lunes, 7 de marzo de 2016

PLATO HONDO, PLATO LLANO

Plato de cerámica de "barniz negro" (fotografía de la autora)
En entradas anteriores ya hemos comentado que en la "sección de cocina" de este blog hablaremos sobre qué alimentos se comían y cómo se cocinaban; hoy vamos a hablar sobre la vajilla que se utilizaba para ello, o sea, dónde y cómo se presentaban, se servían y se tomaban los platos de la cocina de aquellos tiempos.
En las mesas de los ricos y muy ricos, la comida se serviría en vajilla de oro y/o de plata, pero para diario, como en el resto de las mesas del mundo romano, se utilizaban servicios de cerámica. En la época de nuestras novelas, a finales del siglo I antes de Cristo, la vajilla fina por excelencia en todas las mesas era la que los arqueólogos conocemos como cerámica de "barniz negro" o "campaniense". El nombre se deriva del color negro de su engobe, que, en las piezas de mejor calidad, tenía un hermoso brillo metálico; y de su origen, ya que algunos de los talleres alfareros que la producían se ubicaron en la región italiana de la Campania.
Sus piezas se encontraban tanto en la mesa del rico, que tendría varias vajillas completas, de distintos fabricantes y de una gran calidad; hasta en la mano del pobre, que, ahorrando algunas monedas, se hacía con una escudilla multiusos, un plato hondo que le servía tanto para un guiso como para una sopa, comprados en su figón (o popina) habitual.
Las vajillas de esta cerámica contaban con piezas diversas que cubrían todas las necesidades de presentación y servicio de los alimentos: bandejas, fuentes, cuencos, platos hondos, platos llanos, escudillas y/o boles, de distintos tamaños. Así como para el servicio y consumo del vino: jarras y copas, de distintas formas y tamaños.
El éxito de las vajillas negras italianas era tal que se exportaban a todo el Mediterráneo Occidental, por donde también surgieron imitaciones, producto de talleres que pretendían aprovechar la gran demanda de los mercados. Estas piezas, de menor calidad técnica, a veces con formas idénticas a las piezas de los servicios más populares entre los consumidores; a veces sólo inspiradas en sus modelos; pero siempre negras, o casi negras, se vendían a precios inferiores y permitían que casi todo el que quisiera pudiera tener en casa una vajilla a la moda.
- Pues claro que sí, hijita -
- ¡Hola, Prisca! ¿Tú también tenías una de ésas? -
- Piezas sueltas, bonita, que yo soy plebeya y de campo. Cuando me casé, la vajilla que llevaba era mitad de madera, mitad de barro corriente, que me habían regalado por piezas los parientes,... unos cuencos mi prima, tallados por su marido; media docena de platos, todos iguales, eso sí, que me regaló mi suegra; otra media de platos diferentes, rojizos y blancos, que también servían de tapadera, regalo de mi madre , y unas copitas de cerámica, muy finitas, que me compré yo, con unos cobres que había ahorrado sisando aquí y allá de las vueltas de vender los huevos del gallinero de mi familia... -
- Pero eso es cerámica común y corriente, no la cerámica fina negra de la que estamos hablando -
- No, claro, pero es que te lo tengo que contar empezando por el principio, que si no, los modernos no os enteráis de nada, ¿eh?... De la negra he ido juntando piezas, poquito a poco, con el tiempo. Cuando tenía algún dinerillo junto, pues me llegaba por las tiendas y escogía un día una bandeja, otro una jarra de Cales, otro unas copitas, otro un salero, otro un par de platos o tres, y así, vamos, como toda hija de vecina... ¡Que no te imaginas qué apuros para embalar mi cerámica negra, para que llegara enterita, cuando nos vinimos para las Hispanias! -
- Y se la dejarás a tu hija cuando ... -
- Sí, dilo, no te arrugues, bonita, cuando me muera,... No te apures, que a mí no me importa, si sabré yo que ya me ronda el barquero,... Pero hasta que no pague el porte, mi cerámica negra es mía y no se toca -
- ¿Quiéres decir que no la utilizas? -
- Sólo en las ocasiones importantes y en Saturnales,... Pero luce preciosa en el platero del comedor... Tengo la vajilla casi completa, y me temo que se la dejaré así a mi hija, ¡ay, qué pena! - añade con un suspiro.
- ¿Por qué? -
- Porque hasta aquí todavía no ha llegado ningún tratante de cerámica fina, y hay que ir a comprarla a los mercados de las grandes ciudades del sur,... a mi yerno le tengo dicho que cuando vaya de destacamento por Corduba, Hispalis o Gades me avise para hacerle una lista de las piezas que me faltan, a ver si es capaz de traerme alguna sin que se le desportille por el camino -
- ¿No hay alfareros por aquí? -
- Sí, hijita, por supuesto, pero sólo hacen vajilla de diario y menaje para la cocina,... Hay uno que ha intentado hacer algo parecido a las de Cales, en negro, pero, vamos, que esos cacharros suyos se parecen a los finos como un huevo a una castaña,... aunque, si eres poco exigente y quieres aparentar, colocados en un platero, de lejos y con poca luz, a lo mejor engañas a las visitas -
- Si no son como tú, que seguro que te acercas a inspeccionar la vajilla -
- Pues claro que sí,... es que me gusta mucho la buena cerámica - añade con un guiño.

En la fotografía, un bello plato llano de cerámica "campaniense", con una elegante y discreta decoración impresa en el centro.

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