sábado, 1 de julio de 2017

HIJOS DEL VIENTO


Durante siglos, los caballos de la Península Ibérica gozaron de más que merecida fama en el mundillo de las carreras de la Antigüedad romana, y, de hecho, Hispania era una de las principales proveedoras de estos espléndidos deportistas de cuatro patas para el resto del Mediterráneo.
Los caballos del oeste de la península eran particularmente apreciados por su velocidad, y corría la especie de que, en la parte más occidental de la Lusitania, esa virtud se debía a que era el viento el que fecundaba a las yeguas.
El que fuera primer naturalista de Europa occidental, Cayo Plinio Segundo, más conocido como Plinio el Viejo, recogió en su monumental obra Naturalis Historia, que, según se decía, era el viento del oeste, llamado entonces Favonius, el que, al ser respirado por las yeguas, las fertilizaba.

-      - Pues las yeguas se preñan y paren por el mismo sitio, que no tiene nada que ver con los morros, precisamente –
-      - ¿Y tú, eres…? –
-      - Pica, Cayo Sergio Pica, mulomédico de la Legión X –

Para vosotros, lectoras y lectores, un mulomédico era un veterinario especializado en equinos, esto es, que sólo se dedicaba a atender a caballos, mulos y asnos.
-     -  Algo fundamental para el transporte y los viajes por tierra – añade con orgullo, levantando el dedo índice – Bueno, y, je, je, también para las carreras -


Plinio reunió su enciclopédica información durante la primera mitad del siglo I de nuestra era, muchos años después de la época en que tienen lugar los hechos de “Caballos de Octubre”, pero la especie de los caballos hijos del viento era ya un lugar común que podía encontrarse en otras fuentes escritas de la Antigüedad romana, algunas, como las obras de los agrónomos Varrón y Columela, o las del poeta Virgilio, mucho más próximas a los años en los que transcurren nuestras novelas, y que referían lo mismo sobre las yeguas de las tierras más occidentales de la Hispania Ulterior.
- Esa historia tiene su origen, como casi todas las historias, en los mitos. ¿Me equivoco, tribuno Galo?
- En lo cierto estás, querida – responde el tribuno, acomodándose en el sofá, como si se tendiera en un diván - Aunque, a decir verdad, en los mitos, la relación primordial de los caballos con los elementos se inicia con el agua –
- ¿Y nos lo vas a contar? – le pregunto, para evitar que se enfrasque en el último número de la National Geographic, que ha pescado al vuelo conforme entraba en el salón.
Suspira, le echa una mirada resignada a la portada, la deja a un lado, y cuenta:
- Tras el reparto de atribuciones entre los tres dioses hermanos, a saber: Zeus, Hades y Poseidón, al último le correspondió reinar sobre todas las aguas. Y cuenta la leyenda que el primer caballo surgió, al igual que si fuera un manantial o una fuente, de un golpe del tridente de Poseidón sobre el suelo. Este insigne dios, cuando estaba de buen humor y se sentía generoso, regalaba magníficos caballos a los héroes… Que para que nuestros amigos modernos lo sepan, eran una categoría de seres que se supone existió en un momento remoto de los tiempos más arcaicos, mitad humanos, mitad divinos, puesto que eran hijos de divinidades y personas, en cualquier combinación que se os ocurra… En fin, volvamos a los caballos, porque hablar de los héroes sería largo y prolijo… ¿Por dónde iba? –
- Por los caballos que regalaba Poseidón –
- Gracias, querida… Bien, pues algunos de esos caballos eran animales alados, como el famosísimo e inmortal Pegaso, que tan buenos servicios prestó a Belerofonte. Esa capacidad de volar de algunos de los caballos de Poseidón fue lo que debió iniciar la relación de los nobles brutos con el elemento aire. Y, a su vez, la relación con el viento del oeste, Céfiro, tiene que ver con la paulatina identificación entre Océano, el titán primordial, señor de todas las aguas, y Poseidón, el dios olímpico a cuya jurisdicción pasaron éstas. Como todo el mundo sabe,… bueno, sabía, en mis tiempos, al menos,… Océano vivía en los confines de la tierra, en el extremo occidente del mundo, por donde y desde donde soplaba Céfiro, siempre a sus órdenes. Otra leyenda decía que Pegaso, el más veloz, y aéreo, de los caballos había nacido allí, en el extremo occidente, junto a las fuentes de Océano… Con lo que, como os podréis imaginar, sólo fue cuestión de tiempo que el viento acabara convertido en padre putativo de todos los caballos del oeste de la Península Ibérica, la tierra en los confines del mundo; y que el gran vate Homero acabara convirtiéndolo en una figura poética al nombrarlo padre efectivo de Balio y Janto, los dos caballos divinos que Poseidón regalara a Peleo, por sus bodas con la nereida Tetis, y que ése legó a su hijo, el héroe Aquiles, de cuyo carro de batalla tiraron durante la Guerra de Troya - 

- ¡Cuánto sabes, tribuno magnífico! – se asombra Pica – Y es una verdad grande y muy verdadera eso que dices de los caballos de Aquiles: Homero los mienta, y si Homero lo dijo, pues,... –
- ¿Ves, querida? En mis tiempos todo el mundo conocía la historia de los caballos hijos del viento que tiraban del carro de combate de Aquiles… -
- Tremendo, Aquiles – dice Pica.
El tribuno le da un golpe seco con la National Geographic enrollada. Pica da un respingo.
- ¿Por qué, tribuno? – le pregunta, sorprendido.
- Por interrumpirme sin mi venia –
Como veo que Galo ha vuelto a prestar atención preferente a la revista, le animo a seguir:
- ¿Por qué no le cuentas a nuestros lectores algo sobre los caballos de Aquiles? Seguro que se han quedado en ascuas, pues, al contrario que en tus tiempos, cuando Homero era una lectura habitual en las escuelas, en los nuestros, cada vez son más raras las personas que leen sus obras -
- ¡Qué me dices! ¡Horror de tiempos, los modernos! ¿Cómo que Homero ya no es lectura obligada para los niños?
- Hay demasiada violencia y muerte entre sus versos… -
- Lo que digo: ¡qué tiempos!... Se evita a Homero para que los niños no lean sobre guerra y mortandad, y, sin embargo, se les deja verlas directamente en las cajas bizarras… -
- Los caballos, tribuno, sigamos con los caballos, que, dentro de nada, vendrán a reclamarte para que vuelvas al pasado.
- Pues, bien, como decíamos hace unos momentos, Aquiles, héroe, hombre por ser hijo de hombre, y semidivino por ser hijo de una nereida, utilizó en sus hazañas en la Guerra de Troya un tiro de dos caballos que el dios Poseidón había regalado a su padre, Peleo. Estos caballos eran inmortales y velocísimos, pues eran hijos de una harpía, llamada Podarga, y del viento del oeste, Céfiro, que se supone la había seducido en una amena pradera en las tierras que limitaban con los dominios de Océano –
- Creo tribuno que tendremos que explicar a nuestros lectores qué era una harpía –
- Sí, hija, ya veo… Pues una harpía es uno de esos seres que abundan en los mitos, mitad humanos, mitad animales. En concreto, tenían cabeza y busto de mujer, con alas, cola y patas de ave rapaz, y su vuelo era rapidísimo. Una de ellas, la susodicha Podarga, fue la madre de Janto y Balio, los caballos de Aquiles, que heredaron de ella y del mismísimo viento Céfiro, el que entre nosotros se llama Favonio, - que era considerado entonces como el más potente de todos los vientos -, la velocidad y la inmortalidad. De ellos viene, seguramente, todo el uso posterior de calificativos como “veloces como el viento”, “rápidos como halcones”, “hijos del viento”, y similares, aplicados a los caballos en la poesía; y, mezclado esto con algún que otro rumor pintoresco o colorida leyenda local, las noticias que encontramos en mil y un tratadistas sobre agronomía, ganadería caballar y mulomedicina… ¿Sí, Pica? –

El veterinario le ha hecho un gesto, pidiendo la palabra.
- Concedo. Habla –
- Pues quería decir, mi tribuno, que, además de inmortales y rapidísimos, también eran muy listos, más que sus aurigas, y podían hablar… En griego, y en verso, además, ¿eh? –
El tribuno hace un gesto de asentimiento y prosigue:
- Cierto. Homero también pone en boca de uno de los corceles, Janto, dotado de voz por la gran diosa Juno, un inspirado y profético parlamento, en el que, entre otras cosas, le recordaba a Aquiles que su destino estaba sellado y que no regresaría vivo de Troya… Janto y Balio, unos bonitos nombres para caballos que no se utilizan hoy en día –
- Porque no vaya a ser que les salga el caballo parlanchín y les diga lo que no quieren oír – sentencia el primipilo Cornificio, entrando en el salón – Recoge, tribuno, que ya van siendo horas de regresar a los cuarteles. Te recuerdo que los magistrados de la colonia te esperan mañana bien temprano –
- Cierto. Haces bien en recordármelo, mi querido primipilo – le dice el tribuno, levantándose y dejando con mal disimulada pena la National Geographic sobre la mesita.
- Pues no te acostumbres, que yo no soy tu secretario – gruñe el primipilo, que se despide de mí con un gesto de cabeza – Y que sepas que ésta es la última vez que lo dejo todo embarbascado por venir a buscarte… ¡Cómo si no tuviera mejores cosas que hacer! –
Se marcha, relatando, y el tribuno le sigue, remedándole con gestos. Al tribuno le siguen los legionarios de su escolta, aguantándose la risa. Sergio Pica se repantiga en el sofá cuando todos salen, pero apenas ha colocado las manos detrás de la nuca, Cornificio regresa, veloz como una ráfaga del mismísimo Céfiro, le coge del cuello de la túnica, lo levanta en vilo y se lo lleva a rastras:
- ¿Qué, grandísimo tarugo, creías que me había olvidado de ti? –

Las bonitas fotografías que ilustran esta entrada han sido compartidas por la página de Facebook “I love horses”, publicadas en la revista National Geographic o cedidas por algunas de nuestras lectoras, como ya habréis visto en otras entradas del blog, o posts de nuestra página de Facebook.

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