"La aguadora" (pintura al fresco; Pompeya/Italia) |
Hoy, 15 de Julio, los Idus, como ya hemos comentado en otras ocasiones, estaban consagrados a Júpiter.
Esta fecha estaba, como para nosotros, situada en plena canícula; aunque, para ellos, este período, el más caluroso del año, comenzaba y terminaba algo antes que hoy en día, debido al efecto del fenómeno astronómico conocido como precesión.
El nombre que damos a los días más tórridos del verano es exactamente el mismo que se le daba en los tiempos de nuestras novelas, canicula. Literalmente, esta palabra significa, perrita o perrilla; y designaba, en la cultura latina, a la constelación del Perro, Canis Maior (o Can Mayor), que, según las mitologías de la Antigüedad grecoromana,...
- Era el perro favorito de Orión, el cazador -
A regañadientes, como siempre que hablamos de Mitología, el tribuno completa mi frase, después de que yo le diera pie con un elocuente silencio.
- Si miramos al cielo nocturno en Verano, podemos ver con claridad varias constelaciones muy próximas unas a otras: Canicula, Lepus y Orion; o sea, el cazador, su perro y la liebre a la que persiguen -
- Yo tenía entendido que a la constelación que perseguía Orión era a la de las Pléyades -
- Pues sí, hijita, así es. Según el mito, Orión era un gigante, el mejor de los cazadores de su legendaria época; pero tenía un defectillo: era muy mujeriego. Un día les echó la vista encima a siete hermosas y virtuosas hermanas, muy devotas de Diana, - Artemis, en la versión griega de la diva -, y las persiguió con lujuriosos fines, y con una perseverancia asombrosa, ya que estuvo tras ellas durante siete años. Sin descanso. Cosas de los mitos, querida, puesto que eso es materialmente imposible. Pero, a lo que vamos, la cuestión es que Júpiter convirtió a las muchachas en estrellas, para premiar su también perseverante castidad, y librarlas del gigante. No obstante, debido al tremendo berrinche de Diana, patrona de la caza, contra Orión, por un comportamiento tan indigno de alguien que se suponía devoto suyo, éste acabó también en los cielos, castigado por toda la eternidad a perseguir, sin alcanzarlas, a sus objetos de deseo, y a ser perseguido con el mismo empeño por el escorpión que cumplió la sentencia de muerte de la diosa, inoculándole su veneno. Si observas el firmamento durante las noches de verano, verás que las Pléyades parecen preceder a Orión, y que, conforme las estrellas hacen su recorrido por el cielo, según pasan las horas, cuando éste va hacia el horizonte, para ocultarse hasta la noche siguiente, la constelación de Scorpio se eleva, como si el animalejo fuera tras la pista del cazador -
- El cazador cazado, jo, jo - comenta, con una risita, uno de los oficiales que han venido hoy acompañando al tribuno.
- ¿Eso es lo que tú haces en las noches de verano, tribuno, mirar las estrellas?- le pregunta otro, con expresión irónica.
- Es una magnífica ocupación para pasar las horas en las que el calor acumulado durante el día no permite conciliar el sueño. Se sube a un lugar alto, para evitar que las edificaciones nos interrumpan la visión, y se puede observar cómo se disponen las constelaciones y los astros en el firmamento; y cómo se desplazan por él, desde el ocaso al amanecer -
- Bonita noche en vela - comenta el oficial de mayor graduación, con el mismo tono de antes.
- Pues a mí se me ocurren muchas formas mejores de pasar una noche de verano - dice el otro oficial, con un guiño pícaro.
- Tú es que siempre estás pensando en lo mismo - su colega se ríe y le da un codazo cómplice.
El tribuno los mira alternativamente y sacude la cabeza, como dándolos por imposible.
- Y con la perrilla, ¿qué pasa? -
- Pues nada, hermosura - me dice el oficial picarón - Que se subió a los cielos detrás de su amo, para no dejarle solo, como los buenos perros; y allí sigue, tratando de echarle la pata a una liebre bien gorda que también los dioses pusieron por allá, para vayamos los mortales a saber qué -
- ¿Y qué tiene eso que ver con que los días más calurosos del verano se llamen como la constelación? ¿Es porque coinciden con la época del año en que ésta resulta más claramente visible en el cielo? -
- Pues sí, y no - me responde el tribuno.
- Explícate, por favor, que vamos a hacerles un lío a nuestros lectores -
- Pues sí, la coincidencia astronómica y estacional está en el origen de la denominación latina para este caluroso período; pero, en realidad, esto nos llegó, igual que el mito, a través de nuestros vecinos griegos del Sur,... -
- Disculpa que te interrumpa, pero hagamos una pequeña aclaración para nuestros lectores. Queridos amigas y amigos, cuando el tribuno se refiere a los "vecinos griegos del Sur", alude a las colonias griegas establecidas en la parte meridional de la Península Itálica, tan numerosas, que esta área geográfica llegó a conocerse en la Antigüedad como la Magna Grecia... Cuando quieras, puedes proseguir, tribuno -
- Bien, querida. Como os iba diciendo, de los griegos tomamos el mito de Orión, y de su perro, que ellos identificaban con la estrella Sirius, la más brillante de la constelación de la Canicula. Para ellos, la constelación se llamaba Perro, pero para nosotros, desde mucho antes de que conociéramos la versión griega de la cuestión, siempre se había llamado Perrita. Adoptamos el mito, pero, cosas nuestras, no nos acabó de dar la gana de cambiarle el nombre a la constelación. Los griegos consideraban que la estrella Sirius era un elemento celestial poderoso y veleidoso, y que, según del humor con el que se levantara del horizonte poco antes del solsticio de Verano, así sería éste. A los días siguientes a la aparición veraniega de la constelación, los llamaban "los días del perro"; y nosotros, consecuentes con nuestras tradiciones, aunque les siguiéramos la corriente en cuestiones mitológicas, los llamamos de "la perrilla" -
- Humor latino - me dice el oficial picarón, con una sonrisita socarrona.
Y, queridos lectoras y lectores, una humorada latina acabó siendo, con el paso de los siglos, un cultismo entre sus descendientes.
Para ilustrar esta entrada, os traigo un precioso detalle de un fresco procedente de la antigua ciudad de Pompeya (Nápoles, Italia). Se lo conoce como "La aguadora", pues en él podemos ver a una mujer que da un vaso de agua a un caminante. Ambos visten a la griega (el sombrero de paja de forma cónica, con alto ápice, que lleva ella; la túnica corta y el manto que lleva él), algo muy común en las ciudades del Sur de la Península Itálica, donde la cultura helenística era todavía predominante en la época en la que transcurren nuestras novelas. La he elegido porque es una escena veraniega, donde el agua, que la mujer tiene en una tinaja, sirve para ofrecer refresco a los viandantes; y porque ambos aparecen acompañados por un perrito.
Hoy ya se nos ha hecho tarde, pero mañana hablaremos del perrito con otros de nuestros personajes, porque, sí, queridos lectores amantes de los canes, en la Antigüedad ya existían razas de pequeño tamaño, criadas exclusivamente para acompañar a sus dueños como mascotas. Y también seguiremos hablando de las estrellas con el tribuno, prometido.
- ¡Qué remedio! -
- No te quejes. Si a ti, en el fondo, te encanta este julepe de ida y vuelta entre el Pasado y el Futuro - le regaña el oficial de mayor graduación.
- Reconócelo, tribuno - le dice el oficial picarón.
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