Fuente (detalle de pintura mural, Boscorreale, Italia) |
VESTA: FUEGO Y AGUA
Octavo día de Junio, segundo día de Vestalia.
En el templo de Vesta proseguían las tareas de limpieza, preparándolo para el día principal, que coincidía con las nonas del mes.
Para el culto de una diosa que encarnaba la pureza, la limpieza de su sede era fundamental, y para ello, el agua, el otro elemento purificador por excelencia, resultaba imprescindible. Pero los dos elementos purificadores, el agua y el fuego, o sea, Vesta misma, no son compatibles; y no se consideraba adecuada su convivencia en el mismo recinto sagrado. Así que, para conciliar lo irreconciliable, la solución romana fue, como de costumbre, práctica: el agua sólo entraría en la casa de Vesta en la cantidad mínima imprescindible para cubrir las necesidades básicas del culto y la limpieza ritual y cotidiana. Ello implicaba que, en el recinto consagrado, no debían existir ni conducciones de agua, ni cisternas para su almacenaje, y, por lo tanto, el agua necesaria había de ser transportada diariamente al templo. Y, además, que, durante las ceremonias, el recipiente con el agua nunca tocara el suelo. Como esto se consideraba de mal augurio e implicaba la invalidez del sacrificio y la necesidad de purificación extra para expiar el error, se utilizaban recipientes con una base tan pequeña que no les permitía mantenerse en pie de forma estable. El temor a que, debido a esa inestabilidad del recipiente, el agua se derramara, - algo mucho peor para el buen desarrollo de los ritos -, hacía que ninguna vestal cayera en la tentación de dejarlo en el suelo.
Por otra parte, el agua debía ser lo más pura posible, así que había que utilizar agua "viva" y corriente, procedente de manantiales o ríos, y no "contaminada" por el contacto con la obra humana (cisternas, acueductos, tuberías), de forma que el ir por agua a la fuente era uno de los deberes diarios de las sacerdotisas encargadas del templo, las vestales. Y la fuente a la que iban a proveerse era la conocida como Fuente de Camenas, extramuros de la ciudad de Roma, y a la que se llegaba saliendo por la Puerta Capena.
Para ilustrar esta entrada, os traigo un fragmento de los bellísimos frescos que decoraban las paredes de una villa romana (Boscorreale, Italia), hoy en el Metropolitan Museum of Arts de Nueva York (USA). En él vemos cómo se aprovechaba el agua de un manantial, mediante la construcción de una fuente. El agua mana dentro de una cavidad rocosa, muy probablemente parte de un sistema kárstico, ya que el líquido desciende del interior del monte y cae, chorreando y goteando, por la pared de piedra. Al pie del punto donde el agua llega al suelo, ésta se recoge en un depósito cuadrangular, que, a su vez, hace las veces de decantador. Por efecto de la gravedad, cualquier tipo de impureza que pudiera arrastrar el agua acaba depositándose en el fondo. Así depurada, el agua sale de nuevo por tres caños, situados a media altura del recipiente de decantación, que la vierten en una pila bellamente decorada.
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