jueves, 17 de marzo de 2016

SATÍRICAMENTE

Sileno danzante (Pompeya, Italia)
GLOSARIO
¿Sileno, Sátiro o Fauno?

Al enviar por correo electrónico el retrato de nuestra mascota a una de nuestras más fieles lectoras, Yolanda, ella nos preguntaba si se trataba de un sátiro. Nuestro encantador Sileno se enfurruñó y amenazó con volverse al bosque, por que él no es un sátiro. Lo tranquilicé y le expliqué que, hoy en día, cuando la existencia de todos los personajes mitológicos de nuestros antepasados ha caído en el olvido, no hay que extrañarse de que se confunda a unos con otros, sino que hay que alegrarse de haya quién, aunque confundiéndolos, les recuerde.

A nuestra buena amiga Yolanda ya se lo aclaramos por correo, y, dado el interés que creo que tiene este asunto, - al menos para nuestra mascota -, hoy dedicamos esta entrada del Glosario a tres tipos de seres mitológicos parecidos y relacionados: silenos, faunos y sátiros.
En principio, los tres tipos son criaturas de los bosques, hijos de la Naturaleza no humanizada y vinculados, por tanto, con todo lo salvaje y silvestre. Son de carácter benéfico, aunque amantes de las travesuras y de fustigar con bromas y trastadas a los humanos, cuyo mal comportamiento podían castigar con saña. Se decía de ellos que tenían capacidad profética, y había gente que se adentraba en los bosques para oír los mensajes y vaticinios que sus voces susurraban entre el follaje. Por otra parte, dada la relación del desarrollo animal y vegetal con la fertilidad de la Naturaleza, se les consideraba protectores del ganado y de los cultivos; y también particularmente libidinosos, por lo que solía representárseles en persecución festiva de los espíritus femeninos - o incluso en plenas relaciones sexuales -.
También se les asociaba al cortejo del dios Baco/Dionysos, y como éste fuera el dios "inventor" del vino, se les consideraba alegres borrachines, juerguistas incansables y locos por la música y el baile. De ahí que nuestra mascota esté siempre riendo y bailoteando en su pared.

Y, a estas alturas de la entrada, nuestros lectores y lectoras dirán que dónde está la diferencia entre estas criaturas. Pues sí que la hay. Por una parte están los de origen itálico y por otra, los de origen griego, adoptados por los latinos. Esto hacía que, en los tiempos de nuestras novelas, hubiera ya quién los confundiera. Vamos, que las confusiones no son tan modernas, y sátiros (griegos) y faunos (latinos) se fueron asimilando con el tiempo, pues eran muy parecidos. Ambos compartían una característica sólo propia de ellos: eran híbridos y, al igual que los centauros, combinaban partes anatómicas humanas y animales. En concreto, sátiros y faunos eran seres de aspecto humano, pero con patas, cuernecillos, orejas, barba y cola de cabra.
Los silenos estaban mucho más humanizados y sólo conservaban algunos vestigios de un supuesto estado híbrido anterior, ya que a veces se les representaba con cola de caballo y orejas apuntadas, en algunos casos, parecidas a las de los equinos. Siempre llevaban barba, pero no de chivo como la de sátiros y faunos, sino muy de hombres; bien salvaje y descuidada, bien peinada a la moda del momento. Sus cabellos eran también muy humanos, tanto que, en ocasiones, se les representaba algo maduros y con lustrosas calvas.
Otra diferencia entre estos tres tipos de traviesos espíritus radicaba en los lugares en los que preferían habitar. Sátiros y faunos gustaban de campos y zonas boscosas en espacios agrestes o montañosos, - muy propios de su mitad caprina, dirán nuestros lectores y lectoras -; mientras que los silenos se encontraban más a su gusto en los bosques umbrosos y las arboledas de las riberas de lagos, ríos y arroyos, o en el entorno de fuentes y manantiales.

El arte de nuestros antepasados, tanto griego como romano, les presenta de diferentes edades, desde casi niños hasta venerables - y beodos - ancianos; pero lo cierto es que estas criaturas, como espíritus que eran, no tenían edad; o tenían toda la edad del mundo, como prefiráis.
Nuestra mascota, el Sileno, no puede colocarse en ningún grupo de edad concreto - y mejor que no lo intentemos, no vaya a ser que le siente mal que le pongamos años -. Su pelo y su barba, rebeldes y crespos sólo dejan ver sus ojuelos traviesos, su sonrisa pícara y sus orejas ligeramente apuntadas, que nos advierten que es ahijado de los dioses de la Naturaleza. Y su paso de baile, en cueros, como mandan los cánones para los espíritus, deja ver que es macho, y oculta, maliciosamente, que quizás al final de su espalda haya una sorprendente y mitológica cola de caballo.

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