Alejandro Magno a lomos de Bucéfalo (Foto: J. Trikeriotis) |
Hace
unos días, en Twitter, nuestro amigo J. Trikeriotis publicaba la bella imagen
que ilustra nuestra entrada. Se trata de un detalle de un mosaico rescatado en
las ruinas de la Casa del Fauno, de Pompeya, y que se conserva en el Museo de
Nápoles (Italia). Trikeriotis utilizaba la imagen para mostrar la excelente y
detallada representación del tipo de protección corporal que llevaban los
jinetes macedonios a la batalla, utilizando la propia de Alejandro Magno para
ello. Yo “retwitteé” su entrada, añadiendo el comentario que la imagen me
inspiraba: “(…) pero a mí me impresiona más la mirada de Bucéfalo”.
Bucéfalo
es uno de los corceles más conocidos de la Antigüedad, debido a que era el
caballo favorito de Alejandro Magno, y su historia de lealtad, nobleza y valor,
vinculada a la del rey heroizado, ha sido repetida y transmitida entre
generaciones a través de los siglos.
Pero
su caso no es el único, así que la mirada de Bucéfalo, tan maravillosamente bien
captada, por el autor original del cuadro que sirvió de modelo para el mosaico,
me dio la idea de dedicar algunas entradas a traer al presente los nombres y
las historias de otros antiguos caballos célebres. Por tanto, queridos lectores,
en próximas ocasiones, iremos hablando de ellos y de sus amos. Y, tened
paciencia, también del mosaico al que pertenece este detalle y de la batalla
que representa…
- ¡Ay!
– suspira el tribuno Galo, levantando la vista del último número de la National
Geographic – Me parece, ¡oh, dioses sacrosantos!, que nada me va a librar de
participar también en tamaña empresa –
- No
te quejes, tribuno – le dice el primipilo Cornificio – Eso es lo que tiene ser
tan sabio –
- Pero
yo me dedico a estudiar cuestiones de otra índole,… no las historietas de
caballos famosos – protesta el tribuno.
- No
te libras, no te libras – le dice, con media sonrisa burlona, el centurión
Plácido, que hoy se ha empeñado en cocinar para mí unas coliflores.
- Para
la Décima Legión es un honor tener por tribuno a un filósofo de tu catadura –
dice el primipilo Cornificio - ¿No es cierto, legionarios? – añade, en tono
amenazador, echando una mirada a los hombres de la escolta, que jugaban a los
dados, muy tranquilos hasta entonces.
- ¡Cierto,
señor! – responden todos a una, poniéndose en pie y cuadrándose.
- ¿Estamos,
o no estamos, orgullosos de nuestro tribuno, el sabio Canidio Galo?
- ¡Estamos,
señor!
- ¿Qué
estamos? – gruñe Cornificio.
- ¡Orgullosos,
señor!
- Eso
está mejor… Ya lo has oído, tribuno… Así que haz lo que Flaquilla te pida, y,
por el Santo Genio de la Legión, no nos dejes en mal lugar –
- Bien
dicho, hermano mayor – asiente Plácido – Tú, tribuno, le cuentas a ella todo lo
que quiera saber de jamelgos famosos, divinos y de los otros; y así ella se lo
contará a los lectores, que son nuestros descendientes, y ellos se acordarán
con bien de nosotros, que somos sus antepasados,… ¡y todos contentos!.
- Deja
la retórica parda, Plácido, que algo se quema… - le dice Cornificio al otro
centurión, levantando una ceja y haciendo un gesto hacia la cocina.
- ¡Por
Cástor y Póllux y toda su divina parentela! ¡Qué las coliflores se pegan!
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