martes, 8 de marzo de 2016

LAS DAMAS, PRIMERO

Escultura femenina (Fotografía de la autora)
Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer, y, entre otras cosas, se conmemora y reconoce la contribución de las mujeres a la Historia de la Humanidad.
Algo les he contado a nuestras amigas del pasado romano sobre la situación actual de las mujeres en el mundo, y, ahora, queridas, me gustaría que nos digáis qué os parece.
Matidia: Que en muchos sitios, las pobres están muchísimo peor de lo que estábamos nosotras.
Gabinia: Sí, ahora que lo pienso, y viendo esas cosas tan tremendas que nuestra amiga nos ha dejado ver en la caja parlante, nosotras nos quejábamos demasiado.
Prisca: ¡Una nunca se queja demasiado!,... porque quejándose y protestando se consigue que te hagan caso.
Hoy en día llamamos a eso reivindicar, Prisca.
Prisca: Pues eso, que ya he visto yo también que protestando, protestando y protestando, las mujeres consiguieron poder votar.
El derecho al voto es un gran logro para las mujeres, pero incluso aún hoy, ya en pleno siglo XXI, son muchísimos los países donde ese derecho no se reconoce a la población femenina; por no mencionar todos aquellos lugares en los que no existe la democracia, donde no vota nadie. Pero lo mucho que el transcurso de los siglos ha ensanchado el mundo descoloca todavía a nuestras antepasadas.
Prisca: Empachadas estamos de tantas cosas nuevas, así, de golpe y porrazo.
Centrémonos entonces en lo que todas conocemos, ese trocito de mundo que, aunque en diferentes épocas, compartimos: la Península Ibérica. Han estado viendo en televisión, que ellas llaman la caja parlante, los debates de investidura de los últimos días en España.
Matidia: Pues estamos fascinadas al ver a tantas mujeres sentadas como iguales entre los senadores.
Cintia: Ahora los hay de dos clases, senadores y diputados.
Mariola: Entonces, también hay senadoras y diputadas.
Matidia: Gracias, bonitas. Para el caso viene a ser lo mismo, que están sentadas junto a los hombres, decidiendo la gobernanza y las leyes, con la misma autoridad y dignidad que ellos. Y las han elegido tanto ciudadanos como ciudadanas.
Gabinia: Ciudadanas,... ¡qué bien suena!.
Prisca: Y con mucho mando, ¿eh?, que algunas han llegado a las magistraturas más importantes, casi cónsules, vamos.
Ese cargo al que te refieres, Prisca, es el de vicepresidenta, pues es cierto que varias mujeres han ocupado vicepresidencias del gobierno, y muchas más han estado al frente de diversos ministerios.
Matidia: ¡Y nosotras sin poder votar!
Pero sí que participábais en política,...
Matidia: Pues claro, guapa, qué te creías, que nos íbamos a conformar con tanta facilidad. No podíamos votar, y nuestra ciudadanía era la de nuestros familiares varones; pero sobre ellos podíamos influir,... y mucho.
Prisca: Ya lo creo. Sobre todo tú, Matidiola, que manejas a tu marido como si fuera un pelele.
Matidia: Yo sólo le aconsejo, para que no meta la pata; porque mi pobre Casio, bueno, muy bueno es, tanto que a veces parece tonto.
Gabinia: Un poquito simple sí que es tú Casio, sí.
Matidia: Pues para eso estoy yo, para evitar que ande por ahí de metepatas.
Prisca: Y para aguijarlo como a un buey cuando renquea.
Matidia: Lo animo, Prisca, lo animo.
Prisca: Si es que tu marido parece que no tiene sangre en las venas.
Matidia: A veces, a veces. Pero es muy bueno y muy trabajador, y cumplirá a las mil maravillas con sus obligaciones, cuando gane las elecciones.
Cintia: Di que sí, querida. Y si no, ya estarás tu ahí para llevarlo de las narices.
Risas a coro.
Matidia: El caso es que sí, que participábamos en las campañas electorales, pidiendo el voto para nuestros maridos y otros familiares; y cuando salían elegidos y ocupaban sus cargos, a ninguno le faltaban los consejos de sus esposas, madres, tías o hermanas.
Prisca: El divino Julio César, que empezó en política muy jovencillo, hizo caso de su madre mientras ella vivió,... ¡ah!¡qué gran señora aquella Aurelia!; y también de su tía Julia, otra gran señora, aunque se casara con aquel militronchazo de Cayo Mario, que no se qué le vio, la verdad, teniendo como tenía tanto buen partido pretendiéndola,...
Mariola: Mamá,... mamá,...
Prisca: ¿Qué?
Mariola: Que te sales del tema.
Matidia: Es que ya está mayor, y para darte los buenos días, se da antes una vuelta por el Aventino.
Risitas de todas, excepto Prisca.
Prisca: Pues sabes qué te digo, bonita, que ya te gustaría a ti llegar a mi edad tal como yo he llegado, que ando más ligera de pies que todas vosotras,... y ya veremos si no voy a tener que ir al entierro de alguna...
Todas vuelven la cara para evitar la mirada de Prisca, por si ésta les pretendiera echar mal de ojo. Su hija, todavía con la cabeza vuelta, le reprocha:
Mariola: Mamá, por lo que más quieras,... no nos des la tarde.
Prisca: ¿Yo? ¡Líbreme Juno! Pero si yo sólo decía que son muchas las mujeres que han apoyado a sus familiares en política. Mira a Livia Drusila. Apoyó a su primer marido, y luego a nuestro César, que es su segundo marido,... porque no se si sabes que se divorció del Druso aquél, para casarse con Octaviano, ¡estando encinta!,... pero es que su primer marido no le llegaba al joven César ni a los nudos de los cordones de las sandalias... Y ahí la tienes, siempre con él y llevándolo todo por delante, politiqueos incluidos, sin descuidar a sus dos hijos,... Y su cuñada, la buenaza de Octavia,... lo que ha mediado aquella criatura entre su hermano y Antonio, ¡ay!, que qué mal se lo ha pagado, mal marido, correteando detrás de los volantes de las faldas de la reina de Egipto,... que ésa sí que estaba metida en política hasta las cachas, como un cuchillo en manteca, y qué ordeno y mando que tenía, ¿eh?,...
Gabinia: Pues Octavia ha recogido a los hijos que tuvo Antonio con la otra.
Cintia: Si es que es más buena,...
Queridos lectoras y lectores, como habréis comprendido, nuestras amigas hablan de los personajes públicos de actualidad en la política de su época, a finales del siglo I antes de Cristo: "nuestro César", Octaviano y el "joven César" son la misma persona, el que después sería conocido como César Augusto. Livia Drusila fue su segunda esposa, con la que vivió una larga y feliz vida conyugal, a pesar de los malintencionados rumores sobre ella, basados en el malestar que producían, en hombres de su tiempo, su influencia y participación en asuntos de estado. Esos rumores sirvieron para que Graves creara uno de los principales y más interesantes personajes de sus novelas históricas, la maquiavélica Livia de "Yo, Claudio" y "Claudio el dios". Antonio y "la reina de Egipto" eran, como casi todos habréis adivinado, por lo famosos que los hizo la obra teatral de Shakeaspeare, el triunviro Marco Antonio y la reina Cleopatra VII, la última monarca de la dinastía greco-egipcia de los Ptolomeos.
Pero, aparte de las mujeres que estuvieron en la primera línea de la política de su tiempo, en los años en que transcurren nuestras novelas, las romanas, y latinas en general, no sólo eran de las que más derechos legales tenían, sino que, efectivamente, también tenían sus medios para participar del juego político, aunque fuera como consortes o madres del magistrado de turno.
Matidia: Y tías maternas, hermanas y primas,... e incluso amantes, que aunque no resulte desde una posición muy decente, hay muchas que influyen incluso más que las esposas.
Prisca: Tú lo has dicho,... sobre todo por lo de la postura,...
Coro general de risas.
Matidia: Posición, he dicho posición.
Prisca: No intentes arreglarlo, que es peor.

La fotografía que ilustra esta entrada pertenece a una bella escultura funeraria femenina que se encuentra en uno de los bonitos patios del Museo Arqueológico de Jerez de la Frontera (Cádiz, España), hermosa ciudad y excelente museo, que bien merecen una visita.

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