En los idus de Marzo del año 44 antes de Cristo, fallecía, víctima de un atentado, el entonces magistrado supremo de la República de Roma, Cayo Julio César. El complot, urdido contra él por sus enemigos políticos, acabó con su vida cuando se dirigía a asistir a una sesión del Senado.
El magnicidio no sólo eliminó al magistrado, cuyo cargo al morir era el de dictator, sino también al hábil diplomático, al gran orador, al astuto político, al inteligente estratega, al reformador, al escritor, al lector cultivado e incluso al deportista, pues muchas eran las facetas de su personalidad y las actividades a las que se dedicó.
Su muerte no solucionó todo aquello que sus enemigos políticos planteaban en los argumentos que utilizaron para justificar el atentado. Al contrario, volvió a abrir la caja de los truenos en que se había convertido la República; y Roma se rompió de nuevo por los cuatro costados, iniciándose otro período de acusada inestabilidad política y guerras civiles que duró más de una década.
Nuestros personajes son "cesarianos hasta la médula", así que me piden que los disculpe, porque hoy es día de conmemoraciones.
- ¡Ayyy! ¡Qué pena más grande! ¡Ayyy, qué dolor! -
- ¿Prisca? -
- La misma, hijita - responde, sonándose la nariz ruidosamente.
- Creí que todos estabais recordando a César -
- Los de los actos son los chavalines de la quincalla en el pecho -
- Pero tú vienes de luto,... -
- Pues claro que sí - vuelve a sonarse - Que hoy hace años que nos lo mataron -
- Hablas como si fuera pariente tuyo -
- Pariente, no; patrono. Para toda la plebe de Roma era como si fuera nuestro patrono,... fíjate que hasta nos dejó dinero en su testamento, ¡ayyy, qué bueno era!, ¡qué pena más grande! - se echa a llorar.
Como su pañuelo está empapado, le ofrezco una caja de pañuelitos de papel. La curiosidad es más poderosa que su duelo, así que deja de llorar de golpe y estudia mi oferta.
- Son pañuelos de usar y tirar - le explico.
- ¡Qué tontería! ¡y qué despilfarro!,... ¿qué tejido es éste? -
- No es tejido, es papel. Está hecho a partir de la celulosa, una sustancia que se obtiene de las plantas -
- ¿Cómo la madera? -
- Sí, la celulosa se extrae de la madera -
- ¡Qué prodigios hacéis los más modernos! Sale de la madera y es fino y suave como si fuera gasa,... Esto no hay que tirarlo -
- Es que es imposible lavar un pañuelo de papel -
- ¿Por qué? - se extraña y levanta una ceja, sospechando que se debe más a lo que ella considera la poca afición de los modernos al lavado de las cosas.
- Porque se estropea y no puede volver a utilizarse -
No me cree y se va a la cocina, para comprobarlo en el fregadero. Vuelve al cabo de unos minutos.
- ¿Y bien? -
- Tenías razón. No se pueden lavar estos pañuelitos... He tirado al cubo de la basura el amasijo que se ha formado cuando los he puesto a remojo -
- Querida Prisca: acabas de convertirte en "moderna" -
- ¡Quia! Yo seguiré antigua por los siglos de los siglos -
- Dime: ¿llegaste a conocer a Julio César? -
- Sí, hijita. Y más de una vez fui a escucharle hablar al pueblo en el Foro. ¡Qué hombre! ¡Qué porte, qué energía! Hay que ver lo que sabía y lo listo que era, el jodío...Y qué labia,... Ya no quedan políticos como ése,... -
- ¿En tus tiempos o en los míos? -
- En ningún tiempo. Un hombre como ése sale una vez y nada más,... - vuelve a hacer pucheros.
- Pero parece que, en vuestros tiempos, César Octaviano no lo estaba haciendo tan mal, ¿no? -
- Pues la verdad es que no. Avispado es, y aunque está muy preparado y muy leído, es la mar de campechano, que eso nos gusta mucho a la plebe... pero nuestro César era nuestro César, qué quieres que te diga, hija, y como él, ninguno,... ¡ayyy, qué pena! -
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