sábado, 14 de mayo de 2016

RESACA DE LEMURIAS: UN ESPÍRITU CODICIOSO Y MUCHO TEATRO

Elementos de ajuar funerario de cristal de roca (T.Piquet, 2015)
Hoy os he traído, para ilustrar esta última entrada de Lemurias, otro tipo de ungüentarios de uso fúnebre. Los que veis en la fotografía están hechos de cristal de roca, y, como podéis apreciar, son de diferentes formas y tamaños. Junto a ellos, también tallados sobre cristal de roca, unas conchas marinas y tres cigarras. Estos preciosos objetos proceden de las necrópolis gaditanas, y forman parte de la exposición permanente del Museo de Cádiz (España), bella ciudad costera que tiene el honor, - comprobado arqueológicamente - de ser la más antigua ciudad de Europa Occidental. Fue siempre una próspera ciudad dedicada al comercio ultramarino, y la riqueza de los ajuares funerarios de sus necrópolis antiguas (se han hallado tumbas fenicias, púnicas y romanas) son una buena muestra de ello.

- Y bien, ¿apareció o no apareció anoche ese lemur que os estaba dando tanto trabajo? - le pregunto al narrador de nuestras novelas, que, a pesar de lo ocupado que está últimamente con sus investigaciones, ha accedido a venir hoy a hacernos una corta visita.
- Apareció, Flaquilla. Y lo pillamos - sonríe satisfecho.
- ¿Cómo fue la captura?,... que supongo que no sería fácil -
- Dices bien. No lo fue. Pero mi trampa funcionó, y, finalmente, atrapamos al supuesto lemur -
- Un trampa,... como si estuvieras de caza - digo, esperando que nos relate lo sucedido.
- Eso mismo -
Está claro que las sutiles indirectas femeninas no sirven para nada con este hombre. Hay que ir de frente y con banda de música.
- ¿Serías tan amable de contarnos a los lectores y a mí qué clase de argucia utilizaste? - le pido.
- Sería. Pero es largo de relatar y aún no he terminado de redactar el informe -
- Pero algo podrás contarnos, digo yo. ¿Era realmente un espíritu?  -
- Sí, algo puedo contar - sonríe - Y no, no era un espíritu. Era, como ya te dije que no había otra, una persona que pretendía hacerse pasar por lemur -
- Pues esa persona debía ser muy buena disfrazándose e interpretando el papel de espíritu vengador, porque aterrorizó a la familia de la difunta, y consiguió alborotar a todo el vecindario, varias noches seguidas -
- Concedamos que no lo hizo tan mal - dice, encogiéndose de hombros.
- Pero el efecto en los familiares,... -
- Es que todo quedaba en familia -
- ¿En familia? ¿en la familia de la difunta? ¿quién era? -
- Un hermano suyo. Uno de los que vinieron de Hispalis. Simulaba ser el espíritu de la mujer, para convencer a todos de que la había matado su cuñado -
- ¿Y por qué quería inculpar al viudo? ¿él también pensaba, como las comadres del barrio, que la había matado su marido? -
- Por codicia. Suya, y de los otros familiares que con él llegaron. La connivencia de éstos fue esencial para hacer creíble la aparición delante de los demás deudos; y para hacer teatro, encubriéndole mientras se ponía y quitaba el disfraz de espíritu -
- ¿Cómo lo averiguaste? -
- Siempre sospeché que alguien se hacía pasar por el dichoso espíritu -
- Está claro que no crees en los lemures -
- Como me decía una de mis abuelas, cuando era un niño pequeño y me asustaban las historias que se solían contar durante las Lemurias: hay que temer más a los vivos que a los muertos -
- Un magnífico antídoto contra el miedo al más allá,... ¿Y cómo supiste que era el cuñado? -
- Fue sólo cuestión de hablar con todos los presentes en las supuestas apariciones. Les interrogué y escuché sus versiones sobre cada noche por separado, observándoles atentamente. La noche que estuvimos de vigilia también aproveché para observarles; esa vez a todos juntos, en el velatorio y el domicilio de la difunta. Hablé también con los vecinos y los amigos y conocidos que en algún momento habían pasado por allí, para presentar sus condolencias o acompañar un rato en el duelo,... incluidas las insufribles comadres del vecindario,... Prisca la primera, aunque nos costó que, como si fuera una Parca de imitación, dejara de enredar la madeja de las cosas. Sólo tuve que atar cabos -
- Y tenderle una trampa - vuelvo a tirarle de la lengua con sutileza.
- Y tenderle una trampa - responde, sin inmutarse.
Pedernal puro, este hombre. Visto que no voy a sacarle ningún detalle que no me quiera contar, cambio un poco la perspectiva sobre el caso.
- Entonces, ¿el marido sigue siendo vuestro principal sospechoso? -
- Pues sí y no. Por una parte, podría tener varios motivos para hacerlo. Las comadres, los vecinos, los amigos y hasta los propios parientes me han dado mucha información en ese sentido. Pero hay tres personas que afirman que estaban charlando con el marido en el descansillo de la escalera cuando oyeron el tumulto que se produjo en la calle al morir su esposa. Y, sin embargo, podría haber sido él mismo -
- Eso tienes que explicárnoslo mejor -
- No, Flaquilla. Todavía no -
- ¡Vamos! -
- A no ser que me convoques en el momento del Pasado en que escribí la documentación que manejas para las novelas, todavía no lo puedo contar - dice, con un guiño. Para que no insista, se envuelve en su capa y hace mutis por el foro.

Queridos lectoras y lectores, me temo que, para poder saber cómo atraparon al fantasma y cómo nuestro narrador resolvió el caso, tendremos que esperar a la novela correspondiente. De momento sólo os puedo confirmar que no es la primera, que próximamente tendremos en las manos.
¿Será en la segunda?...


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