Perro de presa en escena de caza (La Olmeda) |
Hemos pasado un buen rato viendo fotografías de perros de caza actuales, mientras el tribuno, recostado en el sofá como si estuviera en un diván de su época, lee absorto unos libros de Medicina que he sacado de la biblioteca universitaria para él. Como hace buen tiempo, la escolta juega a los dados en la azotea; y uno de sus perrazos da saltos en el patio, tratando de alcanzar al gato de mis vecinos, que lo observa con suficiencia felina desde lo alto de la tapia.
- ¿Se dará cuenta vuestro perro de que por mucho que salte nunca va a pillar al gato? -
- Lo sabe. Te lo aseguro, Flaquilla. Pero su instinto de cazador le empuja hacia su presa, aunque ésta esté a la altura de la Luna. Si te molesta, lo meto dentro -
- Si fueras tan amable,... es que me está arrasando las begonias -
El narrador sale al patio, da una sencilla orden al perrazo y éste se sienta, como si de repente se hubiera convertido en piedra. Nuestro amigo le premia con unas palmadas en la cabeza, lo coge por el collar y vuelve con él. Pero el instinto es el instinto, como dice el narrador y, a hurtadillas, el obediente animal echa un último vistazo al gato, como diciendo "ya te pillaré".
- Entonces - le digo al narrador cuando vuelve a sentarse conmigo a la mesa - ¿había perros como éstos en tus tiempos? -
- Pues claro que sí. Y nuestro buen Ferox, es el mejor ejemplo,... ¿verdad, bonito? -
El perrazo, de aspecto tan terrible como su nombre, está mansamente echado a nuestros pies. Al oírse nombrar, levanta la cabeza y da una topada cariñosa en la pantorrilla del oficial, mirándolo con ese peculiar arrobo del que sólo los perros son capaces cuando contemplan a sus amos.
Las fotografías de perros que estamos mirando corresponden a la raza conocida como alano español. Una raza de perros de presa ya mencionada en los libros medievales de montería de los siglos XII y XIII, cuando se les utilizaba en la caza mayor. No obstante, siempre se ha afirmado que sus orígenes eran mucho más antiguos y que habría que llevarlos hasta los siglos V o VI después de Cristo, en relación con el pueblo caucásico del mismo nombre, llegado a la Península Ibérica junto a vándalos y suevos. Nuestro amigo el narrador se encoge de hombros y me señala al perrazo. El parecido entre Ferox y algunos de los ejemplares de las fotografías es notable: la forma de la cabeza, el hocico, la nariz, el cuello y la osamenta poderosa; el ancho pecho y el amplio costillar, que junto a las fuertes patas, delatan también a un corredor resistente; incluso en el color, ya que nuestro amigo el can es barcino oscuro, una de las capas usuales entre los alanos de la actualidad.
- Y ya en nuestros tiempos eran muy antiguos. No es que nosotros nos ocupáramos mucho de esas cosas, pero sabíamos que perros de presa había habido siempre, para defender al ganado de las fieras y para la cacería. Los griegos y sus vecinos de la Iliria los criaban con esmero desde hacía siglos, para utilizarlos como guardianes y como auxiliares en la caza y en la guerra -
- Y si hemos de creer en la tradición mítica - interviene el tribuno, que se había levantado para ir por un vaso de agua -, en lo que se refiere a la caza, la diva Diana tenía una jauría de canes entre los que figuraban perros de presa -
- Cuéntanos lo de Diana, tribuno, para nuestros lectores y lectoras curiosos -
- Pues dícese que Diana, una divina moza muy activa, pidió a su padre, Júpiter, un equipamiento completo de cacería, desde la vestimenta hasta el arco y las flechas. Y su óptimo y máximo padre le donó también una jauría de perros para que la acompañaran en sus correrías, así como una dotación suficiente de ninfas ayudantes, para que le hicieran de monteras y para que los canes estuvieran bien atendidos en las divinas perreras -
- ¿Y qué se sabe de los perros de la jauría? -
- Pues que eran variados y unos veinte, entre machos y hembras -
- ¿Algo más? -
El tribuno se vuelve a echar en el diván, abre el tomo sobre enfermedades infecciosas, y le dice al narrador:
- Sigue tú, hijo. Es una orden - y se enfrasca en la lectura.
- Pues parece ser que había dos perros blancos, uno manchado, tres de orejas colgantes, tres, que según su fama, eran capaces de vérselas con leones; y diez lebreles - relata el narrador.
O sea, que podríamos considerar que en un tiempo mítico, en la Antigüedad, aunque mucho antes de la época de nuestras novelas, ya había en Europa diversas variedades de perros empleadas para la cacería, y que tanto griegos como latinos, que compartían el mito de Artemisa/Diana, las conocían y criaban. Los colores de algunos, blancos y con manchas, están en las capas de muchos de los perros de caza actuales, aunque algunos sean creaciones modernas; sólo hay que pensar en pointers, perdigueros, bracos, spaniels,... No obstante, hoy en día la capa blanca completa no es muy habitual y sólo se admite en unas pocas razas diversas. La orejas colgantes pueden señalar al antecesor de los sabuesos, que tienen en ese detalle una de sus características más peculiares. De los lebreles o galgos ya hablamos en una entrada anterior. Y los perros "capaces de vérselas con leones", eran, lógicamente, perros de presa.
- En nuestra época, se pagaban buenos dineros por perros de presa griegos, que tenían una larga tradición de crianza - cuenta el narrador - Eran muy apreciados los molosos y los laconios -
- Explícales a nuestros lectores y lectores el por qué de esos nombres -
- Pues por sus regiones de origen. Los molosos se criaban en Molosia, en el Epiro; y los laconios, en Laconia, al sur del Peloponeso -
- ¿Cómo eran? -
- Pues muy parecidos a éstos - señala las fotografías y a Ferox, que ahora dormita beatíficamente sobre mi alfombra.
- ¿Alguna peculiaridad? ¿qué se seleccionaba? -
- Se seleccionaban la solidez, la fuerza, una buena mordida, la obediencia, el instinto cazador y la resistencia en la carrera -
- O sea, nada parecido a cosas como alzada, longitud, peso, medidas de la cabeza o el hocico, tamaño y forma de orejas y cola,... y otros detalles morfológicos de los estándares de raza actuales que te he enseñado antes -
- No; salvo quizás que los laconios gustaban que sus perros fueran de color rojizo -
- Y, en cuanto a su trabajo, ¿para qué se les adiestraba? -
- En principio, para cazar. Son excelentes cazadores... En realidad, todos los perros son cazadores. Es algo innato. Hasta el falderillo más pequeñajo es perfectamente capaz de mantener una casa limpia de ratones - da una palmada a Ferox, cuyas orejas se han colocado en posición de atención cuando ha oído hablar de ratones - Sí, amiguito, ya se que tú también eres un gran cazador de ratas y ratones. Este can mantiene limpias de bichejos nuestras cuadras, y libres de roedores nuestros hórreos -
Una aclaración para nuestros queridos lectoras y lectores: en la época de nuestras novelas (a finales del siglo I antes de Cristo) el gato doméstico sólo era en Roma una mascota exótica de ricos snobs y de comerciantes venidos de Egipto, de donde estos animalitos son originarios. La función de raticida viviente, al igual que en el resto de Europa, recaía en los perros; y seguiría haciéndolo en adelante, aunque, tras la expansión del gato como animal doméstico a partir de los siglos siguientes, éste se haría imprescindible en muchos hogares, no sólo como excelente mascota, sino también por su singular habilidad para esos menesteres.
- También son muy buenos guardianes. Si son de talla grande, su presencia resulta imponente y disuade a los ladrones,... y si no, lo hacen sus dentelladas. Tienen buen oído y olfato, así que también son excelentes para dar la alarma, tanto si alguien allana una morada, como si traspasa los lindes de una finca, o se acerca demasiado a una fortificación. Y, por lo mismo, son excelentes como auxiliares de los pastores: guardan y protegen al ganado, tanto de cuatreros como de fieras, a las que hacen frente con valor y ferocidad. La misma que se aprovecha cuando se les amaestra para la cacería,... ¡qué buenos lances, eh, canalla! - le dice al perro, que levanta la cabeza hacia él, babeando de pura devoción canina - Estos perrazos son de lo mejor para cazar jabalíes, ciervos, gamos e incluso osos. Corren casi tanto como ellos, tienen resistencia de sobra para acosarlos por el monte y no temen enfrentarse a sus colmillos y cuernos,... A veces hay que darse prisa, porque si los perros hacen presa y agarran al bicho mucho antes de que lleguen los cazadores, lo liquidan y no da tiempo ni a partir una lanza -
- ¿Cuántos perros se suelen tener para cazar con ellos? -
- Depende de lo rico que seas. Si puedes mantener una perrera y contar con cuidadores y monteros suficientes, puedes tener cuantos quieras. Si tienes que ocuparte tú mismo, pues entre uno y tres o cuatro, que dan mucha guerra. Nosotros tenemos sólo dos, aunque podríamos ocuparnos de más. Pero se que, antes de que yo me incorporara, mis hermanos de armas tuvieron más canes auxiliares, pero se fueron muriendo, de heridas en campaña o en cacerías, y de viejos,... -
- Sí - dice el tribuno con ironía - Y yo se de uno que guarda una colección de viejos collares y de frascos con las cenizas de todos esos marciales canes -
Sí, queridos lectoras y lectores, en la Antigüedad había gente que quería a sus perros tanto como algunos les queremos hoy en día.
La imagen que nos sirve para ilustrar esta entrada es un fragmento del mosaico de cacería que decora los suelos de la villa romana de La Olmeda, en Pedrosa de la Vega (Palencia), junto a varios más, de similar calidad y belleza. En él, entre otros lances, se puede contemplar cómo cuatro perros de presa hacen frente a un enorme jabalí, que, para defenderse mejor de los canes que le rodean, se ha subido en una peña. Los perros, como puede verse en el de la imagen, presentan características morfológicas compatibles con la actual raza alana española, aunque el colorido difiera, ya que dos son blancos (éste, que llega corriendo, y el que yace agonizante a los pies del jabalí) y otros dos, negro y fuego (representados en el momento de saltar sobre la presa, uno de frente y otro por detrás). Es un buen ejemplo de cómo los perros de presa se seguían utilizando para la caza mayor en la Antigüedad Tardía (siglo IV después de Cristo), y más de cien años antes de que los pueblos venidos de allende las fronteras del Imperio se mudaran a la Península Ibérica. La mención a los alanos como canes de montería no aparece por primera vez hasta bien avanzada la Edad Media, y el intento de dar una explicación al origen de ese nombre, en el Renacimiento, por lo que seguramente se trate de una etimología historicista, por la coincidencia nominal entre el antiguo pueblo de las estepas llegado en el siglo V y la denominación de este tipo de perros en las fuentes medievales, aunque entre el asentamiento de los alanos y las cacerías del rey Alfonso mediara casi un milenio.
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