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Agua, hiedra y madreselva (T. Piquet, 2016) |
ADDENDA GEOGRÁFICA
Hacia la hora convenida para la llegada de mis personajes, oigo unas voces que se acercan al Presente. Discuten con acritud. Una es la voz de Prisca, y la otra, una voz de hombre que me resulta vagamente familiar.
- ¡Por fin llego, hijita! - me dice Prisca a modo de saludo, echándose sobre los hombros el manto ligero con el que se cubría la cabeza - Tardísimo, pero es que no he tenido más remedio que traerme a éste - añade, con un gesto de disgusto, señalando a su yerno.
- Querida suegra: - empieza a decir él, que viene de punta en blanco, de uniforme - es al contrario. Soy yo el que te traigo a ti, porque he recibido órdenes de no perderte de vista, ni de oído -
- ¿Qué es eso de no perderla "de oído"? -
- Te saludo, ¡oh ilustre amiga y descendiente! - me dice, muy pomposo - Eso quiere decir que tengo que estar al tanto de todo lo que mi querida suegra va diciendo por ahí; y tener cuidado de que no se vaya de la lengua sobre ciertas cosas que conciernen a la investigación de un crimen -
- ¡¿Pero por qué cotilla de quinta clase me habéis tomado?! - protesta Prisca, ofendida - Que soy plebeya pobretona, pero tengo mi dignidad -
- Nadie lo pone en entredicho - el yerno trata de sonar conciliador - Todos te guardamos el respeto debido a una anciana matrona, madre de legionarios caídos luchando por la
Respublica, sabia por lo venerable de tus años,... -
- ¿Me estás dando coba? ¡Lo único que me faltaba ya esta tarde!,... que quieras hacerme creer que te tengo pegado a mis talones, como si fueras una sombra postiza, para hacerme honores,... -
- No, suegra, pero ... -
- Nada de peros, ni de alabanzas. Te las guardas para cuando me vaya de julepe con el barquero,... o mejor, para cuando decida venir a visitarte desde el más allá y no dejarte dormir en paz, ¡mal yerno!... ¡Ay, hija!, no te imaginas lo mal que me lo está haciendo pasar esta
caterva de pechos de lata. Me han prohibido salir sola de casa.
- Pero, suegra, que son mis órdenes. Que si te dejo andar por ahí a tu antojo, me caigo con toda la impedimenta -
- ¡Tonterías! -
- ¡Qué más quisiera yo que lo fueran! Lo que yo querría es estar en mis cuarteles, ocupándome de mis faenas,... -
- Haciendo el vago, querrás decir. Que te conozco, Cayo -
- Trabajando, suegra. Que soy asistente de ... -
- Todo el mundo lo sabe ya. Hasta a los partos, allá por los confines del Asia, les debe haber llegado la voz, so lenguaraz. Si te pusieras al servicio de la divina Fama, la diva no necesitaría trompetas. Tú eres es el que tendría que llevar sombra postiza con buenas orejas, para que alguien pudiera controlar lo que largas por las cuatro esquinas de todas partes... Y la cotilla soy yo. ¡Acabáramos! -
- Ahora que mencionas Asia,... - intento aprovecharlo para cambiar de tema - Voy por el globo terráqueo y os enseño donde viven los nuevos lectores -
Pongo el globo sobre la mesa. Prisca toma asiento con la naturalidad de la que ya se ha vuelto costumbre, pero su yerno se acerca mirando fascinado el objeto que no ha visto nunca. Lo hago girar con un toque del índice, y el legionario tiene que hacer un gran esfuerzo para contener una exclamación de asombro.
- Bonito, ¿verdad? - le ofrezco una salida digna a su estupefacción.
- Mucho, mucho - dice, sentándose en la silla que le señala su suegra.
- Cierra la boca, Cayo, que pareces tonto - le dice Prisca, en absoluto compasiva.
El hombre carraspea y finge estudiar con atención la bola, frunciendo el ceño.
- Estos redondeles de colores, ¿qué señalan? - dice al cabo de un momento, con alivio por poder hacer una pregunta atinada, que espera que me de pie para satisfacer su curiosidad.
- Señalan los lugares donde viven nuestros lectores, sobre el mapa. Porque esto es un mapa del mundo -
- ¡Ah! Muy original. Pintado sobre una bola -
- Es que, a lo que parece, en estos tiempos modernos, la gente se cree que el mundo viene a ser redondo, como una especie de pelota - le dice Prisca.
- Es que el mundo es redondo, suegra - le replica Cayo.
- ¡Ja! Y eso ¿quién lo dice? Un griego de cuyo nombre no me acuerdo y cuatro excéntricos más -
- No. Lo dice también nuestro tribuno, que es un hombre muy sabio, ha leído muchísimo y ha viajado más todavía. Y mi superior también, que ya sabes lo listo que es -
- Ese aspirante a héroe es joven todavía para ser sabio -
- Pero es un hombre muy instruido, y también lee mucho -
- El caso es que, hoy en día, estamos seguros de que el mundo es redondo. Y exactamente así, como se representa en esta "pelota" -
El yerno exhibe una sonrisa triunfante y dice, tras echar otro vistazo al globo terráqueo:
- Y a mí que me parece que aquí hay más tierras de las que nosotros teníamos idea -
- Sí. Los descubrimientos geográficos se fueron sucediendo y, con los siglos, vuestros descendientes fuimos dibujando mapas del mundo cada vez más completos y precisos -
- ¡Aaah!,... Nosotros ya éramos buenos en eso de dibujar mapas, ¿eh? -
- Bueno, niña, que si sigues dándole hilo a este tarugo de uniforme, se nos pasa la tarde. Y, te recuerdo Cayo que tenemos toque de queda, así que, como no estemos de vuelta a la hora convenida, se nos presenta media legión a buscarnos. A ver, ¿dónde quedan esos sitios que me dijiste ayer? -
- Aquí - coloco un círculo adhesivo sobre el globo - En los Países Bajos, también conocidos entre nosotros como Holanda. En vuestros tiempos, estaban en la frontera norte de la
Gallia Belgica, y se consideraban parte de la
Germania. Algo después, sus tierras al sur del curso y la desembocadura del Rhin, vuestro
Rhenus, pasarían a ser la provincia romana de
Germania Inferior. Así que lo que hoy es Holanda o Países Bajos, entonces era
Germania, al Sur del río, romana; al Norte, germánica. Y el río se mantuvo durante siglos como frontera -
- Es un río muy práctico: ancho, profundo y con mucho caudal - dice el yerno, con tono de conocimiento de causa.
- ¿Tú has estado a orillas del Rhin? - le pregunto.
- Pues claro que sí - hincha el pecho - Con el divino Julio César, que está entre los dioses inmortales. Bueno, entonces todavía no, que estaba muy vivo. Yo era muy joven, apenas un recluta, pero lo recuerdo perfectamente -
- Sí, hijita. Este mequetrefe se alistó para irse detrás de César a las
Gallias, justo después de engatusar a mi pobre hija y comprometerse con ella. La dejó más plantada que un lirio en maceta, y con un disgusto, que yo creí que se me moría de pena, todo el día suspirando y preocupándose por si este mal hombre estaría bien, o si volvería entero, o si, siquiera, volvería - dice Prisca echándole una mirada terrible a su yerno, que simula no darse cuenta.
Para cambiar de tema, me pregunta:
- ¿A qué lado del
Rhenus viven los lectores? ¿son ambivaritos, téncteros, bátavos, tungrios, suevos? -
- El lugar exacto donde viven tendrán que decírnoslo ellos -
Queridos lectoras y lectores: los nombres que Cayo menciona son los de tribus germánicas que habitaban la zona de los cursos bajos del Rhin y el Mosa a mediados del siglo I antes de Cristo, momento de los primeros contactos entre romanos y germanos en esta parte de Europa. Como en el mismo caso en el resto de los territorios europeos, la designación de germanos era genérica, ya que los territorios de la Germania estaban habitados por numerosas y diversas tribus.
- Tú, déjate de batallitas y deja a los germanos tener la fiesta en paz. Y tú, niña, aligera, que se nos hace tarde para regresar. A ver ¿dónde queda la India?, por Asia y más allá ¿no? - pregunta Prisca.
- Sí. Aquí - coloco el círculo adhesivo sobre el subcontinente indio - Más al Este de Persia y de la Bactriana, estaba lo que, desde algunos siglos antes de vuestros tiempos, se conocía como el reino de Chandragupta -
- Alejando Magno estuvo allí - dice Cayo, orgulloso de sus conocimientos de Historia.
- Y allí, y acá, y allá. ¿Dónde no estuvo ese culo inquieto? - añade Prisca.
- Sí, por los griegos de Alejandro conocemos lo que se sabía en el Mediterráneo sobre la India en aquella época; que no era mucho, pues los macedonios sólo contactaron con el reino que ocupaba una parte del valle del Indo. No obstante, por los mercaderes, muy activos en la Antigüedad, se podía saber que era un territorio muy extenso y variado, con un clima y unos paisajes muy diferentes a los europeos, del que provenían algunos de los artículos de lujo más codiciados de la época. De India procedían en origen tejidos, incluidas las sedas de China, marfil, especias, tintes, perfumes, oro, perlas y piedras preciosas, que llegaban, primero por barco hasta Arabia, y desde sus costas del
Sinus Persicus (Golfo Pérsico), por tierra hasta Antioquía, uno de los grandes mercados redistribuidores del Mediterráneo Oriental. Otra ruta, más larga, cruzaba el Océano Índico hasta el Sur de Arabia, y, desde los puertos del
Sinus Arabicus (Mar Rojo), por las tierras de los nabateos, llegaba al otro gran mercado, Alejandría, en la desembocadura del
Nilus (Nilo) -
- ¡Vaya! Así que todas esas cosas venían desde tan lejos - dice Cayo - Pues sí que era un viaje largo -
- Y peligroso: las tormentas y los piratas en el mar; el calor abrasador y los bandidos en tierra,... -
- Con razón eran tan caras - cabecea Cayo.
- Bien, lumbreras, pues ya que lo has descubierto, levanta el campo, que nos tenemos que volver a casita, donde seguro que ya nos estará esperando alguien de la superioridad, cruzado de brazos y con cara de malas pulgas - dice Prisca, levantándose, echándose el manto por la cabeza y echando a andar a toda prisa - ¡Hasta pronto, niña!,... si éstos me dejan... ¡Cayooo! -
Su yerno se despide con un gesto y corre tras ella.
Como el calor está empezando a dar avisos de que el verano se acerca, os traigo una imagen refrescante y todavía primaveral de mi jardín.