Diana (N.Pagano, 1885) |
Al igual que en muchos lugares
de nuestra geografía, hoy era día de fiesta en Roma. Desde muy antiguo se
celebraba la festividad mayor de Diana, la virginal cazadora, diosa de la Luna,
cuyo templo en la ciudad se encontraba en el monte Aventino. Pero Diana no era
una divinidad estrictamente romana, ¿verdad, tribuno?
- ¡Ay! – suspira, con teatrales muestras de
resignación – Verdad. Todo sea porque después me dejes leer con tranquilidad
ese tratado sobre el clima,… La diva Diana era una diosa itálica, cuyo culto el
rey Servio Tulio consideró que podría servir para crear lazos entre las
diferentes ciudades-estado de la liga latina. Tenía residencias, templos y
santuarios en diversos lugares del Lacio, no sólo en Roma. Su advocación de Aricia era particularmente reverenciada
y muchos devotos, - y sobre todo devotas-, acudían en peregrinación para
conseguir su favor –
- Entonces, podríamos decir que Diana comenzó su
andadura por el calendario de fiestas romano como una diosa política –
-
- Podríamos decirlo perfectamente,… ¿Me dejas ya
el tratado? –
- Unas preguntas más, para nuestros lectores: ese
componente político de su culto, ¿permaneció inalterable a lo largo de los
siglos? –
¡ - Nooo! Digamos que fue muy útil mientras existió
la liga latina, pero, conforme las diferencias entre romanos y resto de los
latinos se fueron desdibujando con el paso de los siglos, también el papel
político de la Diana de Roma. En nuestros tiempos, en realidad, cada advocación
en cada ciudad tenía sus propias peculiaridades y sus propios fieles. En
lugares como Anagnia, Tusculum, Aricia o Capua, se la
veneraba como deidad de la naturaleza y los diania
estaban enclavados en bosques y montes. En Roma, al estar su templo principal en
uno de los barrios plebeyos, se la celebraba como una diosa protectora de la
gente del común. Aunque, eso sí, todo el mundo seguía celebrando la fiesta de
Diana en los Idus de Sextilis –
Una
aclaración para nuestros lectores: el mes Sextilis
pasaría pronto a denominarse Augustus,
en honor a Julio César Octaviano, al que el Senado concedió ese título, por el
que casi todo el mundo le conocería después, de manera vitalicia. Y de Augustus, nuestro Agosto…
- La fiesta de Diana era, entonces, una fiesta
popular y general –
-
- Sí. Todo el mundo la celebraba, ricos y pobres,
libres y esclavos –
-
- Según parece, era día festivo para los esclavos,
de forma que sus amos tenían la obligación de dárselo de descanso –
- -
Sí, querida; pero no veo de qué te extrañas. Los
días de asueto de los esclavos eran decisión particular de sus propietarios; pero
en Saturnales y en los Idus de Diana, era tradición que todos concedieran el
día libre a sus fámulos. Tradición que no se saltaba nadie, so pena de caer en
desgracia ante la diva, que, también por tradición, se suponía protectora de
los esclavos. De hecho, sus cultos públicos eran los únicos a los que los no
libres podían asistir, y, entre ellos, los devotos de la diosa eran multitud –
-
- Diosa de los menos favorecidos,… -
- -
No te equivoques, querida. Diosa de todos,
puesto que siempre, desde los lejanos años de los reyes, Diana llegó a Roma
como protectora de todos sus ciudadanos; o mejor debería decir, de todos sus
habitantes, puesto que un buen número de sus más devotos fieles eran las
mujeres y los esclavos –
Otra
aclaración para los lectores: en la Antigüedad romana, ninguna mujer libre
tenía la ciudadanía de pleno derecho. Sus derechos civiles dependían
directamente de los que le brindara el status de su familia paterna, o su esposo.
Los esclavos, tanto mujeres como hombres, no tenían derechos civiles, y su
status socio-económico era el de sus dueños, de cuya familia formaban parte, ya
fuera por nacimiento, o por adquisición.
-
- Tengo
entendido que había cultos exclusivamente femeninos, e incluso templos a los
que los hombres tenían vedado el acceso –
-
- Sí. En Roma, a lo largo de los años, se habían
ido construyendo diversos diania en
distintos lugares de la ciudad. El primero y más antiguo, era el del Aventinus, pero también había otros en otras
de las colinas, como en el Velia; en
el Caeliolus o en el Celius,
donde cada uno podía asistir a los cultos o celebrar la fiesta. En el vicus patricius, estaba el templo
exclusivamente dedicado a Diana como diosa de la fecundidad, al que las mujeres
acudían para conseguir quedar encinta, si tenían dificultades; para pedir ayuda
para llevar adelante los embarazos, y para tener partos fáciles y salir con
bien de ellos. Y, dado que era la diosa de la Luna, se consideraba también que
era la que regulaba las funciones, digamos, periódicas femeninas. Las mujeres
prefieren que los cultos que sólo les atañen a ellas se celebren en privacidad
femenil, y eso se ha respetado siempre… Aunque, no obstante, el principal
culto, llamémosle, lunar, de Diana, que se celebraba tal día como hoy en el
santuario próximo a Aricia, en mis
tiempos, había degenerado en atracción para curiosos y veraneantes,… al menos
en parte –
-
- ¿Cómo era eso? –
-
- Pues muchísimas mujeres peregrinaban o se
desplazaban al vetusto santuario, dispuestas a pasar el dies natalis de la diva allí. La verdad sea dicha, estaba enclavado
en un lugar muy ameno, al abrigo del bello y frondoso bosque Nemus, a orillas del hermoso lago Nemi. Un buen sitio para un día de
campo. Las devotas participaban en los actos de culto, formulaban sus votos y
peticiones a la diosa, dejando sus presentes, y regresando a sus lugares de
origen al anochecer. La marcha de las devotas, que debían alumbrarse ellas
mismas el camino, - al menos hasta que estuvieran fuera de los límites de los
terrenos del santuario -, era una pintoresca procesión de antorchas, que
congregaba en los alrededores a un importante número de gente para contemplar
el espectáculo, muy celebrado por los poetas,… Lo que todavía no he conseguido
averiguar es si fueron los poetas los que incentivaron con sus floridas
descripciones la curiosidad de la gente; o fue la congregación de curiosos lo
que acabó inspirando a los poetas, después de pasar por allí para comprobar si
lo que se decía era cierto –
-
- A lo mejor las señoras pueden responder a esa
pregunta y también contarnos algo más sobre las peculiaridades del culto
femenino a Diana –
- -
Puede, pero, por favor, te lo ruego, querida,
que sea un día en el que yo no venga. No me gustaría coincidir con la cofradía
femenina, y menos con esa impertinente persona llamada Mariola Prisca –
-
- ¿Sigue intentando enredarte con alguna de las
amigas de su hija? –
El
tribuno retuerce el bigote y resopla disgustado. Está claro que Prisca, como
digna madre de legionarios caídos por la Respublica
de Roma, no está dispuesta a levantar el asedio fácilmente. Me apiado del
pobre sitiado, pues se por el narrador que hace ímprobos esfuerzos por mantener
indemne la plaza, y le dejo que lea con tranquilidad un libro muy interesante
sobre los cambios climáticos a lo largo de todo el Cuaternario.
GLOSARIO
Diania
– templos
y santuarios dedicados a Diana.
Vicus
patricius – Aquí, la palabra vicus hace referencia a un barrio de la ciudad de Roma, el “barrio
patricio”, ubicado sobre las colinas del Viminal y el Esquilino.
Para
ilustrar la entrada, os traigo el bello dibujo que, de una estatua de la diosa,
aparecida en las excavaciones arqueológicas de Pompeya (Nápoles, Italia),
hiciera Nicolás Pagano en las últimas décadas del siglo XIX.
Seguramente
alguno de vosotros me preguntará si hay relación entre la gran festividad
popular romana de Diana y las celebraciones de numerosas fiestas patronales por
estas fechas del mes de Agosto. Pues, sí, queridos amigas y amigos, las
celebraciones veraniegas del culto de Diana siguieron teniendo tal arraigo en
la gente que, según los especialistas, cuando el Cristianismo se convirtió en
la religión oficial del imperio, no hubo más remedio que “cristianizarla”, si
no se quería que siguiera siendo un foco de “paganismo”. Y para ello hubo que
recurrir a la única presencia femenina de los altares cristianos, la Virgen
María, y al viejo “truco” de la asimilación. Diana, la Virgen de la Luna de
Agosto, pasó a ser sustituida por la Virgen María (o, en algunos lugares,
más tarde, por alguna santa muy reverenciada en la zona), que era virgen, pero también madre
y, por tanto, protectora de la maternidad y los partos, y, como abanderada de la
misericordia cristiana, amparo de débiles, pobres y desvalidos, sin distinción
entre libres o esclavos.
- Pues si sólo tenéis un principio divino femenino,
y le tocó asumir las competencias de todas nuestras divas,… no le arriendo las
ganancias a la pobre – comenta el tribuno, levantando un momento los ojos de la
lectura.
El creciente
lunar, símbolo de Diana, y de otras diosas lunares de la Antigüedad, como la
Artemis griega, o la Tanit fenicio-cartaginesa, - por mencionar las que
tuvieron mayor número de devotos en sus tiempos, en el ámbito mediterráneo -,
pasó también, como otros elementos, a formar parte de la iconografía posterior de
la Virgen María.
-
- Así que se sigue celebrando la fiesta de los Idus de Sextilis, ¿eh? – pregunta el oficial que llega al mando de la
escolta que debe acompañar al tribuno de regreso a su época – Lo digo por la
algarabía que se oye por todas partes, conforme se va uno acercando por el
tiempo –
-
- Sí. Y todavía no habéis escuchado los cohetes y
los fuegos artificiales –
-
- ¿Qué cosa son? – pregunta el oficial, aunque sin
demasiada curiosidad.
- - Pirotecnia, querido – le dice el tribuno – Una curiosa
y estruendosa forma de diversión, que, según parece, inventaron en algún lugar
muy lejano del Oriente, bastantes siglos después de nuestros años,… y que a
nuestros descendientes les encanta –
-
Será cuestión de verlo –
- -
Vistoso, como serlo, lo es, y mucho,… Je, je.
Cuando las llamaradas de colores llenan el cielo,… -
-
- ¿Algo como el fuego griego? –
-
- Se podría decir, quizás, pero el principio
pirotécnico es diferente, y el colorido, también. Y sólo es peligroso cuando se
está muy cerca. Si no, resulta inofensivo. Eso sí, hace muchísimo ruido, huele
a quemado y tiene la virtud de hacer que todos los presentes levanten los ojos
al cielo con la boca abierta y digan a coro: ¡Oooooh! –
Los dos
se ríen, imaginando a los asistentes al lanzamiento de un castillo de fuegos
artificiales.
- -
Pues si es inofensivo, no nos sirve – zanja el
oficial, encogiéndose de hombros. Al momento se ríe: - A no ser que lo usemos
para dejar al enemigo en estado de idiotez, mirando el fuego volador de
colorines, y entonces aprovechemos para darles la puntilla,… ¿Tú no decías que
nuestros descendientes eran todos gente muy leída y con muchos conocimientos?,…
Pues, escuchando esto, cualquiera diría que son como niños grandes… ¿Con qué
torturabas hoy a los lectores? –
- - No les torturaba, les ilustraba – replica,
molesto, el tribuno, recolocándose la capa y escondiendo en sus pliegues el
libro que le he prestado – Hemos hablado sobre el culto de Diana y las fiestas
de hoy –
- -
¡Ah! Ya. En ésas he llegado yo. Pues si queréis
saber mi opinión,… -
- -
Nos la vas a dar de todas formas –
- - Pues lo que digo, que la gente después de nosotros
se dejaría cambiar los dioses por decreto, pero las fiestas, ¡ni tocarlas!,…
por eso hoy hay tantísimo jolgorio por todas partes, en el Pasado, y en el
Futuro –
-
- ¿Cómo ha estado la cosa por la colonia? – le pregunta
el tribuno mientras se alejan, después de decirme adiós con un educado gesto.
-
- Mejor te lo cuento cuando lleguemos –
-
- Por tu tono, diríase que no ha ido nada bien –
- -
¡Psché! Las matronas la han liado parda, y creo
que la cosa sigue liada. Los magistrados están que trinan. Y por eso he venido
a buscarte antes de tiempo –
- -
¡Qué me dices, hijo! ¡Apresurémonos!... Y Diana
nos valga -
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