Queridos lectores:
Como habrán leído en otras ocasiones, suelo escribir de mi novela que "sus personajes son legión y nunca mejor dicho", pues la Legión X puede considerarse como un personaje colectivo y, a la par, cada uno de sus miembros tiene su cuota de protagonismo en las historias que narra el centurión Sereno.
¿Por qué la Legión X? En primer lugar, porque, en el tiempo en que transcurren las novelas de la serie Un inquisidor en el fin del mundo, era una de las legiones que formaban parte del Exercitus hispanicus, esto es, el ejército romano que operaba en la Península Ibérica en las últimas décadas del siglo I a.C. Dicho ejército estuvo compuesto por siete legiones (algunos indicios parecen apuntar a que otra más sirviera en esos años con ellas, pero todavía está en manos de los especialistas acabar de confirmarlo), las denominadas I y II Augustas, la IV Macedónica, la V Alaudae, la VI Víctrix, la IX Hispana y la X Gémina.
Otra razón de peso para escoger a la X de entre ellas era su "curriculum": cuando la Décima llega a Hispania en el año 30 a.C. es una unidad veterana, que ha participado no sólo en las últimas guerras civiles romanas, sino también en las campañas del anterior enfrentamiento fratricida entre partidarios de César y de Pompeyo y, antes aún, en las campañas de conquista de César en las Galias. Eso, sin contar con su bagaje previo, que también era largo. Esto la hace ser una unidad tremendamente atractiva para mí, ya que sus miembros tienen una historia común y una identidad de cuerpo muy fuerte dentro de la milicia romana: se sienten parte de una legión con una larga historia de combate a sus espaldas y, en una sociedad de mentalidad guerrera como la romana (no olvidemos nunca que el "patrón" de la ciudad y de sus territorios era Marte, el dios latino de la guerra), eso era un motivo de honor y orgullo castrense. Mis personajes tienen, pues, un sentimiento de comunidad, una memoria colectiva, muchas vivencias compartidas y toda una vida anterior al momento en que el lector se los encuentra entre las páginas de mis novelas.
Finalmente, la última razón es, si quieren llamarlo así, una razón sentimental, pues la Legión X es una de las nuestras. Cuando la legión llega a Hispania en el año 30 a.C., no era la primera vez que pisaba la península, ya que algunos años antes la había cruzado a sangre y fuego en medio de una cruenta fase de la guerra civil entre cesarianos y pompeyanos, una guerra en la que los romanos de aquí se habían sentido tan implicados que Hispania ardió por los cuatro costados. Algunos especialistas argumentan que es muy posible que, además, muchos de sus miembros hubieran sido reclutados entre ciudadanos romanos originarios de la Península, pues hay que tener en cuenta que eran ya muchas las generaciones de romanos que nacían en Hispania, donde, desde al menos el siglo III a.C. ya había residentes romanos y latinos, que no sólo se incorporaban con regularidad a las filas del ejército profesional (desde los alrededores del año 100 a.C.), sino que, en los casos de guerra civil, corrían a alistarse voluntarios para luchar apoyando a uno u otro bando. De cualquier forma, tres de las legiones del exercitus hispanicus tomaron "carta de naturaleza" en Hispania, al permanecer de servicio en ella muchos años después de terminadas las campañas que las trajeron aquí. La IV Macedónica, la VI Víctrix y la X Gémina estuvieron destinadas en la península prácticamente un siglo, antes de que fueran desplegadas en los frentes más activos del Rhin y el Danubio. Cuando marcharon hacia el centro de Europa, excepto algunos oficiales que pudieron llegar destinados a ellas por traslado desde otras unidades, la inmensa mayoría de los componentes de las tres legiones eran de origen hispano, ya que habitualmente las unidades cubrían sus bajas y jubilaciones con voluntarios reclutados en el entorno (o la provincia) donde tuvieran sus acuartelamientos. Cuatro generaciones de hispano romanos habían pasado por las filas de la IV, la VI y la X cuando dejaron la Península Ibérica y con ellas marcharon también, como podemos ver hoy en día en los museos y yacimientos arqueológicos de media Europa, donde la información de las lápidas sepulcrales nos confirma que allí yacieron militares romanos nacidos en Hispania.
- Buenas tardes, Sereno - mi personaje narrador acaba de entrar, algo cariacontecido, en mi salón.
- Que los dioses te guarden, Flaquilla. Lamento acudir tan tarde a tu llamada, pero hoy ha sido un día muy largo...
- ¿Ha pasado algo?
- De todo, de todo - cabecea pesaroso.
- ¿Un nuevo crimen? - mis alertas saltan. Intuyo que se enfrenta a un nuevo caso.
- Me temo que sí... Espero el dictamen final de Galo, pero me temo que la de ese pobre no ha sido muerte natural...
- ¿Puedes contarnos algo a los lectores y a mí?
- ¡¡¡Y a mí!!! - chilla Prisca desde la cocina - Levanta bien la voz, hijuelo, que ya ando algo dura de oído.
- ¿Anda por aquí la gorgona del Trastévere? - me pregunta Sereno, bajando la voz.
Le digo que sí con la cabeza.
- Entonces, Flaquilla, cambiemos de tema - susurra el centurión.
- ¿Qué dices?, que no me entero bien - chilla Prisca.
- Pues ven aquí y te enterarás mejor - le digo, levantando la voz y guiñando un ojo a Sereno.
- No puedo dejar las hojas de diente de león tanto tiempo sin aliñarlas, que se mustian - protesta Prisca - ¿Qué es eso que trae por aquí a este mocetón?
- Sereno viene a ayudarme a contar a nuestros lectores la historia de la Legión Décima.
- ¡Ay!, ¡cosas de militronchos!, ¡qué aburrido!
- ¡Hem! - carraspea Sereno, contento de encontrar una excusa y cambiar de tema sin levantar las sospechas de nuestra cotilla Prisca - Eso mismo. Podemos empezar, si quieres, por hablar de los que nosotros creemos que son los orígenes de nuestra legión.
- Perfecto. Adelante, Sereno. Cuéntanos.
En ese momento, uno de los socorristas de la legión aparece en el salón. Entra un poco despistado, pues es la primera vez que viene a nuestros tiempos. Mira a su alrededor con curiosidad, pero en cuanto posa los ojos sobre Sereno, recuerda su misión y se cuadra, para decirle:
- Traigo recado del tribuno, centurión.
- ¿Urgente?
- Ordena que vuelvas lo antes posible. Conmigo, si te cuadra.
- Vámonos - Sereno vuelve a endurecer el semblante, recoge su capa y sale tras el socorrista. Antes de desaparecer hacia el pasado, se vuelve para despedirse: - Queda con los dioses, Flaquilla.
- Y a esta pobre viejecita que la parta un mal rayo, ¿no, hijo desconsiderado? ¡Menudo capón te daba si llegara a la altura de tu nuca, larguirucho! - protesta Prisca.
- ¡Que el barquero no te cobre en demasía!
- ¡¡¡OOOOOHHHH!!! - grita Prisca, ofuscada, mientras le lanza un plato... Pero los dos hombres ya van camino del pasado a paso ligero, el plato se estrella contra la escalera y mi vajilla se queda con una pieza menos.
En próximas entradas, si consigo sentar un buen rato seguido a Sereno y a alguno de los otros centuriones, os iremos contando entre todos la historia de la Legión X.
- La historia de la legión contada por sus propios centuriones, jijiji - ríe Prisca - Eso sí que no me lo pierdo... ¡Niña!, ya tengo lista la ensalada.
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