Narcisos (T. Piquet, 2008) |
Las fiestas dedicadas a Flora comenzaban hacia el 28 de Aprilis y se prolongaban hasta el 3 de Maius (Mayo). El día 28 se consideraba como dies natalis Florae (o aniversario de Flora), pues fue el día en que se consagró el templo que le dedicaron los Publicios en el siglo III antes de Cristo, en agradecimiento por la que se consideró su beneficiosa intervención en una época de muy malas cosechas. A partir de ese momento se reformó su culto y se instituyeron en su honor los Juegos Florales, cuyas festivas actividades terminaban el 3 de Mayo.
El culto de Flora era muy antiguo y anterior a ese siglo, y no sólo lo practicaban los romanos, sino también otros pueblos de la zona central de la Península Itálica, como los sabinos y los marsos, e incluso sus grandes enemigos de antaño, los samnitas. Para todos ellos se trataba de una divinidad que, al dar lugar al florecimiento de las plantas, aseguraba la abundancia de las cosechas. Era, por tanto, otra de las divinidades agrarias relacionadas con la fecundidad de la tierra y con una parte del ciclo vital de las plantas; así que, a veces, se la asociaba a Ceres y a Pomona; y, lógicamente, los rituales en su nombre se celebraban en Primavera.
- A punto he estado de no venir, niña - me dice Prisca, presentándose de repente.
- Pues la verdad era que no te esperaba a ti,... -
- ¡Anda! Pues si lo se, no me doy el tute de correr que me he dado, que he dejado plantadas a mi hija y sus amigas preparando las guirnaldas de flores que se van a poner en la cabeza para salir esta tarde bien emperifolladas,... ¿Y a quién esperabas?, si puede saberse - se sienta a mi lado en el sofá, cambiando rápidamente el gesto de supuesto enfado por el de curiosidad cotilla.
- Mandé aviso al tribuno -
- ¿Va a venir por aquí ese patricio de fina estampa? -
- No. Me ha hecho saber que sus obligaciones le retienen en el Pasado -
- Pues claro, bonita, como que estamos en plenas Floralia, y no sabes el gentío que hay en las calles desde buena mañana,... Así que no esperes que vengan por aquí los muchachetes del pecho de lata, porque tienen faena extra hasta el día 3 de Maius, por lo menos. Porque no es sólo la gente de la ciudad, que también hay que contar con los que viven en el campo y se vienen para allá a pasar las fiestas -
- Lástima, porque esperaba que él les contara a nuestros lectores y lectoras algo sobre las fiestas de Flora -
- Pues quita el puchero, sosita, que aquí estoy yo y te los pongo al día - se acomoda mejor en el sofá y se pone sobre el regazo un cestito que traía colgado del codo, lleno de flores.
- ¿Y esto? -
- Que digo yo que mientras hablo, pues muevo las manos, y me vuelvo a casa con una o dos guirnalditas hechas. Mira, ésta que está a medias, la termino en lo que se cuece un espárrago y te la encasqueto en la cabeza a ti -
Me coloca la guirnalda como si fuera una diadema, y ésta se desliza hacia abajo hasta quedar alrededor de mi cuello. Prisca se ríe, la saca y me toma medidas para ajustármela.
- Esto va a ser más fácil de lo que pensaba -
- Háblanos sobre la fiesta, porque hoy es el día de Flora -
- Mismamente. Hoy se hacen las ofrendas en el templo y la gente se echa a la calle, con sus mejores galas y flores en el pelo o al cuello. Hay orquestinas en los cruces y en las plazoletas,...incluso en los patios de las casas de vecinos. Todo el mundo come fuera, así que son buenos días para las casas de comidas, los figones y las tabernas. Si hace buen tiempo, los vecinos que se llevan bien organizan comidas en los patios y jardines. Y con tantas guirnaldas y ramos de flores que se colocan por todas partes, toda la ciudad parece un jardín. Si el tiempo acompaña, es muy bonito. Y es muy buen momento para estrenar ropa o zapatos nuevos, porque seguro que te vas a encontrar con todas tus conocidas por la calle, así que, si estrenas, puedes disfrutar viendo como les cambia la cara de envidia -
- Pues no parecen unas fiestas muy propensas a los desórdenes -
- No, pero conforme pasan las horas, la gente se va caldeando a base de vino, los espectáculos subiditos de tono de los teatros animan al personal más de la cuenta, y, total, como lo que se celebra es la fertilidad, pues, ¡ea!, como se suele decir: a beber, a comer, a reír, a jugar, y a ver si se consigue llevarse a alguien al huerto a folgar,... Y, claro, pues ahí tienen ellos mucho trabajo -
- No me irás a decir que se encargan de velar por la moral sexual de la comunidad -
- No, hija, no. Que la moral de cada uno, es cosa de cada cual,... aunque siempre salen por ahí catones dispuestos a aguar la fiesta a todo el personal,... -
Mientras Prisca se concentra en quitar las espinas de los tallos de unas rosas para la guirnalda que está haciendo, después de haberme coronado a mí con la de margaritas que ya tenía a medias, aprovecho para comentaros que, en el tiempo en que suceden nuestras novelas, aunque algunos años después de los hechos que leeremos en la primera, César Octaviano, ya nombrado Augusto por el Senado, se quiso convertir en el árbitro de la moralidad romana, llegando a sacar adelante leyes que hubieran hecho muy feliz al viejo Catón.
- ¿Entonces? -
- ¿Es que hoy en día no pasan esas cosas? En mis tiempos, cuando hay fiesta y bulla en las calles, los ladrones y cacos hacen su agosto. Cuando hay comida y bebida en abundancia, los que se emborrachan suelen acabar, o llorando por las esquinas, después de haberlas puesto perdidas de orines o de vómitos; o armando trifulca en las tabernas. Y algunas trifulcas acaban saliendo de los locales a la calle, y para qué te voy a contar más... Como ésta es una de las épocas en las que se iluminan las calles por las noches, pues también tienen que estar pendientes, porque con tanta tea encendida, con que se levante un poco de viento, o un gamberro quiera hacer una gracia, puede haber algún incendio. Después están los quejicas: que si los de la orquestina de la plazoleta no le dejan dormir a los niños; que si los vecinos están asando algo y el humo le apesta las cortinas; que si las parejas se meten en el jardín a retozar entre las frondas y le machacan las flores; que si con tanto cántico los perros se vuelven locos y no paran de aullar. Y, luego, claro, los maridos que han perdido a sus esposas entre el bullicio; las esposas que se quejan de que sus maridos les han dado esquinazo para correr detrás de una vendedora de guirnaldas picarona; los padres que quieren que les ayuden a pillar al sinvergüenza que ha seducido a su hija, o a localizar al hijo que se ha fugado con una de las compañías de cómicos que han venido a la ciudad para las representaciones de las Floralia,... -
- Sí, ya veo. Y con los juegos circenses, será todavía peor -
- ¡Oh!, no, aquí no, porque no tenemos circo. Por lo menos, todavía no. A ver si sale por ahí algún mecenas de provincias y pone los dineritos que hacen falta. En Roma es otra cosa. ¡Ah! Ésos sí que son juegos, con sus carreras y sus competiciones,... Pero aquí, pues nos contentamos con nuestras verbenas. Aunque tengo oído que hay algunos comerciantes que quieren animar un poco más el ambiente: de momento, este año ya han pagado la instalación de un par de teatrillos en la ciudad para las representaciones picantes. Porque, hasta ahora, los pobres cómicos se las apañaban montando unas carpas con cuatro velas y unos telones extramuros. También dice Matidia que ha hecho que su marido proponga a los demás que van a presentar su candidatura que, al menos para los últimos días de fiesta, ya en Maius, se organice una carrerita de asnos o de caballos, en alguna explanada a propósito de las afueras, y que, al final, se suelten liebres y cabras, mientras se les tiran a los espectadores altramuces, habitas y garbanzos fritos, como antiguamente, ji, ji, ji -
- En Roma, las Floralia tenían fama de ser también un buen negocio para todas las prostitutas, que participaban muy activamente en las celebraciones -
- Cierto, hijita. Todo el puterío desperdigado por las calles hasta altas horas de la madrugada, animando la fiesta -
- ¿Y aquí? -
- Pues qué quieres que te diga, bonita. Pues que igual, que el puterío es tan antiguo como el andar para delante y lo hay en todas partes. El inútil de mi yerno dice que no, pero yo estoy segurísima que los primeros habitantes del suburbio fueron un leno y su cortejo de putas, como en todas partes. Antes, por lo menos, eran discretas y sabían cuál era su sitio; pero ahora, que "ésa" se ha hecho la dueña del negocio y va por ahí de señora liberta fina, tenemos que aguantar que su casa, que parece el palacio del rey de Persia, esté alumbrada las noches enteras, con la música hasta las tantas,... Y en estas fiestas, adornada con tantas flores que han debido dejar los prados secos para ella; y, lo peor, con tanto marido y padre de familia decente entrando y saliendo por aquella puerta, a la vista de todos,... -
Prisca se ofusca al hablar de "ésa", así que no le digo que también tengo pensado invitarla a venir por aquí.
- Piensa que, a lo mejor, y si el negocio le va tan bien como dices, deja un buen legado a la ciudad en su testamento, como dice la leyenda que hizo una tal Flora en Roma -
- ¡Ya quisiera "ésa" tener la mitad de clase que la suela de las zapatillas que gastaba Flora! - protesta Prisca.
- ¿Les cuentas a nuestros lectoras y lectores esa leyenda? -
- De leyenda nada, bonita. Que es una tradición muy querida de la plebe de Roma,... El caso es que hace mucho tiempo, pero mucho, mucho, vamos antes de Catón, que con lo que era él, ya se las habría apañado para hacerle la vida imposible a la pobre Flora. Ella era una pobre plebeya que se metió a puta porque no le quedó otra. Como se llamaba igual que la diosa, pues le tenía mucha fe y la tomó por divina patrona, porque no tenía a nadie más en el mundo. Pues eso, que la buena de Flora era muy devota y la diosa la amparó siempre. Tuvo la oportunidad de llegar a vieja, y, como de moza había sido resultona y sin un pelo de tonta, pues consiguió reunir una fortuna. Cuando hizo testamento, nombró heredera a la plebe romana, con la condición de que el dinero se gastara en celebrar todos los años las Floralia. Y se siguen celebrando;... y por eso, las prostitutas también lo celebran mucho, por la diosa, como todo quisque, y por su tocaya, con la esperanza de que les vaya tan bien como a ella -
Para ilustrar esta entrada os traigo una fotografía que tomé hace años a unos narcisos en el campo. No sólo nos sirven para llenar la página con su hermosa y abundante floración, sino que también nos permiten recordar el mito griego que explica el nombre de estas plantas. Narciso era un joven muy guapo, de rostro prácticamente perfecto. Estaba tan pagado de sí mismo que no dudaba en compararse con la belleza de los dioses, lo que le hizo rechazar a la ninfa Eco, que murió de pena. Esto era lo peor que podía hacer un mortal: pretender estar a la par o superar a los inmortales en algo, máxima provocando una desgracia semejante, así que los dioses decidieron castigar severamente su vanidad, y Afrodita se encargó de ello. Un día de calor en que el muchacho se acercó a beber a una fuente, la diosa hizo que el agua reflejara la imagen de Narciso como en el mejor de los espejos. Narciso, fascinado por el joven que veía en el agua, se enamoró perdidamente de él,...
- Y cuando quiso acercarse más para poder meterle mano, se cayó en la fuente y se ahogó - dice Prisca, anudando los tallos de unas verbenas.
La versión poética dice que se consumió hasta morir, como la pobre Eco, por ese amor imposible. A la ninfa, los dioses le aseguraron la inmortalidad conservando su voz (explicación mítica del fenómeno del eco), y, muerto el castigado Narciso, tampoco quisieron que se perdiera la belleza que le había adornado, así que lo convirtieron en una planta, cuyas hermosas flores regalaran la vista de todos, y recordaran a los mortales cada Primavera los peligros de la vanidad desmedida.
- Eso le habría encantado al viejo Catón - sonríe Prisca.
El viejo Catón al que nos hemos venido refiriendo fue Marco Porcio Catón, que vivió entre los siglos III y II antes de Cristo, y que, lógicamente, ya era toda una leyenda en los tiempos en que vivió Prisca. Fue un longevo político y escritor (falleció con 85 años) que llegó a desempeñar las más altas magistraturas del estado romano y pasó a la Historia como ejemplo de defensor de la ética y la moral.
- Y como martillo de cartagineses, pesado, machacón y tacaño, que eso de su repulsa del lujo era sólo por no gastar -