martes, 5 de septiembre de 2017

LA MIRADA DE BUCÉFALO

Alejandro Magno a lomos de Bucéfalo (Foto: J. Trikeriotis)



Hace unos días, en Twitter, nuestro amigo J. Trikeriotis publicaba la bella imagen que ilustra nuestra entrada. Se trata de un detalle de un mosaico rescatado en las ruinas de la Casa del Fauno, de Pompeya, y que se conserva en el Museo de Nápoles (Italia). Trikeriotis utilizaba la imagen para mostrar la excelente y detallada representación del tipo de protección corporal que llevaban los jinetes macedonios a la batalla, utilizando la propia de Alejandro Magno para ello. Yo “retwitteé” su entrada, añadiendo el comentario que la imagen me inspiraba: “(…) pero a mí me impresiona más la mirada de Bucéfalo”.
Bucéfalo es uno de los corceles más conocidos de la Antigüedad, debido a que era el caballo favorito de Alejandro Magno, y su historia de lealtad, nobleza y valor, vinculada a la del rey heroizado, ha sido repetida y transmitida entre generaciones a través de los siglos.
Pero su caso no es el único, así que la mirada de Bucéfalo, tan maravillosamente bien captada, por el autor original del cuadro que sirvió de modelo para el mosaico, me dio la idea de dedicar algunas entradas a traer al presente los nombres y las historias de otros antiguos caballos célebres. Por tanto, queridos lectores, en próximas ocasiones, iremos hablando de ellos y de sus amos. Y, tened paciencia, también del mosaico al que pertenece este detalle y de la batalla que representa…
- ¡Ay! – suspira el tribuno Galo, levantando la vista del último número de la National Geographic – Me parece, ¡oh, dioses sacrosantos!, que nada me va a librar de participar también en tamaña empresa –
- No te quejes, tribuno – le dice el primipilo Cornificio – Eso es lo que tiene ser tan sabio –
- Pero yo me dedico a estudiar cuestiones de otra índole,… no las historietas de caballos famosos – protesta el tribuno.
- No te libras, no te libras – le dice, con media sonrisa burlona, el centurión Plácido, que hoy se ha empeñado en cocinar para mí unas coliflores.
- Para la Décima Legión es un honor tener por tribuno a un filósofo de tu catadura – dice el primipilo Cornificio - ¿No es cierto, legionarios? – añade, en tono amenazador, echando una mirada a los hombres de la escolta, que jugaban a los dados, muy tranquilos hasta entonces.
- ¡Cierto, señor! – responden todos a una, poniéndose en pie y cuadrándose.
- ¿Estamos, o no estamos, orgullosos de nuestro tribuno, el sabio Canidio Galo?
- ¡Estamos, señor!
- ¿Qué estamos? – gruñe Cornificio.
- ¡Orgullosos, señor!
- Eso está mejor… Ya lo has oído, tribuno… Así que haz lo que Flaquilla te pida, y, por el Santo Genio de la Legión, no nos dejes en mal lugar –
- Bien dicho, hermano mayor – asiente Plácido – Tú, tribuno, le cuentas a ella todo lo que quiera saber de jamelgos famosos, divinos y de los otros; y así ella se lo contará a los lectores, que son nuestros descendientes, y ellos se acordarán con bien de nosotros, que somos sus antepasados,… ¡y todos contentos!.
- Deja la retórica parda, Plácido, que algo se quema… - le dice Cornificio al otro centurión, levantando una ceja y haciendo un gesto hacia la cocina.
- ¡Por Cástor y Póllux y toda su divina parentela! ¡Qué las coliflores se pegan!

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