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Pegaso (fragmento de mosaico romano) (T. Piquet/2017) |
Queridos lectores:
¡Ya tenemos "séptima lanza"! Hoy rompe una lanza por "Caballos de octubre" nuestro buen amigo José Ramírez. Aquí os dejo la reseña que nos ha enviado por correo electrónico:
<<He tardado mucho en escribir estas pocas líneas
para unirme al grupo del blog de Teresa Piquet porque el entusiasmo por un
trabajo no suele facilitar la escritura de una reseña ponderada, que en
definitiva es lo que puede interesar al lector. Sin embargo, creo que a estas
alturas puedo emitir un juicio más acertado de esta novela, que resulta en un
primer momento desconcertante por los diferentes géneros que toca, desde la
novela histórica a la novela negra o de intriga.
Caballos de octubre nos
conduce a la época en que las legiones romanas, en este caso la Décima,
avanzaban en la romanización de Hispania, durante el gobierno de Augusto. Sin
embargo, no se trata de una novela histórica al uso, sino de una muy buena
novela negra, en que las pesquisas de A.M. Sereno Celso para encontrar a los
responsables de varios asesinatos nos conducen a conocer la vida de una legión
romana acuartelada, y el avance en el proceso de romanización de Hispania
durante la época previa al comienzo de nuestra era.
Ésta es una novela que he regalado en varias
ocasiones, en alguna a personas con experiencia en la vida militar, y uno de
los aspectos que más les ha sorprendido es la precisión del relato de la vida
cotidiana en un cuartel, de la actividad en un recinto castrense. La
descripción de los momentos vacíos, del tedio de los soldados, que da paso a
períodos de actividad extrema, el respeto reverencial de los soldados por los
mandos que comparten sus penurias, la preocupación obsesiva de muchos de ellos
por las provisiones y los vinos que pudieran disfrutar…todo ello parece el
resultado tanto del cotejo de muchas obras clásicas en que se describen los
ejércitos romanos (Julio César, Tito Livio, Polibio, Apiano…) como del
conocimiento del período histórico tratado a través de su cultura material y
posiblemente del trato con personas con experiencia militar.
El conocimiento histórico exacto del período
que describe no nos conduce, por otro lado, a aburridas interpolaciones que
pudieran ahuyentar al lector, sino a la reconstrucción, a través de montones de
detalles, de una época histórica crucial para la península Ibérica.
El personaje creado por la autora, el centurión
A.M. Sereno Celso, tiene muchas virtudes para convertirse en una referencia de
la novela de intriga. Su capacidad de observación, su cínica, pero no
encanallada forma de tratar con sus compañeros y con sus superiores, la
combinación de detalladas investigaciones con momentos de combate muy intensos…augura
nuevas entregas muy interesantes.
La importancia del cuidado de los caballos ha
sido siempre vital para los ejércitos que han combatido en España, de hecho es
una de las razones por las que las maestranzas de caballería estuvieron hasta
bien entrado el siglo XIX comprando caballos -muchos en Marruecos- y cuidándolos
con sumo cuidado. La corrupción en la administración de un bien tan preciado estuvo
muy presente en aquella época, como podemos observar en la novela.
La traducción al inglés marcha por buen camino,
y espero que en un año el público inglés y norteamericano pueda tener y
disfrutar de esta obra.>>
José Ramírez del Río es Profesor en la Facultad de Filología de la Universidad de Córdoba (España), donde se está traduciendo "Caballos de octubre" al inglés. Y fue él quien tuvo la amabilidad de presentarnos ante el público cordobés, cuando hicimos la presentación de la novela en la Biblioteca Viva de Al-Andalus, como se puede leer en la crónica que publicamos aquí en el blog.
Y a Córdoba te enviamos nuestra lanza con cariño y agradecimiento, estimado Pepe.
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Templo romano de Córdoba (España) (T.Piquet/2017) |
- Córdoba es Corduba, supongo, queridita - me dice el tribuno Galo, que entra desde el jardín, cargado de ramitas y hojas - Que sepas que los mirlos tienen ya otra nueva nidada... Voy a dar orden de que te vuelvan a cubrir las tinajas, para que no se te ahoguen en ellas los pollitos cuando salten del nido dentro de unos días...
- Sí, es Corduba, la antigua capital de la provincia romana de la Hispania Ulterior. ¿Vosotros también estuvisteis allí?
- Pregúntanos mejor dónde no estuvimos, y acabaremos antes - me responde el primipilo Cornificio.
- Los lectores ya se van dando cuenta de que no os gusta mucho charlar...
- Hablar, lo justo y lo preciso - dice Cornificio.
- Y yo, - añade nuestro narrador, Sereno -, prefiero ponerlo por escrito.
- Pues no me dais mucho juego que digamos para el blog, queridos.
Los dos se encojen de hombros, mientras que el más hablador, el tribuno Galo, hace rato que ha dejado de hacernos caso, absorto en clasificar las plantas que ha recogido en el jardín.
- ¿Tuvísteis algún crimen que resolver en Corduba?
- Tuvimos - responde, lacónico, Sereno.
- Tuvimos, tuvimos,... - Cornificio cabecea, echando miradas de reprobación a Sereno - Yo sí que tuve que emplearme a fondo para meter a esta caterva de descontrolados en cintura.
- ¿Qué pasó?
- De todo.
- ¡Menuda explicación, querido! ¿No podrías ser algo más explícito?, ¿o darnos algunos detalles?
- No y no.
- ¿Secreto de sumario?
- Algo similar,... y tú, - añade, echando una dura mirada a Sereno - ni se te ocurra abrir la boca. Ya bastante escribiste en aquellos días, jodío... ¡Y menuda nos cayó encima de resultas!
Sereno se mantiene en silencio y baja la mirada.
Lo intento de otra forma, recurriendo al tribuno:
- Y tú, Galo, ¿no podrías contarnos a los lectores y a mí algo sobre lo que pasó en Corduba?
- ¡Muy bonito! - me gruñe Cornificio - Como no consigues lo que quieres de nosotros, subes peldaños en el escalafón.
- ¿Galo?
- Os he estado escuchando. Que esté muy atento a clasificar las plantas, para ir conociendo las del Nuevo Mundo que se han adaptado a nuestros climas, no quiere decir que me haya quedado sordo.
- ¿Podrías, entonces, contarnos algo de lo que os sucedió en Corduba?
- Podría... Nuevo Mundo, Viejo Mundo, Nuevo Mundo, Nuevo Mundo, Viejo Mundo - enumera, mientras va colocando las diferentes hojas en dos montoncillos.
- ¿Y bien?
- Podría, bien cierto es, si fuera alguno de vosotros tan amable de decirme a qué año he de remontar mi memoria, pues fueron varias las ocasiones, en años distintos, en las que nuestro deber nos llevó a la simpar ciudad del Betis, donde tuvimos que afrontar complejas circunstancias que pusieron a prueba nuestra prudencia, nuestro valor, nuestra inteligencia e incluso nuestra paciencia.
- Acabo de llegar y ya me he perdido - suspira, con resignación, el centurión Curcio.
- Aquí, su autoridad, que quiere que le recordemos en qué años estuvimos de servicio en Corduba - le aclara Cornificio.
- ¿Y para eso tanto discurso? - resopla Curcio - Pues a ver... La primera vez fue a poco de jubilarse Gladiolo y...
- No, hermano, no; Gladiolo no se había jubilado todavía - le dice Cornificio.
- Que sí... ¿No te acuerdas ya de la que montamos en su despedida? - se ríe Curcio.
- ¡Sí, joder! ¡Despedidas como aquélla, pocas!
- Pues el día antes nos había llegado de Corduba la orden para enviar al destacamento.
- ¡Qué va!
- Te estás haciendo viejo, hermano mayor, y ya no te acuerdas. Fue por lo de la despedida de Gladiolo por lo que pusimos a éste - señala a Sereno -, que era el más nuevo, al frente del destacamento que iba a Corduba, prestar servicio en la pretura.
- Que no.
- No te encabezones, que sí, que todos los viejos nos queríamos quedar en Cecilia para celebrar la despedida del contubernal... Y largamos a los niños a los servicios fuera: a éste, a Corduba; al guapito de su amigo Martino, a fortines; y al otro, a la guardia del puente.
- Que te digo que no,... que eso fue así, pero el año antes... El que se está haciendo viejo eres tú, hermano Curcio.
- A los dos os falla la memoria, hermanos mayores - les dice Sereno -; aunque ambos tenéis parte de razón: Gladiolo se jubiló por entonces, pero el año después de nuestro primer caso en Corduba... Y, efectivamente, a los tres centuriones más jóvenes nos tocó hacernos cargo de los servicios fuera de Cecilia... Y a mí, volvió a tocarme Corduba.
- ¡Sí, por las sandalias de Mercurio, qué tienes razón, hermanito! - exclama Cornificio - ¡Qué los dioses te conserven esa jodía buena memoria!
- ¿Y por qué, después de la que se lió la primera vez, volvimos a mandarte a ti a Corduba? - se pregunta Curcio.
- ¿Porque ya no nos acordábamos? - le pregunta Cornificio con socarronería.
- Porque nadie quería ir, y yo me presenté voluntario - responde Sereno.
- ¿Tan mal estaba la cosa? - pregunta Curcio.
- Peor, hermano, peor - responde Cornificio, arrugando el ceño mientras recuerda los hechos.
- ¿Nos podéis contar algo? - les pido, mientras saco café, vino dulce y pastas.
El repentino silencio me hace temer que se hayan marchado sin despedirse, pero, cuando me asomo por la puerta de la cocina, siguen allí. Todos con el ceño fruncido, incluso el tribuno Galo, que ha dejado de contabilizar las hojas del jardín.
- ¿Y bien?
- Vas a tener que esperar a que toque verter al latín moderno los comentarios del informe de Sereno - me dice el tribuno, muy serio - Y, ahora, creo que sí que nos vamos a tomar esa copita de vino de pasas que veo que nos va a ofrecer tu amable hospitalidad, queridita - añade, haciendo una seña para que su asistente, que ha estado todo el rato entrando y saliendo del jardín con unas tijeras de podar para seguir acopiando hojas y ramitas, me coja la bandeja de las manos y se ocupe de servirles el vino a él y a los centuriones.
Todos se beben la primera copa de un trago y tienden a la vez los vidrios para que el asistente vuelva a rellenarlos.
- Está muy bueno - dice Curcio -, pero creo que necesitaríamos algo más fuerte.
- Pues, en esta casa, como no te bebas alguno de esos líquidos que se usan hoy en día para limpiar los suelos... - dice Cornificio.
Las imágenes con las que ilustro la entrada de hoy son dos fotografías mías del año pasado, tomadas en Córdoba (España):
- Fragmento de mosaico romano, con representación del caballo mítico Pegaso. Museo Arqueológico de Córdoba.
- Vista de los restos del templo romano existente en la calle Claudio Marcelo de la ciudad de Córdoba.