jueves, 12 de mayo de 2016

FANTASMAS QUE NO APARECEN, OTRO ENREDO DIVINO Y UNA FAMILIA QUE SE PERDIÓ POR LA TAUROMAQUIA

Urnas cinerarias (T.Piquet)
- Casi no me puedo creer, hija mía, que tenga que venirme al Futuro para poder descansar un poco -
- ¿Un día duro, tribuno? -
- Una noche en blanco, seguida de un día absurdo - suspira, sentándose en el sofá.
Su escolta, en sorprendente silencio, se va librando de las armas y armaduras. Despues, los hombres se sientan en la escalera que sube al piso de arriba, con caras de no haber dormido.
- ¿Una taza de té? -
- No, gracias, querida. Prefiero una copita del vino dulce que nos sacaste el otro día, si todavía te queda -
- Sí, algo quedó en la garrafilla -
Voy por el vino y nos sirvo dos copitas. Me siento en el otro extremo del sofá. El tribuno me agradece el vino con un gesto lleno de cansancio.
- ¿Apareció el lemur? -
- ¡Pues claro que no! ¡qué iba a aparecer!. Toda la noche en vela, para nada. Mira que se lo advertí a los magistrados, pero, claro, hay que tener contentos a los votantes,... Y mis hombres, toda la noche dando tumbos bajo el aguacero,... Hoy tengo a la mitad de baja por catarro y enfriamientos de costado,... -
- Creo que necesitas desconectar -
- ¿Qué? -
- Es lo que se dice hoy en día cuando alguien necesita olvidarse por un rato de sus ocupaciones o sus problemas -
- Desconectar -
- Sí, tribuno. ¿Recuerdas lo que hablamos de los aparatos eléctricos y los cables que los conectan a la red para que funcionen? -
- Sí, hija. Los conectas y funcionan; los desconectas y dejan de hacerlo - dice, después de dar un sorbo al vino.
- Pues algo parecido: uno desconecta de sus ocupaciones y pensamientos como si se tratara de una caja bizarra a la que privara de energía eléctrica -
- Metafóricamente hablando - asiente con la cabeza.
- Metafóricamente hablando,... aunque me parece que no tienes muchas ganas de hablar -
- Que me disculpen tus lectores, pero estoy al borde del agotamiento -
- Hablemos entonces de algo ligero -
- ¿Cómo qué? -
- Verás, justo el primer día de vuestras Lemurias, el 9 de Mayo, nosotros celebramos el Día de Europa,... -
- ¿Habéis divinizado a una de las amantes de Zeus? - se extraña - Creía haber entendido que vuestra moderna forma de vivir la religiosidad no permite semejante cosa -
- No, no. Lo que celebramos es que, después de muchos siglos de vivir enfrentados unos a otros, los europeos decidimos convivir, cooperar y arreglar nuestras diferencias de forma pacífica, integrándonos en una gran unidad que se llama como el continente que habitamos, Europa -
- Peculiares cosas convertís en fiestas en el moderno calendario - dice, y parece que la curiosidad le anima un poco.
- La cuestión es que conté a mis lectores y lectoras algo de lo que tú me habías contado hace tiempo sobre Europa, la persona de la que el continente tomó el nombre, y a algunos les gustó y querrían saber más detalles del mito. ¿Querrías tú,...? -
- ¡Oh!, hijita, ya os he dicho en otras ocasiones que soy filósofo, pero no mitógrafo; y, además, mi inclinación personal hacia la lógica me aparta de la simpatía hacia esas historietas -
- Por favor - le pido - Tómalo como una distracción de tus quebraderos de cabeza,... una pequeña desconexión,... -
- Está bien - concede - Un poco más de vino, querida - me tiende la copa - Gracias - da un traguito - En fin. Érase una vez una bella joven, nieta, por parte de padre, de Poseidón, dios de los mares. La muchacha debía ser muy aficionada a la tauromaquia, pues cuando Zeus se prendó de ella, se transformó en toro para poder raptarla con mayor facilidad. Ese toro debía ser un animal mitológico y anfibio, ya que se dice que la llevó sobre su lomo hasta la isla de Creta, cruzando a nado el Mediterráneo Oriental desde las costas de Fenicia, donde reinaban los padres de la muchacha, Agenor y Telefasa. Esto del toro es algo totalmente legendario, pues, aunque los bóvidos son capaces de nadar, ninguno cubriría semejante distancia. Se supone que la superchería de Zeus pretendía burlar la vigilancia que Poseidón, o cualquiera de su acuático reino, pudiera ejercer sobre la virtud de Europa, y poner a su hermano Cadmo sobre aviso de su paradero, ya que, una vez desaparecida, su pobre padre envió al chico a buscarla. Nadie sabía darle noticias de ella, así que, como buen griego, Cadmo fue a consultar con el oráculo de Delfos. Y allí, el trance de la Pitia fue interpretado por los sacerdotes, que le dijeron que lo que el dios Apolo le transmitía era que se olvidara de seguir a su hermana, que siguiera en su lugar a una vaca y que, donde el animal se echara a descansar, fundara una ciudad. Apolo, por lo que parece, le daba pistas, aunque sin querer comprometer del todo a su divino padre, Zeus. O a lo mejor lo dijo con todas las letras, pero la Pitia confundió toro con vaca, o lo hicieron los sacerdotes intérpretes. El caso es que, como verás, esta familia siguió teniendo estrechos vínculos con la tauromaquia -
Toma un sorbo de vino y aprovecho para preguntarle:
- ¿Y lo de fundar la ciudad? -
- ¡Ah! Eso. Algo muy de griegos lo de ir por ahí fundando colonias a diestro y siniestro del Mar Jónico; o, mejor dicho, muy de griegos lo de llevar la época de fundación de cada ciudad estado hasta la época legendaria, y vincularlas con héroes mitológicos, cuando no directamente con los dioses. La ciudad que reclama haber sido fundada por Cadmo es Tebas -
- A Europa la dejamos en Creta, bastante lejos de donde acabó su hermano Cadmo siguiendo a la vaca -
- Sí; por eso te decía que quizás la intención última de Apolo era la de despistar al muchacho. Como dios del bien, del orden y del respeto a la ley, y gran benefactor de los hombres, tenía que ayudar al pobre Cadmo, pero tampoco podía frustrarle la aventurilla a su augusto y todopoderoso padre, Zeus, así que de ahí lo de la vaca y, ¡ea!, a fundar una ciudad. De esa forma, le daba respuesta a Cadmo y tranquilizaba su conciencia, puesto que si había dejado de buscar a su hermana perdida, desobedeciendo a su padre, el rey, había sido por designio divino, ya que los dioses le tenían reservado a este príncipe el honor de fundar Tebas,... Esto lo hicieron añadir los tebanos en alguna época boyante para su ciudad, no te quepa la menor duda -
- Vale - me río - ¿Qué pasó en Creta? -
- Pues allí, por lo visto, a salvo de todas las miradas e indiscreciones humanas y divinas posibles, el gran adúltero de Zeus recuperó su aspecto real y vivió un tórrido amorío con la bella Europa, a la que, como era de esperar, pasado un tiempo, acabó dejando plantada. De esos amoríos nacieron al menos dos niños, Radamanto y Minos; aunque hay quien dice que fueron tres, y les adjudica también la paternidad de Sarpedonte. Como no podía ser de otra forma, al ser hijos de Zeus, le correspondió gobernar como reyes en Creta. Radamanto fue el primer rey, pero su hermano Minos, actuando como un polluelo de cuco, se las ingenió para echarle del trono y de la isla. Y lo mismo hizo con Sarpedonte, según la leyenda que lo hace el tercer hermano en discordia. Los dos expulsados, por supuesto y conforme al orden mítico, acabaron siendo también reyes de los lugares de Grecia donde decidieron asentarse -
- Y ese Minos ¿es el del laberinto? -
- No, hijita. Parece ser que no, que el del laberinto era su nieto, al que impusieron su mismo nombre; aunque con una familia como ésta, la cosa no está nada clara -
- ¿Por qué lo dices? -
- Repasemos el árbol genealógico: Europa era nieta, por parte de padre, de Poseidón, dios del mar. Y Poseidón era hermano de Zeus, el magnífico. Luego Zeus se lió con su sobrina nieta. Los hijos que tuvo con ella, eran, lógicamente, biznietos de Poseidón y, llámalo como quieras, pero también sobrino biznietos de su propio padre... Con estos antecedentes, lo del laberinto de Minos era algo más que una construcción, y venía de lejos -
- ¡Cielos! -
- Más bien, mares, pues Poseidón, como resulta comprensible, no se quedó nada contento después de la que organizó su hermano Zeus, por lujurioso, en esa rama de su familia. Hazte cargo, no sólo se había liado con Europa, sino que el rapto y seducción, con hijos resultantes, dejaba la honra familiar del rey Agenor, hijo de Poseidón, hecha unos zorros; aunque más tarde esos nietos nada legítimos, por ser hijos de Zeus, acabaran también siendo reyes. Esas jugarretas, que Zeus le hacía de cuando en cuando, dieron lugar a que Poseidón, rencorosete él donde los haya, se aliara con su cuñada Hera, la vengativa divina esposa, siempre engañada, de su hermano; y Atenea, su recta y más que virtuosa sobrina, que no veía con buenos ojos los devaneos adúlteros de su padre; y terciara con ellas en la archifamosa guerra de Troya -
- ¿Y lo del laberinto de Minos? -
- Ahora te lo iba a contar... Como ya te dije antes, lo de la afición a la tauromaquia de esta familia acabó siendo su perdición. Europa se dejó raptar por un toro, divo transmutado temporalmente, pero toro en presencia. Zeus y ella vivieron su romance en Creta, famosa por la desmedida predileccion por la tauromaquia de sus habitantes, y por la relevancia de los bóvidos en sus rituales religiosos. Por otra parte, a Poseidón le resultaban particularmente agradables los sacrificios de toros, y siempre fue relativamente benévolo con los cretenses. Algo fundamental para éstos, pues sus principales fuentes de riqueza eran la pesca y el comercio ultramarino. También veló el rey de los mares por los descendientes de su nieta Europa, hasta que Minos, nieto de Minos, se la jugó a él. Dícese que le pidió a su divino antepasado que le regalara un magnífico toro, para sacrificárselo después. No se si este Minos era un liante de cuidado, o si el dios sólo se comportó como un abuelete que le da a sus nietos todos los caprichos,... la cuestión, hija mía, es que hizo surgir de las olas un toro como no había dos y se lo entregó a su nieto, esperando el prometido sacrificio. Y esperando se quedó, pues Minos cambió de parecer y se guardó el toro para él. Seguramente para mejorar su ganadería... Como te podrás imaginar, un olímpico no iba a dejar estar la cosa, por muy descendiente suyo que fuera Minos, y, rencoroso, como dijimos que era Poseidón, le devolvió la jugada. A lo grande, como sólo a un dios enojado corresponde. Dicen que la esposa de Minos, Pasifae, como todos los cretenses, gustaba de la tauromaquia, y, por tanto, sabría apreciar en su justo valor el toro digno de dioses que su marido le había sacado al soberano abuelo acuático; pero de esa simple admiración a la zoofilia solo medió la funesta intervención de Poseidón. En fin, que la reina se volvió loca por el toro; y el rencoroso señor de los mares prosiguió con su venganza, haciendo posible lo imposible: que ella se quedara encinta. Para rematar la humillación de Minos, la criatura que nació de aquel adulterio contra natura, era un ser monstruoso, medio niño, medio ternero. A esta mitológica criatura se le conocería como Minotauro, y, era un hombre con cabeza de toro. La venganza del señor de las olas fue creciendo con él y con los desastres a que dio lugar el bestiajo real en toda la isla. Y su padrastro, Minos, no tuvo más remedio que recurrir a Herakles para conseguir reducirlo. Para ocultar su vergüenza, lo hizo encerrar en el laberinto, una edificación que un ingenioso griego llamado Dédalo había levantado para el rey, de forma que nadie volviera a ver al monstruo, porque todo el que allí entraba, no volvía a salir jamás -
- ¡Qué historia! -
- Leyenda, mito, fantasía, invención,... -
- Supongo que ya, en tu época, nadie creería esas cosas -
- Como te digo siempre, hija: de todo hubo. Según parece, a pesar de la asimilación de los panteones, hubo romanos y latinos que siempre se resistieron a creer que muchas de estas leyendas griegas correspondieran a nuestros dioses, mucho más severos, y, claro, también más aburridos. No obstante, la plebe siempre simpatizó con estas historietas -
- Sí. Prisca ya nos ha contado algunas versiones populares -
- ¡Ni me la nombres! -
- De acuerdo. ¿Podría entonces uno de los miembros de tu escolta darnos la versión popular de algunas de las cosas que has contado? Creo que han estado escuchando muy atentos -
- Dirás que han estado durmiendo - sonríe - ¡Cayo! - llama, levantando la voz con autoridad - Ven aquí de inmediato -
Aparecen tres legionarios, con cara de sueño.
- He llamado a Cayo -
- Los tres nos llamamos Cayo, mi tribuno. Como no nos distingas por el apodo,... -
- ¡Sacrosanta Minerva! No me se todos vuestros nombres -
- Nuestros oficiales, sí - protesta uno de ellos.
- Porque para eso están - responde el tribuno - A ver, dadme vuestros apodos -
- Cayo Capito, señor. Ya he estado asignado a tus paseos otras veces, ¿recuerdas? -
- Cayo Maena, señor -
- Cayo Longo, señor -
- Bien. A ver, Capito, Maena y Longo, ¿qué opináis de los mitos griegos que he estado relatando para nuestros descendientes? -
- Zeus era un picha brava, que adulteraba por ahí con cuanta buena moza se le cruzara por delante, sin parar en mientes de si era o no de su parentela - dice Capito, inflado como un pavo porque alguien tan principal como su tribuno le hubiera pedido su opinión en semejante asunto - Yo, si me permites decirlo, mi tribuno, nunca me he creído que nuestro Júpiter fuera capaz de algo así -
- No, porque su divina señora Juno es de las de armas tomar - dice Longo con un guiño.
- Yo no se si Poseidón era tan vengativo como lo pintan, pero lo que está claro es que, se llame Poseidón, se llame Océano, se llame Neptuno, o se llame como se llame el gran dios que gobierna los mares, es un cabrón como un templo de grande,... No lo digo por lo del bicho ése del laberinto, mi tribuno, que cualquiera con dos dedos de frente sabe que los toros y la gente no ayuntan bien, sino por los barcos que se lleva al fondo cada dos por tres -
- ¿Y Apolo? -
Los tres sueltan un silbido, y miran al techo.
- ¿Y bien? -
- ¡El mejor de todos! - responden los tres legionarios a coro, como si lo hubieran ensayado.
- Bien. Así me gusta. Podéis volver con vuestros compañeros e id recogiendo la impedimenta, que nos volvemos ya. Me despido, hijita, que estoy muy cansado -
- Una cosa más, que a nuestros lectores y lectoras les habrá llamado la atención: ¿en vuestro tiempo, nadie creía en vuestros propios dioses? -
- ¡Oh! Por supuesto que sí. Bueno, te concedo que yo, como filósofo, me distancio de las creencias que no se ajustan a la razón y la lógica; pero, en general, todos somos muy fieles a nuestros dioses -
- ¿Hablando así de mal de ellos? -
- ¡Mujer! Cada cual puede opinar de los dioses lo que quiera, y hablar de ellos como le venga en gana. Luego, cuando les pida algo, ya verá como ponerse a bien con ellos -
- ¿Entonces el caso de Apolo? -
- Es que Apolo nos dio recientemente un gran apoyo, y eso, oficialmente, no podemos olvidarlo. Por ello, durante algún tiempo, al menos, me corresponde velar porque los legionarios no lo pongan verde. Hasta pronto, querida -

La razón de ese esmerado respeto a Apolo en el tiempo de nuestras novelas residía en que César Octaviano, años después Augusto, atribuyó buena parte del mérito de su victoria en Actium a la divina intervención de Apolo a favor de sus fuerzas, por lo que esperaba que éstas mostraran un mínimo de agradecida deferencia al dios. Él, por su parte, se encargó de que se le construyera un magnífico templo en Roma.

La imagen que ilustra nuestra entrada de hoy es una fotografía tomada en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba (España), y se trata de dos urnas cinerarias romanas en un magnífico estado de conservación, una de vidrio y otra de plomo. En la época de nuestras novelas, la forma habitual de disponer de los difuntos era la incineración. Las cenizas resultantes de la cremación se guardaban en urnas (algunas, auténticas obras de arte), que podían ser de vidrio, cerámica, piedra o metal.

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