Pececillos (fragmento de mosaico, Pompeya) |
Volcanalia
Hoy, 23 de Agosto, se celebraba
uno de los días de Volcanalia, las
fechas consagradas al dios Vulcano, y para hablar de ello nos acompañan el
tribuno y el oficial que narra nuestras novelas. Han llegado temprano, con los
hombres de la escolta refunfuñando a tres respetuosos pasos de distancia detrás
de ellos.
- Es que es día de fiesta y no
les ha hecho nada de gracia que les tocara escolta del tribuno, pues, aunque es
una tarea liviana, saben que el regreso a los cuarteles suele demorarse, y se
perderán el jolgorio – me explica el tribuno, haciendo un gesto con la cabeza
hacia los legionarios, mientras éstos se desarman y se preparan para salir al
patio a seguir de jardineros “voluntarios”.
Como hoy vuelve a hacer mucho
calor, les dispenso de la faena, con la venia, por supuesto, del tribuno. No es
conveniente que, aunque estemos en mi casa, ponga en entredicho su autoridad
sobre la tropa.
He hecho sangría, y reparto
vasos entre todos. Me la agradecen, contentos de, aunque se pierdan la verbena
de su tiempo, no tener nada más que hacer que disfrutar del refresco en mi
casa. Les gusta la sangría y me cuentan que les recuerda a una bebida de su tiempo,
el vinum defrutum, pero “flojo” y frío.
- Así que, otra vez de festivaleo
– les digo al narrador y al tribuno, que toman la sangría sentados conmigo a la
mesa.
- Es fascinante poder tener hielo
a placer, incluso en los días más calurosos del verano – comenta el tribuno,
haciendo girar su vaso mientras contempla los cubitos flotando en la
sangría.
- Sí. A partir de los idus, en Sextilis es fiesta prácticamente un día sí y otro no – me responde
el narrador, sonriendo ante lo absorto del tribuno en la contemplación del
hielo.
Como por aquí hoy en día: el calendario
de Agosto está plagado de fiestas patronales y verbenas de verano. Os recuerdo que en la época en que comienzan nuestras novelas, aún
quedaba algún tiempo para que se le cambiara el nombre al mes, por eso nuestros
personajes lo siguen llamando de la manera tradicional, Sextilis.
- Ya comentamos en una entrada
anterior que el dios Vulcano tenía muchas ocupaciones, ¿por cuál se le
celebraba hoy? –
- Por sus facetas de dios agrario
– responde el tribuno, sin dejar de observar como el hielo se va fundiendo en
su vaso – y de divinidad protectora frente a los incendios. Era el divo del
calor fecundante, así que se le agradecía la cosecha de grano recién
recolectada o en proceso de recolección, según hubieran madurado las mieses
cada año; y, a la par, se le pedía que la protegiera de cualquier incendio provocado por los rayos de las tormentas de verano,
tanto si estaba aún en los campos, como, si ya segada, estaba en las eras o en
los graneros. Era algo fundamental, así que eran ceremonias y fiestas de
guardar –
Y tan fundamentales y de
guardar que perduraron muchísimo en el tiempo. En las Hispanias se seguían celebrando en el medio rural, en tiempos tan
lejanos de los de nuestras novelas como el siglo VII (setecientos años después),
para frustración de los obispos, que se las veían y se las deseaban para que
los fieles cristianos fueran abandonando lo que ellos consideraban perniciosas
para la fe costumbres paganas. Como dijera en una entrada anterior uno de
nuestros oficiales romanos, a la gente no le gusta que les toquen sus fiestas,
y menos si éstas tienen un marcado carácter de celebración popular. Y todas las
fiestas del calendario agrícola-religioso romano lo tenían.
- Volcanalia tenía
también ese carácter popular en Agosto, ¿no? –
- Sí, por supuesto. Por una parte
estaba la celebración religiosa, cuyos sacrificios y demás ofrendas se llevaban
a cabo con total seriedad y solemnidad en los lugares sacros de Vulcano, el
Volcanal, en el Foro, y el templo que se le había levantado en el Circo
Flaminio, sucesivamente. A cargo, como no podía ser de otra forma, del flamen Volcanalis – contesta el tribuno –
Y por otra, la festivalera, ya que, tras el oficio religioso, se iniciaban los
juegos circenses en el Flaminio, eco de las celebraciones milenarias por las
buenas cosechas –
- Ese eco permanecía también en
algunas de las tradiciones de las fiestas, que, según parece, ya en vuestros
tiempos costaba interpretar –
- Supersticiones – dice el tribuno
con un gesto ligeramente despectivo.
- Tradiciones tan antiguas que ya
se había perdido la memoria de su significado original – comenta el narrador,
más inclinado a hablar de ellas que el tribuno – Como la de sacrificar
pececillos del Tíber en el fuego del altar de Vulcano, o la de tender la ropa
al sol. En nuestros tiempos se celebraban por continuar con la tradición,
porque se pensaba que la morralla de la pesca del río era grata al dios y porque
se creía que asolear la ropa el día 23 traía buena suerte; de forma que el flamen Volcanalis echaba los pescaditos
a las brasas, mientras las calles se llenaban de ropa tendida por todas las ventanas,
balcones, terrazas y azoteas –
- Sí – interviene el tribuno –
Era algo así como el coleccionar las estatuas tocadas por los rayos en el Volcanal, alrededor del sitio donde se
supone que había caído “el rayo”, que hizo que el cónsul Curtius mandara consagrar el lugar a Vulcano, casi medio milenio
antes de nuestra época. ¿Por qué?, ¿para atraer los rayos hacia allí y
desviarlos de cualquier otra parte?, ¿o por todo lo contrario, para proteger el
Foro de los rayos?, ¿o porque tener junto todo lo tocado por el rayo era
agradable al divo Vulcano?, ¿o porque daba buena suerte?... Podríamos hacer
venir al venerable Curtius y
preguntárselo, aunque dudo que se dignara a respondernos, considerándonos poco
menos que descreídos e impíos –
GLOSARIO
Vulcano
– Polifacético
y arcaico dios romano, responsable de los rayos, de la protección contra los
incendios, del calor que fecundaba la tierra fértil y hacía madurar las
cosechas, del fuego del hogar (en este caso, junto a Vesta), de las fraguas y
el trabajo del hierro, y de la guerra.
Volcanalia
– Días
festivos de carácter religioso y lúdico, dedicados a Vulcano. Uno de ellos,
celebrado el 23 de Agosto, rememoraba su carácter agrario y de defensor contra
los incendios producidos por los rayos de las tormentas de verano.
Volcanal
– Lugar
dentro del recinto del Foro de Roma, alrededor del punto en el que, en el año
445 antes de Cristo, cayó un rayo. El cónsul Curtius mandó sacralizar el sitio y dedicarlo a Vulcano.
Circo Flaminio – Uno de los
circos antiguos de la ciudad de Roma.
Vinum defrutum - Vino cocido con fruta troceada, que solía tomarse tibio o caliente. También se solía llamar defrutum al mosto.
Sacrificio de peces a Vulcano –
Según los especialistas en mitología y religiones antiguas, se trataba de una arcaica
tradición indoeuropea, que imponía sacrificio de peces en el ara del dios del
fuego, ya que éste odiaba a estos animales acuáticos.
Asoleado de la ropa el 23 de
Agosto – No hay datos de ningún tipo que permitan rastrear el origen de esta
tradición; así que, para nuestro uso particular, nos quedamos con la
explicación de nuestros personajes, de forma que, al menos en su época, la
gente creía que daba buena suerte (y el no hacerlo, mala).
- Buena suerte,… para los
rateros, seguro, ya que tenían a su alcance mucha más ropa de lo habitual en
los tendederos – dice el tribuno, levantando una ceja.
- Y mala,… también para ellos,
puesto que podían ser castigados por adueñarse de los bienes ajenos – dice el
narrador.
Para ilustrar esta entrada, un
fragmento de un hermoso mosaico procedente de Pompeya (Nápoles, Italia), en el
que se ve un montón de pececillos.
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