Julio César |
¿QUÉ TIENEN QUE VER
JULIO CÉSAR, UN PAPA CON PROBLEMAS DE AGENDA Y UNA ESCRITORA, SANTA Y DIFUNTA?
- A nosotros no nos
mires, que yo no me he enterado de la mitad de lo que has dicho – dice el
oficial que manda hoy la escolta del tribuno, encogiéndose de hombros – Julio César,
sí, por supuesto, pero no sé qué es “papa”, ni “agenda”,… y lo de la “santa”,
tratándose de difuntos, mejor no opino – añade, haciendo un gesto con los
dedos, para mantener alejados a los espíritus.
- Pues yo siento
curiosidad – me dice el tribuno, con una sonrisilla bajo el bigote y mirando de
reojo al supersticioso oficial - ¿Qué tienen que ver? –
- Todo se resume en una
palabra: calendario. El calendario que compartíamos nosotros y vosotros,… -
- ¡Exacto!, desde que
lo instaurara Julio César – me interrumpe el tribuno.
- Pues lo compartimos
hasta el año 1582,… -
- ¡Anda ahí! – se asombra
el oficial – Y yo que pensaba que los modernos lo habíais ido mandando todo a
tomar por saco con el paso del tiempo –
- Pues ya ves que no es
así, querido. Y éste es un magnífico ejemplo de perdurabilidad de nuestros
aciertos –
- De Julio César.
Acierto de César. No te vayas a poner condecoraciones que no son tuyas, tribuno
– le dice el oficial, con una sonrisa torcida.
- Bueno, acierto, de
cualquier forma. El caso es que, con el paso del tiempo, los cambios
astronómicos fueron creando ciertas, digamos, dificultades, en la agenda de
fiestas religiosas cristianas –
- ¡Acabáramos! – dice el
oficial – O séase, que “papa” y “agenda” son cosas cristianas… Eso es todo
demasiado moderno para nosotros. Recoge, tribuno, que nos vamos volviendo para
los cuarteles –
- Cierto que es
posterior a nosotros y nuestros tiempos, pero siento curiosidad –
- Tú sientes curiosidad
por todas las cosas. Recoge, que siempre llegamos tarde por tu culpa… Si no son
los bichos repugnantes invisibles, son los planetas y las estrellas; y si no,
las plagas y las epidemias; o los viajes por mar; o las cajas parlantes; o los
chismes que vuelan,… y ahora, las religiones nuevas,… Si todos los días hay
algo,… -
- No protestes tanto,
hijo… A ver, sí, eso: te ordeno que te sientes y te esperes a que yo me entere
a gusto de lo que nos está contando nuestra amiga. Después, volveremos… Me
temo, querida, que hoy ya no me da tiempo de acabar de leer este tratado sobre
microbios que tan amablemente has buscado para mí. Seguiré con él mañana,… si
estos cancerberos míos me dejan,… ¿Qué es un “papa”?, ¿y qué le pasaba al que
tenía problemas por causas astronómicas? –
- El Papa es el máximo
responsable y la mayor autoridad, el Pontífice Máximo, de la Iglesia Católica
Romana… -
- ¿Ves, querido, como
algo sí que tiene que ver con nosotros al final? Sigue, hija, sigue –
- Otro día, si queréis,
hablaremos de todo ello, pero hoy nos vamos a quedar con la anécdota. El caso
es que, con el paso de los siglos, y el devenir astronómico del planeta, las principales
fiestas del calendario religioso cristiano iban camino de celebrarse en
estaciones del año diferentes a las de los eventos que las originaron; y eso
preocupaba al clero y al papado, sobre todo porque fijar algunas de esas
fiestas había costado ímprobos esfuerzos, y discusiones y disputas seculares,…
- Tribuno, esta chica
promete – bromea el oficial – Ya está empezando a hablar como tú –
- Déjate de bromas – le
regaña el tribuno, aunque él también se sonríe – Así que el papa tenía un “problema”
con el calendario, y, deduzco, temía que fuera cada vez a peor –
- Exacto, tribuno; así
que hizo caso a informes remitidos por eruditos hispánicos, reunió a varios de
los mayores expertos en matemáticas y astronomía del momento, y trabajaron para
tratar de corregir la deriva del calendario. El resultado fue el calendario que
todavía hoy, 434 años después, seguimos utilizando. En principio sólo lo adoptaron
los países católicos, pero, poco a poco, lo fueron adoptando los demás, y,
desde el siglo pasado, es el calendario oficial de referencia para todo el
mundo. Sustituyó al calendario juliano, y lo conocemos como calendario
gregoriano, en memoria del papa Gregorio XIII -
- El del problema –
apostilla el oficial.
- Ése. El que hizo que
se pusiera solución, reformando el calendario. El nuevo calendario entró en
vigor en octubre de 1582, y lo hizo anulando 10 días de ese mes, para corregir
el desfase astronómico acumulado desde la reforma de César; de manera que
después del día 4, ese año no hubo un día 5, sino que directamente fue día 15 –
- Pues seguro que más
de uno se hizo un lío de mucho cuidado – dice el oficial, con una risilla - ¿Te
acuerdas de la que se armó cuando César, tribuno? Aquello fue de lo que no está
en los escritos –
- Cierto es que algo de
confusión sí que hubo – admite el tribuno.
- ¿Algo de confusión?,
¿sólo algo?... Mira, bonita, aquel año pasó a los anales como el “año de la
confusión”, así que imagínate –
- No fue para tanto –
dice el tribuno, quitándole importancia.
- ¡Vamos, qué no! ¡Que
aquel año tuvo 445 días! ¡Que tuvimos que repetir la misma fecha 81 veces! –
dice el oficial, recalcando mucho las cifras – No te haces una idea de lo que
fue aquello, bonita. Eso hay que vivirlo,… Pasó de todo,… -
- Algo similar debió
ocurrir con la “santa difunta”, ¿o me equivoco? – le interrumpe el tribuno.
El oficial vuelve a
hacer gestos con las manos al oír la palabra “difunta”, y, tal como pretendía
el tribuno, no sigue con su retahíla de problemas ocasionados por la reforma
del calendario en el año 45 antes de Cristo.
- Sucedieron muchas
anécdotas, en diferentes lugares y fechas, teniendo en cuenta que, cuanto más
se tardara en adoptar el nuevo calendario, mayor sería el desfase temporal a
solventar. La que he usado como referencia es la que sucedió cuando Teresa de
Ávila, una monja, una mujer de gran talento consagrada a la vida religiosa,
falleció precisamente la noche del 4 de octubre de 1582; y, aunque se le dio sepultura
al día siguiente, debido al nuevo calendario, su fecha oficial de sepelio fue
el 15 de octubre de ese año. Posteriormente, cuando fue elevada a los altares,
santificándola, quizás en desagravio, se le dedicó el día 15 de este mes –
- Ya veo que en
cualquier época cuecen habas – sonríe el tribuno, haciendo un guiño - ¿Una “monja”
es, pues, una mujer consagrada a la vida religiosa? –
- Sí. Dentro del
cristianismo no existían las sacerdotisas, pero se permitió que las mujeres que
así lo desearan consagraran su vida al recogimiento y la oración, formando
comunidades religiosas, parecidas a las de algunos hombres. A estas personas se
les llamó, y todavía se les llama, monjes y monjas,… nombres derivados de la
palabra latina monachus, que fue la
que designaba, en los primeros tiempos del cristianismo, a los hombres que
decidían retirarse de la vida pública y dedicarse a la oración y la meditación
religiosa –
- Una consagración,
¿temporal?, ¿vitalicia? –
- En principio,
vitalicia. Aunque es posible abandonar la vida monástica, en determinadas
circunstancias, después de conseguir el permiso de las autoridades religiosas –
- Las monjas son, pues,
una especie de vestales –
- Salvando las distancias
temporales y religiosas, se podría decir que algo parecido, ya que se consagran
al servicio divino, viven dentro de los límites establecidos para su comunidad,
han de observar unas reglas muy estrictas, y, aunque no se prodigan en la vida
pública, son muy respetadas, y las actividades que desarrollan algunas de
ellas, muy valoradas -
- O sea, que hoy en
día, los idus de octubre no están dedicados a Júpiter, sino a una mujer
santificada – dice el oficial - ¡Pues sí que han cambiado las cosas! ¡Por
Hércules! -
- No lo sabes tú bien,
hijo, no lo sabes tú bien – le dice el tribuno, mirándolo de reojo.
Recuperamos para ilustrar la entrada de hoy un magnífico retrato de Cayo Julio César que ya utilizamos en una entrada anterior ("Julio es él"). Nos parece más adecuado, para la época y la temática general de nuestro blog, utilizar la de este antiguo Pontífice Máximo, en lugar de la del Máximo Pontífice Gregorio XIII, o la de Santa Teresa de Ávila (y/o de Jesús), los otros personajes históricos nombrados. No obstante, tenemos un recuerdo para ellos y para todos los miembros de las respectivas comisiones de reforma del calendario, la del siglo I antes de Cristo y la del siglo XVI.
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