Lectora (Pompeya, Italia) |
Queridos lectoras y
lectores:
Ya estamos con las
galeradas de la novela entre manos. Empleo este término, en franca decadencia
debido a las técnicas digitales de hoy en día, para comunicaros que la
editorial me ha remitido el texto maquetado.
Esto se traduce en,
por una parte, unos días emocionantes, pues veo la obra en la que será su forma
definitiva; y, por otra, en la certeza de encontrarnos en la última etapa de
esta carrera de fondo que es el proceso de creación y publicación de una
novela.
Para vosotros, a su
vez, esto significa que vuestra espera entra en la cuenta atrás y, casi antes
de os queráis dar cuenta, podréis tener el libro en las manos.
Ahora mismo, mis
personajes y yo estamos a la caza y captura de erratas sobre el texto. Os
confieso que, aunque me dan mucha compañía y apoyo moral, ayudar, lo que se
dice ayudar, ayudan poco…
- Porque tú no nos
dejas, querida – protesta el tribuno – Llevo varios días diciéndote que tengo
hombres leídos a mi cargo, entre los que podría repartir el trabajo, siempre y
cuando lo hagas salir de la caja bizarra y me lo des escrito sobre algún
material sólido y adecuado, como papiro, o ese invento moderno, el papel –
- Gracias, tribuno,
pero eso nos llevaría demasiado tiempo –
- Yo leo muy rápido –
me ofrece el personaje narrador.
- Y no se le escapará
ni una errata, te lo puedo asegurar. Como a mí tampoco – insiste el tribuno.
- Lo sé. Y estoy segura
de que en latín, sois buenísimos, pero esto es español, queridos –
- ¡Pamplinas! Latín
moderno – afirma el tribuno.
- Sí, se podría decir
que es “latín moderno”, pues es una lengua evolucionada directamente de la que
vosotros hablabais, pero entre entonces y ahora han cambiado muchas cosas, y
poneros al día de ortografía y signos de puntuación nos llevaría una
temporadita; por no hablar de… -
- Ya sabes que podemos
leerlo perfectamente: nos ves hacerlo de continuo en el espejuelo de tu caja
bizarra, en tus libros e incluso en esos pliegos de papel que llamas periódicos
– me interrumpe el narrador.
- Sí que me he dado
cuenta. Leéis mejor español que nosotros latín –
- Y bien poco hemos de
recurrir a la consulta del libro titulado Diccionario
de la Lengua Española – añade el tribuno – Si es que, como diría uno de mis
oficiales, os hemos parido,… Anda, hija, consiente en que te ayudemos –
- Lo siento, tribuno.
Os lo agradezco de mil amores, pero ¿cómo podríais ayudarme, por ejemplo, con la
revisión de los signos de puntuación, si vosotros no los utilizabais? –
- Ahí tenemos que darle
la razón, tribuno – dice el narrador.
- Ciertamente, hijo,
ciertamente –
Para ilustrar esta
entrada, un bonito detalle de un fresco procedente de la antigua ciudad de Pompeya
(Nápoles, Italia), que seguramente recordéis, en el que se ve a una mujer
leyendo.
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