lunes, 19 de diciembre de 2016

ENTRAÑABLES FIESTAS





En el calendario de nuestros antepasados romanos, el mes de Diciembre venía tan repleto de fiestas como el nuestro. Para ellos, el mes festejaba a seis divinidades distintas, y, entre ellas, a tres dioses fundamentales para su concepción del universo: Jano, Júpiter y Saturno.
Jano, el que ellos consideraban como el más antiguo de todos los dioses, el dios de las puertas, las entradas y salidas, cerraba y abría cada año, y era el primer dios en recibir atención religiosa y festiva preferente en Diciembre y en Enero. Sus fiestas, las Agonia, se celebraban el 11 de diciembre, y el 9 de enero.
Júpiter, dios de dioses, óptimo y máximo, tenía consagrados dos días en diciembre, el 13, por ser los idus, - que, como hemos comentado en otras ocasiones, le estaban todos dedicados -, y el 23, cuando se celebraban las Larentalia.
Saturno, el antiquísimo dios del tiempo, personificación divinizada de la prosperidad, y máximo benefactor de los hombres, era el que recibía más atención en el último mes del año. La fiesta religiosa era el día 17 de diciembre, y, con el tiempo, las celebraciones populares se fueron alargando, hasta llegar a la última festividad del mes, el día 23.
- Algo que no se podía sostener, ya que la mayoría de los comerciantes cerraban sus tiendas, se desatendían otros muchos negocios, y se demoraban asuntos de importancia en los tribunales, así que nuestro querido César Augusto hizo que los días de fiesta oficiales se redujeran a tres – explica el tribuno.
- En eso es en lo único en lo que mucha gente no estuvo de acuerdo con él – dice uno de los oficiales.
- Sí, porque mira que es majete el jodío, pero, en lo de recortar las Saturnalia, se portó como un auténtico aguafiestas – dice otro.
- Bueno, queridos, pues en vuestros tiempos ya estaríamos en plenas Saturnales… -
- ¡¡¡ Io, Saturnalia !!! – cantan a coro, levantando las copas de vino dulce que les he ofrecido.
- ¿Qué os evoca ese nombre, Saturnalia? –
- Jolgorio, bebercio y poder apostar a gusto sin que ningún moralista venga a mirarte por encima del hombro – ríe uno.
- Ya, y sin que a nosotros nos toque hacer de moralistas con los paisanos – apunta el narrador.
- Doble moral – añade el tribuno, con una sonrisa socarrona – Porque más que os gusta a vosotros una buena apuesta, queridos míos,… -
- ¡Y tú que lo digas, tribuno! – ríe otro de los oficiales, guiñando un ojo.

Las fiestas dedicadas a Saturno tenían lugar en los días próximos al solsticio de invierno, y por esa razón, las velas tenían una importancia fundamental en las celebraciones, y, a la par, eran uno de los presentes que la gente intercambiaba, ya que representaban la luz y el reinicio de otro ciclo anual, en el que los días, y, por tanto, la luz solar, volvían a alargarse sobre la tierra.
- ¿Sabéis que las velas siguen siendo un elemento decorativo de importancia en nuestras festividades de esta época del año?
- ¿Pues no tenéis ahora esa modernidad de la electricidad?, ¿para qué velas? –
- Por tradición –
- Aunque ya nadie recuerda que esa tradición se remonta hasta nosotros – dice el tribuno, algo molesto.
- Las utilizamos fundamentalmente como elementos decorativos, ya que su cálida luz nos gusta más que la de leds y bombillas. Son parte de nuestras fiestas navideñas, que perderían mucho sin velas, y sin… –
- Pues yo pienso que las velas, por muy bonitas que sean, son un peligro de incendio – me interrumpe otro de los oficiales.
- Tú siempre poniéndote en lo peor… Anda, cómete esta cosa blanca –
- Es un polvorón – les aclaro – Uno de los dulces típicos de estas fechas. ¿Cuáles eran los vuestros? –
- ¡Qué dulces! ¡Vino! Vino es lo que cuadra bien con estas fechas; pero del fuerte, no estos melindres para abuelas –
- Es un vino buenísimo –
- No están malos estos… polvorones, ¿dijiste? –
- Sí, polvorones –
- Pues están mejor si se les sacude el polvillo blanco de por encima – dice otro, raspando el polvorón con la punta de su puñal reglamentario –
- Sí, que están buenos, y tienen tropezones – dice otro, mirando medio polvorón después de haberle dado un mordisco - ¡Vaya! Son almendras –
- Espero que sin restos de cáscara, no vaya a tener que poner a Celestino a sacar alguna muela rota mañana – dice el tribuno.
- Al Celes no, que está en prácticas – gruñe otro de los oficiales, masticando con excesiva prudencia el polvorón.

Cuando iba seguir planteando otras cuestiones sobre las entrañables fechas de las Saturnales, un legionario irrumpe de repente en el salón:
- ¡Mi centurión! ¡Incendio en la cuesta del templo de Venus! –

Todos se levantan a la vez, menos el que habló de peligro de incendio, que se atraganta con el polvorón y se pone a toser y a escupirlo, mientras intenta articular un “ya os lo decía yo”.
- ¡Me cago en toas las velas! Arreando todos para el pasado, que, como se levante viento, nos vamos a acordar de estas Saturnalia para los restos – dice el oficial de mayor graduación, echándose su capa por los hombros.
- Vayamos, hijos míos, vayamos – dice el tribuno con cara de circunstancias, mientras todos los oficiales pasan por su lado y le dejan atrás, corriendo tras el legionario mensajero.
- ¿Qué tripa se les ha roto a los muchachetes de la quincalla en el pecho? – me pregunta Prisca, que ha debido estar escondida en la cocina todo este rato, y ahora se sirve una copita de vino dulce y toquetea los polvorones que quedan en la bandeja, para escoger uno.
- Una emergencia. Ha llegado un legionario con un mensaje, avisándoles de que se ha declarado un incendio –
- Era de esperar – dice, encogiéndose de hombros – Hay velas por todas partes. Estamos en Saturnalia. Algún descuido, alguna mal puesta que se ha caído y ha prendido una cortina, o una alfombra, y ¡ea!,… ¿Y dónde han dicho que es? –
- En la cuesta del templo de Venus –
- ¡Juno sacrosanta! – exclama, soltando el polvorón y echándose la palla por encima de la cabeza – Allí vive mi amiga Primitiva,… me voy corriendo a ver qué me cuenta –
En fin, queridos amigas y amigos, esperemos que no sea nada demasiado grave, y que nuestros antepasados vuelvan por aquí mañana para seguir contándonos más cosas sobre las Saturnales.

Para ilustrar esta entrada, la foto de una ya antigua felicitación navideña, con un motivo de velas encendidas. Si cambiamos las bolas por hojas de laurel, bien podrían haber estado en casa de cualquiera de nuestros antepasados romanos por estas fechas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario