miércoles, 6 de julio de 2016

JULIO ES ÉL

Cayo Julio César
El mes de Julio se llamaba originalmente Quinctilis, puesto que, cuando el calendario romano comenzaba en Abril, era el quinto mes del año. Fue a finales de la República, en los últimos decenios del siglo I antes de Cristo cuando, tras el magnicidio que acabó con la vida de Cayo Julio César, al mes se le cambió el nombre en su honor, pasando desde entonces a denominarse con su nomen, Iulius. Hasta entonces, Julio era un mes bastante anodino en el calendario, con pocas celebraciones religiosas, que, además, en esas fechas, ya habían perdido la significación espiritual que tuvieran en el pasado más remoto de Roma. Era también el mes en el que comenzaba la canícula, lo más tórrido del verano, y, con las calores, la desvandada de todo el que podía alejarse del marasmo recalentado de las ciudades, ya fuera al campo, a las zonas más elevadas y frescas de las montañas; ya a la costa, donde la benéfica brisa marina daba un respiro y permitía dormir bien.

Después de la muerte y ascensión a los altares de Julio César, y a pesar del cambio de nombre, el mes siguió siendo tan anodino como antes. El calor bochornoso del pleno verano no cambió porque se tratara desde entonces del mes homónimo del gran estadista, militar y escritor. En realidad, lo que se hacía era inmortalizarle, recordando para siempre en el calendario el mes de su dies natalis, puesto que, en el mes Quinctilis del año 100 antes de Cristo, había nacido el que llegó a ser el hombre más grande de Roma. Inimitable, aunque no único, ya que no era el primer Gaius de la rama de los Caesar de la gens Iulia. Inmortal, porque algo más de 2000 años después le seguimos recordando de múltiples maneras, y, al igual que en vida, todavía sigue teniendo tanto fervorosos defensores de su gestión y sus obras, como ardorosos detractores. Hoy, como entonces, Julio César no deja indiferente a nadie. Y, aunque hubiera caído en el olvido, como sucedió con otros muchos personajes relevantes de su época, que ya sólo son referencias en sesudos libros y ensayos históricos, seguiría estando siempre con nosotros en el calendario.

- Inimitable, inimitable - dice nuestro amigo el tribuno - Ninguno como él entonces,... ni después. He leído con singular detenimiento y atención los tratados de tu biblioteca que me recomendaste, querida, y he comprobado los lamentables intentos que algunos, que se postulaban como émulos suyos, hicieron en otras épocas, entre la nuestra y la vuestra. En ocasiones, debo decir con pesar, con terribles resultados y poco o nada bueno para compensar las desgracias,... Tampoco ninguno de ellos estuvo a su altura intelectual, ni, en público debate en el foro, hubieran sido rivales para su elocuencia. En resumen, como dicen mis hombres en su jerga cuartelera, que ninguno le llegó ni siquiera a los cordones de las sandalias, y que, en contubernio, nuestro Julio César les hubiera dado sopa con honda a todos ellos -

Así que, queridos lectores, el mes de Julio es él.
- Bien, tribuno, aprovechando que estás aquí, podrías comentar algo sobre las festividades de Julio a nuestros lectores -
- No, si ya sabía yo que, de una forma o de otra, me liabas. Esta oferta de dejarme leer a mis anchas una biografía de Bonaparte escondía una trampa -
- Yo diría que es un trato justo: información por información -
- Tú ganas,... como siempre. A ver, ¿qué quieres que te cuente? -
- Poca cosa, que ya se nos está haciendo tarde, y pronto vendrán a buscarte. ¿Cuáles eran las principales celebraciones del mes de Julio? -
- Pues, la verdad, en nuestros tiempos, lo que más se celebraba eran los Juegos Apolinares. Se habían instituido en honor del dios Apolo, divinidad que, como ya os he contado en otras ocasiones, adoptamos del panteón griego. En principio había sido un festival de componente religioso, con rituales diversos, no sólo en los templos, sino también llevados a las esferas artística y deportiva, en forma de conciertos, recitales poéticos, representaciones teatrales y juegos gladiatorios. Pero con el tiempo, probablemente porque el divino Apolo no era un rancio latino, sino un refinado griego, la plebe, y todos los demás romanos, fueron dejando en segundo plano las cuestiones espirituales y manteniendo las lúdicas. En nuestra época, casi nadie, - salvo los filósofos estudiosos de las costumbres religiosas y algunos muy píos - recordaba, sin mucho interés, el vínculo religioso original de los Juegos Apolinares, que se seguían celebrando por tradición, entre los días 6 y 13 del mes. Nuestro César, Octaviano, les dio un nuevo impulso, en agradecimiento por el apoyo que el dios había prestado a nuestra causa en la batalla de Actium. Aunque esto sólo quiere decir que todos los espectáculos adquirieron algo más de fasto y esplendor, y la componente religiosa no llegó a calar tan hondo como él hubiera querido. Y lo mismo sucedió con el resto de festividades religiosas del mes, que se siguieron celebrando, pero apenas eran del interés de algunos muy píos y de los colegios sacerdotales encargados de los cultos; éstos últimos, por pura responsabilidad, por supuesto; ya que, pasados los juegos y llegados los idus, con la feroz canícula encima, a los que no habían salido a escape de Roma, bien pocas ganas de sahumerios y plegarias a la luz de las lámparillas y las velas les quedaban -
- ¡Tribuno! - un vozarrón le interrumpe - ¡Déjate de historietas! ¡De vuelta a los cuarteles! Que, como de costumbre, en cuanto nos descuidamos, te dan por aquí los güevos del gallo,... Y no está la cosa como para que te nos despistes a tus anchas,... Y tú, bonita, ni rechistes siquiera... ¡Al Pasado! ¡Ya! -

GLOSARIO
Quinctilis - Quinto mes del calendario arcaico romano. Posteriormente, cuando se situó el inicio del año en Enero, pasó a ser el séptimo, aunque no se cambió de nombre sino hasta la segunda mitad del siglo I antes de Cristo, para honrar la memoria de Julio César, que había nacido en ese mes.
Dies natalis - Día del natalicio, comienzo o fundación. Cumpleaños.
Gens - Entidad de parentesco, compuesta por las familias que compartían un mismo nomen, derivado de un antepasado arcaico común, considerado el fundador del linaje. Similar a los clanes o gentilidades de otros pueblos de la Edad del Hierro y la Antigüedad en Europa.
Nomen - Nombre. Equivalente al actual apellido.

Para ilustrar la entrada de hoy, como no podía ser de otra manera, un retrato de Julio César.

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