POMPA
CIRCENSIS
Hoy, 13 de
septiembre, en la época en la que transcurren nuestras novelas, se celebraban
los idus del mes y era el día grande de los Juegos Romanos, pues unos invitados
muy especiales acudían a presenciar las competiciones.
Para hablar de ello
con nuestros lectores, nos acompañan esta tarde dos de los oficiales
protagonistas, el narrador y su amigo, el más guapo centurión de las Hispanias.
- ¿Cómo es que no viene
con vosotros el tribuno? –
- Porque hoy son los
idus de Septiembre – responde el narrador.
- ¿Y qué? –
- Vamos que tener que
contárselo todo con pelos y señales, amigo mío – interviene el oficial más
guapo – Estamos en su tiempo, y no en el nuestro –
- Los idus de
Septiembre son muy importantes entre nosotros, porque se celebra una de las
principales fiestas en honor a Júpiter Óptimo Máximo, patrón de Roma. En su
templo del Capitolio, uno de los cónsules realiza personalmente el sacrificio
de una ternera,… -
- Blanca, como es de
rigor – le interrumpe su guapo amigo.
- Y después, - continúa
el narrador -, tiene lugar allí mismo un banquete en honor de la tríada
capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, al que deben asistir todos los senadores y
magistrados. Es una comida tan señalada que, en cierta forma, marca el final
oficial del verano, pues para esa fecha todos los magistrados y los miembros
del orden senatorial ya han vuelto a la ciudad desde sus lugares de veraneo.
Nadie quiere perderse la oportunidad de compartir almuerzo con los dioses –
- ¿Con los dioses? –
- Sí, preciosa – me explica
su guapo amigo – Ese día, en el templo, se disponen divanes no sólo para los comensales
políticos, sino que también hay uno especial para la trinidad. Las estatuas de
Júpiter, Juno y Minerva se bajan de sus correspondientes pedestales, se visten
con sus ropajes más lujosos, y se retoca la pintura de sus cabellos y rostros,
para que luzcan frescos y vivaces. Después se les coloca en su kliné, en el lugar de honor, y se les
ofrecen las primicias de la ternera sacrificada, bien preparadas y
condimentadas. –
- Y sólo entonces, tras
la ofrenda del lectisternio, se
reparte el resto de la carne cocinada a los comensales – completa el narrador.
- ¿Entonces, el
tribuno,…? –
Los dos se ríen.
- No, el tribuno no se
ha marchado a Roma. Los Ludi Romani se celebran sólo allí, pero los idus se celebran en todas partes. En cualquier
lugar donde Júpiter Óptimo Máximo tenga un altar o un templo, los magistrados organizan
el banquete en su honor; y asisten las autoridades locales y los miembros de
familias y gentes del orden senatorial que residan en el lugar. Por eso,
nuestro tribuno está hoy en la ciudad, formando parte del grupo de comensales
en el templo de Júpiter –
- Con lo poco que le
gustan a él estos “fastos” – se ríe el oficial más guapo, con socarronería -; sobre
todo teniendo que alternar con políticos -
- Pero el deber es el
deber – dice el narrador, también riéndose por lo bajo.
- ¿Por qué no les
contáis a nuestros lectores cómo continuaba la celebración hasta el circo? Se
podría decir que hoy era el día grande de los juegos –
- Sí, y yo aquí,… -
suspira, quejoso, el oficial más guapo.
- “Perdiéndomelos, tan
lejos de Roma” – le remeda su amigo, el narrador – Ten cuidado. Hoy te libras
de otro rapapolvo porque no ha venido por aquí ninguno de los principales –
añade, en tono de advertencia.
- Pero estás tú – dice el
guapo.
- Sí, pero soy tu amigo…
Y te comprendo… No voy a decirte nada en contra, pero no podré impedir que los
otros te vuelvan a abroncar si andas por ahí, así, suspirando por volver a Roma.
Contrólate un poco, camarada –
El más guapo coge
aire, cariacontecido.
- Anda, cuéntales a los
lectores de Flaquilla cómo es la pompa circensis
– el narrador trata de animarle.
- Sí, por favor, que
seguro que les encanta saberlo – le apoyo.
- Pues es una procesión
en toda regla. Muy vistosa. Se reúne un gentío enorme para contemplarla, a lo
largo de todo el recorrido, bajando desde el Capitolio hasta el Circo Máximo,
cruzando por el Foro. Heraldos a pie y a caballo van abriendo paso y anunciando
la pompa. Detrás, desfilan todos los
participantes en los juegos del día: jinetes y aurigas, sobre sus caballos y
carros, seguidos de todos los atletas… Así, el público puede ojear a los
animales y a los competidores, para ir afinando sus apuestas… Después vienen
los flautistas y los bailarines, que simulan un desfile militar, bailando a su
son, vestidos de rojo y armados con lanzas y espadas; y tras ellos, los mimos,
alegrando el ambiente con sus bufonadas… -
- A esta primera parte,
más festivalera, le sigue la otra, más solemne, de la procesión, - dice el
narrador, tomando la palabra -, encabezada por una nutrida banda de músicos, tocando
flautas, liras y trigonos. Detrás, los acólitos, que, cargados con incensarios
y pebeteros humeantes, llenan el ambiente del olor a sagrado. Y, finalmente,
tras ellos, los signos de los dioses y sus efigies, sobre carruajes, engalanados
para el día de fiesta -
- Y eso es a lo que
llamabais pompa circense –
- Exacto. La procesión llegaba
hasta el circo, entrando en la arena, por donde atletas, jinetes, aurigas y
carros daban una vuelta, para corresponder a la algarabía con que los agasajaba
el público que ocupaba las gradas. Y, mientras músicos y mimos entretenían al
personal, los competidores se retiraban a prepararse para sus pruebas, y los
acólitos acomodaban las imágenes de Júpiter, Juno y Minerva en su palco, para
que presidieran la jornada –
- En ese palco tenían
unos divanes especiales para ellos, que se habían estropeado “un poco” durante
los años “revueltos”, y que César ha mandado restaurar a su costa – aclara el más
guapo.
El César al que se
refiere nuestro guapo oficial es Octavio, más conocido para la posteridad como
Augusto, que, conforme él mismo mando dejar constancia escrita, pagó la
restauración del palco de los dioses en el Circo Máximo. Los años "revueltos" son los de las últimas guerras civiles, a finales de la República romana.
- Y cuando los dioses
estaban convenientemente acomodados, ¡daban comienzo las competiciones!,… Aunque
los corredores de apuestas ya llevaban un buen rato con sus gestiones, que no
conviene dejar esas cosas para el último momento –
GLOSARIO
Pompa
– procesión.
Se aplicaba generalmente a las de carácter religioso o funerario; o bien a las
que acompañaban a acontecimientos públicos revestidos de solemnidad.
Pompa
circense – procesión de carácter mixto, lúdico y
religioso, que transcurría entre el área de los templos del Capitolio y el
Circo Máximo.
Lectisternio
–
ceremonia religiosa consistente en la asistencia de las efigies de los dioses a
un banquete en su honor, en el que se disponía un lecho o diván especial para
ellos. En dicho diván, se les reclinaba en la postura habitual del protocolo de
los banquetes, sobre el lado izquierdo, apoyados en el codo.
Trigono
(trigonium) – arpa pequeña o mediana, de forma
triangular.
Kliné
– palabra griega
que designa a un diván con capacidad para dos o más comensales, que participan
del banquete reclinados sobre el lado izquierdo. En la cultura romana se adoptó
esta costumbre griega y su protocolo, principalmente para las cenas “de
compromiso”, en las que había invitados ajenos a la familia. Los divanes tenían
una capacidad mínima de tres comensales, - de ahí la palabra latina para
designarlos, triclinium-, ya que
también los había para albergar a cuatro o cinco personas.