viernes, 9 de diciembre de 2016

UN INQUISIDOR EN EL FIN DEL MUNDO

Reconstrucción ideal de los conocimientos geográficos en época romana


Como ya os contamos en la sinopsis de la novela, en “Caballos de Octubre”, el centurión Manlio Sereno, personaje narrador de la historia, relata el comienzo de sus años de servicio en lo que entonces era el lejano occidente de un Viejo Mundo, donde, el Mediterráneo y, más concretamente, la ciudad de Roma, se consideraban el centro y eje de todo cuanto acontecía. En esas tierras ulteriores, las de más allá de cualquier sitio, la actividad policial la llevaba a cabo el ejército, en una Hispania todavía en formación, en las últimas décadas del siglo I antes de Cristo.
Leyendo sus comentarios, seguimos a Sereno mientras resuelve su primer caso como inquisidor militar, en la primera entrega de una serie de novela histórica con tramas policíacas, sazonada con ingredientes de sátira de costumbres y una cierta actitud iconoclasta frente a los tópicos habituales en el género, que he titulado “Un inquisidor en el fin del mundo”.
- Rubricado; nosotros dijimos rubricado – 
De acuerdo, queridos –
Como podéis ver, amigas y amigos, una vez que la Legión X ha puesto el pie en alguna parte, no hay quién no pueda contar con ellos, así que, siguiendo la vieja recomendación del sentido común (“si no puedes con ellos, úneteles”), declaro que, de común acuerdo, mis personajes y yo hemos titulado la serie así. 
 - Eso está mucho mejor –
- Como mandan los cánones –
- Y los dioses eternos –
- ¡Abraza altares! –
- ¡Descreído! - 
Al divino señor Julio le hubiera gustado también –
- Eso es mucho suponer… - 
- ¿Es que tú hoy no vas a dar tregua a nadie? – 
- ¡Haya paz! -
- Pues a mí, me gusta esa rúbrica, porque mucha razón tiene: estábamos destinados en el fin del mundo –
- No sigáis dándole coba, que al final ésta querrá ovación -

Os preguntaréis, queridos lectores, que por qué lo del fin del mundo. Hoy en día, en la “era global” nos puede parecer un sin sentido, pero os aseguro que en su época lo tenía todo. Entonces, literalmente, la tierra se acababa en las costas occidentales de Europa. Echad un vistazo al mapa que ilustra la entrada. Nuestros antepasados tenían conocimiento de que hacia oriente se extendían miles de millas de territorios diversos, y, a su vez, una clara y profunda conciencia de que hacia poniente, una vez llegados a la costa, se alcanzaba el final de la tierra; el finis terrae de los latinos, que aún sigue presente en muchos topónimos, desde Escandinavia hasta Iberia. Se terminaba el suelo firme y comenzaban los dominios líquidos e inestables de Océano, y no había nada mucho más allá, salvo leyendas sobre monstruos marinos.

En “Caballos de Octubre”, la primera entrega de la serie, Sereno se incorpora a su destino en la Hispania Ulterior, una de las provincias situadas en el fin del mundo por occidente. Llega aquí una vez terminada la guerra civil que enfrentó a los partidarios de Octavio y Marco Antonio. Parafraseando a su contemporáneo, el poeta Virgilio, una antigua llama de la que todavía quedaban vestigios, junto a ardientes rescoldos de otras llamas anteriores.
- Y tú que lo digas –
- Vaya que sí –
- Y se llama Vergilio. Vergilio Maro. Mira que os gusta cambiar “cositas”, descendientes -

La trama, como en toda novela, es ficción; pero la ambientación está urdida sobre un acercamiento veraz a la Antigüedad romana, alejado, como venimos diciendo, de muchos tópicos al uso. 
- Lo de que la trama es ficción, no lo digas muy alto, porque no vaya a ser que se crean que todo esto son inventos tuyos. Y nosotros, todos, podemos jurar que lo que Sereno escribió es la verdad, y nada más que la verdad – 
Palabra por palabra –
- ¿Estáis seguros de que queréis que los modernos crean que todo lo que escribí sobre nosotros y nuestras andanzas es la pura verdad? –
- ¡Sí! –
- ¿Seguro? –
- ¡Ehem!... Pues, ya que insistes,… hay algunas “cosillas” que,… -
- ¡Nada! ¡Todo cierto! –
- Pues claro, lumbreras; pero la cuestión es si queremos que los modernos sepan ciertas “cosillas” que hicimos entonces,… –
- ¡Yo no tengo nada que ocultar! – 
¿Tú? ¿Tú, precisamente? Haz memoria, contubernal, que pocas no fueron las ocasiones en que nos metiste en líos…-
- Mejor lo callamos –
- ¡Ehem! –
- Quizás fuera prudente… -
- Tal vez deberíamos deliberar algo más sobre el asunto… -
- A ver si ahora nos vamos a arrepentir de haber dejado que nuestra amiga ponga en latín moderno los comentarios de Sereno –
- Pues… -
- ¡A lo hecho, pecho!; que somos centuriones, no niños de teta –

Sí, amigas y amigos, aquí están, invadiéndonos y más que decididos a quedarse con nosotros. El narrador y el resto de mis personajes, pues son legión y nunca mejor dicho, resultan verídicos y, a los ojos de los lectores actuales, podrán parecer cualquier cosa menos políticamente correctos, porque he querido que sean, ante todo, hijos de su propio tiempo.
- ¡Pues de cuál íbamos a ser, por Júpiter sacrosanto! -

Ya hay entre vosotros quienes se han dejado conquistar por las historias de Sereno sobre las andanzas de la Legión X en las Hispanias; y esperan las próximas entregas de la serie para seguirles a ellos y a la acción de las novelas por las principales ciudades romanas del occidente peninsular, que hoy continúan desempeñando un importante papel en los actuales España y Portugal; y otras, que, o bien perduran entre nosotros, o bien desaparecieron, despobladas al ritmo del transcurso de la Historia de la Península Ibérica.
- ¿Hacemos la lista de las que quedan, contubernales? –
- ¡A ello! –
- Legio, Asturica Augusta, Norba Caesarina, Olisippo, Emerita Augusta, Hispalis, Corduba, Gades, Salmantica, Metellinum, Pax Iulia, Lucus Augusti,… - van diciendo unos y otros; a veces, turnándose; a veces, a coro.
- ¡Esperad, esperad! ¡Un poco de orden, Marte mediante! ¿Cómo vamos, de sur a norte, o de norte a sur? – 
Creo que vamos dando saltos, como una ardilla, de árbol en árbol –
- Muy salado estás tú hoy -

Por licencia literaria y “necesidades del guión”, a lo largo de la serie también se “visitarán” otras poblaciones, producto de la imaginación y el humor de esta autora, para cubrir los huecos que la investigación, - cuyo ritmo es necesariamente más lento que el de la ficción novelesca -, no ha podido “rellenar” hasta la fecha.
El tiempo histórico elegido se sitúa, conforme al calendario actual, entre los años 30 y 10 antes de Cristo, en la época en la que Octavio, tras vencer en Actium a su principal oponente, Marco Antonio, se va a ir consolidando como el hombre fuerte de Roma y sus provincias, acumulando cargos, títulos y poder, reorganizando el ejército y los territorios de buena parte de Europa, el norte de África, el Próximo Oriente y las islas del Mediterráneo. En la Península Ibérica son también los años de las llamadas guerras cántabras, de nuevas fundaciones coloniales y de la reorganización provincial (de Ulterior y Citerior, a Tarraconense, Bética y Lusitania). Es un período en el que la información de los documentos históricos es parca en detalles sobre nuestros territorios y las legiones acantonadas en ellos, y, por tanto, queda un margen suficientemente amplio para novelar.
- Si falta información es porque la habréis perdido, ¡descuidados! –
- Se aprecia una más que notable dejación, en lo tocante a conservación documental, a lo largo de los años transcurridos entre nuestra época y la vuestra -
- ¿Documental, dices? ¡Anda que menudo desastre!… No hay quien encuentre nada de todo lo que escribimos, ¡y mira que escribíamos por todas partes!… Los edificios públicos están en ruinas, el agua no corre por los acueductos, las vías se han echado a perder por falta de mantenimiento,... y a las provincias ya no las reconoce ni el que las fundó – 
El paso del tiempo no respeta razones… -
-Tú sigue con ese tratado sobre las moscas, tribuno, y déjate de filosofías de cuartelillo, que me das dolor de cabeza –

El mismo mapa, pero orientado al Norte
¿A que ahora sí que os suena el mapa, y os resulta algo más fácil reconocer los territorios y accidentes geográficos? Pues claro, porque ahora está orientado conforme a la norma moderna, con el norte situado arriba; el sur, abajo; el este, a la derecha; y el oeste, a la izquierda. En la norma cartográfica antigua, el este, el oriente, se colocaba en la parte superior de los mapas. De ahí, el verbo orientar, que, originalmente, era la acción de ubicar algo en el espacio tomando como referencia el punto cardinal del este, el oriente, el lugar por donde sale el sol.
He elegido esta imagen para ayudar a haceros una idea del concepto geográfico sobre el Viejo Mundo que teníamos cuando éramos romanos.  El Mediterráneo oriental era el centro del mundo. Roma no quedaba lejos de ahí, pero nuestra Península Ibérica, sobre todo su parte occidental, la Hispania Ulterior, se encontraba en los confines del mundo por el oeste.
- Lo que yo he dicho siempre, que si nos descuidamos, nos caemos - dice Prisca, asomando la cabeza entre los uniformes de los centuriones, para ver bien el mapa, señalando con el dedo la representación de Hispania, que, en el mapa a la antigua, queda en la parte inferior del dibujo.
- ¡¿Otra vez esta vieja matrona fisgando por aquí?! ¡Sereno! Ya le estás ordenando a tu asistente que controle a su suegra -
Sereno hace un gesto de resignación y el Sileno se retuerce de risa en su pared.




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