Fachada del Palacio de la Isla (Foto: cortesía de la Biblioteca Pública Municipal de Cáceres, España) |
El próximo día 28 de febrero, miércoles, a las 19:00 horas, estaremos en la Biblioteca Pública Municipal de Cáceres, presentando "Caballos de octubre" a los lectores cacereños.
El lugar de encuentro será el salón de actos de la Biblioteca que tiene su sede en el Palacio de la Isla.
Dicho palacio, - para los que no residáis en Cáceres -, es uno de los hermosos edificios de su conjunto histórico-monumental, que hace que esa bella ciudad extremeña sea Patrimonio de la Humanidad. Se encuentra en la Plaza de la Concepción, y, en la fotografía de la izquierda, podéis ver su magnífica fachada, con elementos tardo-góticos y renacentistas.
La Legión X vuelve a la vía. Recogida la tropa dispersa, hallado el tribuno Galo y desmontado el campamento temporal de la playa, nuestros personajes regresan al norte, a los que durante una temporada fueran sus cuarteles, junto a la antigua ciudad de Norba, en la Hispania Ulterior.
- ¿Ya de vuelta, queridos?
- Sí, por el cetro de Júpiter tonante, ¡por fin! - resopla el primipilo Cornificio.
- Bueno, bueno,... pero no os podréis quejar, que el Carnaval de Cádiz es muy divertido.
- Sí, pero también nos ha dado demasiados dolores de cabeza.
- Sobre todo, ¡hicks!, de resaca - apunta el centurión Primitivo con lengua de trapo, levantando el índice.
- ¿Tú no ibas a irte ya a dormir, hermano Primitivo? - le dice el centurión Martino, cogiéndolo de un codo, para ayudarle a estabilizarse.
- Shi - responde Primitivo, con un gesto de afirmación. Al bajar la cabeza, vuelve a perder el equilibrio.
- ¡A la cama! ¡Ya! - le ordena tajante Cornificio. Cuando Primitivo, con la ayuda de Martino, que le va sosteniendo como buenamente puede, regresa al pasado, añade pesaroso: - Me temo que, a este paso, vamos a tener que darle la baja del servicio activo. Y no estamos como para ir perdiendo centuriones...
- ¿Encontrastéis a Galo? - le pregunto a Sereno, que acaba de llegar.
- Sin más novedad, primipilo. El destacamento ya está en marcha... Que Salud y Fortuna sean contigo, Flaquilla. Sí, le encontramos -
- En muy buena compañía - añade Cornificio, con una sonrisilla pícara - Nuestro tribuno está hecho un tunante de primera clase... Aunque, como nos descuidemos, se nos casa otra vez.
- ¿Otra vez?... Eso suena a chisme de los buenos, queridos. Contádnoslo a los lectores y a mí.
- Ni hablar. Somos más discretos que tumbas sin epitafio - dice Cornificio, y, para evitar que insista, cambia de tema - Sereno, niño, ¿te has asegurado como te dije de que Galo va en la cabeza del convoy?
- Sí. Tus órdenes se han cumplido: le empaqueté en la carreta de los suministros médicos, hice que mi optión la llevara a cabeza y mis hombres marchan junto a ella, para asegurarnos de que el tribuno hace el viaje de vuelta... al frente del destacamento.
- Como corresponde.
- Como corresponde.
Los dos oficiales intercambian un guiño.
- Es que si no, Flaquilla, no había manera: primero, de sacarlo de Gades; y segundo, de evitar que nos haga parar a cada dos por tres millas, para visitar a algún conocido, amiguete o paciente - me explica Cornificio.
- Que, a veces, resulta ser las tres cosas a la par - añade Sereno.
- ¡Ya volvemos a casita! - canturrea el centurión Plácido, entrando en el salón y dirigiéndose a la cocina, cargado con un cesto de mimbre que parece pesado.
- ¡Plácido! - le llamo - ¿Qué llevas ahí?
- Un regalito que te traigo de Gades: unos lobos de mar que más grandes no los habrás visto en tu vida, y vienen vivitos y coleando todavía... Ésa es la ventaja de poder andar de un lado para otro, y de una época a otra, con tanta facilidad... También te he traído una docena de cangrejitos... No se te olvide ponerlos pronto a cocer.
Una lubina, para los antiguos, lobo de mar (fragmento de mosaico) |
- Bien. Pues para que no se estropee, estaremos comiendo pescado seguido en los próximos días.
- Eso significa pescado para desayunar, para almorzar y para cenar - me explica Sereno, por si yo no lo había entendido.
- ¡No os quejéis! Que después, vayan los dioses a saber cuándo podremos volver a comer pescado fresco de nuevo.
- Allí comemos pescado de río.
- No es lo mismo - dice Plácido con el tono del que asevera una verdad universal - Donde se ponga un buen salmonete,... - se marcha rezongando.
- Bueno, queridos, hablando de "allí": algunos lectores me han preguntado que a qué viene lo de poner "donde todo comenzó" al hablar de Cáceres. ¿Se lo contáis?
- Es que, en nuestros tiempos, - comienza Sereno -, lo que hoy se llama Cáceres, se llamaba Norba Caesarina, y nosotros estábamos acantonados, de manera provisional,...
- ¡Provisional! - resopla con fastidio Cornificio.
- ... en un antiguo castra muy próximo a ella... Que, según se ha informado el tribuno Galo, hoy se conoce como "Cáceres el Viejo". Y allí tuvo lugar el crimen que significó el comienzo de la primera investigación que relato en mis comentarios.
- ¿Queréis verlo?... Aquí, en el ordenador.
- ¿Se puede ver nuestra fortaleza en la caja bizarra? - pregunta Sereno.
- Sí, gracias a un instrumento llamado Google.
- ¡Ya estamos con las palabritas bárbaras! - gruñe Cornificio.
- Vamos a poner una foto, para que también lo vean los lectores.
"Cáceres el Viejo" (foto: Google Maps) |
- ¿Qué os sorprende?, ¿verlo así, a vista de pájaro?
- No - dice Sereno, sin darle mayor importancia - Parece un plano.
- Lo que nos sorprende es que está hecho una mierda - dice Cornificio - ¿De verdad es esto todo lo que queda de una fortaleza de las nuestras después de dos milenios?
- Pues sí, queridos. e incluso mucho menos. Precisamente, hace un par de días, un conocido diario extremeño publicaba una entrevista con dos científicos que han descubierto los restos de otro castra. Del vuestro siempre hubo ruinas, y algo de su historia quedaba en la memoria colectiva de la gente. Pero de éste sí que no quedaba nada, ni noticia, ni escombros o señales de restos soterrados, y para localizarlo han tenido que utilizar los medios más modernos y sofisticados de teledetección. Podéis verlo en la fotografía del periódico.
Fotografías del diario Hoy |
A la izquierda, una foto como la que hemos puesto de "Cáceres el Viejo", para que comprobemos que no se percibe nada en el suelo. Y a la derecha, el resultado de realizar esa misma fotografía con un nuevo sistema mediante la aplicación de los rayos láser, en el que podemos ver la silueta del castra, muy similar a la del vuestro.
- Pues no sé que rayos de qué dios serán esos "láser"... - murmura Cornificio -, porque parece intervención divina.
- Son fotos del mismo lugar.
- Sí, querida, eso lo veo, y reconozco los arroyos y las otras señales del terreno.
- Pues no hay nada de divino en ello, sólo tecnología.
- No, si ya...
Los dos centuriones estudian con detenimiento las fotografías aéreas y comienzan a hablar en latín entre ellos, en voz baja.
- Estoy aquí, queridos... ¿Qué sucede?
- Que no sois capaces de quedaros quietecitos nunca, jodíos modernos - dice Cornificio, frunciendo el ceño.
- ¡Ay! ¡Qué vosotros sabéis la historia de ese campamento!
- ¡Pues claro! - dice Sereno, también con el ceño fruncido.
- ¡Contádnosla!
- Ni hablar - se cierran en banda.
- Pero ¿os imagináis el gran favor que nos haríais?... Poner en pie la historia de ese yacimiento arqueológico llevará mucho tiempo, y mucho debate entre los especialistas,... cuando vosotros podríais zanjarlo en un ratìto de nada...
- No es no, y significa no - dice Cornificio.
Sereno le secunda moviendo la cabeza negativamente. Cuando voy a seguir intentando convencerles, entra Nino, el optión de Sereno.
- Con tu venia, mi primipilo. Mi centurión: tenemos problemas con el tribuno Galo.
- ¿Qué clase de problemas? - pregunta Sereno con un suspiro de fastidio.
- Insiste en que paremos en Asta, para visitar a la ilustre matrona con la que hizo amistades en Gades; y amenaza con echarse abajo de la carreta e irse a pie si no lo hacemos.
- ¡Me cago en to lo que se menea! - Cornificio se levanta airado - Vámonos de vuelta, niño, que la vamos a liar...
Los tres militares salen en tromba del salón y regresan al pasado a toda prisa.
Yo, como sé que les veré en Cáceres dentro de una semana, no me altero: ya me contarán cómo les ha ido el camino de vuelta, que, por lo que parece, va a ser muy entretenido; y ya tendré tiempo entonces de agradecer a Plácido el pescado y el marisco que me ha dejado en la cocina.
- Si te refieres a esos cangrejos que acabo de matar a escobonazos, mejor los tiras a la basura - me dice Prisca, a la que ninguno hemos visto llegar esta tarde.
- ¿Que has matado a los cangrejos a escobazos?
- ¿Qué querías que hiciera, hija? Eran enormes y estaban por ahí, correteando por el suelo de la cocina,... y se vinieron todos a por mí, amenazándome con esas pinzas monstruosas... Hice lo que tenía que hacer: agarré la escoba y ¡listo! Ya no tienes que preocuparte por estos bichos asquerosos - dice, cogiendo el recogedor.
- Marisco, Prisca, los cangrejos no son bichos, ni monstruos; son marisco. Una exquisitez gastronómica.
- Una porquería de bichos que valen una cantidad astronómica. Eso es lo que son - me sigue diciendo, mientras tira a la basura lo que ha quedado de unos grandes y espléndidos centollos, después de emprenderla a golpes contra ellos con la fregona.
En fin, amigos, aquí tenéis la invitación para lo de la semana que viene. Recordad: a las 19:00, en el Palacio de la Isla, Plaza de la Concepción, Cáceres.
Las fotografías que ilustran esta entrada son:
- Fachada y puerta principal del Palacio de la Isla (Cáceres, España), cortesía de la Biblioteca Pública Municipal de Cáceres.
- Fotografía aérea del yacimiento arqueológico "Cáceres el Viejo" (Google Maps).
- Fotografías aéreas del artículo publicado por Mª Ángeles Morcillo en el diario digital Hoy.es, el 18-02-2018, con una entrevista a los investigadores T. Cordero y E. Cerrillo sobre su descubrimiento.