jueves, 24 de marzo de 2016

PRIMAVERA,... Y ALGUNOS ENREDOS DIVINOS

Portada de revista (M.Brunnelleschi, 1922)
Recién pasado el equinoccio, ya estamos en Primavera. Este año, por lo de la fiesta móvil, a nosotros nos ha cogido en plena Semana Santa. Para nuestros antepasados, hubiera coincidido con los días del Quinquatrus, cuyas celebraciones terminaban el 24 de Marzo.

Aunque, lo cierto es que, como hemos visto en entradas anteriores, ellos estaban dedicados a festejos, llamémosles primaverales, desde mediados del mes. Había fiestas dedicadas a Marte, en su genuinamente itálica advocación agrícola y silvícola; y a Minerva, ya que ambos compartían el patronazgo de la guerra. El que podríamos denominar "año bélico" tenía su comienzo en Primavera, cuando se iniciaban las campañas militares; o se retomaban, después del obligado parón invernal, impuesto por el mal tiempo.

Las celebraciones en Roma incluían, como ya vimos, ofrendas en los altares y los templos, la parte más activa del festival religioso de los Salios, eventos deportivos (carreras de caballos y otros juegos circenses) e incluso la festiva comida campestre a orillas del Tíber, en honor a Anna Perenna. Ésta era una antigua diosa romana, cuyo origen, ya en la época de nuestras novelas, se había perdido en la noche de los tiempos, y se explicaba mediante diversas leyendas. Unas eran trágicas y poéticas, como la que la ligaba al drama vivido entre Dido y Eneas, situándola entre la realeza mítica. Y otras, jocosas y plebeyas, como la que la hacía anciana pobre y generosa, divinizada a petición popular, que, ya entre los inmortales, protagonizaba un divertido "pasillo de comedias" como casamentera y burladora de Marte, cuando éste, a despecho de Venus, intentaba seducir a Minerva.

- Y entonces, - me cuenta Prisca -, después de tener a Marte en ascuas, dándole muchas largas, le dijo que había conseguido que Minerva consintiera. Pero, claro, como la diva era muy casta, para acostarse con ella no había más remedio que simular una noche de bodas como mandan los cánones, así que prepararon una cámara y un lecho nupcial por todo lo alto. Y allí que estaba el dios, encantado y prometiéndose un revolcón de lo más feliz con la buena divina moza de sus ardores,... Y entonces entró la novia, tapadita de la cabeza a los pies con un gran y carísimo velo teñido de azafrán del mejor, que para algo estaban entre inmortales,... Y cuando se levanta el velo: ¡sorpresa! ¡era la vieja Anna!, ja, ja, ja,... Así que, imagínate, hijita, la cola que llevó aquello: Marte burlado, Venus vengada, Anna partiéndose de risa por lo bien que le había salido el enredo,... y Minerva, probablemente, con la cabeza en las nubes, estudiando el vuelo de los pájaros, y sin enterarse de nada, porque, para algunas cosas es muy lista, pero para otras,... ahí está Anna Perenna -

A Anna Perenna también se la identificaba con otros personajes mitológicos, como la nodriza de Júpiter, o la Luna; o relacionados con el paso del tiempo, como la madre de las Horas, o una especie de diosa romana de los años, ya que su celebración se situaba hacia el antiguo año nuevo, en Marzo, y la principal petición que le hacían los romanos era la de seguir acumulando cumpleaños, festejando en la comida campestre que habían vivido uno más; y bebiendo devotamente cuantas copas de vino les fuera posible, en una  alegre petición a la divinidad de canjear años por copas.

Para esta entrada, os traigo, queridos lectoras y lectores, la ilustración de la que iba a ser la primera portada de una nueva revista femenina de los "felices 20", el siglo pasado. La revista Nuevo Mundo publicaba un anuncio con ella, en uno de sus últimos números de 1922, informando a las lectoras interesadas la pronta aparición en el mercado de la revista Elegancias. La portada era un bonito trabajo del ilustrador francés, con apellido italiano, N. Brunnelleschi, y representaba a una joven mirándose en un espejo de mano. No sabemos si el ilustrador pretendía hacer un homenaje a la diosa latina Flora, en consonancia con el público al que iba dirigida la nueva revista, "la mujer latina"; pero el caso es que podemos ver en su obra una serie de detalles "sospechosos". Por una parte, de inspiración en la Antigüedad para las piezas suntuarias: el espejo de mano, redondo, y la sortija, con piedra preciosa ovalada y no tallada. Y, por otra, el vestido, cuyo estampado lo hace parecer literalmente cubierto de flores; y el tocado, de pámpanos de vid y racimos de uvas, que serían una referencia directa a Flora, eternamente joven, y, por tanto, "primaveral", diosa de los jardines, los huertos y las viñas. Hoy nos quedamos con la impresión primaveral que transmite al primer golpe de vista; de Flora ya hablaremos dentro de poco, cuando sean las fechas de sus celebraciones romanas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario