Reloj de sol (Baelo Claudia, Cádiz, España) |
Hoy, 21 de diciembre, nuestros
antepasados romanos celebraban las fiestas de la Diosa Angerona, conocidas como
Angeronalia o Divalia. Ésta era una divinidad muy antigua, relacionada con
otras cuyas festividades tenían lugar en este último mes del año, como Ops,
Larentia o Saturno. Era una divinidad de renovación y se la consideraba como
diosa de buena voluntad y de los momentos favorables. Su templo estaba cerca de
una de las puertas de la antigua cerca protectora de la ciudad de Roma, en la
Curia Acculeia, al norte del monte Palatino. Y su efigie tenía la peculiaridad
de estar representada con un dedo sobre los labios, haciendo el gesto de
guardar silencio, lo que dio lugar a que, olvidado el verdadero significado de
ese gesto con el paso de los siglos, los eruditos elucubraran diversas
explicaciones, desde la propia antigüedad hasta nuestros días. Una de las
explicaciones era que, o bien guardaba un gran secreto, o bien ella misma era
el secreto, una especie de seguro de divinidad disponible, mediante el que los
romanos se reservaban como último recurso a esta diosa, a la que ningún enemigo
podría recurrir para que retirara su favor a la ciudad.
Figura danzante (Nápoles, Italia) |
No obstante, la ubicación de sus
fiestas hacia el solsticio de invierno, la ponen más en relación con las
potencias divinas que se consideraba que estaban detrás de la renovación de la
vida y la naturaleza, que se producía cada año y cuya primera señal era el que
los días volvieran a crecer paulatinamente desde finales de diciembre.
- También teníamos una explicación
médica para el nombre y el culto de Angerona – dice el tribuno Galo, entrando
en mi salón.
- ¡Vaya, al final sí que habéis
venido!... Pensé que este año la resaca de las Saturnalia era de las que hacen
época.
- ¡¡¡Io, Saturnalia!!! – vociferan,
festivos, varios de los centuriones, que entran cogidos del brazo unos de
otros.
- Sí, hijita, no andas desencaminada:
la resaca ha sido, y todavía es, monumental, como dice uno de mis auxiliares.
- Es que, como el año has estado
más bien seco – hace intento de explicar el centurión Plácido, con la voz ronca
y aguardentosa -, pues decidimos ahorrar algo de agua, aclarando menos el vino.
- ¿Aclarando? – le dice el
primipilo Cornificio, que ha entrado detrás de los centuriones, cabeceando de
disgusto – La mayor parte del vino que habéis trasegado no llevaba ni una mala
gota de agua, borrachuzos.
- Siempre de mal humor – le dice el
centurión Canuleyo.
- ¿Cómo no estarlo, si me tenéis el
servicio dejado de la mano de los dioses?
- No basa nada – dice el centurión
Primitivo, con la lengua de trapo – Fasta los ladrones están de Saturnalia…
¡Io, Saturnalia! – hipando, trata de simular un brindis, pero da un traspiés y
está a punto de caerse encima de la mesita del teléfono - ¿Guien ha puesto esta
cosa aquí?
- Anda,… - le dice Cornificio,
haciendo un alarde de paciencia y sosteniéndole por una manga.
- Y ahora que hemos acabado con las
Saturnalia en nuestro tiempo, – me dice el centurión Plácido, mostrándome una
gran canasta llena de hortalizas y embutidos -, ¡vamos a celebrar las Navidades
de los modernos!
- ¿Vosotros?, ¿aquí?
- Sí, bonita. ¿Dónde si no?... A
ver cómo tienes de recogida la cocina, que hace mucho que no me paso por aquí y
no me fío de que hayas mantenido las cosas como a mí me gustan… ¡Qué digo!...
Voy a tener que traerme a tres pinches por lo menos – me dice reprobadoramente,
después de asomarse a la cocina.
- Y a ti, hijita, ¿qué te pasa? –
me pregunta el tribuno Galo en tono de médico de cabecera, mientras los
oficiales se van adueñando de mi salón y mi cocina entre bromas y
chascarrillos.
- La verdad es que no estoy para
muchos trotes, Galo. El frío y el viento de estos días me tienen con la
garganta muy irritada y mal cuerpo.
- Pues hoy es el día indicado para
hacerle una rogativa a Angerona.
- Sí, es su día, el 21 de
diciembre.
- No sólo por eso – me cuenta,
mientras me toma el pulso y me pone los dedos en la frente para comprobar si
tengo fiebre – Es que también se decía que su nombre deriva de una antiquísima
epidemia de anginas que debió asolar Roma y sus alrededores antes incluso de
que nacieran Rómulo y Remo, y de la que se supone que Angerona libró a la
población que, agradecida, le rindió culto desde entonces… Así que le haremos
una rogativa, como mandan los cánones, y, a la par, te vas a tomar una infusión de tomillo con una
cucharada de miel… ¡¿Oído, Plácido?!
- ¡Oído, tribuno! ¡Marchando una
infusión de tomillo bien cargada!... Niña, ¿dónde has puesto la miel?, que no está donde yo
te la dejé...
Sí, queridos lectores, mis personajes amenazan con pasar las Navidades en mi casa,...
- Te recuerdo que tenemos que trabajar en la segunda entrega de mis comentarios - me dice el centurión Sereno, que llega el último, cargado de rollos de papiro.
Lo dicho, amigos, que me han invadido ;)
Las imágenes que ilustran es entrada son un hermoso reloj de sol, que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid, España), procedente de la antigua ciudad romana de Baelo Claudia (provincia de Cádiz, España), que hemos colocado aquí, como alegoría del solsticio de invierno y el cambio de duración de los días. Y una hermosa figurilla danzante, procedente del sur de Italia y conservada en el Museo Nazionale, que, a falta de una efigie de Angerona, nos recuerda su relación con los momentos favorables, la salud, la alegría (por alejar las angustias) y la renovación; y, aunque no se coloca el índice en los labios para guardar silencio, ese dedo adquiere un gran protagonismo en su paso de baile.
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