ILLYRICUM
Concluida la revisión
de las galeradas de la novela, podemos retomar las entradas sobre Geografía
antigua que prometimos hace días, para completar la bienvenida a todos los
nuevos lectores que se nos habían ido uniendo durante la segunda mitad del
verano. Hoy, primer día oficial de este otoño, vamos a hablar con nuestros
personajes sobre el Illyricum (Iliria).
Una vez consolidado
el control romano sobre el territorio, el Illyricum
se extendía entre la costa oriental del Adriático (Mare Adriaticum) y el curso medio del Danubio (Danuvius), entre Pannonia y
Moesia. Durante la época de nuestras
novelas es una de las zonas de expansión romana hacia el este de Europa.
- Porque, tribuno, cuando
vosotros llegasteis a Hispania, en
ese otro extremo del Mediterráneo, las provincias ilirias tenían una extensión
más reducida que la que alcanzarían años más tarde, ¿no es así? –
- Ciertamente, hijita.
El Illyricum romanizado sólo abarcaba
las regiones más próximas a la costa, la Liburnia,
la más septentrional; y la Dalmacia,
más meridional. Pero íbamos avanzando hacia el interior, con dirección al valle
del Danuvius, igual que, como bien
has mencionado, en Pannonia y Moesia -
- Era, pues, una zona
de valor estratégico –
- Tú lo has dicho –
explica el oficial de mayor graduación – Significaba el control de la otra
orilla del Adriaticum, que, por su
proximidad a la italiana, era vital para nosotros; y, a la par, nos permitía ofrecer
seguridad a la navegación y a la pesca en la región. En el extremo sur se
encontraba, además, la ruta de comunicación marítima con Grecia y el Mare Ionium (Mar Jonio). Por tierra, el Illyricum era el camino natural hacia
Grecia y Thracia, y la retaguardia de
Pannonia y de la Moesia Superior, una vez que consolidamos el limes en el Danuvius –
- Y supongo que también
tendría sus valores de otro tipo,… -
- Veo por donde vas,
querida – me dice el tribuno, guiñando un ojo – Eran territorios relativamente
autosuficientes, en cuanto a agricultura, ganadería y pesca; y, aunque no eran
los principales productores, sus montañas contaban con buenas minas de hierro y
plata, y con canteras de mármol de calidad. También se encontraron algunos
yacimientos de oro en esos montes, muy ricos, por otra parte, en madera. Y, en
las islas de la Dalmacia, se recogía
ámbar. También en esa región, en sus comarcas más meridionales, nuestros colonos
extendieron, relativamente pronto, el cultivo intensivo del olivo para la
producción de aceite –
Los montes y montañas
que ha citado nuestro tribuno, son, lógicamente, los Balcanes.
Nuestros amigos
croatas residen actualmente en lo que era la Liburnia y parte de la costa de Dalmacia,
las áreas más antiguas del Illyricum romano;
donde, muchos años después de la época de nuestras novelas, en el siglo III (después
de Cristo), nacería el emperador Diocleciano, que, en los años 80 de su siglo,
reorganizó los territorios y provincias del imperio, dotándolo de la
administración que mantendría a lo largo de la Antigüedad Tardía. Gobernó con
mano firme hasta el año 305 (siglo IV después de Cristo), en el que decidió
abdicar y vivir retirado de la política activa en sus amadas tierras ilirias.
De él, entre otras cosas, nos ha quedado el bello palacio que se hizo construir
en la antigua Spalato (hoy, Split).
Para ilustrar la entrada, un bonito detalle de ciudad costera que, aunque procede de un fresco de Pompeya (Nápoles, Italia), nos sirve para evocar el ambiente de las ciudades romanas de la costa dálmata (Croacia).
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