viernes, 23 de septiembre de 2016

Antiguas geografías: la Iliria



ILLYRICUM

Concluida la revisión de las galeradas de la novela, podemos retomar las entradas sobre Geografía antigua que prometimos hace días, para completar la bienvenida a todos los nuevos lectores que se nos habían ido uniendo durante la segunda mitad del verano. Hoy, primer día oficial de este otoño, vamos a hablar con nuestros personajes sobre el Illyricum (Iliria).

Una vez consolidado el control romano sobre el territorio, el Illyricum se extendía entre la costa oriental del Adriático (Mare Adriaticum) y el curso medio del Danubio (Danuvius), entre Pannonia y Moesia. Durante la época de nuestras novelas es una de las zonas de expansión romana hacia el este de Europa.

- Porque, tribuno, cuando vosotros llegasteis a Hispania, en ese otro extremo del Mediterráneo, las provincias ilirias tenían una extensión más reducida que la que alcanzarían años más tarde, ¿no es así? –
- Ciertamente, hijita. El Illyricum romanizado sólo abarcaba las regiones más próximas a la costa, la Liburnia, la más septentrional; y la Dalmacia, más meridional. Pero íbamos avanzando hacia el interior, con dirección al valle del Danuvius, igual que, como bien has mencionado, en Pannonia y Moesia -
- Era, pues, una zona de valor estratégico –
- Tú lo has dicho – explica el oficial de mayor graduación – Significaba el control de la otra orilla del Adriaticum, que, por su proximidad a la italiana, era vital para nosotros; y, a la par, nos permitía ofrecer seguridad a la navegación y a la pesca en la región. En el extremo sur se encontraba, además, la ruta de comunicación marítima con Grecia y el Mare Ionium (Mar Jonio). Por tierra, el Illyricum era el camino natural hacia Grecia y Thracia, y la retaguardia de Pannonia y de la Moesia Superior, una vez que consolidamos el limes en el Danuvius
- Y supongo que también tendría sus valores de otro tipo,… -
- Veo por donde vas, querida – me dice el tribuno, guiñando un ojo – Eran territorios relativamente autosuficientes, en cuanto a agricultura, ganadería y pesca; y, aunque no eran los principales productores, sus montañas contaban con buenas minas de hierro y plata, y con canteras de mármol de calidad. También se encontraron algunos yacimientos de oro en esos montes, muy ricos, por otra parte, en madera. Y, en las islas de la Dalmacia, se recogía ámbar. También en esa región, en sus comarcas más meridionales, nuestros colonos extendieron, relativamente pronto, el cultivo intensivo del olivo para la producción de aceite –

Los montes y montañas que ha citado nuestro tribuno, son, lógicamente, los Balcanes. 
Nuestros amigos croatas residen actualmente en lo que era la Liburnia y parte de la costa de Dalmacia, las áreas más antiguas del Illyricum romano; donde, muchos años después de la época de nuestras novelas, en el siglo III (después de Cristo), nacería el emperador Diocleciano, que, en los años 80 de su siglo, reorganizó los territorios y provincias del imperio, dotándolo de la administración que mantendría a lo largo de la Antigüedad Tardía. Gobernó con mano firme hasta el año 305 (siglo IV después de Cristo), en el que decidió abdicar y vivir retirado de la política activa en sus amadas tierras ilirias. De él, entre otras cosas, nos ha quedado el bello palacio que se hizo construir en la antigua Spalato (hoy, Split).

Para ilustrar la entrada, un bonito detalle de ciudad costera que, aunque procede de un fresco de Pompeya (Nápoles, Italia), nos sirve para evocar el ambiente de las ciudades romanas de la costa dálmata (Croacia).

domingo, 18 de septiembre de 2016

GALERADAS

Lectora (Pompeya, Italia)


Queridos lectoras y lectores:

Ya estamos con las galeradas de la novela entre manos. Empleo este término, en franca decadencia debido a las técnicas digitales de hoy en día, para comunicaros que la editorial me ha remitido el texto maquetado.

Esto se traduce en, por una parte, unos días emocionantes, pues veo la obra en la que será su forma definitiva; y, por otra, en la certeza de encontrarnos en la última etapa de esta carrera de fondo que es el proceso de creación y publicación de una novela.

Para vosotros, a su vez, esto significa que vuestra espera entra en la cuenta atrás y, casi antes de os queráis dar cuenta, podréis tener el libro en las manos.

Ahora mismo, mis personajes y yo estamos a la caza y captura de erratas sobre el texto. Os confieso que, aunque me dan mucha compañía y apoyo moral, ayudar, lo que se dice ayudar, ayudan poco…

- Porque tú no nos dejas, querida – protesta el tribuno – Llevo varios días diciéndote que tengo hombres leídos a mi cargo, entre los que podría repartir el trabajo, siempre y cuando lo hagas salir de la caja bizarra y me lo des escrito sobre algún material sólido y adecuado, como papiro, o ese invento moderno, el papel –
- Gracias, tribuno, pero eso nos llevaría demasiado tiempo –
- Yo leo muy rápido – me ofrece el personaje narrador.
- Y no se le escapará ni una errata, te lo puedo asegurar. Como a mí tampoco – insiste el tribuno.
- Lo sé. Y estoy segura de que en latín, sois buenísimos, pero esto es español, queridos –
- ¡Pamplinas! Latín moderno – afirma el tribuno.
- Sí, se podría decir que es “latín moderno”, pues es una lengua evolucionada directamente de la que vosotros hablabais, pero entre entonces y ahora han cambiado muchas cosas, y poneros al día de ortografía y signos de puntuación nos llevaría una temporadita; por no hablar de… -
- Ya sabes que podemos leerlo perfectamente: nos ves hacerlo de continuo en el espejuelo de tu caja bizarra, en tus libros e incluso en esos pliegos de papel que llamas periódicos – me interrumpe el narrador.
- Sí que me he dado cuenta. Leéis mejor español que nosotros latín –
- Y bien poco hemos de recurrir a la consulta del libro titulado Diccionario de la Lengua Española – añade el tribuno – Si es que, como diría uno de mis oficiales, os hemos parido,… Anda, hija, consiente en que te ayudemos –
- Lo siento, tribuno. Os lo agradezco de mil amores, pero ¿cómo podríais ayudarme, por ejemplo, con la revisión de los signos de puntuación, si vosotros no los utilizabais? –
- Ahí tenemos que darle la razón, tribuno – dice el narrador.
- Ciertamente, hijo, ciertamente –

Para ilustrar esta entrada, un bonito detalle de un fresco procedente de la antigua ciudad de Pompeya (Nápoles, Italia), que seguramente recordéis, en el que se ve a una mujer leyendo.

martes, 13 de septiembre de 2016

POMPA Y BOATO: LOS DIOSES SALEN A LA CALLE.






POMPA CIRCENSIS

Hoy, 13 de septiembre, en la época en la que transcurren nuestras novelas, se celebraban los idus del mes y era el día grande de los Juegos Romanos, pues unos invitados muy especiales acudían a presenciar las competiciones.

Para hablar de ello con nuestros lectores, nos acompañan esta tarde dos de los oficiales protagonistas, el narrador y su amigo, el más guapo centurión de las Hispanias.
- ¿Cómo es que no viene con vosotros el tribuno? –
- Porque hoy son los idus de Septiembre – responde el narrador.
- ¿Y qué? –
- Vamos que tener que contárselo todo con pelos y señales, amigo mío – interviene el oficial más guapo – Estamos en su tiempo, y no en el nuestro –
- Los idus de Septiembre son muy importantes entre nosotros, porque se celebra una de las principales fiestas en honor a Júpiter Óptimo Máximo, patrón de Roma. En su templo del Capitolio, uno de los cónsules realiza personalmente el sacrificio de una ternera,… -
- Blanca, como es de rigor – le interrumpe su guapo amigo.
- Y después, - continúa el narrador -, tiene lugar allí mismo un banquete en honor de la tríada capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, al que deben asistir todos los senadores y magistrados. Es una comida tan señalada que, en cierta forma, marca el final oficial del verano, pues para esa fecha todos los magistrados y los miembros del orden senatorial ya han vuelto a la ciudad desde sus lugares de veraneo. Nadie quiere perderse la oportunidad de compartir almuerzo con los dioses –
- ¿Con los dioses? –
- Sí, preciosa – me explica su guapo amigo – Ese día, en el templo, se disponen divanes no sólo para los comensales políticos, sino que también hay uno especial para la trinidad. Las estatuas de Júpiter, Juno y Minerva se bajan de sus correspondientes pedestales, se visten con sus ropajes más lujosos, y se retoca la pintura de sus cabellos y rostros, para que luzcan frescos y vivaces. Después se les coloca en su kliné, en el lugar de honor, y se les ofrecen las primicias de la ternera sacrificada, bien preparadas y condimentadas. –
- Y sólo entonces, tras la ofrenda del lectisternio, se reparte el resto de la carne cocinada a los comensales – completa el narrador.
- ¿Entonces, el tribuno,…? –

Los dos se ríen.

- No, el tribuno no se ha marchado a Roma. Los Ludi Romani se celebran sólo allí, pero los idus se celebran en todas partes. En cualquier lugar donde Júpiter Óptimo Máximo tenga un altar o un templo, los magistrados organizan el banquete en su honor; y asisten las autoridades locales y los miembros de familias y gentes del orden senatorial que residan en el lugar. Por eso, nuestro tribuno está hoy en la ciudad, formando parte del grupo de comensales en el templo de Júpiter –
- Con lo poco que le gustan a él estos “fastos” – se ríe el oficial más guapo, con socarronería -; sobre todo teniendo que alternar con políticos -
- Pero el deber es el deber – dice el narrador, también riéndose por lo bajo.
- ¿Por qué no les contáis a nuestros lectores cómo continuaba la celebración hasta el circo? Se podría decir que hoy era el día grande de los juegos –
- Sí, y yo aquí,… - suspira, quejoso, el oficial más guapo.
- “Perdiéndomelos, tan lejos de Roma” – le remeda su amigo, el narrador – Ten cuidado. Hoy te libras de otro rapapolvo porque no ha venido por aquí ninguno de los principales – añade, en tono de advertencia.
- Pero estás tú – dice el guapo.
- Sí, pero soy tu amigo… Y te comprendo… No voy a decirte nada en contra, pero no podré impedir que los otros te vuelvan a abroncar si andas por ahí, así, suspirando por volver a Roma. Contrólate un poco, camarada –

El más guapo coge aire, cariacontecido.

- Anda, cuéntales a los lectores de Flaquilla cómo es la pompa circensis – el narrador trata de animarle.
- Sí, por favor, que seguro que les encanta saberlo – le apoyo.
- Pues es una procesión en toda regla. Muy vistosa. Se reúne un gentío enorme para contemplarla, a lo largo de todo el recorrido, bajando desde el Capitolio hasta el Circo Máximo, cruzando por el Foro. Heraldos a pie y a caballo van abriendo paso y anunciando la pompa. Detrás, desfilan todos los participantes en los juegos del día: jinetes y aurigas, sobre sus caballos y carros, seguidos de todos los atletas… Así, el público puede ojear a los animales y a los competidores, para ir afinando sus apuestas… Después vienen los flautistas y los bailarines, que simulan un desfile militar, bailando a su son, vestidos de rojo y armados con lanzas y espadas; y tras ellos, los mimos, alegrando el ambiente con sus bufonadas… -
- A esta primera parte, más festivalera, le sigue la otra, más solemne, de la procesión, - dice el narrador, tomando la palabra -, encabezada por una nutrida banda de músicos, tocando flautas, liras y trigonos. Detrás, los acólitos, que, cargados con incensarios y pebeteros humeantes, llenan el ambiente del olor a sagrado. Y, finalmente, tras ellos, los signos de los dioses y sus efigies, sobre carruajes, engalanados para el día de fiesta -
- Y eso es a lo que llamabais pompa circense
- Exacto. La procesión llegaba hasta el circo, entrando en la arena, por donde atletas, jinetes, aurigas y carros daban una vuelta, para corresponder a la algarabía con que los agasajaba el público que ocupaba las gradas. Y, mientras músicos y mimos entretenían al personal, los competidores se retiraban a prepararse para sus pruebas, y los acólitos acomodaban las imágenes de Júpiter, Juno y Minerva en su palco, para que presidieran la jornada –
- En ese palco tenían unos divanes especiales para ellos, que se habían estropeado “un poco” durante los años “revueltos”, y que César ha mandado restaurar a su costa – aclara el más guapo.

El César al que se refiere nuestro guapo oficial es Octavio, más conocido para la posteridad como Augusto, que, conforme él mismo mando dejar constancia escrita, pagó la restauración del palco de los dioses en el Circo Máximo. Los años "revueltos" son los de las últimas guerras civiles, a finales de la República romana.

- Y cuando los dioses estaban convenientemente acomodados, ¡daban comienzo las competiciones!,… Aunque los corredores de apuestas ya llevaban un buen rato con sus gestiones, que no conviene dejar esas cosas para el último momento –

GLOSARIO
Pompa – procesión. Se aplicaba generalmente a las de carácter religioso o funerario; o bien a las que acompañaban a acontecimientos públicos revestidos de solemnidad.
Pompa circense – procesión de carácter mixto, lúdico y religioso, que transcurría entre el área de los templos del Capitolio y el Circo Máximo.
Lectisternio – ceremonia religiosa consistente en la asistencia de las efigies de los dioses a un banquete en su honor, en el que se disponía un lecho o diván especial para ellos. En dicho diván, se les reclinaba en la postura habitual del protocolo de los banquetes, sobre el lado izquierdo, apoyados en el codo.
Trigono (trigonium) – arpa pequeña o mediana, de forma triangular.
Kliné –  palabra griega que designa a un diván con capacidad para dos o más comensales, que participan del banquete reclinados sobre el lado izquierdo. En la cultura romana se adoptó esta costumbre griega y su protocolo, principalmente para las cenas “de compromiso”, en las que había invitados ajenos a la familia. Los divanes tenían una capacidad mínima de tres comensales, - de ahí la palabra latina para designarlos, triclinium-, ya que también los había para albergar a cuatro o cinco personas.