Motivo decorativo arquitectónico romano |
LUDI ROMANI
El
ruido metálico y las fuertes pisadas de suelas claveteadas a paso de marcha me
anunciaron por sorpresa la llegada de mis personajes, después de varios días de
ausencia. El primero en aparecer fue el tribuno, con rostro preocupado. Le
seguían el narrador y el oficial de mayor graduación, cuyas zancadas, más
largas que las del tribuno, apenas mantenían la distancia mínima de respeto; y,
tras ellos, entró en mi casa la mayor representación de oficiales romanos que
había visto hasta el momento, todos en uniforme de campaña y armados hasta los
dientes.
- Hija,
¿cómo estás? – se apresura a decirme el tribuno, cogiéndome las manos.
A
su espalda, el narrador y el oficial de mayor graduación esperan mi respuesta
con cierta ansiedad. Los demás se van acercando, también expectantes.
- Bien,…
¿Cómo estáis vosotros? Creí que esta ola de calor os retendría en el Pasado –
- Con
peores nos las hemos visto – gruñe el oficial de mayor graduación en su tono
habitual de pocos amigos - ¿No me irás a decir que hemos salido en estampida de
los cuarteles sólo para que nos preguntes por la salud? –
- O
para hablar del tiempo – interviene otro de los oficiales.
- ¿Otra
de tus falsas alarmas, tribuno de nuestras culpas? – pregunta el último oficial
en llegar.
El
tribuno carraspea:
- Estaba preocupado. Eran ya muchos días sin tener noticias
tuyas, hijita, y uno de tus últimos mensajes, que nos llegó mal, decía algo
sobre enfermedad.
- Cierto,
no he publicado nada en el blog en los últimos días porque he tenido un
familiar enfermo, pero ya está bien. Y yo, como podéis ver, queridos oficiales,
estoy estupendamente, y encantada de volver a veros –
- Menos
zalamerías – me dice el oficial de mayor graduación – A ver – se vuelve hacia
el resto de los oficiales – Tú, tú y tú os quedáis conmigo, para acompañar al
tribuno de regreso más tarde. Los demás, volviendo ahora mismo a los cuarteles os
quiero –
- No
hay problema. Hemos dejado al novato sabino al cargo – dice el oficial
aficionado a la cocina.
- Sí.
Ese muchacho promete. Se encargará de todo muy bien, podemos estar tranquilos –
añade el oficial que tiene la cara surcada por una larga cicatriz.
- ¡Y
un cojón de toro! He dicho que volviendo al Pasado, y os vais ya. Y cuando lleguéis,
cada cual a lo suyo. Esto ha sido otra de las alarmas del tribuno, pero no es
día de fiesta. ¿Entendido? –
Les
he preparado limonada con mucho hielo, y pronto el aire acondicionado hace
estornudar a uno de los que se han quedado finalmente conmigo y el tribuno.
- Contadme,
¿qué habéis estado haciendo?,… porque, según parece, estos días también habéis
estado muy ocupados –
- Hemos
estado cazando impostores – dice el narrador.
- ¿De
qué quieres que hablemos hay a los lectores, hijita? – me pregunta el tribuno,
cambiando de tercio, ya que no están dispuestos a comentar nada sobre ningún
caso abierto.
- Pues,
me gustaría que nos contarais algo sobre ese tema de los impostores –
Los
cuatro oficiales y el tribuno niegan con la cabeza al unísono, muy serios.
- Bueno,
en ese caso, hablemos del calendario de Septiembre, porque creo que, en vuestra
época, este mes se celebraban unas de las principales fiestas civiles de Roma,
los Juegos Romanos –
- Exacto,
exacto – asiente el tribuno – Los ludi
romani se celebraban entre el 5 y el 19 de este mes –
- O
sea, que ayer debieron haber empezado –
- Sí,
bonita – me dice el oficial más guapo de todas las Hispanias – Y nosotros, aquí, destacados lejos de todo, y
perdiéndonoslos –
- ¿Qué
te he dicho yo de quejarse del destino? – le gruñe el oficial de mayor
graduación, echándole una mirada afilada como un puñal.
- Que
ni se me ocurra – dice el guapo, cariacontecido - Que debo agradecer a todos
los dioses la oportunidad de servir en nuestra legión, que es la mejor y más
honorable de todas las legiones. Y que cualquier lugar donde mi legión esté
destinada será el mejor posible,… aunque… -
- ¡Aunque
nada! – le interrumpe el oficial de mayor graduación en tono inapelable – Sabía
yo que a este pimpollo no se le puede dejar solo – le gruñe al tribuno – En cuanto
abre la boca nos deja en mal lugar. Vamos a tener que pensar seriamente lo de
dejar que venga por el Futuro, ni aunque éste prometa controlarlo – añade,
señalando al narrador.
El
tribuno adopta un aire pensativo. El narrador y el otro oficial miran al más
guapo con un “mira que te lo hemos dicho” pintado en las caras. Y el oficial de
mayor graduación parece estar calculando la forma en que hará pagar al guapo su
indiscreción.
- ¿Los
Juegos Romanos eran juegos circenses? – pregunto. Es una obviedad, pero me sirve
para romper el incómodo silencio.
- Exactamente,
hijita – responde el tribuno.
De
nuevo el silencio y las caras largas. Si los juegos duraban hasta el día 19,
aún nos quedan algunos para volver a sacar el tema. Pruebo con otro:
- ¿Sabéis
que ya tenemos lectores en la antigua Pannonia? –
- Algo
de eso nos contaste;… y de otros lugares de Europa y del resto del mundo – dice
el tribuno, pero sin mostrar mayor interés – Mañana, si quieres, hija,
hablaremos de Geografía; pero ahora vamos a marcharnos, porque voy a tener unas
palabritas con mis oficiales, en privado. Concilio en cuanto volvamos a los
cuarteles – les dice muy serio.
Queridos
lectoras y lectores, con Septiembre, a pesar de la peor ola de calor de este
verano, retomamos la actividad normal del Blog, así que mis personajes y yo
estaremos por aquí más a menudo que en las semanas anteriores. Ya sabéis: en
los próximos días hablaremos de Geografía, como parte de la bienvenida a los
nuevos amigos que se nos han ido uniendo en diversos países; y de los Juegos
Romanos, así que ¡mucho circo!
Para
ilustrar la entrada de hoy, un motivo decorativo de la época (a partir de un
grabado del siglo XIX sobre órdenes arquitectónicos romanos).
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