Poca gente encontrarás más religiosa que los romanos - dice otro, poniéndose muy derecho.
- Cierto; pero la verdad es que rezar, lo que dice rezar, nosotros rezamos más bien poco. En ocasiones señaladas -
- Ya reza éste por todos - ríe otro señalando a su compañero encapuchado.
- Si no fuera por mis rezos, los dioses nos habrían dado la espalda hace mucho tiempo - dice el aludido, descubriéndose, sacudiendo la cabeza y dándoles por imposibles.
El tribuno hace un gesto de resignación, mirando al techo.
- No pongas esa cara, tribuno, que tú eres el más descreído de todos - le reprocha el más pío, que saca un envoltorio de entre los pliegues de su capa y lo pone con ceremonia sobre la mesa - Para ti - me dice, empujando el paquete hacia mí con una sonrisa cortés - Te protegerá del mal de ojo y evitará que la buena salud te abandone -
Desenvuelvo el paño y me encuentro con un pene de bronce, de tamaño regular, con dos alitas.
- ¿Te ayudamos a buscarle un buen sitio? - me ofrecen - Tiene que estar bien a la vista -
- Luego,... luego lo colocaré,... Ahora, hablemos de Marte y sus fiestas de Marzo -
El tribuno me sonríe, dando a entender que me comprende. Soy arqueóloga y estoy acostumbrada a este tipo de objetos, pero nunca esperé que sus propios usuarios me regalaran uno. No soy supersticiosa, como la mayoría de la gente del siglo XXI, y como algunos del siglo I antes de Cristo; y me aguanto las ganas de reír que me han dado al verlo. Por respeto a mis personajes y a sus creencias, acepto el peculiar regalo, con alitas...
- La festividad más antigua que conservamos en el mes de Marte dura, en realidad, buena parte del mismo - el tribuno, con tono doctoral, me ayuda a salir del pequeño apuro - Se trata del festival de los Salios, y sólo se celebra en la propia Roma. Es una tradición que se pierde en la noche de los tiempos, y que comienza el día primero del mes, en conmemoración de la supuesta caída de los cielos de un escudo de bronce,... -
- De supuesta nada - interviene el caballero más pío - Real como la vida misma. El escudo cayó del cielo, y fue el propio Marte el que lo envió como una señal de su favor divino -
- Ha dicho - ríe otro de los caballeros por lo bajo.
- El caso es que había pasado tanto tiempo que ya no había quién se acordara de todos los detalles - prosigue el tribuno - Se mandaron hacer copias del escudo, de forma que se reunió una docena de ellos, que se guardan, como oro en paño, colgados de las paredes del templo de Marte en la regia, de donde se descuelgan todos los primeros de Marzo, para el festival de los Salios -
- Contadles a nuestros lectoras y lectores quienes eran los Salios -
- Pues es una cofradía compuesta por doce patricios jóvenes, que se eligen por sorteo entre aquellos cuyos padres vivan todavía, y su deber es pasearse... -
- ¡Desfilar en procesión! - le corrige el caballero más pío.
- Procesionar - concede el tribuno con paciencia - por las principales calles y mercados de la ciudad, vestidos con unos uniformes muy anticuados, bailando una danza guerrera más anticuada todavía y cantando un himno cuya letra no entiende ni el propio Marte que se pusiera a ello -
- Pero mira que te gusta chinchar, tribuno - protesta el caballero pío - A ver ¿qué trabajo te cuesta decir que visten uniformes antiguos y danzan y cantan conforme a viejas tradiciones? -
- Pues eso - dice el tribuno, haciendo un mohín - El festival dura entre el 1 y el 24 de Marzo, y también tiene una faceta gastronómica -
- Explicadnos eso, que quizás haya que etiquetar también esta entrada para la sección de cocina -
- No te entusiasmes, Flaquilla. Ya sabemos que lo del guisoteo te gusta, pero hoy no nos acompaña ninguno de los cocinillas, así que poco te vamos a poder decir, salvo que las cenas de los Salios tienen fama de ser las mejores de toda Roma -
- Es que los cofrades hacen parada y fonda, cada noche, en una casa patricia distinta, y allí se les tiene preparada una cena opípara, para que repongan fuerzas y al día siguiente puedan seguir desfilando, bailando y cantando, cargados con esos pesados escudos de bronce macizo -
- Y, claro, ya sabes cómo son los patricios de nuestros tiempos.... No te ofendas, tribuno. Ninguno quiere ser menos que los demás y compiten, para darse pisto, a ver qué casa les dispensa la mejor acogida -
- ¿Y así del 1 al 24? -
- Sí, de las calendas al Tubilustrium. Aunque el día más importante es el 19, cuando se celebra el Quinquatrus, en honor a Marte, por supuesto,... y hacen el numerito para los Pontífices -
- "El numerito". Bonitas maneras, tribuno. Desde luego, te estás luciendo - protesta el caballero pío - Que sepas que no es de recibo comparar a los Salios con saltimbanquis de comedia -
- El día 24 se da por finalizado el festival, y los Salios devuelven los escudos al templo, donde, después de limpiarlos, se cuelgan de nuevo hasta el año siguiente - el tribuno no hace el menor caso de la protesta del caballero, mientras que los demás ríen por lo bajo.
- El día anterior, el 23, hay otra ceremonia castrense: el tubilustrium, que ha mentado el tribuno. Ese día se hace la limpieza ritual de las antiguas tubas de guerra, para purificarlas - cuenta otro de los caballeros - Y lo mejor de todo es que el 14, tal día como hoy, también fiesta de Marte, se celebran las equirria y ¡hay carreras de caballos en el Campo de Marte! -
Todos comentan a la par que les encantaría poder estar en Roma para ir a las carreras, y se acaban enzarzando en una discusión cuyo tono recordaría a nuestros lectores el de cualquier tertulia futbolística de hoy en día. En sus tiempos, lo que debió comenzar como un antiguo ritual de consagración de los caballos a Marte, había derivado en una fiesta con competiciones deportivas.

Marte era una muy antigua divinidad itálica, e incluso algunos especialistas consideran que la tradición de los Salios, su indumentaria anacrónica y los peculiares escudos del templo marcial del foro, eran un vestigio de cultos y costumbres que habría que remontar hasta la Edad del Bronce. Para nuestros personajes, la noche de los tiempos, como dijera antes el tribuno. Por este motivo, la imagen que he utilizado hoy para ilustrar esta entrada es el Marte de Todi, una obra de arte etrusca, en bronce. No es tan antiguo como se supone que lo podría ser la tradición de los Salios, pero sí luce una armadura que ya era una auténtica antigüedad a finales del siglo I antes de Cristo.
- Pero mucho, mucho - dice uno de los caballeros, mirando con atención la fotografía - Siglos hacía en nuestros tiempos que nadie llevaba un uniforme así - añade, poniendo la cara que pondría hoy cualquier entendido en historia bélica al hablar de los uniformes del ejército francés en época de Napoleón.
- Buen retrato,... pero qué mal lo han cuidado al pobre, que os ha llegado roto y descolorido -
Otro día les contaré que, conforme a la estética moderna, las antigüedades nos gustan, como dirían ellos, rotas y sin pintar.
- Tenías que haber avisado, Flaquilla, para que me hubiera traído algo para incinerárselo en desagravio -
- En el patio se oyen pájaros - insinúa otro de los caballeros - Anda, sal, a ver si pillas alguno -
- Tengo que ver primero si son pájaros apropiados para el sacrificio -
- ¿No os importa que se trate de un Marte etrusco? - pregunto, en un intento de salvar a los pajarillos.
- Por supuesto que no, querida. Es un dios, y no importa de dónde sea, ni quién haya hecho su estatua, si se pone de nuestra parte -
- Y Marte siempre está de nuestra parte -
- Pero esto es sólo una fotografía,... y estoy segura de que no vale para vuestros propósitos - miro al tribuno, pidiéndole con un gesto que me eche una mano.
- Desde luego que tienes razón - dice el tribuno muy serio - Estos retratos modernos, o fotografías, no tienen ningún valor sacro para nosotros. La imagen del dios tiene que estar pintada sobre tabla, tallada o esculpida para que sea válida -
- Ha dicho - ríe por lo bajo otro de los caballeros, no muy pío y sí muy aficionado a las carreras.

viernes, 11 de marzo de 2016

CAVE CANEM

Detalle de perro (Pompeya, Italia)

Cave canem significa "cuidado con el perro", frase que aún hoy se utiliza para advertir, a los que llegan a alguna vivienda o propiedad, que hay perros de guardia.
En atención a mis lectores animalistas, que algo me habían preguntado sobre el asunto, y dado que en mis novelas hay, al menos, un par de perros con un cierto protagonismo,...
- Y no se lo reconozcas, que te mordisquearán el calcañar, Flaquilla, pues menudos son este par de golfos, ...¡eia!, baja de ahí, que vas a poner el diván perdido de pelos,... ¡echa pa'bajo te digo, bicho! -
Mi pobre sofá,... a pasar la aspiradora tocan.
- ¿Teníais que traerlos? -
- ¿Pues no dijiste que querías hablar de perros y que te gustaban mucho los animales? -
- Cierto, me encantan; particularmente los perros -
- Pues te los dejamos aquí unos días, si echas de menos la compañía perruna. Lo buenos que son ellos,... ¿verdad que sí, canallas? - les rasca las cabezas y los dos perrazos parecen felices.
- De eso nada. Estos vuelven con nosotros, que toca lavarlos. Tu buen amigo se los llevó ayer de caza y los trajo cargados de rompesacos -
- Sí, yo le he quitado varios de las orejas a este pobre; y puede que el otro tenga alguna garrapatilla por ahí, porque antes se rascaba mucho. Mi buen amigo, como tú le llamas, se va pasar mañana un buen rato bañando auxiliares caninos -

Ya iremos hablando con más detenimiento de perros en la época de nuestras novelas, a ser posible, con la colaboración de alguno de los veterinarios del elenco de personajes. De momento, para abrir boca, os dejo esta preciosa imagen. Es un detalle de una pintura al fresco procedente de Pompeya (Italia). En él se representan, con mucho naturalismo, varios animales. Uno de ellos es este bonito perro de presa, cuya cabeza grande delata la potencia de mordida de sus mandíbulas, y, junto a ella, su ancho pecho y sus fuertes patas nos recuerdan a algunas razas de mastines que todavía existen en la actualidad (napolitano, de Burdeos, bullmastif británico,...).
Sobre ello, y para hablar de otras razas caninas de entonces, volveremos en breve. Ahora, os dejo, que tengo que asegurarme de que la visita de esta tarde no me haya dejado ningún insecto impertinente en el sofá.


jueves, 10 de marzo de 2016

LAS VERDADES DEL BARQUERO

Pintura al fresco (Pompeya, Italia)
GLOSARIO

Caronte
En entradas anteriores, hemos leído a nuestra antecesora amiga Prisca expresiones como: "a mí ya sólo me pretende el barquero" o "hasta que no pague el porte". Éstas son alusiones veladas a la muerte, haciendo referencia a Caronte, un personaje mitológico,  directamente relacionado con el tránsito que ésta significa.
Caronte era el encargado de conducir al inframundo las almas de los que fallecían, y lo hacía trasladándolas en una barca a la otra orilla de la laguna Estigia, frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Dado que la superstición recomendaba no mencionar directamente a la muerte o el acto de fallecer, la gente solía recurrir a toda clase de referencias, algunas jocosas, a Caronte y su pasaje de barcas. Así, pagar "el pasaje" o "el porte", o "dar un paseo en barca", podía emplearse como equivalente al hecho de morir. Y "estar poniéndose de acuerdo con el barquero", "estar pensando en dar un último paseo en barca", "tener ya un pie dentro de la barca" o "estar juntando ya para pagar el pasaje", podían servir para decir que alguien se encontraba gravemente enfermo o agonizante.
- Y si alguien te llamaba por la calle "novia del barquero", te estaba llamando vieja, tenlo por seguro - me dice el tribuno, que esta tarde lee muy a gusto el atlas, recostado en mi sofá.
- Para nuestros lectoras y lectores, tribuno, ¿la gente de tu tiempo creía en Caronte? -
- Pues de todo había, hijita. La mayoría de la plebe lo creía a pies juntillas, y eran los que, aparte de los poetas, más lo utilizaban para evitar mencionar a la muerte. Después estábamos los que no lo creíamos en absoluto, aunque, a la hora de la verdad, acabáramos apretando unas monedas en la mano, o pidiendo a nuestros deudos que nos las metieran en la boca después de cerrarnos los ojos,... por si acaso -

Porque, queridos lectores y lectoras, según la mitología y la tradición, si el difunto no pagaba el coste del pasaje a Caronte, éste no ayudaba a su alma a cruzar la Estigia,...
- Y eso sí que es un peazo de problema - dice uno de los miembros de la escolta del tribuno, que ha bajado a la cocina a por un vaso de agua -, porque se quedan por ahí, dando a los vivos por ... -
- ¡¡¡Cayo Capito!!! Ni se te ocurra decirlo -
- Pero si yo sólo ... -
- Creo que todos lo hemos entendido perfectamente -

La imagen que ilustra nuestra entrada de hoy es un fragmento de uno de los bellos frescos que decoran las paredes de muchas de las viviendas de la antigua ciudad de Pompeya (Nápoles, Italia). En él puede verse a Caronte sentado al timón de su barca, a orillas de la laguna Estigia.

miércoles, 9 de marzo de 2016

LA PRIMAVERA A LAS PUERTAS

Rosas tempranas (fotografía de la autora)
MARZO
El mes de Marzo era el antiguo primer mes del año en las tradiciones y el primitivo calendario romano, siglos antes de la época en la que transcurren nuestras novelas.
Desde esa remota antigüedad, el mes estaba consagrado a Marte. Éste era el dios de la guerra, pero también seguía conservando rasgos de algunas de sus más antiguas advocaciones, de carácter agrario, que le atribuían la protección del crecimiento en general, y, más en concreto, del de los vegetales. Era una divinidad que presidía el "renacimiento" de la vegetación, y, por tanto, de los cultivos, en primavera. Esta dualidad, la bélica y la agraria, la paz y la guerra, da lugar a que en el calendario de fiestas religiosas de Marzo, en Roma, se alternaran las celebraciones de ambos signos, y, por eso, para hablar de ellas, dedicaremos dos entradas en la sección Calendario. Hoy, en la primera, nuestras amigas, las honestas matronas, nos hablarán de las fiestas de raigambre agraria. En la próxima, serán nuestros personajes masculinos los que nos hablen de las fiestas de carácter bélico.
- Encantada de teneros de nuevo por aquí, amigas. Habladnos de las fiestas de Marzo. Contadles a nuestros lectoras y lectores por qué, en tiempos, fue el primer mes del año -
Matidia: Salud, queridos lectoras y lectores. Estamos aquí de nuevo para contaros algunas cosas de las festividades en nuestros tiempos.
Prisca: ¿Y soy yo la que se da una vuelta por el Aventino cada vez que saludo?.
Matidia: ¡Prisca! Hay que mostrar buenas maneras delante de todas esas personas que acaban leyendo lo que decimos.
Mariola: Así es. Y si no te gusta, madre, pues te sientas en el sillón y le das a la rueca un ratito.
Gabinia: Sí, anda, Prisca, siéntate ahí. Puedes escuchar e hilar a la vez.
Prisca refunfuña y se acomoda en el sillón. Saca la rueca del cestillo y hace girar las hebras entre sus dedos con una rapidez y una habilidad sorprendentes para la edad que ella afirma que tiene.
- Bueno, ¿continuamos? -
Cintia: Por supuesto,... pero ¿nos pones antes otra tacita de chocolate?.

Les encanta el chocolate. En su tiempo no se conocía ni siquiera la existencia de la planta del cacao, de la que los europeos no tendríamos noticias hasta las postrimerías del siglo XV y los inicios del XVI, cuando los primeros exploradores españoles volvieron de América con noticias sorprendentes sobre el nuevo continente, sus gentes, sus plantas y su fauna. De los americanos aprendimos a preparar el chocolate a partir de las semillas del cacao, y a disfrutarlo. Nos gustó tanto como ahora a nuestras antepasadas romanas y lo incorporamos a nuestra dieta, contribuyendo después a que lo conocieran el resto de los europeos, y, andando el tiempo, a su expansión mundial.
- Faltaría más. Y aquí tenéis unos picatostes -
Gabinia: "Picatostes" - se ríe bajito - Suena tan bien como "chocolate", pero sólo es pan frito.
- Para mojarlo en el chocolate, si os apetece. Probad. Están muy buenos -
Me imitan y cabecean con sonrisas de deleite. Prisca, la que más.
Prisca: Pues sí que está para chuparse los dedos esto del pan frito con chocolate. ¡Mejor que en sopa!. Niña: como nos sigas poniendo estas merendolas, no vamos a faltar tarde alguna a tu casa. Advertida quedas.

Coro de risas. Entre mordisco y mordisco a los picatostes, les insisto para que volvamos al calendario.
Matidia: El día primero del mes es un día muy importante, y con relumbrón religioso. Se reenciende, con mucha ceremonia, el fuego del templo de Vesta. El fuego de su altar debe mantenerse encendido el resto del año de forma permanente. Esta fecha es la única en la que se apaga, pero para volver a encenderlo.
- Algo así como el año que acaba y el nuevo que comienza, representado por el fuego que se apaga y el que se enciende en su lugar -
Prisca: Mismamente. ¡Qué pico tienes!.
Mariola: Es un día muy bonito, porque el templo de Vesta, y los demás templos también, se adornan con ramas y guirnaldas hechas con ramas de laurel recién cortado.
Gabinia: Y también los sacerdotes adornan sus viviendas con ramas de laurel.
- Puede que nuestros lectoras y lectores se pregunten que por qué precisamente laurel -
Matidia: Porque el laurel está consagrado a Marte,... ya te contarán nuestros gloriosos hombretones más cosas sobre esto. Y sobre el resto de las fiestas religiosas del mes, porque todas tenían que ver más con cosas de hombres.
Prisca: Menos la de Anna Perenna.
Matidia: Por supuesto. Ahora iba a hablar de ella. En los idus del mes,...
- Aclaremos a nuestros lectoras y lectores que los idus del mes de Marzo caían en el día 15 del mismo. Continúa, por favor -
Matidia: Ese día está consagrado a Júpiter, pero se celebra la fiesta de Anna Perenna, que parece ser que en tiempos, muy, muy antiguos, era algo religioso, pero que ya en los nuestros, pues no. Lo que se hacía era salir a comer a las orillas del Tíber. Se preparaban cestas con la comida,...
Prisca: Y bebida, ¿eh?, que el vino no puede faltar; porque ya sabéis lo que se dice, que uno vivirá los vasos de vino que sea capaz de tomarse, je, je.
- Pero las mujeres no podíais beber vino en vuestra época -
Gabinia: No, hija, no. Y menuda la que te podía formar tu marido, o alguno de sus parientes, si se te notaba en el aliento que habías dado un traguito.
- ¿Te podían pedir que les echaras el aliento? -
Gabinia: Por supuesto. Antiguamente las costumbres eran más severas, y se cuenta que algún marido ofuscado descalabró a su mujer por pillarla bebida... Nuestros tiempos son más modernos y transigentes, pero todavía es motivo de divorcio.
- Nuestras lectoras y lectores más jóvenes se sorprenderán: divorcio por una copa de vino y pruebas de alcoholemia de andar por casa -
Cintia: ¿Pruebas de qué?
- Pruebas para comprobar si se ha tomado vino, cerveza o cualquier otra bebida espirituosa -
Cintia: ¡Ah! En nuestros tiempos era suficiente con los besos de saludo, y, si había dudas, con que echaras el aliento.
- Entonces ¿no bebíais vino? ¿ni siquiera el vino aguado que se solía tomar en vuestra época? -
Matidia: Ni olerlo... Aunque, bueno, sí que podíamos tomar mostos y vinos de pasas.
Prisca: Pero más de una se achispaba con eso de probar el vino para el guiso, je, je.
Gabinia: Las plebeyas pobres, porque las que tenían cocinero o cocinera en casa, ya te digo: ni olerlo.
- Volvamos a la fiesta de Anna Perenna. Decíais que se celebraba yendo a comer a las orillas del río -
Matidia: Sí. A orillas del Tíber. Todo el mundo va con sus canastas con la comida y la bebida, y, si hace buen tiempo, claro, se pasa un medio día estupendo.
Gabinia: Si el año viene bueno, a veces hasta hace falta montar sombrajos o llevar parasoles.
Mariola: Pero si viene menos bueno, a veces, lo que hay que hacer el volver corriendo a casa porque se ha levantado una tormenta.
Prisca: Pero qué bien se pasa, comiendo tortilla y pescado frito, con el culo plantado en la hierba, encima de una manta vieja; bebiendo vino dulce o posca fresquita; viendo como los hombres intentan ser el que más vino bebe, para vivir más años, y escuchando como la gente canta, contenta de que se acabe el invierno. Cuando atardece, se va recogiendo: las canastas, los platos sucios, las sobras, las mantas y los sombrajos; se busca a los niños y a los parientes borrachos; y cada quisque a su casa.

Queridos lectoras y lectores, una fiesta de la primavera en toda regla.
- ¿Y aquí, en vuestras Hispanias, la seguís celebrando? -
Matidia: Pues no. Porque es una fiesta muy de Roma, como las de Vesta, que sólo tiene templo y culto allí y en ningún otro sitio. Tíber no hay más que uno, y no pasa por aquí.
Prisca: Pues como no hay dios o diosa que se vaya a enfadar, podríamos celebrar la comida campestre aquí, a orillas de otro río.
Cintia: La verdad es que no estaría mal, que aquí, con tanto devoto de Marte en los alrededores, el mes de Marzo se nos pasa en cosas de hombres... Y una fiesta así, alegre y tranquila, en el campo, nos vendría muy bien para quitarnos de encima la tristeza del invierno.
Mariola: Decid que sí, queridas. Aunque tendríamos que pensar en un buen sitio: a orillas de un río, con espacio para mucha gente, y no lejos de la ciudad, para poder ir y venir en un rato.
Matidia: Dejadme eso a mi,... Y convenceré a mi marido para que sea una de las propuestas de su campaña electoral: si sale elegido, habrá fiesta de Anna Perenna en la colonia.
Gabinia:  Y no tendría por qué salir nada mal.... Ya celebramos las Saturnales y todo fue miel sobre hojuelas.
Prisca: Sí, bonita, sobre todo las pasadas,... que yo se de una que se lo pasó pero que muy bien, y sin que su maridito se enterara.
Gabinia: ¡Prisca!¡calla!
Mariola: Sí, Mamá, calla, que se te entiende todo.
Gabinia: Que no salga de aquí, por vuestros manes. ¡Juradlo!.
 Unas buenas rosas presiden la entrada. Así que, secreto. Todas juran, al amparo de las rosas, que nada de esto saldrá de aquí. Secreto, por favor, queridos lectores y lectoras.
El Sileno se parte de risa en su pared.

martes, 8 de marzo de 2016

LAS DAMAS, PRIMERO

Escultura femenina (Fotografía de la autora)
Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer, y, entre otras cosas, se conmemora y reconoce la contribución de las mujeres a la Historia de la Humanidad.
Algo les he contado a nuestras amigas del pasado romano sobre la situación actual de las mujeres en el mundo, y, ahora, queridas, me gustaría que nos digáis qué os parece.
Matidia: Que en muchos sitios, las pobres están muchísimo peor de lo que estábamos nosotras.
Gabinia: Sí, ahora que lo pienso, y viendo esas cosas tan tremendas que nuestra amiga nos ha dejado ver en la caja parlante, nosotras nos quejábamos demasiado.
Prisca: ¡Una nunca se queja demasiado!,... porque quejándose y protestando se consigue que te hagan caso.
Hoy en día llamamos a eso reivindicar, Prisca.
Prisca: Pues eso, que ya he visto yo también que protestando, protestando y protestando, las mujeres consiguieron poder votar.
El derecho al voto es un gran logro para las mujeres, pero incluso aún hoy, ya en pleno siglo XXI, son muchísimos los países donde ese derecho no se reconoce a la población femenina; por no mencionar todos aquellos lugares en los que no existe la democracia, donde no vota nadie. Pero lo mucho que el transcurso de los siglos ha ensanchado el mundo descoloca todavía a nuestras antepasadas.
Prisca: Empachadas estamos de tantas cosas nuevas, así, de golpe y porrazo.
Centrémonos entonces en lo que todas conocemos, ese trocito de mundo que, aunque en diferentes épocas, compartimos: la Península Ibérica. Han estado viendo en televisión, que ellas llaman la caja parlante, los debates de investidura de los últimos días en España.
Matidia: Pues estamos fascinadas al ver a tantas mujeres sentadas como iguales entre los senadores.
Cintia: Ahora los hay de dos clases, senadores y diputados.
Mariola: Entonces, también hay senadoras y diputadas.
Matidia: Gracias, bonitas. Para el caso viene a ser lo mismo, que están sentadas junto a los hombres, decidiendo la gobernanza y las leyes, con la misma autoridad y dignidad que ellos. Y las han elegido tanto ciudadanos como ciudadanas.
Gabinia: Ciudadanas,... ¡qué bien suena!.
Prisca: Y con mucho mando, ¿eh?, que algunas han llegado a las magistraturas más importantes, casi cónsules, vamos.
Ese cargo al que te refieres, Prisca, es el de vicepresidenta, pues es cierto que varias mujeres han ocupado vicepresidencias del gobierno, y muchas más han estado al frente de diversos ministerios.
Matidia: ¡Y nosotras sin poder votar!
Pero sí que participábais en política,...
Matidia: Pues claro, guapa, qué te creías, que nos íbamos a conformar con tanta facilidad. No podíamos votar, y nuestra ciudadanía era la de nuestros familiares varones; pero sobre ellos podíamos influir,... y mucho.
Prisca: Ya lo creo. Sobre todo tú, Matidiola, que manejas a tu marido como si fuera un pelele.
Matidia: Yo sólo le aconsejo, para que no meta la pata; porque mi pobre Casio, bueno, muy bueno es, tanto que a veces parece tonto.
Gabinia: Un poquito simple sí que es tú Casio, sí.
Matidia: Pues para eso estoy yo, para evitar que ande por ahí de metepatas.
Prisca: Y para aguijarlo como a un buey cuando renquea.
Matidia: Lo animo, Prisca, lo animo.
Prisca: Si es que tu marido parece que no tiene sangre en las venas.
Matidia: A veces, a veces. Pero es muy bueno y muy trabajador, y cumplirá a las mil maravillas con sus obligaciones, cuando gane las elecciones.
Cintia: Di que sí, querida. Y si no, ya estarás tu ahí para llevarlo de las narices.
Risas a coro.
Matidia: El caso es que sí, que participábamos en las campañas electorales, pidiendo el voto para nuestros maridos y otros familiares; y cuando salían elegidos y ocupaban sus cargos, a ninguno le faltaban los consejos de sus esposas, madres, tías o hermanas.
Prisca: El divino Julio César, que empezó en política muy jovencillo, hizo caso de su madre mientras ella vivió,... ¡ah!¡qué gran señora aquella Aurelia!; y también de su tía Julia, otra gran señora, aunque se casara con aquel militronchazo de Cayo Mario, que no se qué le vio, la verdad, teniendo como tenía tanto buen partido pretendiéndola,...
Mariola: Mamá,... mamá,...
Prisca: ¿Qué?
Mariola: Que te sales del tema.
Matidia: Es que ya está mayor, y para darte los buenos días, se da antes una vuelta por el Aventino.
Risitas de todas, excepto Prisca.
Prisca: Pues sabes qué te digo, bonita, que ya te gustaría a ti llegar a mi edad tal como yo he llegado, que ando más ligera de pies que todas vosotras,... y ya veremos si no voy a tener que ir al entierro de alguna...
Todas vuelven la cara para evitar la mirada de Prisca, por si ésta les pretendiera echar mal de ojo. Su hija, todavía con la cabeza vuelta, le reprocha:
Mariola: Mamá, por lo que más quieras,... no nos des la tarde.
Prisca: ¿Yo? ¡Líbreme Juno! Pero si yo sólo decía que son muchas las mujeres que han apoyado a sus familiares en política. Mira a Livia Drusila. Apoyó a su primer marido, y luego a nuestro César, que es su segundo marido,... porque no se si sabes que se divorció del Druso aquél, para casarse con Octaviano, ¡estando encinta!,... pero es que su primer marido no le llegaba al joven César ni a los nudos de los cordones de las sandalias... Y ahí la tienes, siempre con él y llevándolo todo por delante, politiqueos incluidos, sin descuidar a sus dos hijos,... Y su cuñada, la buenaza de Octavia,... lo que ha mediado aquella criatura entre su hermano y Antonio, ¡ay!, que qué mal se lo ha pagado, mal marido, correteando detrás de los volantes de las faldas de la reina de Egipto,... que ésa sí que estaba metida en política hasta las cachas, como un cuchillo en manteca, y qué ordeno y mando que tenía, ¿eh?,...
Gabinia: Pues Octavia ha recogido a los hijos que tuvo Antonio con la otra.
Cintia: Si es que es más buena,...
Queridos lectoras y lectores, como habréis comprendido, nuestras amigas hablan de los personajes públicos de actualidad en la política de su época, a finales del siglo I antes de Cristo: "nuestro César", Octaviano y el "joven César" son la misma persona, el que después sería conocido como César Augusto. Livia Drusila fue su segunda esposa, con la que vivió una larga y feliz vida conyugal, a pesar de los malintencionados rumores sobre ella, basados en el malestar que producían, en hombres de su tiempo, su influencia y participación en asuntos de estado. Esos rumores sirvieron para que Graves creara uno de los principales y más interesantes personajes de sus novelas históricas, la maquiavélica Livia de "Yo, Claudio" y "Claudio el dios". Antonio y "la reina de Egipto" eran, como casi todos habréis adivinado, por lo famosos que los hizo la obra teatral de Shakeaspeare, el triunviro Marco Antonio y la reina Cleopatra VII, la última monarca de la dinastía greco-egipcia de los Ptolomeos.
Pero, aparte de las mujeres que estuvieron en la primera línea de la política de su tiempo, en los años en que transcurren nuestras novelas, las romanas, y latinas en general, no sólo eran de las que más derechos legales tenían, sino que, efectivamente, también tenían sus medios para participar del juego político, aunque fuera como consortes o madres del magistrado de turno.
Matidia: Y tías maternas, hermanas y primas,... e incluso amantes, que aunque no resulte desde una posición muy decente, hay muchas que influyen incluso más que las esposas.
Prisca: Tú lo has dicho,... sobre todo por lo de la postura,...
Coro general de risas.
Matidia: Posición, he dicho posición.
Prisca: No intentes arreglarlo, que es peor.

La fotografía que ilustra esta entrada pertenece a una bella escultura funeraria femenina que se encuentra en uno de los bonitos patios del Museo Arqueológico de Jerez de la Frontera (Cádiz, España), hermosa ciudad y excelente museo, que bien merecen una visita.