lunes, 30 de mayo de 2016

PERDICES Y MANZANAS

"Bodegón" con perdiz y fruta

Como hace un par de días fue el Día de la Nutrición, pedí a nuestro protagonista más aficionado a los fogones que se pasara por aquí, para hablar del tema. Sí, queridos lectoras y lectores, recordáis bien: el energúmeno grande como un armario de tres cuerpos, que me está acondicionando la cocina a su gusto.
Llegó hace un buen rato, cargado con sus cuchillos y cucharones de palo; y seguido por dos pinches, que, como porteadores de un peculiar safari, traían ollas y cazuelas. Por lo visto, nada de mi menaje parece gustarle. Me dijo que él, hablar de cocina, no habla, sino que guisa. Me hizo abrirle la caja fría, que es como llaman ellos a mi frigorífico, empezó a sacar cosas y a ponerlas en la mesa; protestó sonoramente por lo pequeños que eran los ajos que tenía; y me echó al salón.
- No quiero mujeres en mi cocina -
Intenté protestar, porque es mi cocina, pero me señaló el salón con un dedo y me cerró la puerta en las narices.
A pesar de la puerta cerrada, un aroma delicioso se va adueñando poco a poco de la casa. Tenía unas perdices, limpias y listas para la cazuela, recién traídas del supermercado, así que supongo que es lo que está guisando. Le oigo maldecir en latín a uno de los pinches, llamar idiota al otro, y salir de la cocina.
- ¡Huele de maravilla! ¿Perdices en salsa? -
- No, escabechadas - me responde, mientras se seca las manos en el mandil que lleva puesto sobre el uniforme.
- ¡Qué bien! Acércate y le damos la receta a nuestros lectores -
- Ni pensarlo - se ríe por lo bajo - Yo no le doy mis recetas a nadie. El que quiera aprender cómo guiso, que se remangue y se meta a ayudarme en la cocina,... ¡Pero mejor que esos dos pedazos de tarugo!, que si lo se, no me los traigo hoy conmigo. Ni para cargar con las cacerolas sirven... ¡Vais a estar cavando en el huerto hasta Saturnales! - añade, levantando la voz, para que los pinches le oigan bien.
- Y siempre que el que quiera aprender sea un hombre, ¿no?,... ¿Por qué no quieres mujeres en "tu cocina"? -
- Porque lo mío son las cocinas de campaña, guapa,... no el fogón de ninguna casa,... No es sitio para matronas,... -
- Pues a Prisca no le importa compartir sus recetas con nosotros,... A ella tampoco le gusta que la interrumpa nadie mientras guisa, pero consiente en tener espectadores -
- Gente enredando y entorpeciendo, querrás decir,... y no me menciones a esa viejecilla impertinente -
- ¿Por lo del mal de ojo? - no puedo resistirme a ser mala.
- ¡No! - miente nuestro cocinero, que, a hurtadillas, hace gestos obscenos con los dedos, para ahuyentar las malas influencias sobrenaturales - Porque no me interesa lo más mínimo lo que esa insoportable persona haga o deje de hacer en la cocina. Te pido como favor, a cambio del arreglo que te estoy haciendo en la cocina, que no permitas que coincidamos nunca los dos por aquí -
- Preferiría que fuera a cambio de una o dos recetas -
- Eres mala, matronzuela moderna -
Me río. Él sigue enfurruñado, pero, como la risa es contagiosa, acaba riéndose también.
- Mira. Acércate y dime qué te parece esta perdiz - le enseño la imagen que tenemos hoy para ilustrar la entrada.
- ¡Ehem!,... parece cebada, con esos muslos y esa pechuga tan lustrosos -
- Quizás es que el pintor quería que causara buen efecto en el cuadro,... a fin de cuentas es un pájaro muerto -
- Sí, puede - dice sin mucha convicción - Yo no entiendo de pintura -
- Ésta es realista. Se reconoce bien que el ave es una perdiz, y también a las piezas de fruta que la acompañan -
- Sí. Las manzanas están mejor que la perdiz - sonríe.
¡Te pillé!
- Anda, diles a nuestros lectores cómo se llaman esas frutas -
- Manzanas - me mira un tanto perplejo - Acabo de decirlo... ¿Los modernos estáis sordos? -
- No. Es que, hoy en día, entre nosotros, esas dos frutas tienen nombres diferentes: una es, efectivamente, manzana; y la otra, granada -
- ¿Granada? -
- Sí, de granatum, por los granitos -
- No tienes que explicarme a mí los latines, guapa. Pero en mis tiempos, éso era una manzana; con granos, de acuerdo, pero manzana. Nosotros las llamábamos púnica, malum punica -
- Manzana púnica, que quiere decir, manzana cartaginesa -
- Eso mismo, porque fueron los púnicos los que extendieron el cultivo por todo el Mediterráneo, trayéndola de Oriente, hace muchísimo tiempo -
- ¿Y la manzana?,... bueno, la "otra" manzana, ¿de qué variedad es? En tus tiempos había ya más de treinta variedades, por lo menos -
- Así es. A los romanos y latinos nos encanta injertar frutales, así que tenemos mucha variedad de frutas. Sobre todo de manzanas y peras. Buscamos tener variedades que duren mucho tiempo frescas, y, bueno, también sabores y olores diferentes. Unas que fueran buenas para comer recién cogidas; otras para conservar una temporada; para asar o hacer compotas; para tomar como postre o para cocinar con ellas buenos acompañamientos para la carne o el pescado. Las manzanas son muy apañadas, y muy sanas -
- ¿Vosotros ya creíais eso que dice que una manzana al día mantiene al médico lejos de tu vida? -
- ¡No, por Cástor y Póllux! Siempre se pueden tener accidentes, y entonces conviene tener al médico bien cerca,... Aunque uno de mis muchachos procura llevar una manzana, en la mano o en la faltriquera, cada vez que tiene que pasar cerca del hospital, jo, jo, jo. Y las busca y las soba cuando ve pasar al tribuno, aunque sea de lejos, jo, jo, jo -
- ¿Reconoces alguna variedad de tu tiempo en la "otra" manzana del cuadro, la roja? -
- Por ser roja, podría ser una apiana, pero tendría que poder abrirla para verle el color por dentro, y olerla -
- ¿Olerla? -
- Sí, eso he dicho. Es que las apianas, las buenas de verdad, que mucho hortelano imitador hay por ahí también, tienen que oler como a membrillo -
- ¿También cultivabais membrillos? -
- Pues claro que sí. ¿Qué pasa? ¿que los modernos os creéis que la fruta se cría en la caja fría? ¿o que los antiguos comíamos hierba como el ganado? -

Para los lectores curiosos: los cartagineses, famosos antagonistas de los romanos durante largos años, no fueron sólo los audaces guerreros que cruzaron los Alpes a lomo de elefante, sino que también fueron, como los propios romanos y demás latinos, grandes agrónomos. A ellos se debe la aclimatación y mejora del cultivo de la granada en el ámbito mediterráneo. La granada silvestre es originaria de Persia (hoy, Irán), donde comenzó su domesticación y desarrollo como frutal. Los comerciantes fenicios la trajeron a las costas del Mediterráneo Oriental desde allí; y los cartagineses, que no eran sino los fenicios que vivían en Cartago, la aclimataron al Norte de África. Mientras que los romanos harían lo propio, primero, en la Península Itálica, y, después, por las costas del Norte del Mediterráneo; reconociendo en el nombre de la fruta el mérito de los cartagineses, porque lo cortés no quita lo valiente. De ahí malum punica, ya que nuestros antepasados romanos llamaban a los cartagineses, Poeni o Phoenices, o sea, fenicios, en general. Un cartaginés era tan punicus, punicanus o phoenissus, como el resto de los fenicios, residieran en la Fenicia (hoy, aproximadamente, Líbano) o en cualquiera de sus colonias por el Mediterráneo. El gentilicio cartaginés (cartaginiensis) sólo se utilizaba para designar a los residentes en la ciudad de Cartago.

La imagen que os traigo es un fragmento de pintura al fresco que se conserva en el Museo de Nápoles (Italia). Es lo que podríamos llamar un bodegón o naturaleza muerta, que poco tiene que envidiar a obras de ese tipo modernas y contemporáneas. Vemos a una perdiz, suspendida por el pico de una argolla metálica, y, a su derecha, artísticamente colocadas, una manzana roja y una granada, ésta con parte de la ramita de la que pendía y sus hojas. El pintor quiso retratar también la luz, que ilumina la escena incidiendo en el ave y la fruta desde la derecha; y lo hizo mediante las tonalidades de los colores, un toque de brillo en la piel de la manzana, y, por oposición, a través de la oscuridad de las sombras.

viernes, 27 de mayo de 2016

UNA PELOTA LLAMADA MUNDO

"El lector" (color original)

ANTIGUA GEOGRAFÍA

Prisca lleva un rato mirando perpleja el globo terráqueo que le he puesto delante. Le ha llamado tanto la atención que hasta ha dejado que se le enfríe el chocolate.
- ¿Qué te parece? -
- Muy raro, hija, muy raro... ¿De verdad ha crecido tanto el mundo desde mis tiempos?... Porque si Roma, con lo grande que era cuando yo la dejé, sólo se ve como un puntillo de nada, como la marca de una aguja, esto se ha inflado como una vejiga llena de aire -
- No, Prisca, el mundo ha sido siempre así -
- ¿Así, como una pelota? -
- Sí. De hecho, Heratóstenes ya lo había demostrado en el siglo IV antes de Cristo, con un elegante experimento que llevó a cabo en Egipto -
- ¿Cuándo dices que fue, niña? -
- Mucho tiempo antes de que tú nacieras, Prisca. Unos trescientos años largos antes -
- Ése, Heratóstenes, era griego, ¿verdad? -
- Sí. Y vivía en Egipto -
- ¿Y a qué se dedicaba?-
- Pues a la investigación,... a la Filosofía, como se decía en tus tiempos -
- ¡Acabáramos! Eso de que el mundo era una pelota sólo se lo creía él,... Y otros cuatro excéntricos -

Prisca no anda muy desencaminada, queridos lectoras y lectores, ya que, los conocimientos científicos tardaban mucho en trascender de los círculos intelectuales y llegar a formar parte de la cultura popular. La mayoría de la plebe siguió creyendo durante mucho tiempo que el mundo era plano.

- Estooo,... y si sigue creciendo, ¿no llegará a reventar...? -
- No. Y no me lo vayas a comparar con los sapos que los niños inflaban de aire para hacer trastadas. Tengamos la merienda en paz... El mundo ha sido así, tal como lo ves, desde hace una cantidad de tiempo que ni tú ni yo podemos imaginar con facilidad -
- ¡Ah! ¿no? -
- Cuando nuestros antepasados más lejanos, muchísimo tiempo antes incluso de la época de las leyendas y los mitos, el mundo ya era un lugar muy viejo,... Y no, no insistas, que te lo veo en la cara de incrédula: no ha crecido desde entonces... Aunque sí han cambiado muchas cosas... Vamos a verlo, situando sobre el mapa a nuestros lectores. ¿Quiéres saber dónde están? -
- Sí. A ver -
- Vamos a poner estos puntos adhesivos de colores sobre el globo terráqueo; después los uniremos con una línea y verás cómo damos la vuelta al mundo -
- ¡Qué cosas, Juno bendita! Aquí, una, creyendo toda la vida que el mundo tenía cuatro esquinas, y va y resulta que era redondo -
- Primer punto. Estamos aquí, en España. En tus tiempos, las Hispanias -
- Y estotro, ¿qué es? -
- Portugal. Que también era parte de las Hispanias -
- Sí, claro. Ulterior y Citerior. Sólo le habéis cambiado los nombres -
- No es tan simple, Prisca. Esas dos provincias iniciales se reorganizaron y dividieron en tus tiempos en otras,... -
- Sí. Lo se, bonita. Soy vieja, pero no simplona. Y te recuerdo que, aunque ya madurita, yo viví aquí muchos buenos años, mucho antes que todos vosotros, modernos recién llegados -
- Pues bien, lo que hoy es Portugal, fue, en tiempos, parte de la provincia Lusitania -
- O sea, que yo, que viví en la Lusitania, ahora, ¿qué sería? -
- Depende del lugar donde estuviera tu domicilio. Al Oeste de la actual frontera, portuguesa; al Este, española -
- ¡Ah!,... Pero romana, por supuesto -
- Prisca: tú puedes ser lo que tú quieras... ¿Seguimos? -
- Sí, sí,... que tengo curiosidad por ver dónde andan los lectores -
- Pues vamos a señalar primero a los que residen en Europa, porque seguramente los lugares te serán familiares, ya que muchos fueron también provincias romanas; o formaban parte de los conocimientos geográficos de entonces -
- ¡Ah! ¡qué bien! ¡más provinciales! -
- Veamos: otros dos puntos de color, en Francia y Bélgica. Que, en tus tiempos, eran las Gallias. Otro en Gran Bretaña, antes Britannia. Otro, en Suiza, lo que en tus tiempos eran los territorios donde habitaban los helvecios, comprendiendo lo que algo después se conocería como Alpes Graiae et Poeninae, y el Sur de la Germania Superior. Otro punto en Alemania, que era la mayor parte de la entonces Germania Superior, más los territorios que quedaban al Norte de ésta y al Este del curso del Rhin. En tus tiempos, Rhenus. Otro punto en Rumanía, que fuera la Dacia -
- Espera, yo no me acuerdo de ninguna provincia que se llamara Dacia -
- Es que esa provincia se organizó mucho tiempo después de tu época, Prisca, concretamente en el siglo II después de Cristo. Más de un siglo después de que tu vivieras. Era el territorio habitado por los dacios, al Noreste del Illyricum y al Norte de Moesia, al otro lado del curso del Danubio, vuestro Danuvius-
- ¡Ya decía yo!... ¿Y eso de Rumanía? A mí me suena como que es tierra de romanos -
- Por ahí va la cosa. Hoy en día, la mayoría de la gente que reside allí sigue considerándose como romanos modernos, descendientes de los colonos que en su día poblaron la antigua provincia. Su lengua oficial, el rumano, igual que el español, es una de las lenguas latinas actuales -
- Sí, ya, otro latín raro, como el que tengo que chapurrear contigo para que me entiendas, ¿no, bonita? -
- Pongamos otro par de puntos; éstos, ya muy al Este de las que alguna vez fueron fronteras romanas: Polonia y Ucrania. En tus tiempos, y hasta muchos siglos después, lo que hoy es Polonia, se encontraba en unos territorios de los que había pocas noticias, en los límites, entonces difusos, de la Germania de allende las fronteras romanas, y de la Sarmatia. Ésta se corresponde, más o menos, con Ucrania, que actualmente se extiende por lo que fuera la mayor parte de la Sarmatia, llegando por el Sur hasta el Mar Negro, antes Pontus Euxinus, donde estuvo el que, en tus tiempos, era el reino del Bósforo -
- ¿Cómo? -
- El Regnum Bospori, estado tributario de Roma, que, ... -
- No me lo digas, que eso me lo se de maravilla: el divino Julio César le dio un repaso de los buenos al rey Farnaces, porque se le había ocurrido querer adueñarse del Pontus, de la Galatia, y de lo que le hubieran dejado por el Asia Menor, el muy ansioso. Pero allá que te fue nuestro César,... Bueno, el padre de nuestro César, aunque antes de adoptarlo, que todo hay que decirlo, porque nuestro César era sobrino nieto de nuestro otro César, el divino... Lo que te digo, que el divino,... pero antes de que subiera a los altares, claro, porque estaba vivito y coleando,... Y, eso, hija, que en menos de lo que se cuece un espárrago, llegó, les echó un vistazo a los bosporinos y les ganó la guerra, de semejante manera que hay quien dice que el Farnaces aquél se murió de pura vergüenza,... Muy trágico, lo del rey ése fue muy trágico,... Pero lo de nuestro César fue,... ¡Oh!, ¡lo que fue aquello!,... Pero él, tan modesto como siempre, lo ventiló en tres palabritas de nada: veni, vidi, vinci,... y a otra cosa, que, por entonces, estaba la casa en llamas -

Queridos lectoras y lectores: el reino del Bósforo ocupaba lo que hoy es la Península de Crimea y costas adyacentes del Norte del Mar Negro. El Ponto y la Galacia eran estados del Asia Menor, al Sur del Mar Negro, también vinculados a Roma. A Roma pidieron auxilio militar al verse invadidos por las tropas del rey Farnaces, al que Julio César, tras lo que podríamos llamar una campaña relámpago, venció en un lugar llamado Zela. Estos territorios forman hoy parte de Turquía. A lo que Prisca se refiere cuando habla de "la casa en llamas" es a que, en aquellos años, Roma estaba inmersa en una cruenta guerra civil, entre partidarios de César y partidarios de Pompeyo.

- Y el Pontus, en mis tiempos, quedaba lejísimos, pero lejísimos, hacia Oriente,... Y ¿por allí están también los lectores? -
- Sí. E incluso más lejos todavía, dejando atrás las tierras de los escitas, al Este del Mar Caspio, vuestro Caspius, en un lugar que hoy se llama Kazajstán -
- Nos hemos salido del mundo que yo conocía, hija. Ni me imagino dónde quedaba eso -
Se lo señalo en el globo terráqueo.
- Sí, sí. Pero mareo me da de sólo pensar por dónde quedan esas criaturas -
- Pues volvamos a tierras más próximas al Mediterráneo, y pongamos los puntos de Israel, la antigua Judaea; y de los Emiratos Árabes Unidos, en la costa del Sinus Persicus, que era el nombre antiguo del Golfo Pérsico -
- ¿La gente que vive ahora en esa costa son, entonces, persas?-
- No. Los que viven en la costa occidental, que es el caso, son árabes. En tus tiempos, a esas tierras, se las llamaba, en general, Arabia. Aunque años más tarde, cuando se organizó la provincia de Arabia, ésta quedó limitada a los territorios que había al interior de Judaea y Syria, correspondiendo aproximadamente a lo que hoy en día es Jordania. Lo que actualmente son los Emiratos Árabes quedó siempre fuera de las fronteras romanas, aunque hubo ciudades que mantuvieron intensas relaciones comerciales con sus provincias orientales, a las que abastecían de perlas, coral e incienso, así como de mercaderías de lujo que llegaban a sus puertos desde las tierras del Extremo Oriente: especias, marfil, seda y tintes -.

- ¿Entonces había un Oriente más extremo todavía? -
- Sí, y en tus tiempos se tenían noticias de esos lugares, de los que se sabía por los comerciantes que traían productos desde allí, tanto por tierra, como por mar -
- ¡Ah! Bien. Pero en mis tiempos, para la plebe, todo los bueno que venía del Oriente, se decía que venía de Asia, o de Arabia. Y de más lejos de por allí, a los que todos conocíamos eran los partos - añade, bajando la voz y haciendo gestos obscenos con las manos, como para conjurar la amenaza de los partos.

Los partos, vecinos y enemigos, fueron durante siglos una fuente de conflictos en las fronteras romanas del Medio Oriente, algunos de cuyos territorios oscilaron a un lado y a otro de las mismas, quedando bajo el control romano o pártico, según las circunstancias, las batallas vencidas o perdidas, y los pactos, cumplidos o incumplidos.

- ¿Y hay algún lector por esas lejanísimas tierras orientales de las especias y las sedas? -
- Así es. Tenemos lectores en Filipinas. Mira aquí. Todas estas islas son las Filipinas -
- Pero eso está,... ¡oh! ¡qué vértigo!... Debía tardarse muchísimo en llegar -
- Sí, tanto, que hubieron de pasar muchos siglos antes de que hubiera una comunicación efectiva entre Filipinas y Europa -
- ¿Por aquí? - Prisca mueve un dedo por encima del globo terráqueo, desde el Mediterráneo hacia el Este, pasando, como si no existieran los accidentes geográficos, a través de Oriente Medio, los Himalayas y el Mar de China.
- No, justo por el otro lado. Cruzando el Océano Atlántico, a través del Nuevo Mundo y el Océano Pacífico - yo hago lo propio con mi dedo, haciendo girar el globo terráqueo hacia el Oeste.
- ¡Por Juno sacrosanta! ¡Desafiando a Neptuno! ¡Cruzando tantísima agua! ¡¿Pero en qué estabais pensando, criaturas?! ¡Con la de monstruos que tiene que haber debajo de tanta ola! -
- Pues había menos de lo que siempre pensó casi todo el mundo. Y, además, los atrevidos que iban en busca de una ruta más directa y, que ellos creían, más corta, hacia las islas de las especias, se encontraron con algo que nadie, pero nadie, creyó jamás que pudiera estar ahí: el Nuevo Mundo -
- ¡Aaah!,.. Pero cuando nos contaste lo que era el chocolate, nos dijiste que allí ya vivía gente, así que, lo de nuevo, según para quién, ¿no? -
- Por supuesto. Para la gente que vivía allí, ya no era nada nuevo, puesto que habían llegado muchísimos siglos antes -
- ¿De dónde? ¿por dónde?¿también cruzando los mares? -
- Pues de todo hubo: muchos llegaron por tierra, por aquí arriba, en unos tiempos muy, muy lejanos, cuando estos dos extremos no estaban separados - le explico, señalando el paso desde Siberia a Alaska - Y otros, mucho más tarde, llegaron por mar, navegando entre grupos de islas, que fueron poblando, a lo ancho de todo el Océano Pacífico. Más o menos en sentido inverso al que nuestros navegantes, otros atrevidos, siguieron para cruzar hacia las tierras de las especias - le señalo la trayectoria aproximada de los viajes de expansión de los polinesios; y la que sería la ruta comercial del "galeón de Manila", ya en la Época Moderna.
- No creo que a Neptuno le hiciera ni la más mínima gracia que hubiera tanto barco dando viajes de un lado para otro por sus dominios,... ¡Pocos tuvo que echar a pique cuando se le retorcía el bigote!,... Y, dime, ¿por dónde están los lectores del Nuevo Mundo? -
- Coloquemos los puntos. Uno, bien grande, aquí, en lo que hoy se llama Estados Unidos de América -
 - ¿Es que los demás no lo están? -
- Es algo complicado de explicar, Prisca. Y son cosas que nada tienen que ver con la Antigüedad, y menos con la época concreta en la que tú viviste -
- Ya te digo. Nosotros sí que no teníamos ni la más mínima idea de que hubiera algo por ahí, al otro lado del Océano, que nadie sabía dónde acababa, porque Neptuno no dejaba a nadie ir muy lejos -
- Bueno, pues el punto de los Estados Unidos es muy grande, porque, después de en España, es dónde más lectores tenemos. Otro punto de buen tamaño, aquí, en México, donde también viven lectoras y lectores a los que tengo un cariño especial -
- Y donde se inventó el chocolate,... ¡Qué se me ha enfriado hace rato! -
- Para terminar, varios puntos más: por los lectores de Argentina, los más sureños,... -
- Casi se caen del mundo -
- No, Prisca, nadie se cae del mundo -
- Pues si es redondo, y ellos están abajo del todo,... ya me dirás -
- Un día de éstos, nos ponemos al habla con alguno de ellos, para que te explique que allí no se cae nadie -
- Entonces, seguro que están cabeza abajo -
- Tampoco. Ya verás,... Y, los puntos del Caribe, para Venezuela y para Trinidad y Tobago... Y si trazamos una línea de punto a punto, damos la vuelta al mundo -
- ¡Anda, pues es verdad!... Y ahora limpia ese rayajo y quítale esos redondeles pegajosos de colorines al "globo terráqueo", que lo has dejado impresentable... ¡Niña! ¿dónde vas? -
- Lo siento, Prisca. Tengo que atender el teléfono -
- Pues yo marcho. Que se ha hecho tardísimo y no voy a tener tiempo de echarle ningún buen rapapolvo a mi yerno antes de que regrese a los cuarteles. Ya volveré por aquí otro día -

- ¡Eh! ¡Lectores! ¿Hay alguien ahí?... No lo se, porque sigo sin entender cómo va esto de las cajas parlantes. Bien, de cualquier modo, si hay alguien por ahí, y aprovechando que ésta se ha puesto a hablar por una cajita chica que se ilumina y se mueve sola, zumbando como un abejorro, os voy a contar algo en confianza. No se lo digáis a ella, que la pobre se cree a pies juntillas las extravagancias de los filósofos, o científicos, como parece que se hacen llamar en estos tiempos modernos... Pero yo estoy segura de que el mundo ha crecido desde que yo era mocita. ¡Vaya que sí!. Y ahora lo he visto bien claro en esa pelota que ella llama "globo terráqueo"... Seguro que el titán ése de los griegos, el tal Atlas, cansado de cargar con el mundo a sus espaldas, en un despiste de los dioses, se ha puesto a soplarle dentro, como si fuera una vejiga. Así, lleno de aire, le pesa menos. Yo no quiero daros mal descanso, líbreme Juno de contar historias para no dormir,... Pero, una de dos: o los dioses se dan cuenta de la pillería de Atlas y arman la de Troya; o a Atlas se le va la fuerza por la boca, y a base de inflar, la pelota revienta,... Iba a decir como un sapo, pero a ella no le gusta imaginárselo, y tampoco quiero revolveros el estómago. Así que imaginaros otra cosa,... si podéis,... -

miércoles, 25 de mayo de 2016

LOS DOS MEJORES AMIGOS DEL HOMBRE

"El lector"

Estimados lectoras y lectores:

Esta entrada va dedicada a todos vosotros, ya que, en el poco tiempo que mis personajes y yo llevamos saliendo a vuestro encuentro en este blog, hemos podido dar la vuelta digital al mundo en un puñado de clicks. A los lectores de Europa, América y el Próximo Oriente se acaban de unir los de Filipinas, acercando el Lejano Oriente a nuestras páginas y completando esa peculiar vuelta al mundo.


Para celebrarlo, os traigo una visión del Pasado desde el Presente, en forma del logotipo que la Editorial Mundo Latino escogió para representarse gráficamente. Se podría titular El lector, y está inspirado en el relieve de una lápida funeraria griega, en la que el difunto se hizo esculpir acompañado por sus dos mejores amigos: un libro y su perro. El hombre, de aspecto juvenil e idealizado, lee un rollo sentado en una silla. A sus pies, entre las patas de la silla, descansa tranquilamente un perro de tamaño mediano y hocico corto, que el escultor utilizó como símbolo de la lealtad inquebrantable de los canes.


Esta imagen la he sacado de un librito encantador, publicado por Mundo Latino en las primeras décadas del siglo XX, titulado "El arte de escribir cartas". El ejemplar con lleva fecha de edición, pero debió ser antes de 1927, cuando la editorial fue adquirida por otra.



lunes, 23 de mayo de 2016

CLARINES Y TROMPETAS PARA UN DIOS POLIVALENTE

TUBILUSTRIUM

El día 23 de Mayo se celebraba, en Roma y en muchas otras ciudades de la Península Itálica, una ceremonia denominada tubilustrium, consagrándola en honor al dios Vulcano.
Un tubilustrium era una ceremonia eminentemente militar, en la que se realizaba la lustratio de las tubae (tubas). Si hay alguien aficionado a los latines en la sala, se ruega que por favor se abstenga de hacer el chiste fácil, y no pretenda traducirlo como "el día de sacarle lustre a las trompetas". Una lustración era una ceremonia muy seria, que consistía en una purificación ritual, normalmente mediante la aspersión de agua lustral. Y, sí, las tubas eran trompetas. En este caso, eran los instrumentos musicales utilizados en la rutina castrense los que se purificaban, comenzando por las tubae; seguramente siguiendo por los demás instrumentos de viento - cornu (especie de trompa), lituus (especie de clarín), bucina (especie de corneta) -; y, llegando probablemente hasta los silbatos de los centuriones.
La consagración del día y la ceremonia a Vulcano se debe a su advocación de dios guerrero. Ésta era una de las muchas de esta polifacética y antigua divinidad, cuyo nombre se documenta también como Volcanus o Volkanus, relacionado con el dios etrusco Velxanu. Como éste, era un dios agrario, responsable de aportar el calor necesario para la germinación de las plantas, formando pareja, en Roma, con la diosa Maya, de la que ya hablamos y que, probablemente, había dado el nombre al mes en el calendario antiguo. Vulcano. como Velxanu, también era el dios productor, o "forjador", de los rayos, y, a su vez, protector contra los incendios provocados por la caída de estos meteoros. En la ciudad de Roma, además, se le consideraba también como el dios del fuego del hogar, relacionándolo, como veremos en su momento, con la diosa Vesta.
Una sociedad tan guerrera como la romana no podía menos que apreciar lo valioso del efecto destructor del fuego sobre los enemigos, o de los incendios ocasionados por los rayos sobre sus bienes y tierras, así que, desde el principio, una de sus más antiguas funciones para con los romanos fue la de dios de la guerra, al que, aparte de la dedicatoria del tubilustrium de Mayo, se le ofrecían las armas capturadas al enemigo en el campo de batalla.
Las fiestas principales de Vulcano se celebraban en verano, como corresponde con la divinidad calorífera que era, así que entonces hablaremos con más detenimiento sobre este viejo y querido dios romano.
Ese apego a su numen original dio lugar a que, pese a los esfuerzos por asimilarlo a un dios griego, en los tiempos en que el panteón se volvió greco-romano, esto no tuviera un efecto real. Su "oficio" etrusco-romano de "fabricante" de los rayos, y, por tanto, muy cercano a Júpiter, principal usuario divino de éstos, facilitaba la posibilidad de identificarlo con Hefesto, el herrero olímpico. De ser así, se convertía en hijo legítimo de Zeus/Júpiter y Hera/Juno, perdiendo su independencia como divinidad y descendiendo un grado en el escalafón de ésta, al pasar a ser dios-hijo. Tampoco salía ganando en otras cuestiones, ya que Hefesto, a pesar de ser un dios, era cojo. La cuestión de la cojera tiene dos versiones legendarias, ninguna de las cuales deja muy bien parados ni a sus progenitores, ni al resto de sus divinos parientes. La primera cuenta que ya nació cojo, y que su madre lo despeñó desde lo alto del Monte Olimpo para deshacerse de él, conforme a la costumbre de algunos pueblos griegos. La segunda relata que el problema de la pierna de Hefesto no era de nacimiento, sino de algo más tarde, cuando, tras enfurecer a su padre, éste lo tiró desde las olímpicas alturas, en una caída libre que duró un día entero y de la que no quedó bien parado. Ambas versiones coinciden en que su cojera le convirtió en el hazmerreir de toda su parentela, que se burlaba cruelmente de su forma de andar. Puede que para intentar compensarlo, sus divinos padres le arreglaron un matrimonio de conveniencia con Afrodita, la más bella del Olimpo. Pero la linda esposa le salió rana, ya que tenía una cierta vena casquivana que la llevó, en la forma de su advocación más voluptuosa, a engañar a Hefesto con dioses y hombres mucho más atractivos que él, y con ocupaciones más prestigiosas o limpias que la suya, que era la de pasar la vida en una fragua, fabricando rayos y forjando armas y armaduras para todo héroe necesitado de ellas. Los romanos, a pesar de la facilidad con la que adoptaban y asimilaban dioses de otros panteones, no quisieron nunca realmente que su polivalente Volcanus se confundiera con Hefesto, de poderes mucho más limitados. Pese a que se documenta algún intento oficial de identificación, en realidad, ésta sólo quedó para filósofos, eruditos, mitógrafos y, desde luego, poetas, porque, eso sí, hay que reconocer que el severo, buen marido y eficaz apoyo militar de Volcanus, daba mucho menos juego que el pobre Hefesto, nacido en una familia desestructurada (padres incestuosos, intentos de infanticidio, parientes proclives a la crueldad mental), con la ocupación menos prestigiosa del Olimpo (por muy divina que fuera, una fragua era un sitio sucio y extremadamente caluroso), y un matrimonio desgraciado con la más guapa del baile, que iba de adulterio en adulterio, convirtiéndole en objeto de todo tipo de bromas sobre cornamentas.

Aunque también cabe la posibilidad de que los romanos no quisieran dar a Vulcano el disgusto de compararle con Hefesto, porque temían quedarse sin su bendita protección contra los ardientes efectos de los rayos. El Sileno se ríe en su pared, y susurra con su voz sin palabras de oráculo montaraz: "¡cuidado cuando se lo preguntes a ellos!".
Ellos, para los que sintáis curiosidad, no han venido hoy porque están "sacando lustre a las trompetas".


sábado, 21 de mayo de 2016

SER O NO SER,... JÚPITER

Detalle de pintura al fresco (Pompeya, Italia)


EL EXTRAÑO CASO DE VEDIOVIS

El 21 de Mayo se dedicaba a Vediovis, celebrando un agonium, o sacrificio cruento, en su honor. 
Esa forma de veneración nos habla indirectamente de lo muy antiguo de su culto, ya que, en su origen, en los remotos tiempos legendarios, se trataba de un sacrificio humano. Una vida a cambio de salvar muchas otras vidas, ya que, con el agonium se pretendía que la divinidad no castigara a la ciudad con ninguna epidemia. Con el paso de los años y la paulatina "humanización" de las costumbres y los rituales, las víctimas sacrificiales pasaron a ser cabras o cabritos, que se inmolaban ritu humano, o sea, conforme al rito de las víctimas humanas, pero sustituyéndolas.

Podríamos considerar que el paso del tiempo había perjudicado en cierta forma a Vediovis, porque, en la época en la que transcurren nuestras novelas, se le veneraba no como divinidad independiente, sino como advocación de Júpiter. No obstante, si, según los eruditos de la época - y posteriores -, había sido originalmente un dios etrusco o centroitálico, Vediovis perduró en el panteón latino porque se asimiló a uno de los roles opuestos de Júpiter. El numen beneficioso, dispuesto a favorecer y ayudar a sus devotos, era conocido como Diovis; y el numen perjudicial, funesto y airado, se identificó con Vediovis (o Vedius), que, entre otras cosas tremendas, podía lanzar terribles enfermedades sobre los hombres, arrojándoles los rayos que se representaban en su mano.
Por otra parte, en verano, como veremos más adelante, se celebraban otras fiestas en su honor, en las que era celebrado como un dios benéfico, lo que complica aún más su peculiar caso. Y la complicación prosigue, ya que la posibilidad de lanzar enfermedades sobre los hombres, o no hacerlo, si éstos eran capaces de mantenerlo apaciguado con los ritos y sacrificios oportunos, le identificó también con la advocación de Júpiter Salutaris, asociada a Esculapio /Asklepios desde el siglo III antes de Cristo, tras el fin de una epidemia que asoló la ciudad de Roma. Finalmente, esto acabó dando lugar a confusiones con Apolo, cuyas flechas tenían la misma capacidad de propagar epidemias, y que se representaba, como Vediovis, en forma juvenil. La única diferencia entre ambos iconos estaba en si lo que llevaban en la mano era un haz de flechas (Apolo) o de rayos (Vediovis).

Como en el caso de todas las divinidades muy antiguas, los eruditos de la época de nuestras novelas diferían en sus opiniones sobre su origen; y en si considerar a Vediovis como un numen funesto o benéfico. Parece ser que, por si acaso, le veneraban de las dos maneras, en diferentes meses del año. En Mayo, tal día como hoy, y en consonancia con la estrecha relación entre este mes y el más allá, como divinidad infernal, pues eran innumerables los que podían morir a causa de las enfermedades que su ira desatada podía traer a la tierra.

A principios el siglo I antes de Cristo, algunas décadas antes de la fecha en que nuestro narrador comenzara a escribir el material para nuestras novelas, se había dedicado una estatua de Vediovis en su templo del monte Capitolio, en Roma. Y sabemos que era de madera de ciprés policromada, y que, avanzado el siglo I después de Cristo, todavía se conservaba y recibía culto. Una estatua romana de madera resultará chocante a muchos de nuestros lectores,  acostumbrados como estamos a las esculturas de mármol de los museos. Pero la realidad de la Antigüedad era que muchas de las representaciones divinas se tallaban en madera. Y esas tallas, como las de piedra, estaban acabadas en una policromía que resulta impactante para nuestra sensibilidad ante el Arte Clásico, educada a través de los ojos del Neoclasicismo y el Romanticismo, con una visión propia del mundo contemporáneo. El que no encontremos ninguna de esas tallas en los museos se debe a que la madera presenta unos problemas de conservación (sensibilidad a los cambios de humedad y temperatura, ataques de insectos xilófagos, extrema vulnerabilidad ante los incendios) que no tienen la piedra, por lo que, tras un par de largos milenios, son las esculturas realizadas en esta última materia, junto con las de metal, las que han llegado hasta la posteridad.

Para ilustrar esta entrada, un detalle de una pintura al fresco procedente de Pompeya (Nápoles, Italia), en el que se representó lo que parece un cabrito, la víctima perfecta para templar el mal genio de Vediovis.
- Pues la cosa pinta mal, querida, - me dice el tribuno, desde su ya familiar rincón de lectura en mi sofá - porque si el cabrito ése va corriendo, quiere decir que se le ha escapado a los acólitos del sacerdote oficiante del agonium -
- ¿Y eso es mala señal? -
- Funestísima. De momento, habrá que repetir el ritual del sacrificio; y luego esperar en vilo, por si el divino numen decide aceptarlo, o fulminarnos con alguna pestilencia. Aunque, lo primero, habrá que ver si los acólitos son capaces de pillar de nuevo al animalillo -

jueves, 19 de mayo de 2016

LA CIGARRA, EL GRILLO Y UN DESPISTE MONUMENTAL

Cigarra de cristal de roca (T. Piquet, 2015)
El tribuno hace un amago de protesta cuando le saco de la lectura. Ha estado casi toda la tarde en el sofá, disfrutando de cuanta documentación he podido facilitarle sobre las grandes epidemias de peste negra que asolaron Europa a partir del siglo XIV. Todo le ha parecido interesantísimo, he incluso ha dejado escapar un entusiasmado "lo sabía", cuando ha leído que el vector de transmisión eran las ratas, mejor dicho, las pulgas que parasitaban a las ratas, y que picaban tanto a éstas como a personas. Cuando le he llamado para que venga a ayudarme a solucionar una duda que me ha planteado un lector, estaba partiéndose de risa al ver la vestimenta especial que utilizaban los médicos, ya en la Edad Moderna.
- Seguro que, si se libraban de la pestilencia, no sería precisamente por ir disfrazados de espantajo -
- Tribuno, por favor, si eres tan amable,... -
- Querida, ya te he dicho en varias ocasiones que no soy mitógrafo, y que, mis investigaciones, a los mitos, más los desmienten que otra cosa,... Por no hablar de la perspectiva que sobre ellos el pensamiento lógico,... -
- Por favor,... -
- Sea - me concede con un gesto - A ver, hijita, ¿qué es eso que atribula al lector? -
- Pues se trata de una de las imágenes que utilicé para ilustrar las entradas sobre las Lemuria, en la que se veían varias piezas de cristal de roca, procedentes de las necrópolis de Gades. Entre ellas había tres cigarras, y nuestro lector quiere saber por qué estaban esas tallas de insectos entre los objetos de un ajuar funerario -
- ¡Oh, Gades! Hermosa ciudad. ¡Qué buenos ratos pasé siempre en ella! ¡Y qué buenos amigos me brindaron su grata compañía!,... -
- Disculpa - le interrumpo, porque ha puesto la cara de ir a contar batallitas - ¿Podemos dejar los recuerdos sobre Gades para otro día?,... Tus lecturas sobre la peste se han comido casi toda la tarde y no tenemos mucho tiempo para resolver esta duda de nuestros lectores -
- Dijiste "lector" -
- Sí, un lector lo ha planteado, pero estoy segura de que muchos otros se hacen preguntas parecidas. ¿Vamos a ello? -
- Vamos. La cuestión es, si mal no te he entendido, que por qué alguien pondría esas figurillas de cigarras en una tumba -
- Sí. Él quiere saber si hay algo que vincule a las cigarras con la muerte -
- Pues, no. En realidad, y, si nos atenemos a una de las versiones de un mito griego, con lo que están vinculadas es con la inmortalidad -
- ¿Y qué mito es ése? -
- ¡Socrasanta Minerva!,... Si ya sabía yo que de una forma u otra me ibas a enredar y a hacerme contar mitos -
- No te hagas de rogar, tribuno -
- Embaucadora, como todas las mujeres - gruñe, medio en serio, medio en broma.
- ¡Calla!, ¡que mis lectoras te lapidan! -
- En fin, contaré. Pero que conste que lo hago a cambio de haberme permitido tan sabrosas lecturas vespertinas -

Sobre gustos no hay nada escrito, queridos lectoras y lectores. Allá él disfrutando con las crónicas e investigaciones sobre la "muerte negra". Pero le permito salvar la honrilla.

- El mito que, de alguna forma, vincula a la cigarra con la inmortalidad, es el que narra los amores desgraciados de Titono y Eos. Estos devaneos comenzaron muy bien, pero no lo acabaron tanto. Eos, la de los rosados dedos, tal como la llamara Homero en sus inmortales obras, era hija del titán Hiperión, y era absolutamente encantadora, aunque tenía el feo defecto de que se enamoraba de mortales y los raptaba para así vivir a gusto sus amoríos con ellos. Enamoróse pues de Titono, guapo hermano de Príamo, el desgraciado rey de Troya,... Lo de la guerra de Troya le dio mucho juego a los griegos,... En fin, que formaron un matrimonio muy bien avenido y tuvieron dos hijos, uno de ellos, Memnón, héroe muerto por el gran Aquiles,... Dejemos la guerra de Troya, que me desvío. La cuestión es que Eos era tan feliz con su Titono que pidió a Zeus que le concediera la inmortalidad, para poder estar siempre juntos. Ella era hija de titanes, lo que al olímpico entre los olímpicos no le debía traer buenos recuerdos, pero debió caerle en gracia la afición por el rapto de Eos, que él compartía,... De hecho hay otra versión por ahí que hace a Titono hermano de Ganímedes, el chicuelo que Zeus raptó para que le sirviera de copero en los banquetes del Olimpo,... Vuelvo a divagar -
- Céntrate, o vamos a perder el hilo -
- Necesitaríamos traer por aquí a la buena de Ariadna - se ríe - Si eso fuera posible -
- Al mito, tribuno. A este mito. Eos había pedido la inmortalidad para su amado Titonos, ¿y qué pasó? -
- Que Zeus se la concedió encantado y de manera inmediata. Pero, y aquí es donde entra el animalillo en cuestión, Eos tuvo un despiste irreparable, uno de tantos que hubo a lo largo de los tiempos legendarios y que dieron lugar a que la gente de mi época anduviera siempre con mucho cuidado con qué pedía a los dioses, porque Zeus respondía al pie de la letra. ¿Inmortalidad quieres? Inmortalidad tienes. De forma que Titonos no moría nunca, pero el tiempo pasaba igualmente por él. Con el transcurso de años incontables, el pobre inmortal se convirtió en un vejestorio de decrepitud infinita, porque la despistada de su divina esposa olvidó pedir a Zeus que también le concediera la eterna juventud. A ella, que tanto amaba a Titono, le pesaría por los siglos de los siglos, y a él, mucho más. Dice la leyenda que su decadencia llegó al punto de convertirse en cigarra, quejándose eternamente de su hado -
- Entonces esa podría ser la relación con el contexto fúnebre, un deseo de inmortalidad para el espíritu de la persona fallecida, y un lamento por la muerte de su cuerpo -
- Eso es mucho decir, querida mía, porque hay otras versiones del mito, en las que el animalillo en el que deviene Titonos no es cigarra, sino grillo. Otra bestezuela que suele amenizar los veranos con sus chirridos -
- Pues está claro que las figuritas que hay en el Museo de Cádiz son cigarras -
- Cierto. Sus alas, sus cuerpecillos más bien rechonchetes y sus ojos saltones,... - mira con detenimiento las fotos - Están muy bien hechas. Sólo les falta chirriar -
- ¿Entonces? -
- No lo se, querida. Pero si quieres puedo consultar con un buen amigo mío, que, casualmente, en mi época, vivía en Gades, y que es un gran estudioso de los insectos. La última vez que estuve por allí estaba a punto de dar a la copia un extenso manuscrito sobre los saltamontes... De cualquier forma, las cigarras, por sus chirridos, también estaban relacionadas con la música y con Apolo. De hecho, en muchas alegorías de la música, los griegos representan a ésta por una lira o un arpa sobre la que hay posada una cigarra, porque, según otro mito, hubo un grupo de admiradores de las Musas, que, tan absortos estaban escuchando la música divina, que se olvidaron de comer,... otro despiste,... y murieron de inanición. Las Musas, compadecidas, pidieron a Zeus que los metamorfoseara en alguna criatura musical, y él, haciendo gala de su mejor humor negro, les convirtió en cigarras. Podía haberlos convertido en aves canoras, pero no. Por otra parte, los griegos también suelen llamar cigarras, como insulto, a los malos músicos y poetas. Así que,... -
- Pues estamos más o menos como al principio -
- Recapitulemos: según lo que he ido contando, las figuritas de cigarras podrían tener que ver con el deseo de inmortalidad, con una alusión a la afición a la música, o con un velado insulto por esa misma afición a la música. Por otra parte, también podrían ser animalitos de juguete en una tumba infantil, ya que a los niños les gusta coger insectos; o recordatorio de la afición a éstos de algún docto adulto, como ese buen amigo mío,... A propósito, ¿no será...? -
- No, no te preocupes. No proceden de la tumba de ningún entomólogo -
- Ya sabes, querida, que tengo asumido que, a día de vuestro Presente, yo, todos cuantos alguna vez conocí e incluso mis descendientes, estamos muertos; pero concédeme que resulta impresionante la posibilidad de encontrarme con sus epitafios... Si alguna vez das con el mío, no me lo digas -

Concedido, tribuno.

Esta entrada, que sigue, en cierta forma, la línea funesta propia del mes de Mayo de romanos y latinos, está dedicada a nuestro estimado lector, Ángel, que no sólo fue el primero en lanzarse a hacer comentarios en el blog, sino que también ha sido el que ha planteado la cuestión de las "chicharrillas", como le gusta llamarlas.
La foto que uso para ilustrar esto es un detalle del conjunto de figuritas de cristal de roca que se conserva en la exposición permanente de Arqueología del Museo de Cádiz, y que os mostré al completo en una entrada anterior.

miércoles, 18 de mayo de 2016

¡QUÉ VIENE LA VIEJA!

Hoy no me acompaña ninguno de mis personajes, pues, cuando hablo de su proceso de creación a terceras personas, no puedo evitar sentir una especie de pudor ante mis criaturas.
Esta tarde voy a hablaros de Prisca. No es la primera vez que lo hago en este espacio, donde os presenté su personaje en una entrada titulada "La suegra". En esta ocasión, el motivo es diferente, ya que os confirmo, no sólo que la vieja ha llegado, sino que ha venido para quedarse.

A Prisca la creé hace tiempo, cuando escribía el guión de otra novela (ya tendréis oportunidad de leerla, queridos impacientes), como contrapunto humorístico de mis personajes principales, un elenco de hombres duros como el pedernal. Me pareció, en mi visión tragicómica de la Antigüedad, que una viejecita creaba el contraste que buscaba, oponiendo su aparente fragilidad, y su lengua viperina de personaje de comedia, a los recios legionarios, a los que los golpes de la vida sobre el yunque de la guerra habían vuelto de acero. Para facilitar su relación con ellos, la convertí en la suegra del asistente del personaje narrador, y le diseñé el pasado que entre ella misma y yo os contamos.
Al comenzar la andadura de este blog, a la espera de que la primera novela de la serie salga a la calle y podamos hablar ampliamente de su argumento y del elenco de personajes, decidí seguir adelante con el plan que tenía para este espacio. Los personajes principales irían apareciendo, aunque sin desvelar muchos datos sobre ellos (seguro que alguien habrá caído en la cuenta de que todavía no os he dado el nombre de ninguno de los protagonistas), y recurriría al reparto de secundarios para ir amenizando las entradas hasta entonces.
Nuestra amiga Prisca, en la primera de las novelas, no es ni siquiera personaje con frase. Aparece, por supuesto, pero entre los extras. Su aparición, como os dije antes, la tenía prevista para un momento más avanzado de la serie, en el que figuraba como testigo de un crimen. Mientras, haría apariciones de vez en cuando, formando parte de los contrapuntos satíricos, con algunas frases irónicas y pullas sin cuento, lanzadas a su yerno y compañeros de armas, como dardos más afilados que los de los peores enemigos.
Pero la viejecilla de lengua viperina y humor cáustico se nos ha hecho entrañable en sus visitas por este Futuro nuestro, tanto que tiene auténticos admiradores entre los que ella llama "los modernos", y, para qué ocultarlo, yo misma también le he cogido cariño. Así que, queridos lectoras y lectores, Prisca, martillo de yernos, no sólo va a seguir con nosotros, animando el blog con sus historietas, sus peculiares versiones, a la plebeya, de los mitos, su gusto por los enredos y sus recetas de cocina, sino que le voy a dar manga ancha para que campe por sus respetos en las novelas, entre los que ella llama "pechos de lata". Será uno de los personajes secundarios fijos del elenco, y, de hecho, así será ya en la segunda de las novelas de la serie. Como diría uno de los protagonistas: "¡Marte nos asista! Tenemos vieja para rato". Lo siento, queridos, pero no puedo evitar que me encante su desparpajo al llamaros "muchachetes de la quincalla en el pecho".

Para ilustrar la entrada he recuperado la fotografía que utilicé en la entrada "La suegra", una escultura funeraria de la época de nuestras novelas (finales del siglo I antes de Cristo), procedente de las necrópolis de la antigua ciudad de Pompeya (Nápoles, Italia), que representa a una anciana matrona.

GLOSARIO
Prisca - apodo latino que significa vieja, antigua, arcaica, venerable.

Para los más curiosos, os diré que todos los apodos (cognomina) latinos tenían, como hoy en día, un significado relativo a alguna cualidad o característica física o moral de la persona que los llevaba; o de algún antepasado suyo, ya que los apodos se podían "heredar", igual que los nombres, para honrar a los parientes o para alardear de pertenecer a determinada rama de una familia. A veces, indicaban procedencia geográfica, o hacían relación al lugar que se ocupaba entre los hermanos de una misma familia. Y muy a menudo están cargados de humor y mordacidad, de forma que algunos, más que apodos, llevaban toda su vida una broma pesada en el nombre, aunque no tuviera nada que ver con ellos, sino con el tío famoso de su abuelo.

martes, 17 de mayo de 2016

A FALTA DE PAN, BUENAS SON TORTAS

Copita de cerámica (T. Piquet, 2015)
Hoy es el Día Mundial de la Repostería. Un día cuya celebración pone de acuerdo a todo el mundo. A nadie le amarga un dulce,... ¿o sí?.
Para poner nuestro granito de arena en esta dulce efemérides, Prisca me ha prometido darnos una receta de las que ella preparaba. La forma de hacer estas tortas dulces pasaba de generación en generación, era muy fácil de hacer y los ingredientes se podían encontrar en casi todas las despensas latinas.
- Adelante, Prisca, nuestros lectores son todo oídos -
- Ojos, dirás, bonita,... que según me has contado, nuestros descendientes leen en alguna parte, y de alguna manera que no entiendo, lo que tú y yo decimos -
- Pues muy bien. Si lo prefieres, diremos que son todo ojos,... y también paladar, porque se de más de un goloso al que ya se le está haciendo la boca agua; y de más de una intrépida cocinillas que ya tendrá preparado el bloc de notas para no perderse una coma de lo que tú digas -
- ¡Oich! ¡qué cosas me dices! ¡me voy a poner como una amapola! ¡a mis años! -
- No sabía si decírtelo, pero tienes tus admiradores,... -
- ¿Cómo? -
- Sí, Prisca. Algunos de los que tú llamas "nuestros descendientes", me preguntan por ti cuando no apareces por aquí,... y hasta les gustaría saber tu opinión sobre algunas cosas -
- ¡Qué me dices, niña! -
- A este paso voy a tener que abrir una "sección de consultorio" para que les atiendas -
- ¡Ay! Quita, quita, que yo no entiendo de cajas parlantes de éstas,... ni quiero entender, Juno me valga -
- Como quieras... Vamos a por la receta -
- Eso... Pues es muy sencillita. Sólo se necesita harina, agua o leche, un poquito de aceite, miel y una copa -
- ¿Una copa de qué? -
- Una copa de una copa. No es ingrediente, bonita, sino un cacharro para cortar la masa. Coges la copa, le das la vuelta, la aprietas contra la masa y, ¡ea!, ya tienes una torta bien redonda,... Cómo se nota que os habéis acostumbrado a que los chismes modernos os lo den todo hecho,... qué desperdicio de habilidad y de imaginación -
- Bueno, mujer, no nos riñas tanto, y cuéntanos algo más sobre los ingredientes -
- ¿Qué hace falta decir? -
- Veamos: harina, ¿de qué tipo? -
- ¡Ah!, eso. Sí, ahí tienes razón, hijita. Y, para variar, te la doy. Hay muchas clases de harina. Para estas tortas, lo mejor es la harina blanca, bien molida y bien cernida. Si te resulta muy cara comprar la harina fina, pues compras la normal y la pasas tú en tu casa por tu propio tamiz -
- O sea, cocinillas de este Futuro nuestro, que conviene utilizar harina especial para repostería, o incluso harina de maíz -
- ¿Qué es "harina de maíz"? -
- El maíz es una planta que produce grano, y éste se puede moler, como el trigo o el centeno, para conseguir harina. Esa harina es muy fina y da muy buenos resultados en repostería. El maíz es una de las plantas nativas del Nuevo Mundo que vosotros no pudisteis llegar a conocer, y del que ya os he contado algunas cosas -
- ¡Ah, sí! El sitio donde se criaba el chocolate -
- La planta del cacao, que es de donde se obtiene el chocolate -
- Da lo mismo. Tú me entiendes -
- Yo sí, pero puede que algunos de nuestros lectores no... Sigamos con los ingredientes: ¿agua o leche? -
- Eso, al gusto de cada quisque. Lo que sea, pero en cantidad suficiente para hacer una masa bien ligada con la harina -
- ¿Y el aceite? -
- Para freír las tortas, pero poquito, lo justo para engrasar la sartén, que si no, se lo beben todo y quedan pringosas -
- Por supuesto, el aceite, de oliva -
- ¿Y de qué va a ser si no, bonita? ¿de nabos?,... ¡Anda que tienes unas cosas! -
- Verás, Prisca, es que hoy en día existen otros tipos de aceite,... -
- Ni me los mientes, porque otra cosa han de ser. Aceite, o sea, oleum, que es como se llama en latín de toda la vida, es el zumillo que se saca prensando las olivas, que son el fruto del olivo. Y no otra cosa -
- Bien, bien. Ya tenemos lo básico, así que, ahora, el cómo se hace -
- Pues facilísimo. Para un viaje como éste no necesitamos alforjas,... pero ya se que a los modernos hay que explicároslo todo. ¡Juno sacrosanta: paciencia para esta pobre devota tuya!... A ver: cogemos la harina, la ponemos encima de la mesa de la cocina formando un montoncillo. Ahuecamos el centro del montoncillo con el puño, y echamos el agua o la leche. Después lo mezclamos para que se ligue bien, y después amasamos. Cuando la masa está en condiciones, vamos, que ya no se queda pegada en los dedos, la estiramos sobre la mesa con un rodillo. O sea, que tenemos una bola de masa y con el rodillo de madera,... ¿sabes lo que es un rodillo?,... sí, ése que viene muy bien para atizar al yerno que trasnocha,... pues con eso la aplastamos primero; luego, le damos pasadas por encima, hasta que la dejamos bien planita sobre la mesa, en la que habremos echado antes un puñadito de harina, para que la cosa sea más fácil. Entonces hacemos lo de la copa, ya sabes: se coge, se le da la vuelta y se recortan con ella trozos redondos de masa -
- Y ya tenemos las tortas -
- Sí, bonita, pero crudas. Lo que hay que hacer a continuación es poner el aceite a calentar en la sartén. La sartén, mejor si es de las grandes de hierro, porque así fríes más tortas de una vez, y también es más fácil irles dando la vuelta cuando convenga... Cuando el aceite esté bien caliente, aunque antes de que eche humo, que hay mucha lenguaraz que se va a pegar la hebra mientas se calienta el aceite, y cuando viene a caer en la cuenta, se le ha chamuscado,... Pues eso, que cuando está caliente, se van friendo las tortas, por un lado y por otro -
- Y un chorrito de miel ¡y listas!, ¿no? -
- Eso mismo, hija.

Pues eso mismo: a celebrar el Día Internacional de la Repostería con esta veterana y sanísima receta, que estará lo dulce que queráis, dependiendo de la cantidad de miel a la que cada uno llame "chorrito".
Como curiosidad, os diré que el gran Apicio incluyó una receta de esto entre sus dulces. La diferencia, como ya vimos en la entrada sobre las torrijas, estaba en que, al final, junto con la miel, se les añadía canela, o pimienta (esto, para los amantes de las emociones fuertes de estómago), para convertirlas en postres de lujo.
- Si ya te dije entonces que el Apicio ése era un pillastre bueno. Seguro que copió las recetas de su madre, o de su abuela, las empolvó con especias y, ¡ea!, lujo asiático para ricachones -

Como no tengo ninguna buena fotografía de estas tortas, ilustro la entrada de hoy con una pequeña copa que, probablemente, una matrona como Prisca podía haber tenido entre la vajilla de su alacena; y a la que también habría dado otros usos, aparte de beber en ella, como, por ejemplo, cortar la masa para tortas, pastas o galletas. Habrá quién se extrañe de no encontrarle el pie alto a la copa, y le diremos que no, que no está rota. Tiene un pequeño pie anular, apenas marcado, lo suficiente para hacerla estable; porque en la Antigüedad había muchos tipos de copa, algunas con pie alto, otras con pie bajo, y otras, como ésta, prácticamente sin pie. Algunas tenían asas, y otras, no.

¿Le tiramos el guante a Yolanda, para que se anime a hacer unas tortas y a enviarnos unas fotos para el Blog? El picarón del Sileno se relame de gusto y dice que sí con la cabeza.

lunes, 16 de mayo de 2016

PROTECTOR DE MERCADERES Y MENSAJERO DE LOS DIOSES

Mercurio, en panel de azulejos (T.Piquet, 2016)
Los Idus de Mayo

Ayer, día 15, hubieran sido los idus del mes de Mayo, y, como tales, habrían estado consagrados a Júpiter. No obstante, el 15 de Mayo se celebraba la festividad de otro de los dioses mayores del panteón romano, Mercurio (Mercurius), ya que ésa fue la fecha de la dedicación de su principal templo en Roma, en el siglo V antes de Cristo.

Mercurio era una antigua divinidad latina, cuyos orígenes se pierden en el tiempo legendario, y a la que también se veneraba en algunos lugares de la Campania. Su principal área de actividad era la protección de la actividad mercantil, en concreto, la relacionada con los alimentos. Sus paralelos con los dioses de sus vecinos, como el Turms de los etruscos y el Hermes de los griegos, harán que, paulatinamente, se le fuera venerando como el dios patrón de todo tipo de negocios. Así, Mercurio acabó siendo el dios del comercio, protector de las ventas, de los tenderos, del transporte de mercancías, de los cambistas, de los tenedores de cuentas, y de todo lo que generaba ganancias a partir de intercambios mercantiles, como las navieras. Aparte, se le reconocía también como la divinidad protectora de todos aquellos que se encontraban en algún peligro; y de los que iban de viaje, aunque el motivo de éste no fuera comercial. Tenía también una dimensión que podríamos llamar estatal, puesto que velaba por la construcción de los acueductos y era la divinidad tutelar del censo, de la paz y de la concordia.

Su asimilación al Hermes griego le favoreció, puesto que le convirtió en hijo de Zeus/Júpiter y acumuló funciones divinas nuevas, como la de ser el mensajero oficial de los dioses olímpicos, precursor de las victorias y conductor de las almas de los difuntos, pues era quién, conforme al mito, las recibía al otro lado de la laguna Estigia cuando Caronte las desembarcaba en la orilla del más allá.

Para ilustrar esta entrada os traigo una fotografía de una alegoría del comercio y el transporte de mercancías, representada por Mercurio, que se encuentra en uno de los bonitos paños de azulejos que decoran las paredes de la estación del ferrocarril de Jerez de la Frontera (Cádiz, España). En ella se le representa como un joven tocado con el sombrero típico de los viajeros, el petasus, adornado con alas; con las sandalias aladas que le hacían el más de veloz entre los inmortales; y portando su símbolo, el caduceo.

sábado, 14 de mayo de 2016

RESACA DE LEMURIAS: UN ESPÍRITU CODICIOSO Y MUCHO TEATRO

Elementos de ajuar funerario de cristal de roca (T.Piquet, 2015)
Hoy os he traído, para ilustrar esta última entrada de Lemurias, otro tipo de ungüentarios de uso fúnebre. Los que veis en la fotografía están hechos de cristal de roca, y, como podéis apreciar, son de diferentes formas y tamaños. Junto a ellos, también tallados sobre cristal de roca, unas conchas marinas y tres cigarras. Estos preciosos objetos proceden de las necrópolis gaditanas, y forman parte de la exposición permanente del Museo de Cádiz (España), bella ciudad costera que tiene el honor, - comprobado arqueológicamente - de ser la más antigua ciudad de Europa Occidental. Fue siempre una próspera ciudad dedicada al comercio ultramarino, y la riqueza de los ajuares funerarios de sus necrópolis antiguas (se han hallado tumbas fenicias, púnicas y romanas) son una buena muestra de ello.

- Y bien, ¿apareció o no apareció anoche ese lemur que os estaba dando tanto trabajo? - le pregunto al narrador de nuestras novelas, que, a pesar de lo ocupado que está últimamente con sus investigaciones, ha accedido a venir hoy a hacernos una corta visita.
- Apareció, Flaquilla. Y lo pillamos - sonríe satisfecho.
- ¿Cómo fue la captura?,... que supongo que no sería fácil -
- Dices bien. No lo fue. Pero mi trampa funcionó, y, finalmente, atrapamos al supuesto lemur -
- Un trampa,... como si estuvieras de caza - digo, esperando que nos relate lo sucedido.
- Eso mismo -
Está claro que las sutiles indirectas femeninas no sirven para nada con este hombre. Hay que ir de frente y con banda de música.
- ¿Serías tan amable de contarnos a los lectores y a mí qué clase de argucia utilizaste? - le pido.
- Sería. Pero es largo de relatar y aún no he terminado de redactar el informe -
- Pero algo podrás contarnos, digo yo. ¿Era realmente un espíritu?  -
- Sí, algo puedo contar - sonríe - Y no, no era un espíritu. Era, como ya te dije que no había otra, una persona que pretendía hacerse pasar por lemur -
- Pues esa persona debía ser muy buena disfrazándose e interpretando el papel de espíritu vengador, porque aterrorizó a la familia de la difunta, y consiguió alborotar a todo el vecindario, varias noches seguidas -
- Concedamos que no lo hizo tan mal - dice, encogiéndose de hombros.
- Pero el efecto en los familiares,... -
- Es que todo quedaba en familia -
- ¿En familia? ¿en la familia de la difunta? ¿quién era? -
- Un hermano suyo. Uno de los que vinieron de Hispalis. Simulaba ser el espíritu de la mujer, para convencer a todos de que la había matado su cuñado -
- ¿Y por qué quería inculpar al viudo? ¿él también pensaba, como las comadres del barrio, que la había matado su marido? -
- Por codicia. Suya, y de los otros familiares que con él llegaron. La connivencia de éstos fue esencial para hacer creíble la aparición delante de los demás deudos; y para hacer teatro, encubriéndole mientras se ponía y quitaba el disfraz de espíritu -
- ¿Cómo lo averiguaste? -
- Siempre sospeché que alguien se hacía pasar por el dichoso espíritu -
- Está claro que no crees en los lemures -
- Como me decía una de mis abuelas, cuando era un niño pequeño y me asustaban las historias que se solían contar durante las Lemurias: hay que temer más a los vivos que a los muertos -
- Un magnífico antídoto contra el miedo al más allá,... ¿Y cómo supiste que era el cuñado? -
- Fue sólo cuestión de hablar con todos los presentes en las supuestas apariciones. Les interrogué y escuché sus versiones sobre cada noche por separado, observándoles atentamente. La noche que estuvimos de vigilia también aproveché para observarles; esa vez a todos juntos, en el velatorio y el domicilio de la difunta. Hablé también con los vecinos y los amigos y conocidos que en algún momento habían pasado por allí, para presentar sus condolencias o acompañar un rato en el duelo,... incluidas las insufribles comadres del vecindario,... Prisca la primera, aunque nos costó que, como si fuera una Parca de imitación, dejara de enredar la madeja de las cosas. Sólo tuve que atar cabos -
- Y tenderle una trampa - vuelvo a tirarle de la lengua con sutileza.
- Y tenderle una trampa - responde, sin inmutarse.
Pedernal puro, este hombre. Visto que no voy a sacarle ningún detalle que no me quiera contar, cambio un poco la perspectiva sobre el caso.
- Entonces, ¿el marido sigue siendo vuestro principal sospechoso? -
- Pues sí y no. Por una parte, podría tener varios motivos para hacerlo. Las comadres, los vecinos, los amigos y hasta los propios parientes me han dado mucha información en ese sentido. Pero hay tres personas que afirman que estaban charlando con el marido en el descansillo de la escalera cuando oyeron el tumulto que se produjo en la calle al morir su esposa. Y, sin embargo, podría haber sido él mismo -
- Eso tienes que explicárnoslo mejor -
- No, Flaquilla. Todavía no -
- ¡Vamos! -
- A no ser que me convoques en el momento del Pasado en que escribí la documentación que manejas para las novelas, todavía no lo puedo contar - dice, con un guiño. Para que no insista, se envuelve en su capa y hace mutis por el foro.

Queridos lectoras y lectores, me temo que, para poder saber cómo atraparon al fantasma y cómo nuestro narrador resolvió el caso, tendremos que esperar a la novela correspondiente. De momento sólo os puedo confirmar que no es la primera, que próximamente tendremos en las manos.
¿Será en la segunda?...


viernes, 13 de mayo de 2016

UN LEMUR ESQUIVO Y RECUERDOS DE LEMURIAS PASADAS

Ajuar funerario de Gades (T. Piquet, 2015)
Parece que el temporal va pasando de largo, después de estar sobre nosotros varios días seguidos. Sigue haciendo mucho viento, pero hoy sólo ha caído una tormenta vespertina. Como traídos por el viento que se lleva los nubarrones y borra un fugaz arco iris, mis personajes llegan a mi casa.
- Bienvenidos. Parece que estuvierais esperando a que pasara la tormenta -
- Y tú que lo digas - me dice el oficial más guapo, con una sonrisa encantadora - En cuanto ha salido el sol, hemos corrido para acá -
- A rastras le he tenido que sacar de los cuarteles - me dice el narrador, con un guiño.
- Lo confieso: no me apetecía salir y volver a empaparme. Prefería disfrutar del descanso en seco. Ya nos hemos mojado bastante, días y noches seguidos, ¿no te parece, amigo mío? -
- El tribuno nos contó ayer que habíais tenido una noche en blanco bajo la lluvia, y después, un día que calificó de "absurdo" -
- Cierto. Anteanoche nos pasamos la vigilia de imaginaria, patrullando las calles y plazas bajo el aguacero, y vigilando la casa de la difunta y a sus deudos - cuenta el narrador.
- ¿Y para qué? Para nada - pregunta y se contesta su amigo.
- Después, sólo descansamos el tiempo de comer y beber algo caliente y ponernos ropa seca,... -
- También para nada - le interrumpe su guapo amigo - Porque seguía lloviendo a cántaros -
- Y nos dedicamos a atender a todos aquellos vecinos que querían ayudarnos en la investigación, contándonos todas las cosas extrañas que habían creído notar a lo largo de la noche -
- Un disparate - tercia su amigo, interrumpiéndole otra vez - Pero hay que tener contentos a los ciudadanos, para que estén contentos los magistrados y a nosotros nos dejen en paz -
- Aunque yo tenía la vaga esperanza de que alguna de aquellas historias de fantasmas me diera una pista sobre quién quería inculpar a toda costa al viudo de la difunta, recurriendo a simular que era el lemur de ella que volvía del más allá, clamando justicia -
- Sí, te lo concedo, amigo mío: no era mala idea; pero tuvimos que tragarnos historietas de todos los colores... Muchos no eran más que vecinos con ganas de hacerse notar, o viejas medio locas que ven larvas por todas partes, como la dichosa suegra de tu asistente,... que, oye, creo que dio lugar a que otras abuelas de su quinta se echaran el mantón por la cabeza y se vinieran a torturarnos con sus cuentos de miedo -
- ¿De verdad que os dieron miedo? No imagino a hombres como vosotros asustados por cuentos de fantasmas -
- ¡Pues claro que no! - dice el guapo, sacando pecho - Quizás cuando éramos niños - añade con una evocadora media sonrisa.
- Sí - el narrador también recuerda su niñez - Mi abuela solía contarnos cuentos de ésos en las Lemuria. A decir verdad, algunos de los que me contaron ayer, ya los conocía de antaño... Pero cuando pasaba miedo era cuando se encargaba mi abuelo del ritual de las habas negras. Yo era muy pequeño, y recuerdo cómo ni mi hermano ni yo podíamos pegar ojo hasta que no oíamos sonar el mortero de bronce, que utilizaba para dar por terminado el rito cada una de las tres noches señaladas. Al oír los pasos del abuelo acercarse a nuestro cuarto, yo me tapaba la cabeza con el cobertor, y mi hermano, aunque era algo mayor que yo y presumía de chico grande, se metía debajo de su cama. El abuelo tenía una voz de ultratumba, y, ahora creo que, si alguna vez hubo algún lemur que visitara la casa, no necesitaba de rituales para salir corriendo como si le hubieran echado a los perros,... con sólo oírle le debían dar unas ganas locas de volver bajo tierra. Años después, cuando el cabeza de familia era mi padre y se encargaba de los ritos, tanto mi hermano como yo éramos ya demasiado mayores; y, cuando recitaba la letanía en la puerta del cuarto, por respeto y sólo por respeto, no le tirábamos las almohadas a la cabeza, para que se fuera de allí y nos dejara dormir en paz -
- ¿Sirvió entonces de algo todo el operativo que organizó el tribuno? -
- ¿Que quién organizó qué? - protesta el guapo oficial.
- Déjalo estar - le pide su amigo, el narrador - No son ésas cuestiones que tengan que conocer tan pronto los lectores de Flaquilla. Sólo te podemos decir que no sirvieron para nada, ni la vigilia, ni todo el día de ayer escuchando a los vecinos -
- Y a los familiares del duelo, supongo -
- A ésos no necesitamos interrogarlos, porque pasamos la noche en su compañía, en el piso de la difunta y su viudo -
- Sí, ésa es otra - se queja su amigo - Que no es plato de gusto hacer velatorios en funeral ajeno,... y para nada -
- Cierto. Y de ninguna forma conseguimos pistas del supuesto lemur -
- Que, por otra parte, por la noche, volvió a aparecer solito - añadió su amigo con un gesto de enfado.
- ¿Cómo? -
- Lo que te cuento, queridita - me dice con una sonrisa seductora - Anoche, cuando ya habíamos vuelto a los cuarteles, frustrados y reventados, pero dando por concluida toda esta tontería, y sólo quedaba la guardia de vigilia ordinaria en la ciudad, pues va el jodío lemur y se aparece otra vez a los del duelo. Así que otro acto de comedia: sustos, gritos, carreras y el vecindario revuelto y en la calle otra vez... Y nosotros, otra vez de imaginaria -
- Lógicamente, - dice el narrador -, el supuesto lemur, visto el operativo, como tú lo has llamado, Flaquilla, dejó para mejor ocasión el volver a la carga. Así que, en cuanto vio que retirábamos las tropas de las calles y todo volvía a la normalidad, retomó su comedia -
- Eso quiere decir que estáis seguros de que se trata de alguien que simula ser un fantasma -
- No hay otra - dice el narrador, muy serio.
- No hay otra - su amigo le imita.
De repente, con estruendo metálico, el otro oficial, el amigo de ambos tan aficionado a la cacería, hace acto de presencia.
- ¡Vamos! - les apremia, sin saludar siquiera - ¡Apresuraos!¡que tus hombres dicen que ya tienen localizado al lemur! -


La fotografía que hoy nos sirve para ilustrar la entrada la tomé en el Museo Provincial de Cádiz (España), durante una exposición relativa a excavaciones realizadas en una antigua necrópolis gaditana. En esta vitrina se exhibían piezas de las que habitualmente formaban parte de los ajuares funerarios de época romana en la ciudad, que entonces se llamaba Gades. Vemos una urna cineraria de plomo, parcialmente conservada, y cinco ungüentarios de diferentes tipos. Los frascos y botellitas de perfume, que acompañaban a las urnas como ofrendas para el más allá, se conocen con el nombre genérico de ungüentarios, porque también servían para contener ungüentos, en texturas de aceite o crema, utilizados tanto en medicina y farmacia como en perfumería. La forma de pequeñas botellas nos dice que éstos contuvieron perfumes o aceites perfumados, productos caros, que se vendían en cantidades pequeñas. Como dice el refrán: el buen perfume siempre se vendió en frasco pequeño. Los ungüentarios podían fabricarse de vidrio, como el que se ve en la parte central de la fotografía; o de cerámica, como los otros cuatro que lo acompañan. Los había  de varias formas y, sobre todo los de vidrio, de diferentes colores.

jueves, 12 de mayo de 2016

FANTASMAS QUE NO APARECEN, OTRO ENREDO DIVINO Y UNA FAMILIA QUE SE PERDIÓ POR LA TAUROMAQUIA

Urnas cinerarias (T.Piquet)
- Casi no me puedo creer, hija mía, que tenga que venirme al Futuro para poder descansar un poco -
- ¿Un día duro, tribuno? -
- Una noche en blanco, seguida de un día absurdo - suspira, sentándose en el sofá.
Su escolta, en sorprendente silencio, se va librando de las armas y armaduras. Despues, los hombres se sientan en la escalera que sube al piso de arriba, con caras de no haber dormido.
- ¿Una taza de té? -
- No, gracias, querida. Prefiero una copita del vino dulce que nos sacaste el otro día, si todavía te queda -
- Sí, algo quedó en la garrafilla -
Voy por el vino y nos sirvo dos copitas. Me siento en el otro extremo del sofá. El tribuno me agradece el vino con un gesto lleno de cansancio.
- ¿Apareció el lemur? -
- ¡Pues claro que no! ¡qué iba a aparecer!. Toda la noche en vela, para nada. Mira que se lo advertí a los magistrados, pero, claro, hay que tener contentos a los votantes,... Y mis hombres, toda la noche dando tumbos bajo el aguacero,... Hoy tengo a la mitad de baja por catarro y enfriamientos de costado,... -
- Creo que necesitas desconectar -
- ¿Qué? -
- Es lo que se dice hoy en día cuando alguien necesita olvidarse por un rato de sus ocupaciones o sus problemas -
- Desconectar -
- Sí, tribuno. ¿Recuerdas lo que hablamos de los aparatos eléctricos y los cables que los conectan a la red para que funcionen? -
- Sí, hija. Los conectas y funcionan; los desconectas y dejan de hacerlo - dice, después de dar un sorbo al vino.
- Pues algo parecido: uno desconecta de sus ocupaciones y pensamientos como si se tratara de una caja bizarra a la que privara de energía eléctrica -
- Metafóricamente hablando - asiente con la cabeza.
- Metafóricamente hablando,... aunque me parece que no tienes muchas ganas de hablar -
- Que me disculpen tus lectores, pero estoy al borde del agotamiento -
- Hablemos entonces de algo ligero -
- ¿Cómo qué? -
- Verás, justo el primer día de vuestras Lemurias, el 9 de Mayo, nosotros celebramos el Día de Europa,... -
- ¿Habéis divinizado a una de las amantes de Zeus? - se extraña - Creía haber entendido que vuestra moderna forma de vivir la religiosidad no permite semejante cosa -
- No, no. Lo que celebramos es que, después de muchos siglos de vivir enfrentados unos a otros, los europeos decidimos convivir, cooperar y arreglar nuestras diferencias de forma pacífica, integrándonos en una gran unidad que se llama como el continente que habitamos, Europa -
- Peculiares cosas convertís en fiestas en el moderno calendario - dice, y parece que la curiosidad le anima un poco.
- La cuestión es que conté a mis lectores y lectoras algo de lo que tú me habías contado hace tiempo sobre Europa, la persona de la que el continente tomó el nombre, y a algunos les gustó y querrían saber más detalles del mito. ¿Querrías tú,...? -
- ¡Oh!, hijita, ya os he dicho en otras ocasiones que soy filósofo, pero no mitógrafo; y, además, mi inclinación personal hacia la lógica me aparta de la simpatía hacia esas historietas -
- Por favor - le pido - Tómalo como una distracción de tus quebraderos de cabeza,... una pequeña desconexión,... -
- Está bien - concede - Un poco más de vino, querida - me tiende la copa - Gracias - da un traguito - En fin. Érase una vez una bella joven, nieta, por parte de padre, de Poseidón, dios de los mares. La muchacha debía ser muy aficionada a la tauromaquia, pues cuando Zeus se prendó de ella, se transformó en toro para poder raptarla con mayor facilidad. Ese toro debía ser un animal mitológico y anfibio, ya que se dice que la llevó sobre su lomo hasta la isla de Creta, cruzando a nado el Mediterráneo Oriental desde las costas de Fenicia, donde reinaban los padres de la muchacha, Agenor y Telefasa. Esto del toro es algo totalmente legendario, pues, aunque los bóvidos son capaces de nadar, ninguno cubriría semejante distancia. Se supone que la superchería de Zeus pretendía burlar la vigilancia que Poseidón, o cualquiera de su acuático reino, pudiera ejercer sobre la virtud de Europa, y poner a su hermano Cadmo sobre aviso de su paradero, ya que, una vez desaparecida, su pobre padre envió al chico a buscarla. Nadie sabía darle noticias de ella, así que, como buen griego, Cadmo fue a consultar con el oráculo de Delfos. Y allí, el trance de la Pitia fue interpretado por los sacerdotes, que le dijeron que lo que el dios Apolo le transmitía era que se olvidara de seguir a su hermana, que siguiera en su lugar a una vaca y que, donde el animal se echara a descansar, fundara una ciudad. Apolo, por lo que parece, le daba pistas, aunque sin querer comprometer del todo a su divino padre, Zeus. O a lo mejor lo dijo con todas las letras, pero la Pitia confundió toro con vaca, o lo hicieron los sacerdotes intérpretes. El caso es que, como verás, esta familia siguió teniendo estrechos vínculos con la tauromaquia -
Toma un sorbo de vino y aprovecho para preguntarle:
- ¿Y lo de fundar la ciudad? -
- ¡Ah! Eso. Algo muy de griegos lo de ir por ahí fundando colonias a diestro y siniestro del Mar Jónico; o, mejor dicho, muy de griegos lo de llevar la época de fundación de cada ciudad estado hasta la época legendaria, y vincularlas con héroes mitológicos, cuando no directamente con los dioses. La ciudad que reclama haber sido fundada por Cadmo es Tebas -
- A Europa la dejamos en Creta, bastante lejos de donde acabó su hermano Cadmo siguiendo a la vaca -
- Sí; por eso te decía que quizás la intención última de Apolo era la de despistar al muchacho. Como dios del bien, del orden y del respeto a la ley, y gran benefactor de los hombres, tenía que ayudar al pobre Cadmo, pero tampoco podía frustrarle la aventurilla a su augusto y todopoderoso padre, Zeus, así que de ahí lo de la vaca y, ¡ea!, a fundar una ciudad. De esa forma, le daba respuesta a Cadmo y tranquilizaba su conciencia, puesto que si había dejado de buscar a su hermana perdida, desobedeciendo a su padre, el rey, había sido por designio divino, ya que los dioses le tenían reservado a este príncipe el honor de fundar Tebas,... Esto lo hicieron añadir los tebanos en alguna época boyante para su ciudad, no te quepa la menor duda -
- Vale - me río - ¿Qué pasó en Creta? -
- Pues allí, por lo visto, a salvo de todas las miradas e indiscreciones humanas y divinas posibles, el gran adúltero de Zeus recuperó su aspecto real y vivió un tórrido amorío con la bella Europa, a la que, como era de esperar, pasado un tiempo, acabó dejando plantada. De esos amoríos nacieron al menos dos niños, Radamanto y Minos; aunque hay quien dice que fueron tres, y les adjudica también la paternidad de Sarpedonte. Como no podía ser de otra forma, al ser hijos de Zeus, le correspondió gobernar como reyes en Creta. Radamanto fue el primer rey, pero su hermano Minos, actuando como un polluelo de cuco, se las ingenió para echarle del trono y de la isla. Y lo mismo hizo con Sarpedonte, según la leyenda que lo hace el tercer hermano en discordia. Los dos expulsados, por supuesto y conforme al orden mítico, acabaron siendo también reyes de los lugares de Grecia donde decidieron asentarse -
- Y ese Minos ¿es el del laberinto? -
- No, hijita. Parece ser que no, que el del laberinto era su nieto, al que impusieron su mismo nombre; aunque con una familia como ésta, la cosa no está nada clara -
- ¿Por qué lo dices? -
- Repasemos el árbol genealógico: Europa era nieta, por parte de padre, de Poseidón, dios del mar. Y Poseidón era hermano de Zeus, el magnífico. Luego Zeus se lió con su sobrina nieta. Los hijos que tuvo con ella, eran, lógicamente, biznietos de Poseidón y, llámalo como quieras, pero también sobrino biznietos de su propio padre... Con estos antecedentes, lo del laberinto de Minos era algo más que una construcción, y venía de lejos -
- ¡Cielos! -
- Más bien, mares, pues Poseidón, como resulta comprensible, no se quedó nada contento después de la que organizó su hermano Zeus, por lujurioso, en esa rama de su familia. Hazte cargo, no sólo se había liado con Europa, sino que el rapto y seducción, con hijos resultantes, dejaba la honra familiar del rey Agenor, hijo de Poseidón, hecha unos zorros; aunque más tarde esos nietos nada legítimos, por ser hijos de Zeus, acabaran también siendo reyes. Esas jugarretas, que Zeus le hacía de cuando en cuando, dieron lugar a que Poseidón, rencorosete él donde los haya, se aliara con su cuñada Hera, la vengativa divina esposa, siempre engañada, de su hermano; y Atenea, su recta y más que virtuosa sobrina, que no veía con buenos ojos los devaneos adúlteros de su padre; y terciara con ellas en la archifamosa guerra de Troya -
- ¿Y lo del laberinto de Minos? -
- Ahora te lo iba a contar... Como ya te dije antes, lo de la afición a la tauromaquia de esta familia acabó siendo su perdición. Europa se dejó raptar por un toro, divo transmutado temporalmente, pero toro en presencia. Zeus y ella vivieron su romance en Creta, famosa por la desmedida predileccion por la tauromaquia de sus habitantes, y por la relevancia de los bóvidos en sus rituales religiosos. Por otra parte, a Poseidón le resultaban particularmente agradables los sacrificios de toros, y siempre fue relativamente benévolo con los cretenses. Algo fundamental para éstos, pues sus principales fuentes de riqueza eran la pesca y el comercio ultramarino. También veló el rey de los mares por los descendientes de su nieta Europa, hasta que Minos, nieto de Minos, se la jugó a él. Dícese que le pidió a su divino antepasado que le regalara un magnífico toro, para sacrificárselo después. No se si este Minos era un liante de cuidado, o si el dios sólo se comportó como un abuelete que le da a sus nietos todos los caprichos,... la cuestión, hija mía, es que hizo surgir de las olas un toro como no había dos y se lo entregó a su nieto, esperando el prometido sacrificio. Y esperando se quedó, pues Minos cambió de parecer y se guardó el toro para él. Seguramente para mejorar su ganadería... Como te podrás imaginar, un olímpico no iba a dejar estar la cosa, por muy descendiente suyo que fuera Minos, y, rencoroso, como dijimos que era Poseidón, le devolvió la jugada. A lo grande, como sólo a un dios enojado corresponde. Dicen que la esposa de Minos, Pasifae, como todos los cretenses, gustaba de la tauromaquia, y, por tanto, sabría apreciar en su justo valor el toro digno de dioses que su marido le había sacado al soberano abuelo acuático; pero de esa simple admiración a la zoofilia solo medió la funesta intervención de Poseidón. En fin, que la reina se volvió loca por el toro; y el rencoroso señor de los mares prosiguió con su venganza, haciendo posible lo imposible: que ella se quedara encinta. Para rematar la humillación de Minos, la criatura que nació de aquel adulterio contra natura, era un ser monstruoso, medio niño, medio ternero. A esta mitológica criatura se le conocería como Minotauro, y, era un hombre con cabeza de toro. La venganza del señor de las olas fue creciendo con él y con los desastres a que dio lugar el bestiajo real en toda la isla. Y su padrastro, Minos, no tuvo más remedio que recurrir a Herakles para conseguir reducirlo. Para ocultar su vergüenza, lo hizo encerrar en el laberinto, una edificación que un ingenioso griego llamado Dédalo había levantado para el rey, de forma que nadie volviera a ver al monstruo, porque todo el que allí entraba, no volvía a salir jamás -
- ¡Qué historia! -
- Leyenda, mito, fantasía, invención,... -
- Supongo que ya, en tu época, nadie creería esas cosas -
- Como te digo siempre, hija: de todo hubo. Según parece, a pesar de la asimilación de los panteones, hubo romanos y latinos que siempre se resistieron a creer que muchas de estas leyendas griegas correspondieran a nuestros dioses, mucho más severos, y, claro, también más aburridos. No obstante, la plebe siempre simpatizó con estas historietas -
- Sí. Prisca ya nos ha contado algunas versiones populares -
- ¡Ni me la nombres! -
- De acuerdo. ¿Podría entonces uno de los miembros de tu escolta darnos la versión popular de algunas de las cosas que has contado? Creo que han estado escuchando muy atentos -
- Dirás que han estado durmiendo - sonríe - ¡Cayo! - llama, levantando la voz con autoridad - Ven aquí de inmediato -
Aparecen tres legionarios, con cara de sueño.
- He llamado a Cayo -
- Los tres nos llamamos Cayo, mi tribuno. Como no nos distingas por el apodo,... -
- ¡Sacrosanta Minerva! No me se todos vuestros nombres -
- Nuestros oficiales, sí - protesta uno de ellos.
- Porque para eso están - responde el tribuno - A ver, dadme vuestros apodos -
- Cayo Capito, señor. Ya he estado asignado a tus paseos otras veces, ¿recuerdas? -
- Cayo Maena, señor -
- Cayo Longo, señor -
- Bien. A ver, Capito, Maena y Longo, ¿qué opináis de los mitos griegos que he estado relatando para nuestros descendientes? -
- Zeus era un picha brava, que adulteraba por ahí con cuanta buena moza se le cruzara por delante, sin parar en mientes de si era o no de su parentela - dice Capito, inflado como un pavo porque alguien tan principal como su tribuno le hubiera pedido su opinión en semejante asunto - Yo, si me permites decirlo, mi tribuno, nunca me he creído que nuestro Júpiter fuera capaz de algo así -
- No, porque su divina señora Juno es de las de armas tomar - dice Longo con un guiño.
- Yo no se si Poseidón era tan vengativo como lo pintan, pero lo que está claro es que, se llame Poseidón, se llame Océano, se llame Neptuno, o se llame como se llame el gran dios que gobierna los mares, es un cabrón como un templo de grande,... No lo digo por lo del bicho ése del laberinto, mi tribuno, que cualquiera con dos dedos de frente sabe que los toros y la gente no ayuntan bien, sino por los barcos que se lleva al fondo cada dos por tres -
- ¿Y Apolo? -
Los tres sueltan un silbido, y miran al techo.
- ¿Y bien? -
- ¡El mejor de todos! - responden los tres legionarios a coro, como si lo hubieran ensayado.
- Bien. Así me gusta. Podéis volver con vuestros compañeros e id recogiendo la impedimenta, que nos volvemos ya. Me despido, hijita, que estoy muy cansado -
- Una cosa más, que a nuestros lectores y lectoras les habrá llamado la atención: ¿en vuestro tiempo, nadie creía en vuestros propios dioses? -
- ¡Oh! Por supuesto que sí. Bueno, te concedo que yo, como filósofo, me distancio de las creencias que no se ajustan a la razón y la lógica; pero, en general, todos somos muy fieles a nuestros dioses -
- ¿Hablando así de mal de ellos? -
- ¡Mujer! Cada cual puede opinar de los dioses lo que quiera, y hablar de ellos como le venga en gana. Luego, cuando les pida algo, ya verá como ponerse a bien con ellos -
- ¿Entonces el caso de Apolo? -
- Es que Apolo nos dio recientemente un gran apoyo, y eso, oficialmente, no podemos olvidarlo. Por ello, durante algún tiempo, al menos, me corresponde velar porque los legionarios no lo pongan verde. Hasta pronto, querida -

La razón de ese esmerado respeto a Apolo en el tiempo de nuestras novelas residía en que César Octaviano, años después Augusto, atribuyó buena parte del mérito de su victoria en Actium a la divina intervención de Apolo a favor de sus fuerzas, por lo que esperaba que éstas mostraran un mínimo de agradecida deferencia al dios. Él, por su parte, se encargó de que se le construyera un magnífico templo en Roma.

La imagen que ilustra nuestra entrada de hoy es una fotografía tomada en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba (España), y se trata de dos urnas cinerarias romanas en un magnífico estado de conservación, una de vidrio y otra de plomo. En la época de nuestras novelas, la forma habitual de disponer de los difuntos era la incineración. Las cenizas resultantes de la cremación se guardaban en urnas (algunas, auténticas obras de arte), que podían ser de vidrio, cerámica, piedra o metal.